martes, 1 de diciembre de 2020

Invitación a la lectura.

 

Leer es aprender, escribir es crear.

La lectura de un buen libro es un diálogo incesante

 en que el libro habla, y el alma contesta. 

  André Maurois.


 

Dr. Xavier A. López y de la Peña

La lectura en una habilidad adquirida que nos ofrece la oportunidad de tener conocimientos acerca del universo que nos rodea.

            La lectura nos enfrenta a una enorme cantidad de mundos tanto reales como imaginarios y, al ritmo de la trama desarrollada por el autor de la obra, ya trátese de un ensayo sobre el origen y desarrollo de la cultura de occidente, una poesía o una novela histórica, u otra, la lectura del mismo ya no sólo nos enfrenta con ella, sino que nos confronta. Sí, nos compromete con nuestras propias ideas, concepciones, creencias o saberes, y ello nos lleva a su vez, a compararlas y aceptarlas, modificarlas, rechazarlas o compartirlas. A su vez también, puede despertar en nosotros sentimientos varios: placer o angustia, pasión o recato, vergüenza o desdén, asombro o miedo, solidaridad o egoísmo, amor u odio, piedad o castigo, inquietud o paz y mucho más.

            La lectura entonces, puede moldear nuestro conocimiento ampliándolo tanto como cuanto queramos, incentiva la imaginación y crea nuevos significados en la visión personal del mundo que nos rodea. El ayer (pasado), hoy (presente) y mañana (futuro) están al alcance de cualquier lector decidido a abordarlo en una lectura y, a percibir con ello el impacto que pueda ocasionarnos tanto en nuestra razón como en nuestro corazón (sentimiento).

            La lectura en consecuencia, nos puede dar luz sobre nuestras propias incógnitas: ¿Qué sabemos sobre nosotros mismos, de nuestras relaciones con nuestros semejantes, sobre la naturaleza que nos rodea, sobre el universo? ¿Cómo podremos entonces comportarnos armónicamente con los otros? ¿Qué ideales perseguir? ¿Cuál es la mejor forma de convivencia? ¿Cómo resolver una situación problemática? ¿Cómo vivir equilibradamente como parte de un todo? ¿Cómo producir más trigo?, etc., etc.

            Es así, que sentimos el impulso por leer, por aprender sobre todo en el mundo y a conocernos, por saber de los otros, por comprendernos, por tolerarnos, por ayudarnos, por hacer y dar a nuestra propia vida un sentido.

            La lectura también nos puede ofrecer diversas representaciones simbólicas. Por ejemplo, en un estudio realizado en México con participantes adultos de nivel socioeconómico medio y bajo, la lectura simbolizó (además de la adquisición de cultura) “culpa y placer; puede ser la posibilidad de escapar de un mundo poco satisfactorio a otro más completo, más amplio, ilimitado; pueden viajar a lugares inaccesibles de otro modo; les salva de la tristeza, del miedo, de la mediocridad. Es poder, superación, reto; también, es tedio, aburrimiento, testigo silencioso de su condición, de su escasez, de sus limitaciones; es envidia, desafío, logro”.[i]

            Se sabe que actualmente en México, una persona lee en promedio 3.8 libros al año. Sin embargo, y eso es la calamidad, ¡sólo 2 de cada 10 de dichos lectores comprende totalmente el contenido de lo que leyó!

            Además, debe saberse que leer un libro no significa, necesariamente, leer cualquier libro. Si bien hay una tendencia personal a seguir un determinado tipo de lectura, definitivamente puedo asegurar que hay tanto buenas lecturas como malas.

            Como dice José Luis García Martín en su libro Lecturas buenas y malas (Ed. Renacimiento 2014): ¿Detesta que no se respeten las jerarquías literarias y alguien se permita poner en cuestión vacuas erudiciones o generalizaciones sin fundamento? no lea este libro. ¿Le gusta que la crítica literaria se convierta en un educado intercambio de favores? no lea este libro. ¿Detesta las reseñas literarias, pero le encanta que le cuenten historias? lea este libro. ¿Le gusta que le lleven la contraria de forma razonada, apasionada e inteligente? lea este libro.

            De manera general, como con la cata y el gusto por los vinos, en que hay que probarlos y aprender, poco a poco, a descubrir en ellos su dulzor, acidez, taninos, textura, cuerpo y sabores; en el caso concreto de los libros, habremos de enseñarnos a saborear el verso o la prosa ágil, el argumento, la fuerza de su o sus personajes, el mensaje que nos ofrecen, lo que nos revelan, aportan y enriquecen; los sentimientos que nos despiertan y los mundos, circunstancias y vivencias a las que nos transportan.

            De esta manera, por ejemplo, la lectura de los poemas tradicionalmente atribuidos a el griego Homero, de la Ilíada y la Odisea (redactados del siglo VIII al VI), la opera prima de la literatura occidental que nos ofrece la expresión racional del ciudadano dominante emancipado del mundo griego, nos abre las puertas del conocimiento a la cultura occidental de la que somos sus herederos; del pensamiento griego que iluminó el camino de la razón y del orden dando paso a la filosofía, el arte y la ciencia; surgiendo así mismo, los invaluables conceptos de la democracia, la libertad y la cultura. Para seguir luego con el conocimiento y lectura de Los diálogos de Platón, en el que Sócrates basa sus enseñanzas en la búsqueda de la justicia, amor y virtud siguiendo un método dialéctico e inductivo; siendo por ello reconocido como el “mayeuta” o partero de las ideas.

            También es interesante aclarar que un libro puede contener en sí, innumerables ideas o constructos derivados de varios tiempos y culturas, entre los que se ha establecido una conexión, una manera de múltiple diálogo, cuya variedad ha sido recogida e interpretada en ese libro por un particular autor. En seguida, el ulterior lector de dicho libro, modelará entonces el destino de la obra basado en sus propias ideas, interpretaciones y posibles aportaciones en otro libro (si fuese el caso); por lo que, como se ha dicho, la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, (por lo que) este destino ya no puede seguir siendo personal…[ii]

 

            Finalmente e invitando a todos a leer, compartimos esta frase del pensador chino Confucio:

 

"No importa lo ocupado que piensas que estas,

debes encontrar tiempo para leer,

o entregarte a una ignorancia autoelegida".

 



[i] . Óscar Ocampo de la Torre. Lectura y cultura: lo que significa leer en los municipios de Guadalajara, Zapopan y Tlajomulco de Zúñiga en el estado de Jalisco. Tesis de Maestría en comunicación. ITESO México 2004, p. 62. Disponible en internet en: https://rei.iteso.mx/bitstream/handle/11117/2412/oscar_ocampo.pdf?sequence=2

[ii] . Roland Barthes. La muerte del autor. Disponible en internet en: http://www.enriquevilamatas.com/textos/textbarthes.html