miércoles, 1 de diciembre de 2021

Liberación de la teología.

 

Liberación de la teología. 

Se puede tener por compañera la fantasía,

pero se debe tener como guía a la razón.

Samuel Johnson 

Dr. Xavier A. López y de la Peña



            Dos conceptos a tratar, la libertad y la teología.
            La libertad es la facultad o derecho natural que tiene el ser humano de obrar de una manera o de otra acerca de sus intereses, creencias, opiniones y acciones, o de no obrar, sin impedimento alguno, de autodeterminarse, lo que supone la posibilidad de elegir los fines que se consideren adecuados para alcanzarlos y por lo que es responsable de sus propios actos y necesidades, como también de las consecuencias de las mismas ante la sociedad. Respetar dicha libertad nos garantiza la paz y el progreso tanto individual como social, y el bien colectivo.

            La libertad se opone a cualquier forma de opresión como puede ser la esclavitud, la servidumbre forzosa, la coacción, la manipulación, el chantaje, la amenaza o intimidación, la detención y retención arbitraria y la vigilancia no permitida, entre otras.

           La libertad es considerada a la vez como un valor que tiende a ser propicio el respeto, el diálogo, la comprensión y la tolerancia; además de impulsar a la implementación de una sociedad abierta y democrática deseosa de paz.

            La libertad sólo se limita ante la libertad y seguridad de los otros y, para su correcto ejercicio, es menester contar con información adecuada, precisa y oportuna en su caso, para decidir de la mejor manera el camino o la conducta a seguir. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.

           El tema de la libertad es extraordinariamente amplio y complejo. Por ejemplo, podemos diferenciar entre libertad de o libertad para, además de la libertad con múltiples apellidos: de conciencia, de cátedra, circulación, pensamiento, educación, expresión, etc. 

            Hagamos por ahora un breve esbozo de la evolución de la libertad:

            El primer acto de libertad de la persona humana se suscita con el nacimiento. Sí, de la liberación intrínseca del seno materno con el grito del naciente que recibe, por vez primera, el hálito de la naturaleza mundana. Un primer acto libre, lógicamente inconsciente, totalmente natural, innato.

            A partir de este primer y fugaz momento, nuestra futura “libertad” será acotada y diseñada ya que se estructurará, poco a poco, de acuerdo a determinados patrones familiares, económicos, políticos, sociales y culturales del tiempo y lugar en el que nacemos.

            Por ejemplo, si se nace en un estado y dentro de una sociedad que reconoce la existencia de una deidad creadora (como en las religiones abrahámicas), este modelo religioso a seguir se considerará como algo “necesario” en el vivir personal y, en consecuencia, se tendrá que creer en ella obligadamente y seguirla a pie juntillas e, incluso, puede llegar a imponérsele.

            El segundo paso, ya cuando desarrollamos y adquirimos nuestra madurez racional, se dio ejemplarmente cuando nos revelamos del yugo teísta que nos mantenía en la monotonía de un apacible, inamovible e inescrutable edén, mediante un acto de insubordinación contra el Creador que nos tenía prohibido accesar al conocimiento. Con este acto, nuestro albedrío optó por la libertad de comer del fruto del árbol prohibido para ejercer nuestra libertad para conocer, para buscar la verdad.

            El tercer acto está dado con nuestra propia liberación de la naturaleza. El mundo natural ya no moldea al ser humano, sino que él, consciente de sí mismo, ahora trastoca los mandatos naturales. El ser humano, por sólo citar un ejemplo, ya no dependerá de un determinado hábitat para vivir y sobrevivir en la naturaleza, sino que se extenderá por toda ella creando a su satisfacción su propio hábitat, podrá entonces vivir y sobrevivir tanto en el territorio polar ártico como en la selva amazónica o, incluso, en el medio extra terrestre. Razona, reflexiona, crea, inventa, desarrolla y es capaz de vislumbrar el futuro.

            Tiempos prehistóricos de lucha por sobrevivir en la naturaleza, sobreponiéndose al ambiente hostil y domeñándolo a marcha lenta pero segura, con la razón más que con la fuerza.

            En la Edad Media la libertad del ser humano, nuestro antepasado de la cultura occidental, la vida transcurría, campeaba y se regía básicamente entre salvar el alma en el prometido mundo postmortem o condenarse eternamente y sufriendo secularmente en ultratumba.

