miércoles, 1 de diciembre de 2021

Liberación de la teología.

 

Liberación de la teología. 

Se puede tener por compañera la fantasía,

pero se debe tener como guía a la razón.

Samuel Johnson 

Dr. Xavier A. López y de la Peña



            Dos conceptos a tratar, la libertad y la teología.
            La libertad es la facultad o derecho natural que tiene el ser humano de obrar de una manera o de otra acerca de sus intereses, creencias, opiniones y acciones, o de no obrar, sin impedimento alguno, de autodeterminarse, lo que supone la posibilidad de elegir los fines que se consideren adecuados para alcanzarlos y por lo que es responsable de sus propios actos y necesidades, como también de las consecuencias de las mismas ante la sociedad. Respetar dicha libertad nos garantiza la paz y el progreso tanto individual como social, y el bien colectivo.

            La libertad se opone a cualquier forma de opresión como puede ser la esclavitud, la servidumbre forzosa, la coacción, la manipulación, el chantaje, la amenaza o intimidación, la detención y retención arbitraria y la vigilancia no permitida, entre otras.

           La libertad es considerada a la vez como un valor que tiende a ser propicio el respeto, el diálogo, la comprensión y la tolerancia; además de impulsar a la implementación de una sociedad abierta y democrática deseosa de paz.

            La libertad sólo se limita ante la libertad y seguridad de los otros y, para su correcto ejercicio, es menester contar con información adecuada, precisa y oportuna en su caso, para decidir de la mejor manera el camino o la conducta a seguir. En la parte que concierne meramente a él, su independencia es, de derecho, absoluta. Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.

           El tema de la libertad es extraordinariamente amplio y complejo. Por ejemplo, podemos diferenciar entre libertad de o libertad para, además de la libertad con múltiples apellidos: de conciencia, de cátedra, circulación, pensamiento, educación, expresión, etc. 

            Hagamos por ahora un breve esbozo de la evolución de la libertad:

            El primer acto de libertad de la persona humana se suscita con el nacimiento. Sí, de la liberación intrínseca del seno materno con el grito del naciente que recibe, por vez primera, el hálito de la naturaleza mundana. Un primer acto libre, lógicamente inconsciente, totalmente natural, innato.

            A partir de este primer y fugaz momento, nuestra futura “libertad” será acotada y diseñada ya que se estructurará, poco a poco, de acuerdo a determinados patrones familiares, económicos, políticos, sociales y culturales del tiempo y lugar en el que nacemos.

            Por ejemplo, si se nace en un estado y dentro de una sociedad que reconoce la existencia de una deidad creadora (como en las religiones abrahámicas), este modelo religioso a seguir se considerará como algo “necesario” en el vivir personal y, en consecuencia, se tendrá que creer en ella obligadamente y seguirla a pie juntillas e, incluso, puede llegar a imponérsele.

            El segundo paso, ya cuando desarrollamos y adquirimos nuestra madurez racional, se dio ejemplarmente cuando nos revelamos del yugo teísta que nos mantenía en la monotonía de un apacible, inamovible e inescrutable edén, mediante un acto de insubordinación contra el Creador que nos tenía prohibido accesar al conocimiento. Con este acto, nuestro albedrío optó por la libertad de comer del fruto del árbol prohibido para ejercer nuestra libertad para conocer, para buscar la verdad.

            El tercer acto está dado con nuestra propia liberación de la naturaleza. El mundo natural ya no moldea al ser humano, sino que él, consciente de sí mismo, ahora trastoca los mandatos naturales. El ser humano, por sólo citar un ejemplo, ya no dependerá de un determinado hábitat para vivir y sobrevivir en la naturaleza, sino que se extenderá por toda ella creando a su satisfacción su propio hábitat, podrá entonces vivir y sobrevivir tanto en el territorio polar ártico como en la selva amazónica o, incluso, en el medio extra terrestre. Razona, reflexiona, crea, inventa, desarrolla y es capaz de vislumbrar el futuro.

