lunes, 24 de enero de 2011

Substancia y Forma


IDEAS SOBRE LA MATERIA Y FORMA

© DR Xavier A. López y de la Peña

De aquel jarro de vino, que a nadie perjudica,
llena tu copa y bebe, y sírveme a mi otra,
muchacho, antes de que haga, sin prestar atención,
con tu tierra y la mía un jarro el alfarero.
[…]
Sabe que de tu alma serás separado
y que pasarás detrás de la cortina que guarda los secretos de Dios.
¡Sé feliz!... Tú no sabes de dónde has venido…
¡Bebe vino!... Tú no sabes adónde irás.

De la obra, Rubayyat, de Omar-Al-Khayyam (1040-1124 d.C.)

Esta es la gran dicotomía que enfrenta el pensamiento en la historia de la biología desde tiempos inmemorables.
La materia entendida como una realidad que existe por sí misma, fuera del sujeto que la conoce y es soporte de sus cualidades o accidentes. Es toda realidad objetiva que ocupa un lugar en el espacio y que puede ser percibida de la misma manera por diversos sujetos. Es todo aquello que, ocupando un lugar determinado en el espacio como referimos, se puede tocar, ver, sentir, medir, modificar, etc.
Y la forma, entendida no como una figura espacial (cubo, silla, perro, etc.), sino como principio activo que con la materia prima constituye la esencia de los cuerpos y que pertenece o es relativo a nuestro modo de pensar o de sentir, y no al objeto en sí mismo.
Esta idea de “esencia” o principio de las cosas como la elaboraron los filósofos presocráticos, particularmente Pitágoras, quien señaló que el principio (forma) de todas las cosas es el número. Platón quien dio un paso más allá al manejar el concepto de forma (eidos) en términos de concepto, especie o género, y finalmente por Aristóteles (384 a. de C.), el gran pensador y maestro de la sabiduría, hijo del médico Nicómano, considerado padre de la biología en la tradición occidental, quien se ocupó de este tema y estableció que la forma es lo que uno es, como sustancia; lo que verdaderamente es, en oposición con la materia y concibiendo la realidad de la sustancia como compuesta de materia y forma sustancial: el hilemorfismo. La materia entonces la concebía conteniendo la naturaleza esencial de todas las cosas, pero sólo en potencia, y por medio de la forma, esta esencia alcanzaba su realización; esto es a lo que llamó la entelequia.
En otros términos la materia es llamada también cuerpo, estructura o substancia de extensión limitada y perceptible por los sentidos, y alma a la forma, al patrón que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida y que en algunas religiones y culturas, se reconoce como sustancia espiritual e inmortal de los seres humanos.
Estos razonamiento griegos presocráticos dieron un nuevo curso que habría de transformar la historia de la humanidad, llevando el pensamiento del hombre del nivel especulativo al objetivo, tratando de explicarse los fenómenos de la naturaleza mediante el razonamiento puro y dejando atrás los argumentos causales de génesis sobrenatural. Nace así la filosofía, el método de la razón que busca la claridad del pensamiento, la verdad y el entendimiento de cuanto fenómeno analice en función de la totalidad.
Sin embargo, las limitaciones que el ser humano tiene para dar respuesta a sus inquietudes sobre el universo y sobre sí mismo, dejan espacio suficiente para el razonamiento especulativo o metafísico (esto es, oscuro y difícil de comprender) como bien lo señala Eduardo Césarman (1968) diciendo: Mientras la ciencia no lo explique todo, desde los primeros principios y causas hasta sus últimas consecuencias y fines, incluyendo el problema tan importante para nosotros del significado, si es que lo hay, de nuestra propia existencia, habrá un lugar necesario para el pensamiento metafísico.
Hasta aquí llegaba la filosofía, esto es, el amor a la verdad mediante el razonamiento puro y objetivo, cuando la vida intelectual y espiritual de los filósofos y de todos los hombres del Mediterráneo, sufren el asalto de una multitud de corrientes religiosas que propugnan por conciliar la teología con la filosofía utilizando la filosofía grecolatina para dar sustento racional a la revelación religiosa del cristianismo.
