sábado, 1 de abril de 2023

Primera ligadura de la arteria axilar en América.

 

Primera cirugía de ligadura de la arteria axilar
en América. Aguascalientes, México 1864.

Dr. Xavier A. López y de la Peña.


Durante la intervención francesa, el 12 de enero de 1864, el cirujano francés Jules Aronssohn (1830-1902)1 efectuó con éxito en la ciudad de Aguascalientes, Ags., México, la primera ligadura reportada hasta ahora en América de la arteria axilar en un torero mexicano, desgarrada a consecuencia de una cornada acaecida en una fiesta de toros.
    Esta noticia fue dada a conocer en la Gaceta Médica de México, órgano de la Academia de Medicina. Tomo I, Años 1864-1865, páginas 337-338, y que lleva por título:
    “Observación de la ligadura de la arteria axilar a consecuencia de una cornada”, escrita por el doctor Jules Aronssohn y fechada el 28 de diciembre de 1864.2
     Jules Aronssohn nació el 12 de febrero de 1830 en Estrasburgo, Francia y sus padres fueron el señor Jacques-Léon Aronssohn y la señora Caroline Levy.
    Obtuvo su título como médico por parte de la Facultad de Medicina de la Universidad de Estrasburgo, Francia, con una tesis defendida el 26 de agosto de 1854 y que lleva el título de: Principales leyes físicas de la progresión sanguínea.3
    Este médico militar formó parte del contingente invasor enviado a nuestro país durante la segunda intervención francesa (1862-1867) y quien llegó a México el 20 de febrero de 1863.
    La descripción que hace en francés del suceso ocurrido en la entonces Plaza de diversiones, llamada más tarde en 1869, Plaza Buen Gusto, de la ciudad de Aguascalientes, fue publicada en la Gaceta referida y es la siguiente:

         El 12 de enero de 1864 había una corrida de toros en Aguascalientes. El torero Severiano Montes quiso subir a la balaustrada para escapar a la embestida del toro que había hecho por él. Pero había llovido. Los postes de madera estaban resbalosos: el desgraciado cayó de vuelta al ruedo y fue embestido por el animal antes de poderse levantar. Recibió una cornada en la axila derecha. Puesto que estaba yo presente en la función, pronto estuve al lado del torero.

La hemorragia era espantosa. El cuerno del animal, rematado en forma de espiral muy alargada, había penetrado por en medio del hueco de la axila en dirección al húmero. Desde ese punto el pitón se había enderezado y había penetrado a más de diez centímetros de profundidad; el dedo entero desaparecía dentro de la herida. La sangre corría abundantemente como formando una capa; tenía el color de la sangre arterial. Al introducir el dedo en la herida no se sentía el latir de la arteria humeral: había que remontarse hasta la arteria axilar para poder encontrar los latidos. La compresión en ese punto, ayudada por la compresión de la arteria subclavia, hacía disminuir considerablemente la hemorragia. De ese modo la sangre solo manaba lentamente y ya no tenía el color de la sangre arterial; intente precisar de manera correcta las indicaciones para este gravísimo caso, ya que me parecía evidente que tenía la vida del herido en mis manos.

         Al cambiar de lugar la compresión, buscando la ausencia o la presencia de los latidos en el trayecto del vaso sanguíneo, me percaté de que la hemorragia disminuía poco a poco. De tal manera que, según mis cálculos, una hora después del percance todo el derramamiento de sangre arterial había cesado y pude dejar de aplicar compresión alguna. No me cabe duda de que esta supresión de la hemorragia se debía al carácter mismo de la herida: es bien sabido que, tratándose de heridas arteriales por desgarramiento, la hemorragia cesa por sí sola. La industria moderna nos ha dado multitud de ejemplos de este tipo cuando hablamos de miembros arrancados por las máquinas. Era absolutamente necesario ligar el vaso aún a riesgo de exponer al herido a una hemorragia secundaria, la cual podría causarle la muerte, ya que había perdido más de dos kilogramos de sangre. El lugar para llevar a cabo la ligadura se situaba en la mitad del tercio inferior de la arteria axilar, ya que los latidos desaparecían justo en el punto en que dicha arteria se convierte en humeral, y ya no podían identificarse en toda la parte inferior del miembro.