            Tiempos prehistóricos de lucha por sobrevivir en la naturaleza, sobreponiéndose al ambiente hostil y domeñándolo a marcha lenta pero segura, con la razón más que con la fuerza.

            En la Edad Media la libertad del ser humano, nuestro antepasado de la cultura occidental, la vida transcurría, campeaba y se regía básicamente entre salvar el alma en el prometido mundo postmortem o condenarse eternamente y sufriendo secularmente en ultratumba.

            Sin embargo, más adelante empezó a abrir los ojos al entendimiento y poco a poco se percató que su libertad le posibilitaba a desdecirse del enunciado inobjetable del Universo creado, explicándose la posición de la tierra en el Universo y buscando, con una obsesión decidida a justificar el mundo y sus incógnitas con la razón, esto es, renació.

            La libertad individual, sin embargo, aún permanecía acotada entre la mordaza de una pinza, de un lado el territorio de lo sacro (jerarquía religiosa) y del otro el profano (jerarquía monárquica-económica), que en una interacción simbiótica obligaban a obedecer al ser humano tanto a uno como al otro.

            La libertad, como ejercicio anti opresivo, anti abusivo se debatió entonces entre estas dos fuerzas de la pinza, hasta que un fraile católico agustino (Martín Lutero) abriera el camino diferenciado a seguir por cada individuo y ciudadano mermando el poder y control absoluto de un extremo de dicha pinza para decidirse, ya por el trabajo como motor del crecimiento y desarrollo y autoafirmación, o por el trabajo como castigo, sufrimiento y anatema.

            La libertad se debate ahora entre conducirse por el dominio de la naturaleza con la razón o el de continuar en el abandono supersticioso dictado por el orden celestial.

            Con un paso más, la libertad del ser humano deja atrás su infancia mental y ahora enfrenta el reto de conseguir la libertad política. Se rebelan el campesino y el proletario contra la tiranía y aflora la Revolución Francesa y la guerra de independencia de los Estados Unidos. Se integran conceptos de libertades y derechos fundamentales, ciudadanía y ruptura para con los dogmas, inicia la libertad de las ideas de y para en un nuevo modo de articulación del poder político y social a la luz que la razón da en esta ilustrativa brega. Con ello, la libertad o, mejor dicho, las libertades del ser humano se consolidan y anidan en la naciente democracia.

            Hoy la libertad se debate entre el capitalismo hegemónico, el consumismo, el desperdicio y la depredación de la naturaleza, así como la “liberación” de las libertades que llevan a extremos de propugnar y conseguir, que la nominación del género quede al arbitrio de la persona que puede ser ya: hombre, mujer o indiferente. Esto ocurre con los llamados géneros no binarios o cuirgénero (GenderQueer), personas con una identidad que no se ajusta al binarismo de género, ya que su identidad no se percibe totalmente masculina o femenina.

            La libertad de cada uno de nosotros se acota mercadológicamente con una guía consumista, hedonista y envuelta en la instrumentación dictada por el poder de la o las iglesias, el estado o la sociedad, haciéndonos creer que tenemos “libertad”.

            Si no pienso, actúo y siento como los demás, ¿quién soy?

            Entonces la libertad, nuestra idealizada libertad, se conduce al ritmo del poder ya y eclesial, estatal o social en vertientes tan disímbolas, antagónicas, absurdas o ilógicas, por utilizar sólo unos pocos adjetivos en el momento y lugar que ocupemos en este mundo ahora “globalizado”.

            Sólo en nosotros, en nuestro yo, enfrentaremos nuestro actos voluntarios y espontáneos como una acción de verdadera libertad. Ajenos a la manipulación del poder, impulsados a “ser”, no a “tener”, a “saber”, no a “creer”.

            Luchemos entonces en consciencia y libertad en la construcción con responsabilidad de un entorno simbólico y material en el cual podamos convivir y crecer de manera tolerante e incluyente.

            En el proceso de nuestra vida habremos de comportarnos empáticamente tolerantes y respetuosos con aquellos que, invocando a un ser superior satisfagan sus preguntas y se conduzcan a la vez, tolerantes y respetuosos con los que, en la búsqueda de lo ignoto seguimos por el camino de la razón.

