lunes, 1 de marzo de 2021

Disertación sobre el cuerpo


Disertación sobre el cuerpo. 

“…se trate del cuerpo del otro o de mi propio cuerpo,

no tengo modo de conocer al cuerpo más que vivirlo”.

“...la experiencia vivida de cuerpo no tiene que ver nada

con el pensamiento de cuerpo o idea del cuerpo”. 

Maurice Merleau-Ponty


Dr. Xavier A. López y de la Peña
 

            Al objeto estructural o conjunto de sistemas orgánicos que conforman a un ser vivo se le da el nombre de “cuerpo”; en nuestro caso particular, el cuerpo humano. Se tiene entonces así conformado, un dialelo (círculo vicioso) corpóreo-viviente. Aunque también puede reconocérsele como cuerpo, al de una persona o animal sin vida (“tras la explosión, sólo pudieron recuperarse unos cuantos cuerpos”) como apunta el diccionario, entre muchas otras acepciones.

            Como quiera que sea, aquí nos referiremos específicamente al cuerpo humano.

            El cuerpo humano, como el de todos los seres vivientes, está conformado por diferentes elementos materiales (carbono, hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, fósforo y azufre, principalmente, o CHONPS, por sus siglas en la química) cuya estructuración molecular altamente compleja desemboca en dos variantes humanas: hombre o mujer.

            El cuerpo humano es entonces, producto de una “singularidad originaria” (o singularidad espacio-temporal, o Big Bang) evolucionada de la energía-materia del universo a lo largo de 13,800 millones de años siguiendo el curso por diversos niveles emergentes de complejidad y, a partir de la conformación de los primigenios organismos vivos hace aproximadamente 4,410 millones de años.

            Con estas palabras preliminares sobre el cuerpo, acentuamos nuestro propósito de enfocar el tema desde el punto de vista del materialismo filosófico, es decir, negando la existencia y posibilidad de cualquiera sustancia viviente incorpórea.

            Difícil, por llamarlo de una manera sencilla si no imposible, ha sido el camino seguido por el pensamiento filosófico (materialista) moderno, el dar marcha atrás a la arraigada interpretación religiosa cristiana del dualismo cuerpo-alma, en la que a esta última se le ubica por encima del primero y además es considerada como inmaterial e inmortal.

            El filósofo francés, Maurice Merleau-Ponty, nos invita a comprender que el cuerpo humano es “algo” más que un objeto del que se ocupa la ciencia y acentúa que es una condición permanente de su existencia. Esto es, que entiende el cuerpo o su corporalidad “como una instancia original y originaria”; es decir, “como un modo de ser propio que se distingue totalmente del mundo inmanente de la conciencia, pero también de toda reducción de lo corporal a su aspecto meramente físico-material. El cuerpo, finalmente, es un sujeto-objeto”.

            El cuerpo humano existe, esto es, que tiene su ser fuera de sí, que tiene una exterioridad inmersa en una dimensión relacional abierta con lo “otro”; que coexiste. Nuestro cuerpo nos permite comunicarnos así, con todo lo que existe.

            Gracias a esta relación del cuerpo humano con lo “otro” es que percibimos, comprendemos, sentimos, deseamos, obramos, nos expresamos, comunicamos, ideamos y sufrimos o gozamos; para decirlo con una palabra, vivimos.

            De todo ello nosotros, los seres humanos y gracias a nuestro cerebro, hemos hecho conciencia, lo analizamos y estudiamos tratando de descifrar sus orígenes, sus funciones y sus intrincadas relaciones e interacciones.

            Una teoría explicativa simplista surgió a principios de la segunda mitad del siglo pasado con los llamados postulados del cerebro “trino” o “triuno”, del médico y neurocientífico estadounidense, Paul D. MacLean, quien refiere que los humanos tenemos tres sistemas nerviosos interconectados en nuestro cerebro, evolutivamente ascendentes: el cerebro primitivo o “reptiliano” encargado de controlar instintos -defensa, ataque, huida-, reflejos, actividades autónomas: respiración, ciclo cardíaco, etc.; el límbico quien regula la memoria, orientación, emociones; y el neo-cortex  quien modela y regula el lenguaje, conciencia, razonamiento y planificación.

            Aunque esta teoría sigue siendo de gran ayuda didáctica para la explicación del mecanismo de la actuación cerebral, [Sigmund Freud manejó, 20 años antes ésta idea “Trina” en el sicoanálisis al referirse al Ello (innato, instinto), el Yo (pulsiones) y Superyó (conciencia moral), al dar forma al llamado “cuerpo u aparato intra síquico”], debe tomarse en cuenta que el proceso evolutivo avanza o actúa reorganizando el material neuronal preexistente, modelándolo hacia estructuras más complejas y por ende ejecutando nuevas funciones. Esto significa que el proceso evolutivo no actúa superponiendo una estructura sobre otra (como sucede con la formación de estalactitas o estalagmitas en que poco a poco se van adicionando capas minerales unas sobre otras); además, habrá de tomarse en cuenta que los cambios ocurridos mediante esta reorganización del material neuronal, tendrán o no viabilidad acorde con la teoría sintética (cuyos iniciadores fueron: Ronald Fisher, J. B. S. Haldane y Sewall Green Wright), en la que la selección natural juega un papel predominante.

            Pero regresando al cuerpo humano, que como inicialmente apuntamos, tiene su génesis con la aparición y ulterior evolución de la primera estructura molecular compleja dotada de vida [característica particular de la materia (CHONPS) alcanzado por ciertas estructuras moleculares específicas: ARN -ácido ribonucleico-, ADN -ácido desoxirribonucleico-, que confieren la capacidad para desarrollarse, mantenerse en un ambiente, reconocer y responder a estímulos y reproducirse permitiendo la continuidad] ocurrida hace unos estimados 4,410 millones de años.

            El cuerpo humano, nuestro cuerpo, con toda su maravillosa complejidad aún incognoscible, tuvo su origen según la Teoría del progenote (hay otras) propuesta por el microbiólogo estadounidense, Carl R. Woese, en un organismo ancestral habitante de un mundo de ARN. Sus estudios posteriores con base en árboles filogenéticos de ARNr 16s y 18s (ácido ribonucleico ribosomal, útiles para reconstruir filogenias), le llevaron a concluir “que hay una gran divergencia entre tres grandes grupos descendientes del progenote: Archaea, Bacteria y Eucarya, definiéndose así el sistema de los tres dominios. Una hipótesis viral que apoya este modelo, sostiene que los tres dominios pudieron originarse por transferencia genética entre las células primarias de ARN y tres virus ADN, lo que dio origen a cada genoma ancestral”. 

            De esta manera, nuestro cuerpo, como el de todos los organismos vivos, generación tras generación como señala el doctor en biología Juan Ignacio Pérez Iglesias: “somos herederos de aquellas formas y, por lo tanto, todos los linajes, sean del reino que sean, del filo que sean o de la familia o género que sean, tienen la misma antigüedad, tanta como la vida terrestre tiene”.

Nuestro cuerpo, como el de todos los organismos vivos, está conformado por polvo (átomos) de estrellas como señalaba el astrobiólogo estadounidense, Carl E. Sagan; sin embargo, diversos átomos arreglados de manera algo diferente y compleja en nosotros, nos han llevado a tratar de comprendernos: ¿lo lograremos?