lunes, 2 de mayo de 2016

Credibilidad.

¿Qué creer?
© DR Xavier A. López y de la Peña
Imagine una compra de maquinaria para la industria de la confección de ropa que realiza un empresario con propósito de hacer más eficiente su producción y que, una vez acordado el precio y las condiciones con el vendedor, éste le afirma que su pedido estará listo en la primera quincena del mes de Junio. Pasa Agosto y el comprador sigue esperando su maquinaria.
También puede usted pensar en que una persona mande hacerse unas tarjetas de presentación, deje un 50% de anticipo y le ofrezcan entregárselas en una semana y, quince días después siga esperando sus tarjetas. O tal vez requiera un empaque para la olla de presión y en el comercio especializado le informan que de momento no tienen ésa marca, pero que en tres días llegará el material solicitado. Pasa un mes y no llega el empaque.
El caso de una persona que acude a realizar oportunamente su trámite de renovación de licencia ante la oficina municipal correspondiente, hace su pago y le indican que debe regresar después de 15 días a recogerla porque "aún no están firmadas" las mismas. Quizá el automovilista que sufre un choque y enfrente su responsabilidad ante la autoridad correspondiente se percate de que, la solución -en éste caso la responsabilidad- que no justicia, se hará para el que se ponga "más" listo con dinero, palancas, palabras o trinquetes.
Así las cosas: ¿Qué significa creer? Seguramente es utópico, sin embargo, debemos luchar por creer y esforzarnos por que en lo que hacemos y decimos haya credibilidad. Que crean en nosotros, en nuestro trabajo, en el hogar, en el taller o la oficina, en nuestras conversaciones y convicciones. Si ofrecemos un artículo en venta a cierto precio, hay que venderlo a ése precio y no a tal si es en efectivo o a tal más si es con tarjeta de crédito, si prometemos un pedido para el lunes, hay que entregarlo ése mismo día no el miércoles. Si solicitamos un procedimiento cualquiera con carácter urgente, debe ser cierto que es urgente. Debemos -o deberíamos- creer que hay justicia y no sentirnos atemorizados y hasta agredidos ante el agente del ministerio público que con sus acciones pretende hacernos sentir culpables de lo que en realidad somos víctimas.
Hágase la siguiente reflexión sobre lo que representa a la ley, la justicia y el orden y piense: ¿Qué imagen se forma al ver a un soldado, un policía, un judicial, un agente del ministerio público, un juez o un inspector cualquiera?
O sobre el comercio, los servicios o la política: ¿Qué siente al ver a un vendedor de automóviles, un abogado o médico, a un candidato a la presidencia o a un diputado? ¿Cree en ellos?, es decir, confía en lo que dicen. Siente seguridad en que lo que harán será honesto, justo, equitativo, válido o bueno y cierto. ¿O se forma la idea de que tratarán de venderle más caro, de que no es cierto que el producto esté tan bien como lo ofrecen, de que hay pocas posibilidades de que puedan ayudarle o lo que dicen son sólo palabras vacías?
La imagen que nos formamos del mundo que nos rodea se recibe a través de nuestros sentidos y así nos damos idea y creemos que algo está caliente o frío cuando lo tocamos, lejos o cerca cuando lo vemos o ruidoso cuando lo escuchamos, sin embargo todas estas impresiones dependerán de la agudeza particular de cada uno de nuestros sentidos y con ello nos daremos cuenta de inmediato de que lo que para unos es duro para otros puede no ser tanto. La percepción entonces de nuestro entorno "depende" de la manera como la recibimos con nuestros sentidos y en consecuencia nos hacemos una idea "personal" de lo que sucede y que no siempre es real. Podemos mirar una luz en el firmamento y pensar que "es" una estrella, no obstante lo único que percibimos es su luz pues ella, probablemente hace tiempo que desapareció.
Estas consideraciones nos llevan a saber que nuestro conocimiento del mundo es imperfecto. ¿Cómo lo percibiremos si en nuestra relación con otras personas la comunicación es con palabras y acciones -lenguaje verbal y no verbal- y éstas son distorsionadas?, ¿Qué certeza o valor podemos atribuirle a lo que alguien dice o hace? Necesitamos creerle y que a su vez crea en nosotros, debemos propugnar porque en nuestras palabras y acciones se asiente la verdad, que lo que se haga o diga sea cierto, sea creíble.
Cuando compre y reciba una caja con guayabas o fresas grandes y apetitosas con la seguridad de que no habrá pequeñas o podridas en el fondo, cuando acuda a presentar una queja por un mal servicio y sea bienvenido y solucionen su problema, cuando vea en el soldado o el policía de caminos a un amigo dispuesto a ayudarle y a defenderle si fuere el caso y no con temor por su actitud prepotente, cuando tenga la certeza de que mañana tendrá su pedido como ofrecieron y esté completo y en buen estado, cuando la verificación vehicular se realice honestamente, cuando la ley se aplique con justicia, impere el equilibrio y la razón y cuando las campanas del reloj anuncien que son las doce del día y tenga usted la certeza de que sean efectivamente las doce, entonces el mundo marchará con credibilidad.
En México hace falta creer para tener seguridad y fortaleza. Creer en quienes representan a las instituciones, creer al campesino, al obrero, comerciante, industrial, empleado, funcionario, profesionista, político o al vecino.
Cuando creamos en nosotros, creerán en nosotros también. Decir y hacer con verdad dará certeza, credibilidad, lo demás son pamplinas.