            Porque de cierto es que sabemos que, en nuestro camino por la liberación de la teología

…los conceptos religiosos variarán de acuerdo al grado de conocimiento acerca de la fenomenología que concursa en hechos “divinizados” de la naturaleza, cuya explicación a través de la religión deja de tener razón, sin embargo, mientras el hombre mantenga en su intelecto una sola incógnita sobre el Universo, el hueco en su pecho habrá de llenarlo con el pensamiento religioso. (Medicina Náhuatl. Xavier A. López, 1983).


            Finalmente, el último acto de libertad que tendremos, será cuando muramos. Aquí ya el cuerpo se libera de su transcurrir enfrentado constantemente a la naturaleza, para reintegrarnos en un eterno abrazo de reconciliación con ella.

lunes, 1 de noviembre de 2021

¿Qué quisiste decir?

 

El mundo de las preguntas.

El que hace una pregunta es un tonto por cinco minutos,

 y el que no la hace sigue siendo un tonto para siempre. 

Proverbio chino


Dr. Xavier A. López y de la Peña.

Preguntar significa que una persona pida a otra cierta información o, dicho de otra manera, es una expresión lingüística utilizada para solicitar determinada información.

            La pregunta conlleva entonces una intención. Sin embargo, no todas las preguntas presuponen a cambio recibir una respuesta específica o concreta, sino que se modelan como una iniciativa por saber, para desarrollar, innovar y o, en su caso, para descubrir algo.

            En el terreno de la docencia una pregunta suele considerarse ya “buena” o “mala”. Buena si hace lo que se supone que debe hacer, o porque aclara o revela algo, o genera alguna esperanza, y mala cuando confunde, hace dudar o genera un equívoco.

            Además, las preguntas suelen contener un proceso evaluativo como lo es el conocer que tanto conocimiento se tiene de alguna cosa y de saber qué tanta capacidad se tuvo para transferir el conocimiento, y el de causar el pensamiento retórico, esto es, lograr que el pensamiento provoque y cause emoción durante el intercambio dialógico.

            Toda pregunta, por supuesto, requiere de una interpretación basada en la capacidad que se tenga de comprenderla (conocimiento del lenguaje, por supuesto), y de la idea para poder tener la capacidad de dar una explicación o respuesta.

            Veamos algunos ejemplos:

            ¿Vendrás a comer hoy? le dice una persona a otra.

                      Esta parece una pregunta sencilla, pero con cierta frecuencia no lo es porque puede llevar cierta intención y esperar múltiples posibles respuestas. Volviendo a esta primera pregunta y como no conocemos a la persona que lo dice, ni a quien la recibe, y tampoco el contexto en el cual se dio dicha pregunta, podríamos especular sobre varias maneras de interpretarla.

            Veamos, si es la esposa la que se lo pregunta al esposo, suponemos que de la respuesta que obtenga si es afirmativa, entonces ella tomará providencias y se preparará para que coman juntos en casa, preparará la comida o sacará del refrigerador la que ya está elaborada o solicitará con tiempo que por mensajería (Uber Eats, por ejemplo) le hagan llegar un caldo tlalpeño y orden de tacos de arrachera del restaurante Maxim, u ordenará a su cocinera Julieta que se encargue de tener para comer con su esposo, una tortilla a la española y pollo Rinbeau.

            Pero también, la pregunta podría haberse hecho con la intención de que el esposo contestara con ¡no querida, comeré con el gerente de proyectos en el Salón Versalles!, entonces ella podría verse con su amiga Catalina, comer con ella el sushi que les gusta en el restaurante OyukiYang del centro comercial Altaria, e ir después al podólogo.

         Tal vez, esta misma pregunta entre las mismas personas, presuponga un resultado distinto. Así, la esposa al recibir la misma respuesta del marido, se sienta aliviada y piense ¡qué bueno que no viene a comer, así me evito la lata de cocinar! estoy harta de tener que llevar sus trajes a la tintorería, ir a recoger a los niños a la escuela, pagar el agua y surtir la despensa, ¡Ah! Y, además, estar encerrada esperando que me traigan el gas. Ya no puedo…

Otra pregunta: ¿Quieres irte a tu casa?

