miércoles, 9 de marzo de 2011

De Certezas


CERTEZA E INCERTIDUMBRE

© DR Xavier A. López y de la Peña

“...todo el comportamiento de la materia obedece a las
mismas leyes de la física, sólo que la complejidad creciente
de las diversas ramas de la ciencia y nuestra ignorancia,
hace que utilicemos un lenguaje especial para cada
etapa de la evolución de la materia. De tal modo que el
lenguaje de la química es más vago que el de la física, el de la biología
más vago aún que el de la química y, por último, el de la psicología y
el de la sociología resultan ser los más vagos de todos."

EDUARDO CÉSARMAN, 1974

El mundo de las ideas, en términos muy simples, gira en torno de dos supuestos. Lo que se conoce y lo que se desconoce. Todos nosotros nos manejamos cotidianamente entre ambos extremos. Conocemos el espectro de la luz al descomponerse a su paso por un prisma como demostrara Isaac Newton desde 1666, y que la longitud de onda de la luz roja equivale a unos 6.600 angströms en tanto que la violeta corresponde a 4.600 angströms, que la velocidad de la luz se desplaza a 299.792.458 m/seg, que la tierra pesa 5 977 trillones de toneladas y sabemos también la posición precisa que diversos aminoácidos guardan en la estructura de la insulina humana, la hormona que interviene en la homeostasis de la glucosa. Desconocemos sin embargo, qué es la conciencia y dónde radica, o porqué un grupo ordenado y extraordinariamente complejo de macromoléculas se “activa” en lo que conocemos como “vida” por mencionar sólo unos pocos asuntos.
Un ejemplo sobresaliente para ilustrar este negocio sobre el ordenamiento de lo que conocemos y lo que desconocemos lo tenemos en la historia al recordarnos que, al clasificar los escritos de Aristóteles para darlos a la publicidad en Roma, Andrónico de Rodas, el filósofo peripatético griego del siglo I a.C, tropezó con la dificultad de asignarles un título acorde con el tema que trataban algunos de ellos. Para no quebrarse más la cabeza decidió que los títulos que no se referían a la física, a hechos concretos, se integraran en un grupo aparte bajo el nombre de meta ta physika, es decir, “después de la física” para incorporarse luego en el término conocido por metaphysica. Hoy, la moderna metafísica se acepta como un método, un procedimiento para llegar al conocimiento.
El quehacer diario de la humanidad en su conjunto sigue rigiéndose, sin embargo, entre certezas e incertidumbres. El vivir es decidir constantemente ante la incertidumbre que da la vida. El ser humano antes que ocuparse de sí mismo se pre-ocupa por sí mismo y para ello debe actuar, debe decidir sobre qué, cuándo y cómo hacer alguna cosa. Al preocuparse por qué hacer, y haciéndolo, se ocupa a su vez en construirse a sí mismo.
Preparar la tierra para sembrar maíz a partir de mañana -pensaría un campesino- implica, para el que lo desea hacer, tomar las providencias necesarias para ello, esto es, que se pre-ocupe y, al siguiente día, se ocupe en ello. Debe entonces esta persona tomar ciertas decisiones a seguir: proponerse el levantarse temprano al siguiente día, luego vestirse, lavarse, desayunar algo, proveerse de un recipiente con agua para resistir la temperatura elevada que prevé tener para el día siguiente, tener a mano los implementos necesarios para roturar la tierra, y luego caminar hasta llegar a la parcela que se sitúa a 5 km de distancia, etc. En lo referido, la persona tiene la certeza de lo que habrá de hacer al siguiente día, sin embargo, también existe la incertidumbre de si podrá hacerlo, tal vez porque el cielo se ha visto nublado hace unos días y podría llover, también tiene incertidumbre en saber si se logrará la cosecha del maíz que se propone sembrar porque podrían atrasarse o adelantarse las lluvias, ser muy escasas o abundantes, y más.
La física y la metafísica en sentido amplio, se amalgaman en la vida. Con otras palabras dicho, la certeza y la incertidumbre (principio físico enunciado por Werner Heisenberg en 1927) se reúnen. Lo que se conoce con lo que se desconoce. Lo natural con lo sobrenatural. Lo que puedo con lo que no puedo controlar. Lo que sé con lo que no sé.
El ser humano vive haciendo su propio camino en un mundo de hechos, creencias, ideas y conceptos, preocupado por su futuro entre la certeza y la incertidumbre. Los animales tienen un destino preconcebido y no necesitan preocuparse.
Lo cierto nos da seguridad en tanto que lo incierto atemoriza, sobrecoge en algunos casos extremos y quizá hasta aterroriza. En nuestro hacer cotidiano solemos darles explicaciones a los hechos que desconocemos. Justificamos los hechos o situaciones inciertas de una u otra forma y con ello la angustia se desvanece y recuperamos seguridad, estabilidad, certeza.