            Sin embargo, más adelante empezó a abrir los ojos al entendimiento y poco a poco se percató que su libertad le posibilitaba a desdecirse del enunciado inobjetable del Universo creado, explicándose la posición de la tierra en el Universo y buscando, con una obsesión decidida a justificar el mundo y sus incógnitas con la razón, esto es, renació.

            La libertad individual, sin embargo, aún permanecía acotada entre la mordaza de una pinza, de un lado el territorio de lo sacro (jerarquía religiosa) y del otro el profano (jerarquía monárquica-económica), que en una interacción simbiótica obligaban a obedecer al ser humano tanto a uno como al otro.

            La libertad, como ejercicio anti opresivo, anti abusivo se debatió entonces entre estas dos fuerzas de la pinza, hasta que un fraile católico agustino (Martín Lutero) abriera el camino diferenciado a seguir por cada individuo y ciudadano mermando el poder y control absoluto de un extremo de dicha pinza para decidirse, ya por el trabajo como motor del crecimiento y desarrollo y autoafirmación, o por el trabajo como castigo, sufrimiento y anatema.

            La libertad se debate ahora entre conducirse por el dominio de la naturaleza con la razón o el de continuar en el abandono supersticioso dictado por el orden celestial.

            Con un paso más, la libertad del ser humano deja atrás su infancia mental y ahora enfrenta el reto de conseguir la libertad política. Se rebelan el campesino y el proletario contra la tiranía y aflora la Revolución Francesa y la guerra de independencia de los Estados Unidos. Se integran conceptos de libertades y derechos fundamentales, ciudadanía y ruptura para con los dogmas, inicia la libertad de las ideas de y para en un nuevo modo de articulación del poder político y social a la luz que la razón da en esta ilustrativa brega. Con ello, la libertad o, mejor dicho, las libertades del ser humano se consolidan y anidan en la naciente democracia.

            Hoy la libertad se debate entre el capitalismo hegemónico, el consumismo, el desperdicio y la depredación de la naturaleza, así como la “liberación” de las libertades que llevan a extremos de propugnar y conseguir, que la nominación del género quede al arbitrio de la persona que puede ser ya: hombre, mujer o indiferente. Esto ocurre con los llamados géneros no binarios o cuirgénero (GenderQueer), personas con una identidad que no se ajusta al binarismo de género, ya que su identidad no se percibe totalmente masculina o femenina.

            La libertad de cada uno de nosotros se acota mercadológicamente con una guía consumista, hedonista y envuelta en la instrumentación dictada por el poder de la o las iglesias, el estado o la sociedad, haciéndonos creer que tenemos “libertad”.

            Si no pienso, actúo y siento como los demás, ¿quién soy?

            Entonces la libertad, nuestra idealizada libertad, se conduce al ritmo del poder ya y eclesial, estatal o social en vertientes tan disímbolas, antagónicas, absurdas o ilógicas, por utilizar sólo unos pocos adjetivos en el momento y lugar que ocupemos en este mundo ahora “globalizado”.

            Sólo en nosotros, en nuestro yo, enfrentaremos nuestro actos voluntarios y espontáneos como una acción de verdadera libertad. Ajenos a la manipulación del poder, impulsados a “ser”, no a “tener”, a “saber”, no a “creer”.

            Luchemos entonces en consciencia y libertad en la construcción con responsabilidad de un entorno simbólico y material en el cual podamos convivir y crecer de manera tolerante e incluyente.

            En el proceso de nuestra vida habremos de comportarnos empáticamente tolerantes y respetuosos con aquellos que, invocando a un ser superior satisfagan sus preguntas y se conduzcan a la vez, tolerantes y respetuosos con los que, en la búsqueda de lo ignoto seguimos por el camino de la razón.

            Porque de cierto es que sabemos que, en nuestro camino por la liberación de la teología

…los conceptos religiosos variarán de acuerdo al grado de conocimiento acerca de la fenomenología que concursa en hechos “divinizados” de la naturaleza, cuya explicación a través de la religión deja de tener razón, sin embargo, mientras el hombre mantenga en su intelecto una sola incógnita sobre el Universo, el hueco en su pecho habrá de llenarlo con el pensamiento religioso. (Medicina Náhuatl. Xavier A. López, 1983).


            Finalmente, el último acto de libertad que tendremos, será cuando muramos. Aquí ya el cuerpo se libera de su transcurrir enfrentado constantemente a la naturaleza, para reintegrarnos en un eterno abrazo de reconciliación con ella.