            En este caso, después de estar de viaje durante algunos meses por asuntos de negocios, viviendo temporalmente en varios países, comiendo alimentos muchas veces desconocidos y no infrecuentemente exóticos, con horarios variables y más, ¡claro que sí quiero irme a mi casa! le responderías enfáticamente a tu jefe inmediato.

            En cambio, cuando trabajas en una oficina en un ambiente hostil, desorganizado, demandante y con una enorme responsabilidad y carga de trabajo al que se suman, envidias, malos tratos, pobre salario y compañeros de trabajo indiferentes, indolentes o antipáticos y ocupados cada uno en sus propios asuntos, ¡claro que sí quiero irme a mi casa! responderías casi a manera de súplica.

            Bajo otras circunstancias, si tras ser detenido arbitrariamente por una autoridad por supuestamente parecerle “un individuo abiertamente sospechoso”, porque vistes lo que te da la gana y cómo quieres, porque tienes el cabello largo y despeinado y te perforas las orejas, y además calzas huaraches o te tatúas, ¡claro que sí quiero irme a mi casa! responderías airadamente, a más de confirmar tu desconfianza en la autoridad que te demuestra, una vez más, su falta de preparación, prepotencia y cuasi sempiterna arbitrariedad.

            Quizás cuando concluyo una visita en un país equis a la que no me pude negar por el compromiso que anticipadamente había adquirido y confirmado, ¡claro que sí quiero irme a mi casa!, ¡faltaba más!, cuando el -permítaseme decirlo así- rústico anfitrión me había prevenido de antemano con un “comes y te vas”.

            Cuando después de haber sido rescatado en las costas de Nayarit, tras haber naufragado en una tormenta que súbitamente se desató mientras pescaba en mi esquife, tres días después de zozobrar, ¡claro que sí quiero irme a mi casa! respondería con una inmensa alegría y casi sollozando.

            Si de pronto me doy cuenta de que estoy en la Plaza del Calzado en León, Guanajuato, a la que no sé cómo llegué, en qué, para qué y qué hago allí, ¡claro que quiero irme a mi casa!, pues en este momento recuerdo súbitamente también que padezco demencia tipo Alzheimer y le agradezco a las personas que allí me ayudaron a avisarle telefónicamente a mi esposa para que viniera por mí, desde Aguascalientes.

            Si yo que vivía en Guadalajara, Jalisco, con mi esposa Yvonne cuando fui a visitar a mi padre en Colima y discutí con él durante la comida dominical acerca de mi decisión de irme a estudiar a la República Checa, una maestría en comunicación organizacional dirigida por Szent Gettin, cuando los ánimos se caldearon porque mi hermana menor, de tan solo quince años de edad y con un trastorno psicomotriz severo requería de asistencia de manera muy especial y mi padre quería que yo me quedara con él para ayudarle. Le ofrecí apoyarle con los gastos que importara contratar un auxiliar sanitario para su asistencia y él lo comprendió y aceptó diciéndome: ¿quieres irte a tu casa?, ¡claro que quiero irme a mi casa!, respondí.

            Desde otro ángulo una pregunta puede “decir” algo muy diferente a solo esperar alguna respuesta, negativa o positiva, esto es, que lleva o sugiere una determinada intencionalidad.

            Por ejemplo, cuando se le pregunta a una persona que solicita un trabajo, la o las preguntas que se le formulen deben llevar implícitamente conocer si la persona solicitante está capacitada técnicamente para el trabajo a realizar (competencia), el conocer porqué solicita el trabajo (motivación) y finalmente se le hacen preguntas para saber si su perfil encaja con las necesidades de la empresa (alineación). Con ello podrá formarse un juicio sobre si el solicitante reúne los requisitos correctos para enfrentar las responsabilidades del puesto, si posee la iniciativa e ímpetu necesarios y será capaz, posiblemente, de aportar ideas creativas para la empresa.