En la antesala de este acontecimiento estaba Filón (15/10-45/50 a. de C), el filósofo judío que en Alejandría dedicó su vida a conciliar las Sagradas Escrituras y la cultura judía con lo expresado por la filosofía griega, particularmente con las ideas de Platón (427-347 a. de C.); Plotino (205-270 a. de C.), el egipcio copto con nombre romano, también en Alejandría, quien sostenía que el hombre estaba compuesto de la triada cuerpo, alma y mente y que la suprema virtud sólo sería alcanzable mediante la transmigración del alma de una forma a otra, según sus méritos o defectos, en cada reencarnación. Así también concebía a Dios como una triada: razón (nous), unidad (hen) y alma (psyche). La Unidad Absoluta -enseñaba-, no puede alcanzarse con la mente, sólo cuando el alma es divinamente poseída e inspirada.
De hecho, este proceso místico ocurrió con Aurelio Agustín de Hipona quien naciera en Tagaste, Norte de África, en el año 354 y que, estando en un jardín de Milán, Italia, oyera un voz decirle: “Abre el libro y lee”. (Abrió la Biblia al azar por las cartas de Pablo y leyó el pasaje Rom 13): Andemos decentemente y como de día, no viviendo en comilonas y borracheras, no en amancebamiento y libertinaje, no en querellas y envidias; antes vestíos del Señor Jesucristo y no os deis a la carne para satisfacer sus concupicencias.
A este proceso que usó la razón natural humana, en particular la filosofía y la ciencia de Aristóteles, para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana se denominó escolasticismo que se asentó en las escuelas y universidades medievales de Europa, desde mediados del siglo XI hasta mediados del siglo XV. Su conformación fue múltiple pues reunió en su ideología tanto corrientes filosóficas grecolatinas, como árabes y judías. Su constructo filosófico descansaba en el argumento de autoridad y su distanciamiento de la ciencia y el empirismo. La Biblia era la fuente del conocimiento pues procedía, aseguraban, de una Revelación divina.
Pero una nueva luz iluminó de nuevo a la razón y en los siglos XV y XVI la oscuridad medieval sustentada, como referimos, en la filosofía legada por Aristóteles y la teología cristiana, dio un vuelco enorme al transformar la concepción de un universo viviente, orgánico y espiritual en el nuevo paradigma mecanicista dominante de los tiempos modernos.
Este movimiento cultural generado en la Europa occidental y llamado Renacimiento insufló nuevos bríos en el conocimiento y progreso de la humanidad al dejar atrás el dogmatismo de la Edad Media y abrir las puertas a una nueva concepción del mundo y el hombre al impulso de la ciencia. El eje del conocimiento en base a la deidad (Teocentrismo), fue sustituido por el del basado en el hombre mismo (Antropocentrismo).
Uno de los iniciadores de este renacer estuvo a cargo de René Descartes (1596-1650), el pensador francés considerado como padre de la filosofía moderna quien rechaza, por supuesto, el razonamiento escolástico y da vida al razonamiento analítico que nos presenta en su Discurso del Método. También consideró la materia (cuerpo) y la forma (alma) como entidades separadas e independientes: res cogitans versus res extensa. El pensamiento cartesiano sostenía que todo en el universo (incluyendo a los seres vivos) podía ser comprendido si se le reducía al racional análisis a partir de sus componentes más pequeños.
En el terreno de la ciencia, Andrés Vesalio (1514-1564) confrontó sus hallazgos anatómicos con las ideas magister dixit impuestas por Hipócrates y Galeno, mostrando el cuerpo humano sin las hojas de parra cubriendo sus regiones pudendas, que habían impuesto los censores escolásticos cegados por la ideas vergonzosa y pecaminosa de la figura humana echada del paraíso por haber comido de la manzana del árbol de la sabiduría. El inglés, William Harvey (1578-1657), que inspirado en Descartes y probablemente en el español Miguel Servet (víctima de la sinrazón y quemado en la hoguera por haber descrito la circulación pulmonar en una obra teológica: Christianismi Restitutio, publicado en 1553) describió la circulación de la sangre a partir del corazón.
La filosofía estaba entonces restaurada en su fin último de conocer la verdad mediante el uso de la razón, siguiendo el método científico. Objetivando, sistematizando, analizando, deduciendo y reproduciendo, si ello es posible, los fenómenos observados y sujetos al análisis.