         La operación en sí no tuvo nada de particular. A manera de precaución, el señor Logeay, veterinario, quien tuvo la bondad de asistirme durante el procedimiento, llevó a cabo la compresión de la arteria subclavia;4 se procedió a ampliar la herida y la arteria quedó al descubierto y fue ligada después que se constató fehacientemente la presencia de los latidos correspondientes.

         El herido no había dejado de estar en posición horizontal y no había perdido el conocimiento. Se trataba de un indio de 24 años de edad, de estatura mediana, temperamento bilioso y buena constitución física, pero de escaso desarrollo muscular. A pesar de ello, fue un nuevo ejemplo de la facilidad con que los traumatismos llegan a curarse en ciertas razas; esta propensión ha sido constatada en la raza árabe por todos los médicos militares que han vivido en África y por lo visto está también presente en los indios.

         La herida cicatrizó tan rápido, que el herido consideró prudente retomar sus actividades, y no sin sorpresa le vi reaparecer en el ruedo el 26 de enero, quince días después del percance. Intentó en varias veces estoquear al toro, pero le faltaba fuerza y tuvo que renunciar a estos esfuerzos demasiadamente dolorosos. Esta imprudencia no tuvo consecuencias nefastas: la ligadura se desprendió el 29 de enero, y para los primeros días de febrero la herida había cicatrizado por completo. En esos días, se sentían latidos muy débiles en la arteria radial derecha: la arteria humeral por debajo de la ligadura todavía estaba inmóvil.

         El torero que nos ocupa ya había recibido con anterioridad una cornada en la axila izquierda, más la arteria no había sido afectada y la herida se había curado sin complicaciones y sin cuidados. Después de que hubo curado de su segunda herida, el hombre lucía en cada axila una cicatriz irregular y similar: si uno no hubiera conocido el origen de las mismas hubiera podido atribuirlas a la supuración de ganglios.

         México, 28 de diciembre 1864.

            Agregamos que este médico militar francés participó en la batalla de la caída de Puebla en 1863 y refirió las siguientes palabras reconociendo la enconada resistencia habida por los mexicanos en ella, diciendo: Todos quedamos admirados de la fuerza de los trabajos de defensa. A la larga, muy probablemente, habríamos tomado la mayoría de los fuertes, pero nunca habríamos entrado a la ciudad, sin destruirla. El hambre rindió la plaza.5
     Estuvo también en la ciudad de Guadalajara en 1865 como queda registrado en una carta que envió el capitán, también francés, Hiles Bochet refiriendo que, si regresa feliz a Francia, como todos sus compañeros, escribe que conservará la «nostalgia de este hermoso país». Dejó la última frase de su escrito repitiendo las palabras pronunciadas por el médico mayor Jules Aronssohn: Si México tuviese la paz, el mundo entero quisiera venir a vivir acá... Cómo olvidar las noches de Guadalajara cuando me paseaba en la plaza, alumbrado por una luna tan clara que podía leer a su luz, con grandes sombras negras y mujeres, cabello suelto y mantillas, pareciendo hermosas todas bajo el astro de amor.6

            El médico mayor, Jules Aronssohn, recibió una condecoración por parte del Ministerio de Guerra del gobierno de Francia, como soldado participante en batalla en México, durante el período de 1862 a 1863, al regresar a su país7 y falleció en París el 27 de octubre de 1902.8 
Esta extraordinaria cirugía realizada por el Dr. Jules Aronssohn, efectivamente salvó la vida del torero mexicano y ciertamente la recuperación del mismo también fue extraordinaria.