            O bien, para terminar. Cuando un médico dedicado a tratar pacientes con cáncer le hace la citada pregunta a su paciente en situación terminal, en su cama en el hospital: ¿Quieres irte a tu casa?, ¿Qué quiso decir?

            Bueno, independientemente de la respuesta del paciente que, además sería ya tal vez irrelevante porque ¡claro que cualquier ser humano quisiera salir del entorno ajeno, aséptico, incoloro e impersonal de un hospital! Con esta pregunta, el médico le estaría diciendo o insinuando a su paciente que, si acepta salir del hospital en casa continuaría su atención y tratamiento con tranquilidad y en su entorno familiar.

            Bien, pero quizás también -aunque muy sutilmente por supuesto-, su pregunta implicaría el mensaje de: ve a casa con los tuyos, no puedo hacer ya nada más por tu salud.

            Es así que, en este último caso, la pregunta lejos de servir para obtener cierta información, en contrasentido se formula para manifestar esta incapacidad de una manera gentil, sutil y perspicaz.

            En el intrincado mundo de las preguntas, como se refiere en la obra de ciencia ficción Taken producida por Steven Spielberg en el año 2002: No sé qué pasará ahora, no sé lo que voy a ser ni lo que voy a aprender, pero lo que sí sé es esto: la vida, toda la vida, consiste en hacer preguntas, no es conocer respuestas; querer ver lo que hay al otro lado de la colina es lo que nos hace seguir avanzando, haciendo preguntas, queriendo comprender. Incluso cuando sabemos que nunca encontraremos las respuestas hay que seguir haciendo preguntas.

¿Quién honra a los que amamos por la verdadera vida que vivimos?,

¿quién envía monstruos para matarnos y al mismo tiempo nos canta que nunca moriremos?,

¿quién nos enseña lo que es real y cómo reírse de las mentiras?,

¿quién decide por qué vivimos y cómo moriremos por defenderla?,

¿quién nos encadena y tiene la llave para liberarnos?,

eres tú.

Tienes todas las armas que necesitas.

¡Ahora lucha!

 

De la película escrita por Steve Shibuya: “Sucker Punch - Mundo Surreal” (2011).

viernes, 1 de octubre de 2021

Neguentropía.

 

Neguentropía:

La fuerza opositora al caos. 

Todos los seres vivos somos simple y llanamente materia;
aunque, sólo temporalmente, anti-entrópica.

Dr. Xavier A. López y de la Peña.



             Con solo cuatro palabras se reúne todo lo “existente” conocido y probablemente por conocer en el universo: Materia-Energía-Tiempo-Espacio. Aunque, para ser más precisos habrían de ser solo tres, ya que las dos primeras palabras son lo mismo puesto que la materia es tan solo energía acumulada.            

Vamos por partes:

Materia.

            Se entiende por “materia” a todo aquello que ocupa un espacio o como lo define la Real Academia de la Lengua, es una “realidad espacial y perceptible por los sentidos de la que están hechas las cosas que nos rodean y que, con la energía, constituye el mundo físico”.            La materia es el componente principal de los cuerpos, susceptible de toda clase de formas y de sufrir cambios, caracterizado por un conjunto de propiedades físicas o químicas.

            A partir de la conocida teoría de la “Gran Explosión” o “Big Bang” (Que se estima ocurrió hace 13,800 millones de años) se originó nuestro universo.

            380 mil años después de esta la explosión nacieron los dos elementos materiales más importantes para la formación de las estrellas, cúmulos de galaxia, galaxias: el hidrógeno y el helio. Miles de millones de años después, por agregación de esos núcleos ligeros en el interior de las estrellas (nuestro Sol se originó hace solo cinco mil millones de años) se generarían otros materiales. Estos materiales se originan en las estrellas a través de reacciones en cadena que da inicio con la fusión del hidrógeno y, que después por diversos procesos de fusión termonuclear, se producen variados elementos cada vez más pesados. Además, se conoce que los objetos que hay en el cosmos, se alejan entre sí paulatinamente, en lo que se llama la “expansión del universo”, cuya medida se logra utilizando la llamada Constante de Hubble. Por ejemplo, nuestra luna se distancia de la tierra a unos 4 cm por año, esto es, hoy está 18 veces más lejos que cuando se formó, hace 4.500 millones de años.