Si desconozco porqué la célula cardíaca se contrae rítmicamente y me refiero, no sólo al conocimiento que pudiera tener de los cambios en los potenciales de membrana que en ella se suscitan, de la estructura molecular de sus elementos constitutivos ni de la compleja termodinámica que ello determina, entonces debo asignar a algo la razón qué “explique” porqué la célula cardiaca se contrae y ello puede ser asignado a un fenómeno sobrenatural -metafísico- o justificarlo con un simple “hasta ahora no lo sé, pero es posible que mañana pueda descubrirlo”. Si doy una u otra explicación (válida o no a la luz de la inteligencia o conocimientos de otras personas) a algo que por ahora no sé o desconozco, entonces cede la angustia y me tranquilizo.
En el campo de la medicina suele suceder algo similar. Hace muchos años tuve la oportunidad de leer un libro titulado Curación Cuántica (Quantum Healing, 1989) escrito por el Dr. Deepak Chopra, médico endocrinólogo de origen indio formado en la medicina occidental y orientado en su quehacer profesional ahora hacia la medicina Ayurvédica.
Enfoca de inmediato en su libro el conflicto entre la certeza y la incertidumbre en que el ser humano se desenvuelve al decir que la “base física de la ciencia es muy sólida, “certeza, physica” y, para un médico, sumamente convincente. En cambio, el poder de la mente es harto sospechoso “incertidumbre, metaphysica”.
El título del libro ya es en sí mismo sugerente: Curación Cuántica. Considero que atrae y, de alguna manera, pretende explicar algo hoy inexplicable aparentemente. Ello lo hace a su vez más interesante comercialmente. La curación, que en este caso representa la certeza de que una enfermedad tenida por una persona, se esfuma y, cómo no sabe cómo, le vino en gana darle el calificativo de cuántica en consonancia con los conceptos del físico alemán Max Planck (1858-1947) de 1900 al determinar que la radiación se compone de “cuantos”, ondas-partículas cuyo dualismo demostró ulteriormente el físico Arthur Holly Compton (1892-1962), galardonado con el premio Nobel de Física en 1927. Por cuántica, se refiere al paso de un nivel de funcionamiento a otro superior. El paso o “salto” que se da cuando el enfermo -dice el Dr. Chopra- sabe o intuye que va a curarse, y siente que la fuerza responsable viene de dentro y a la vez no se limita al interior, expandiéndose más allá de sus fronteras personales, hacia la Naturaleza.
Este “salto cuántico” que podríamos decir, del cuerpo (física) a la mente (metafísica) lo reúne también con el término “holístico”, cuyos requisitos cubre de forma satisfactoria -dice también-, la medicina Ayurvédica.
El o los efectos de la mente sobre el cuerpo son, de tiempo atrás harto conocidos. Se sabe que una persona con mente sana tiene por lo general un cuerpo sano. Que una actitud positiva, de superación ante la adversidad o una enfermedad le hace sobrellevarla de mejor forma e incluso superarla. El organismo responde afirmativa o negativamente a nivel inmunológico ante el estrés. El encéfalo, bajo determinadas circunstancias, puede liberar “endorfinas” capaces de controlar el dolor, etc.
No es la medicina Ayurvédica, China, alopática u homeopática la que cura por sí misma. Es la certidumbre, en síntesis, que la persona posee de que tal o cual orientación terapéutica restablecerán el equilibrio entre el cuerpo y la mente para que el sistema inmunológico -entre otros- reaccione favorablemente. A este nivel, las células que conforman el sistema inmunológico no repararán en saber si el médico cree o no en la medicina tradicional o las otras referidas.
En la medicina, como en todos los campos del conocimiento humano no hay nada sobrenatural o metafísico. Quizá no comprendamos ahora todos sus secretos pero a la larga, sus misterios serán revelados. Mientras tengamos alguna incógnita sobre la naturaleza o el universo, seguiremos subsanándola con la explicación que nuestras ideas, creencias, hechos y conceptos generen. La incertidumbre entonces se trocará en certeza y esta sólo será válida a partir de la física. Aún el “principio de incertidumbre” donde se afirma la imposibilidad de reducir el error en la posición sin incrementar el error en el momento, y que ha sido leído a menudo como que el conocimiento científico está a merced de los caprichos imprevisibles de un Universo donde el efecto no sigue necesariamente a la causa, viene a recordarnos que el Universo es más complejo de lo supuesto, pero que sin embargo no es irracional como ha señalado Isaak Yudovich Osimov (1920-1992).
Materia y energía integradas en la naturaleza de manera organizada, se presentan acumulando energía en forma ascendente y jerarquizada.
Cuerpo y mente conforman una unidad de naturaleza física tratando de comprenderse a sí misma.