jueves, 1 de septiembre de 2022

Ubícate.

 

UBÍCATE

Para poder ir a algún lado
primero tenemos que saber en dónde estamos. 


Lucio Anneo Séneca

Dr. Xavier A. López y de la Peña.

Alguna vez quizá, nos preguntamos: ¿Dónde estoy? o ¿Dónde estamos?
¡Bah! Está fácil. Nos ubicamos en lo que dimos en llamar hace mucho tiempo planeta Tierra, mismo que está localizado en uno de los brazos espirales de la Vía Láctea (conocido como el brazo de Orión) el cual está alrededor de 2/3 partes del camino desde el centro de la galaxia en la que nos ubicamos y que contiene de 100 000 a 400 000 millones de estrellas, entre ellas “nuestro” Sol, y se calcula que su diámetro es, nada más, de unos 105 700 años luz.
Además, para determinar la ubicación de la tierra en esta galaxia es importante saber que esta se halla en el súper cúmulo de Laniakea, un congregado de varios súper cúmulos de galaxias respectivamente contiguos entre sí. Uno de estos sería el caso del súper cúmulo de Virgo, en el cual nos localizamos. (Vea la imagen anexa, para mejor detalle). La localización exacta de la Tierra no es posible darla porque no hay coordenadas como existen en los planos cartográficos, pero… eso sí, por allí estamos.

Otra cosa será saber si estamos arriba o debajo de ella o a la derecha o a la izquierda, porque todo dependerá de qué referencias tenemos para poder decirlo. Bien sabido es que, hablando de posición, todo es relativo según el lugar en el que nos encontremos con respecto al objeto.

En fin, lo que quiero decir es que es muy importante saber, o tratar de hacerlo, el saber en dónde estamos.