            La unidad de medida de la materia en el Sistema Internacional, a partir de su masa, es el kilogramo.

Energía.

            De manera sencilla la energía es la capacidad de un sistema para realizar un trabajo. Esta definición se nutre del resultado “trabajo” como constructo dado por la física mecanicista. Dicha capacidad de la materia depende de su constitución (energía interna), de su posición (energía potencial) o de su movimiento (energía cinética). La energía se mide en julios en el Sistema Internacional y, según la forma o el sistema en que se manifiesta, se le conoce como: térmica, mecánica, eléctrica, química, electromagnética, nuclear, lumínica y otras. La energía ocurre, invariablemente, por interacciones o intercambios de fuerzas fundamentales de la naturaleza, ya sea gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte o nuclear débil.

Tiempo.

            Es la dimensión física que representa la sucesión de estados por los que puede pasar la materia, permitiéndole al observador ordenar la secuencia de los mismos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el Sistema Internacional es el segundo. El segundo es la duración de 9,192,631,770 períodos que vienen directamente asociados a la radiación del átomo cesio 133.

Espacio.

            Es la extensión que contiene toda la materia existente y que suele caracterizarse como homogéneo, continuo, tridimensional e ilimitado. En la actualidad, el intervalo de espacio estándar o medida de longitud (en el Sistema Internacional) es el llamado metro patrón o simplemente metro; definido como la distancia recorrida por la luz en el vacío durante un intervalo de exactamente 1 / 299.792.458 de segundo. Esta definición, junto con la definición actual de segundo, se basa en la teoría de la relatividad especial en la cual la velocidad de la luz desempeña el rol de una constante fundamental de la naturaleza.

            Bueno, éstas cuatro palabras y las leyes físicas que las rigen integran el Universo cuya extensión se ha calculado, hasta ahora, en por lo menos 93 000 millones de años luz.

            Ahora bien, termodinámicamente hablando, el universo es el conjunto constituido por un sistema y sus alrededores. Además, se considera que el universo es un sistema aislado ya que no hay nada fuera de él. Un sistema aislado: es aquél que no intercambia ni materia ni energía con los alrededores. Y todo en el universo tiende al caos o desorden, a ganar lo que se llama entropía, que es la tendencia que tienen todos los sistemas a alcanzar su estado más probable. Siendo este estado más probable el caos referido que significa la desorganización, la eliminación de las diferencias que lo hacen identificable y, en oposición a ello, se le llama neguentropía a la medida de organización frente a dicha entropía desordenadora.

            Esto quiere decir que, aún en el creciente caos o entropía, en la tendencia al desorden en el universo, hay un lugar para la creación de materia con la capacidad de acumular neguentropía (entropía negativa) que le da impulso en el sistema hacia un tipo de orden más complejo: la vida, a partir de la molécula de carbono considerada la materia biogénica. Esta capacidad de la materia de acumular neguentropía le convierte en un sistema abierto, esto es, aquél que intercambia energía y materia con los alrededores.

            Pero, ¿Cómo se formó el carbono? La alta presión en el interior de una estrella unió dos protones, y en ocasiones, un protón capturará un electrón y formará un neutrón. Cuando dos protones se unen a dos de estos neutrones dan origen a un núcleo del helio, cuando dos núcleos de helio se fusionan forman el núcleo del berilio. La fusión de berilio con helio produce un núcleo de carbono, la fusión de carbono y un núcleo de helio conduce a un núcleo de oxígeno, y así sucesivamente.

            Prácticamente la totalidad del carbono del que deriva la vida en la Tierra podría haber venido de una colisión que tuvo lugar en esta, hace alrededor de 4.400 millones de años, bajo la teoría del choque con un supuesto proto planeta embrionario llamado Theia, del tamaño similar al de Marte.