A pesar de que la arteria axilar proporciona de manera importante la irrigación de la extremidad superior, su ligadura puede no comprometer la viabilidad de los tejidos de la extremidad -como sucedió en este caso-, gracias a la irrigación que ofrecen una gran cantidad de anastomosis en la región; sin embargo, se recuerda que la ligadura de esta arteria tiene un riesgo de amputación -en la actualidad-, de un 18 a 55%.9


1 . Fotografía de Jules Aronssohn de 1884. Tomada de: Raúl Aragón López y José Francisco Coello Ugalde. Historia de la cirugía taurina en México. Cirujanos Taurinos Mexicanos de la Sociedad Internacional de Cirugía Taurina, México 2018. Consultado en internet el 8 de enero de 2023 en: https://issuu.com/fcth/docs/03_junio_29a

2 Alfredo de Michelli. Los inicios de la cardioangiología mexicana en los albores de la Academia Nacional de Medicina. ArchCardiolMex.2016;86(3):276-281.

3. Catalogue des médiathèques de la Ville et de l’Eurométropole de Strasbourg. Consultado en internet el 9 de enero de 2023 en: https://www.mediatheques.strasbourg.eu/clientBookline/recherche/NoticesDetaillees.asp?INSTANCE=exploitation&iNotice=0&ldebut=&chkckbox23=off&chk0=on&chk1=off&chk2=off&chk3=off&chk4=off&chk5=off&chk6=off&chk7=off&chk8=off&chk9=off&DISPLAYMENU=&IDTEZO=&IDTEZOBASE=&IDTEZOFORM=

4. Probablemente siguiera el método de Dall de compresión para la subclavia: En el hueco supraclavicular, detrás de la parte media de la clavícula, a 2 pulgadas por fuera de su extremo interno y estando el hombro fuertemente deprimido y sin apoyo, se introduce profundamente el pulgar, con el pulpejo hacia abajo, por detrás y hasta debajo de la clavícula, por fuera del escaleno anterior, apoyándose por detrás en el lado del cuello con los otros cuatro dedos extendidos y se comprime la arteria subclavia contra la primera costilla. Se comprueba la eficacia de la compresión por los latidos de las arterias del brazo. El pulgar puede ser reemplazado por un sello de lacrar o un objeto análogo convenientemente acolchado. Pero, digital o instrumental, la compresión de la subclavia exige, para ser eficaz, un esfuerzo enérgico; durante las maniobras operatorias, es muy difícil de mantener de un modo regular y no siempre detiene por completo la circulación; es poco conveniente, además, en los cuellos gruesos y cortos. Consultado en internet en: diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/13125/3/b16917108_0003.pdf.

5 . Jean Meyer, Yo, el francés, biografías y crónicas. La Intervención en primera persona, p. 324. Citado en: El Sitio de Puebla. 150 aniversario. Arturo Aguilar Ochoa. (Coordinador). Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”. México 2015, p. 216.

6. México, carta del 26 de septiembre de 1865, citada en: MEYER, Jean. México en un espejo: testimonio de los franceses de la intervención (1862-1867) In: México Francia: Memoria de una sensibilidad común; siglos XIX-XX. Tomo II [en línea]. Mexico: Centro de estudios mexicanos y centroamericanos, 1993 (generado el 09 janvier 2023). Disponible en Internet: <http://books.openedition.org/cemca/833>. ISBN: 9782821828001. DOI: https://doi.org/10.4000/books.cemca.833.

7. Morton Subastas. Expedition du Mexique. Medalla y Certificación a Monsieur Aronssohn. Libro: Micard, Etienne. Consultado en internet el 24 de enero de 2023 en: https://live.mortonsubastas.com/online-auctions/morton-subastas/expedition-du-mexique-medalla-y-certificado-a-monsieur-aronssohn-libro-micard-etienne-la-france-au-mexique-piezas-3-2830410

8. Ancestry. Jules Aronssohn. Consultado en internet el 10 de junio de 2022 en: https://www.ancestry.com/genealogy/records/jules-aronssohn-24-64gk96

9. Herrera, Mario Alain, Millán, Mauricio, del Valle, Ana Milena, Betancourt-Cajiao, Mateo, Caicedo, Yaset, Caicedo, Isabella, Gallego, Linda M., Rivera, Diego, Parra, Michael W., & Ordoñez, Carlos A. (2021). Control de daños del trauma vascular periférico - No le tema a la fosa axilar o poplítea. Colombia Médica, 52(2), e4074735. Epub April 10, 2021.https://doi.org/10.25100/cm.v52i2.4735