            Los antecedentes para dar respuesta a ¿Dónde estoy? y ¿Dónde estamos? se dieron primitivamente con el desarrollo de la humanidad cuando nuestros antepasados determinaron la ubicación en la que estaban tomando en consideración diversos objetos habidos en el entorno. Algo que fue necesarísimo para poder comunicarse con otros y entre nosotros, ya para poder llegar a un determinado lugar y abastecerse de alimento, para saber en dónde cazar o pescar, en dónde está cierta amenaza, dónde guarecernos o dónde dejamos cierto alimento escondido, etc.
Nos servimos de referencia entonces de “algo” relativamente fijo como un árbol, un cerro, un cauce de río, la salida del sol u otra cosa, para comunicar a otros algo o algún lugar o suceso, y empezó a decirse, allá a la derecha o izquierda (del árbol grande caído, o del cerro más alto a la vista, etc.) o arriba o abajo (de la entrada de la cueva, o del antiguo nido del pterodáctilo, o adentro o afuera (de la poza verde o de la choza grande del bizco gur, etc.).
Con seguridad, no decíamos términos actuales como la derecha o la izquierda sino tal vez con las voces guturales que podrían haber sido gnoc (derecha) o rucs (izquierda).
Esta primitiva noción de la ubicación lateral o de lateralidad, tal vez provenga de que el ser humano, durante su proceso evolutivo se percató de que utilizaba más y con mejor destreza la mano de su extremidad superior derecha para hacer algo, como escarbar, recoger, arrojar, señalar, rascarse o comer, y con ello, con esta rudimentaria consciencia de nuestro propio cuerpo, pudimos referenciar algo con sentido obtenido en base a mi mano de la extremidad derecha o izquierda.
            De hecho, se estima que alrededor de un 90% de los seres humanos son diestros, y como explicación se ha demostrado que en el ser humano hay un predominio del dominio del hemisferio cerebral izquierdo que, evolutivamente, se “especializó” en la realización de tareas de coordinación y lenguaje (ejemplo, el área del lenguaje llamado también de Broca, está ubicado en el hemisferio izquierdo), sin embargo, la actividad motora se da en el lado derecho del cuerpo porque la vía motora (o vía piramidal) originada en el hemisferio izquierdo, se cruza a nivel del tallo cerebral y pasa al lado derecho de nuestro cuerpo. Situación inversa ocurre con la vía motora desde el hemisferio derecho.
Así, la gran mayoría de humanos tenemos dominio del hemisferio izquierdo y por eso somos diestros como queda demostrado a la hora de escribir, pintar, arrojar una piedra, chutar un balón o peinarse. Eso es debido -repetimos-, a que durante el transcurso de la evolución humana se produjo una expansión del hemisferio izquierdo especializándose en tareas de coordinación y lenguaje.
            Esto también ha sido demostrado en nuestros más cercanos parientes, los simios, ya que en un estudio realizado por los investigadores sobre conducta animal Barbara Regaiolli, Caterina Spiezio y William D. Hopkins en el año 2016, comparando diversas especies de monos del viejo mundo con grandes simios concluyeron, después de varias pruebas, que los dos grupos taxonómicos son principalmente diestros a la hora de empezar a caminar y que los grandes simios son mayoritariamente diestros a la hora de realizar tareas de manipulación, como uso de herramientas u obtención de comida.1
Además, es casi seguro también que, el reducido número personas que no fueran diestras dentro de la comunidad fueran consideradas, cuando menos, como “raras”, tal vez “defectuosas” o “incómodas” y fuesen por ello mismo rechazadas, menospreciadas o aisladas, dando con esta acción inicio de una forma de discriminación entre los seres humanos; o tal vez, fuesen elevadas a la categoría de diferentes pero superdotados, confiriéndoles algún papel protagónico (magos, hechiceros, videntes y otros) dentro de la comunidad ya categorizados entonces como “buenos” o “malos”.
            Sea como sea, lo “diferente” siempre ha sido causa de predisposición, temor, inseguridad y hasta rechazo por parte de los seres humanos quienes tienden a seguir rutinas en donde “más vale malo por conocido que bueno por conocer”; somos pues, seres de costumbres.
            Pero parece claro que la asignación dada a las personas diestras desde los tiempos prehistóricos fuese de “buena”, “deseable”, “común”, dado que, su mayoría así lo era; en tanto que, a los no diestros llamados también siniestros o zurdos se les consideraba por distintos, desde “raros” cuando menos y hasta “indeseables” de manera general.
En síntesis, lo de la derecha, en forma muy general fue desde entonces considerado como bueno, favorable, cómodo y lo de la izquierda como malo, desfavorable e incómodo.
Ahora bien, esto queda de manifiesto con las referencias más antiguas hechas de la palabra derecha (daksina) escrita en sánscrito en la India antigua, palabra que deriva de la raíz daks que significa “actuar a satisfacción de”, “ser útil”, “servir”, “valer”.2
Dentro de la cultura sumeria, la utilización de la derecha tuvo una connotación similar, de hecho, cuando rezaban sus oraciones lo hacían con la diestra en alto.3. El dios de la ciudad de Cuthah en Akkad, Meslamtaea, fue alabado como “el brazo derecho de Lagash”, considerándole con ello como la persona de mayor confianza.
Aristóteles da cuenta que los filósofos pitagóricos llaman bueno lo que está a la derecha, arriba, adelante, y malo lo que está a la izquierda, abajo y atrás.4 Platón, se refiere en la República, que los jueces ordenaban a los justos que caminaran a la derecha y hacia arriba, colgándoles por delante letreros indicativos de cómo habían sido juzgados, y a los injustos los hacían marchar a la izquierda y hacia abajo, portando por atrás letreros indicativos de lo que habían hecho.5
El templo del rey Salomón en Jerusalén, construido de acuerdo con la narración bíblica bajo su reinado y terminado en el año 957 a. C., contaba en su centro con dos pilares o columnas elaboradas por el artesano Hiram de Tiro: la de la derecha llamada de Jaquin que simbolizaba lo luminoso, el orbe celeste, al varón y el bien, y la de la izquierda o de Boaz que representaba lo oscuro, el orbe terrestre, lo femenino y el mal.
            De igual manera en la cultura hebrea, la derecha también fue preferida por sobre la izquierda: El Antiguo Testamento refiere que: la reina se sienta a la diestra del rey, Dios sienta a su derecha al Hijo encarnado. El vástago más querido de Jacob se llamaba Benjamín, (Ben iamin) que significa hijo de la derecha.6
En el terreno político, también campearon las ideologías en torno a la ubicación derecha o izquierda con esa connotación ya positiva o negativa, respectivamente. De esta manera, en Gran Bretaña, antes de que surgieran los partidos llamados Tories (Conservadores que creían en la soberanía y el derecho divino de un rey) y Whigs (Laboristas que creían en la libertad pública y la propiedad), las reuniones en el Parlamento del año de 1648, conocido también como “Parlamento rabadilla”, los miembros del ala radicalizada de los puritanos -conocidos como “cabeza redonda”- liderados por John Pym se sentaban a la izquierda del “speaker” y los conservadores o “caballeros” a la derecha.
En Francia, durante la Asamblea Constituyente celebrada en agosto de 1789, en la que se votaba por decidir sobre el poder que debía tener Luis XVI, a la derecha del presidente del organismo se sentó el grupo más conservador compuesto por aristócratas y monárquicos opuestos a la Revolución, en la que gran parte del clero se negaba a juramentar fidelidad a la Constitución (Pío VI condenaba la Constitución y la Declaración de los Derechos del Hombre), y en las sillas de la izquierda, se sentaron los revolucionarios con una visión opositora; entre ellos, la Sociedad de los Amigos de los Derechos del Hombre.
Desde entonces y a la fecha, estas dos tendencias políticas han regido las diversas sociedades en el mundo: la izquierda y la derecha.
En México, una vez establecida la república surgieron entre las autoridades grupos de influencia ligados a las logias masónicas: la del rito escocés de mayoría conservadora y la del yorquino de tendencia liberal que, con el tiempo se conformarían como Centralistas y Federalistas y, que en la década de 1850 terminaron como partidos Conservador y Liberal. Los primeros de la historia de México, constitutivos de “algo” que puede llamarse como de derecha para los primeros y de izquierda para los segundos.
Actualmente, el popurrí ideológico de los partidos políticos en México (7 nacionales y 43 locales) podríamos decir que se ubican en llegar al poder para poder… (¿?). Ya lo considerado como liberal, central y conservador se entremezclan en un licuado ideológico sin significado, indescriptible e indescifrable. En un “todos a una”, haiga sido como haiga sido.
Se ha dado al traste con lo que, en la esfera sicoanalítica, Sigmund Freud, refirió: El camino de la derecha (el camino derecho) significa siempre el camino del derecho, y en cambio, el izquierdo, el del delito.7 Erich Fromm, simpatizaba con la izquierda, en aras de la libertad venciendo el miedo que alienta a la servidumbre y a la pérdida de privilegios.
 