            El carbono, combinado con el hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, conforma la base estructural de todas las moléculas orgánicas. Esto quiere decir que todo organismo vivo sobre la faz de la Tierra está hecho a base de carbono.

            Además, en el ambiente se encuentra en sales inorgánicas como carbonatos, gases y compuestos volátiles, y combustibles como petróleo o metano. También, el carbono puede agruparse solo entre átomos de carbono, originando el grafito o el diamante. Por lo anterior, el carbono constituye una parte primordial para la existencia de la vida y los elementos inorgánicos que hay en la Tierra.

            Los seres vivos son los únicos sistemas capaces de acumular neguentropía, de ir cuesta arriba del caos al orden, de lo simple a lo complejo, de lo disperso a lo estructurado, de lo desintegrado a lo integrado, del desequilibrio al equilibrio, de la improbabilidad a la probabilidad. La neguentropía actúa antagónicamente con la entropía evitando el caos. Es así, la fuerza opuesta al segundo principio de la termodinámica que dice que: La cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse con el tiempo.

            La compleja estructura material del carbono en los sistemas vivos o neguentrópicos, como sistemas abiertos, les hace capaces de no utilizar toda la energía que importan del medio en el proceso de transformación; esto quiere decir, que acumulan cierta energía (neguentropía) que utilizan para auto mantenerse o sobrevivir al caos.

Podemos preguntarnos entonces ¿Qué somos los seres vivos?, bueno, podremos decir que…

Somos complejas moléculas de carbono reciclado proveniente de las estrellas

(recuérdese que la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma)
que nos burlamos del caos universal
(estado impredecible desordenado y confuso de la materia, cuya medida se conoce como entropía. Dicha entropía tiende a incrementarse con el tiempo)
mediante una reacción en cadena acumulando, temporalmente, neguentropía. 

Al final, de una u otra forma, el caos prevalecerá,
y no quedará recuerdo, ni nadie que lo recuerde.
Pero, cuando me toque irme de esta vida, y enfrente a la muerte
(que es la misma entropía, pero disfrazada para tratar de meternos miedo),
me reiré en su cara y le diré:
 
«¡Ja! ¡Nunca pudiste doblegarme!»
 
Ángel Ramírez Isea en: Yo soy anti-entropía.
https://www.aporrea.org/actualidad/a118333.html


miércoles, 1 de septiembre de 2021

En una palabra: Yo


Yo


A menudo las personas dicen que no han encontrado su Yo.

Pero el Yo no es algo que uno encuentra, sino algo que uno crea. 

Thomas Stephen Szasz.

Dr. Xavier A. López y de la Peña 

Hablemos ahora de una sola palabra y de su valor simbólico universal.

          De la palabra que, gracias a la tele encefalización de nuestro cerebro, emerge como una expresión verbal codificada cuya función surge a partir de nuestro lóbulo frontal izquierdo, dando el fonema con el que percibimos lo concreto de lo abstracto, lo tangible y las emociones, lo visible y lo metafísico. Siendo así el resultado del sentimiento y pensamiento que nuestro cerebro recibe, procesa y modela del entorno, nombrándole con una o muchas palabras.

            Me pregunto entonces ¿Qué palabra podría tener el significado más trascendental e importante para el ser humano?

            Bueno, hay una gran variedad de palabras importantes e interesantes, pero no trascendentes. Por ejemplo, la palabra ¿Eh?, es la palabra que todos los idiomas (en 31 idiomas, más precisamente) del mundo conocen y utilizan; es una interjección utilizada para llamar la atención de alguien o para advertirle de un riesgo que, en tono interrogativo se emplea para reforzar o enfatizar una advertencia o una reprensión.

            De otra parte, la palabra Mamihlapinatapai empleada por los indígenas yámanas de Tierra del Fuego, Argentina, es considerada la única “palabra más concisa del mundo” y describe “una mirada entre dos personas, cada una de las cuales espera que la otra comience una acción que ambos desean pero que ninguno se anima a iniciar”.

            Quizás sea la palabra mamá que suele ser la primera palabra que articulan los bebés, en otros casos pa o papá, y má por más, pero no.

