jueves, 7 de noviembre de 2013

Sin las manos atadas.

PARA PENSAR.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
La razón y el corazón equivalentes del pensamiento y el sentimiento o, dicho de otra manera lo que es y lo que siento que es, se amalgaman de forma muy interesante en la vida del pensador Blaise Pascal (1632-1662) quien fue el precursor de la geometría proyectiva, inventor del barómetro basado en el experimento de Torricelli e iniciador también de las matemáticas aplicadas entre otras (razón) y que asimismo fue un incansable defensor de la fe cristiana del siglo XVII (corazón) con una frase suya que le personaliza de manera extraordinaria: "El corazón tiene sus razones, que la razón ignora".
Con lo anterior hacemos referencia a que el corazón y la razón concurren y pueden o no competir en el ser humano por detentar la verdad: cada cual su verdad.
Veamos este ejemplo sencillo: el miedo que una persona podría percibir en un lugar oscuro -y en general a lo desconocido- representa el dominio a su razón por el corazón que manda; da -o pretende dar- certeza de un peligro, de inseguridad, de desconocimiento, de algo que amenaza. Sin embargo cuando la razón poco a poco ilumina el lugar por intermedio del conocimiento y nos muestra su contenido, la amenaza se desvanece y el corazón pierde el control para cedérselo nuevamente a la razón.
Es así que la búsqueda de la verdad por la razón constituye el pensamiento filosófico. La interpretación racional del universo.
Desde el pasado remoto sigue causando dolor el trabajo de parto de este pensamiento filosófico cuya huella se remonta más allá de los límites de la historia y su evolución dio frutos en el siglo XVII o época del Idealismo cuando se establecieron los cimientos intelectuales, políticos y sociales del mundo moderno surgiendo uno de los intelectos más brillantes en la figura del filósofo francés Renato Descartes, el racionalista lógico, que propone en su "Discurso del método" un proceso consistente en cuatro pasos a seguir para -como dice- "bien dirigir a la razón y buscar la verdad..." con lo que establece las bases del pensamiento científico y que son:
1) No aceptar por verdadero lo que no se conoce como tal. 2) Fraccionar o dividir el asunto a tratar en pequeñas partes para mejor resolverlo. 3) Orientar al pensamiento para que éste vaya de lo más simple a lo más complejo y 4) No olvidarse de nada de lo que se esté examinando.
A este paso trascendente en la orientación del pensar, se agregó la lógica inductiva del «empirista» inglés, Francis Bacon, quien propuso que sólo a través de la experimentación -esta es su aportación- el hombre puede realizar el proceso que le lleve al conocimiento de la naturaleza y establece con ello los cimientos de la ciencia moderna que precisa de la experiencia para la consecución de su finalidad. De tal suerte que ya no sólo es el "pensar" lo que nos hará conocer -o aspirar a conocer- a la verdad, sino que habrá de sujetarse a la práctica para alcanzarlo.
La propuesta filosófica pretende entonces alcanzar la verdad por la razón y viene a la memoria un fragmento histórico griego mencionando que: "la naturaleza dio a los toros cuernos, a los caballos pezuñas, a las liebres rapidez, pero a los hombres les dio el pensamiento" -se dice en la obra del poeta griego Anacreonte del siglo VI a. de C.
Falta sin embargo un ingrediente de trascendental importancia para que la razón emprenda y siga en la búsqueda afanosa de la verdad: la libertad. Solamente la ausencia de límites al pensar dará luz verde a la razón. Hasta aquí puedes saber, hasta allá se te es permitido llegar, esto es así, aquello no tiene explicación y más son los apellidos de los argumentos que se esgrimen con más frecuencia para restringir a la libertad del pensamiento. ¿Por qué la razón -vía pensamiento- se restringe o puede restringirse de una u otra manera? La respuesta es sencilla: por el poder. El poder se ha ejercido -como enseña el escritor y futurista estadounidense, Alvin Toffler, en su obra "La tercera ola (1980)"- en tres variantes históricas subsecuentes: por medio de la "fuerza" que ejerce el mejor dotado físicamente sobre otro para someterlo, posteriormente a través de la "riqueza" que otorga control sobre otros mediante el dinero -capaz de comprar la fuerza de otros- y por último, con la "información" con la que pueden obtenerse dinero y fuerza para dominar al semejante en la época moderna. Podría pensarse que es ocioso creer que la fuerza, la riqueza o la información en sí puedan "controlar o limitar" el pensamiento; el que una persona pueda pensar lo que le venga en gana pero no es así, todos estos son elementos que pueden concurrir de forma aislada o conjunta para sojuzgar al pensar. Así el pensamiento o la razón -y por ello la búsqueda de la verdad- solo podrá alcanzar legitimidad y plenitud mediante la libertad de su adquisición -información, conocimiento- y expresión tanto intrínseca como extrínsecamente. Cualquier medio o forma que le impida conseguirlo y/o expresarse representará al poder ajeno que intenta sojuzgarle o someterle. Podrá considerarse que su expresión en libertad sea correcta o incorrecta al entender de cada persona, sin embargo, en la pluralidad de ideas y su confrontación radica el germen de la verdad. Ya el historiador y filósofo francés, Voltaire (François-Marie Arouet) lo dijo de manera sencilla en relación a esto: "estaré en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo". Al estudio y evolución del pensar libremente se podría agregar un ingrediente más: el de la duda sistemática razonada propia del "radicalismo humanista" -como definió Erich Fromm a la forma de orientación que sigue el pensador Iván Illich- que somete y cuestiona todo lo dado por "hecho", destrozando el candado que le impone al pensamiento la "verdad" del momento. Esta es la libertad que hace añicos la falaz interpretación que otorga el calificativo de "buena, cierta, adecuada o correcta" una teoría, una medida, un procedimiento, una práctica y una idea o concepto.
Cuando "algo" se da por hecho es como si tuviéramos las manos atadas y se nos impidiera coger otras cosas. Cuando no existen las ataduras tenemos libertad para explorar alternativas que redefinan los "hechos" y vayamos a la búsqueda de "otra" verdad mediante la razón; a la explicación del universo sin ataduras a la razón -lo que es- , cediendo cada día mas el corazón -lo que siento que es- su terreno.