Finalmente, como bien dice el doctor en Ciencias Políticas e Historia, Florencio Hubeñack:

…aunque sigan perdiendo significación ideológica –más allá de las denominaciones-, derecha e izquierda expresan dos categorías naturales (psicológicas) del ser humano. Todos podemos comprobar que hay gente que por naturaleza otorga preferencia a rescatar el pasado y conservar los valores tradicionales [de derecha], mientras que otra tiene una tendencia al cambio, a anticipar el futuro modificando la situación presente [de izquierda].
 
            Bajo estas asignaciones de derecha o izquierda u otros que se les pudieran asignar, continuará la lucha ideológica y política dándonos cabida a todos para poder ubicarnos, los seres humanos, al lado de unos u otros o en el medio.
            Cada uno de nosotros habrá y sabrá en dónde y cómo ubicarse, pero consciente y responsablemente, porque no es deseable, ni se puede ser a “medias” ¿O sí?
¡William Shakespeare -con toda seguridad-, podría reprochárnoslo acremente!


1 . Regaiolli B, Spiezio C, Hopkins WD. Three actions, two groups: Looking for the origin of primate manual lateralization. J Comp Psychol. 2016 Aug;130(3):259-68. doi: 10.1037/com0000031. Epub 2016 Apr 28. PMID: 27124402.

2 . Bareau, A. Norma y lateralidad en la civilización india, en: Kourilsky, R. y otros. Mano derecha y mano izquierda, Norma y lateralidad, Bs As, Proteo, 1972, p. 140.

3 . Schmoekel, H. El país de los súmeros. EUDEBA, 1965, p. 184.

4 . Martinez Albaizeta, Jorge. Izquierdas y derechas. Su sentido y misterio. Madrid, Speiro, 1974, p. 19.

5 . The Greeks and their Gods. London, 1950, p. 614.

6 . Hubeñak, Florencio. Derecha e izquierda en la historia [en línea]. Presentado en IV Simposio de ADEISE “Política y religión en Europa”. Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, Abril 11-13, 2012. Argentina. Asociación de Estudios interdisciplinarios sobre Europa. Disponible en http://bibliotecadigital.uca.edu.ar/repositorio/contribuciones/derecha-izquierda-historia-hubenak.pdf. Fecha de consulta: 24 de junio de 2022.

7 . Freud, S. La interpretación de los sueños. Buenos Aires, Argentina 1953, t. II, p. 53.