            Podría ser la palabra amor, que se considera que expresa el sentimiento universal más importante y que muestra la afinidad entre seres que puede ser, a su vez, definido de muchas maneras según la ideología; así mismo, puede expresarse biológicamente de una manera egoísta o altruista como una expresión del instinto de conservación (egoísmo) y de la especie (altruismo) como refiere Richard Dawkins.

            Tal vez integridad, justicia, equidad, y muchísimas más, pero… ¿realmente éstas y las palabras anteriormente referidas contienen el significado más trascendental e importante para el ser humano?

            Todo está bien, pero… quizás, la única palabra más importante y significativa para cada ser humano sea “Yo”, palabra que se refiere al sujeto humano en cuanto persona; el yo, mi yo. Es la parte consciente del individuo, mediante la cual cada persona se hace cargo de su propia identidad y de sus relaciones con el medio. “Yo soy yo y mi circunstancia”, asentaba atinadamente Ortega y Gasset.

            El Yo como sentido personal (físico-corporal y emocional) de uno mismo.

            El Yo, sin embargo, es una palabra que contiene un simbolismo extraordinariamente plástico y complejo cuyo debate se perpetúa a nivel antropológico, filosófico, sociológico y psicológico, expresando el polifacetismo humano que nos caracteriza y que trata de entenderse y comunicarse con los otros de una mejor manera.

            El Yo que se inicia con el Yo nominativo al adquirir consciencia: Por ejemplo, al preguntarle a mi pequeño nieto ¿quién eres tú?, él me contesta: Yo soy Alek.

            Se aprende poco a poco a identificarse el paso entre el Yo y el Tú, con el Nosotros y Ellos: el Yo entonces se socializa, es decir, se pasa de la visión esencialista del Yo (como un ser único, inherente e inamovible; como una sustancia estanca, indisoluble y eterna que inicia con el nacimiento y termina con la muerte) a la existencialista, en la que el ser humano se relaciona e inter depende con los otros en la comunidad, integrado ya no como un individuo único aislado sino como parte de la totalidad social.

            Con el paso del tiempo (historia) en Yo individual y social, pasa de lo local a lo nacional y luego al Yo global, en el que las personas se conducen manipuladas por las prácticas institucionalizadas del poder. En este caso el Yo estaría sometido o dependería de otros, o ser consciente de ello, pero no independiente.

            Como ejemplos de esto último podemos mencionar al Humanum (me gusta más utilizar este término que el Homo, por considerarlo más inclusivo) consumens (Fromm), cuyo objetivo principal no es poseer cosas sino consumir cada vez más para compensar así su vacío interior; el Humanum oeconomicus (Smith), quien basa sus decisiones considerando su propia función de utilidad personal. Es decir, el individuo trata de alcanzar objetivos muy específicos y predeterminados en la mayor medida posible con el menor costo posible; el Humanum indifferens, que identifica al ser humano ante la indiferencia religiosa; el Humanum intersex, (Goldschmidt) que representa al Yo que trasciende el concepto binario de masculino-femenino al de una intersexualidad, demostrando con ello la mutabilidad histórica de la construcción categórica de lo humano.

            El Yo, donde el mundo es creado y objetivado por él (Fitche); el Yo que vive la realidad, que atempera los instintos del “ello” y se somete al juicio moral del “superyo” (Freud); el Yo, con sensibilidad al dolor y el placer, de ser feliz o miserable, preocupado por sí mismo (Locke); el Yo, como sentido corporal-emocional de sí-mismo, el ordenador de las percepciones e informaciones en el espacio-tiempo; el Yo, que requiere equilibrase con el Mi para darse coherencia y dar a los otros continuas explicaciones sobre sí mismo y el mundo (Guidano).

            El Yo viene a ser el sentido corporal-emocional del sí-mismo, que se experimenta momento a momento. Corresponde al conocimiento tácito del sí mismo y de la realidad. Es un nivel predominantemente inconsciente, que ordena las intuiciones perceptivas emocionales y de espacio-tiempo. Es el primer nivel de ordenamiento de la información (dado que es el más inmediato); el Yo, como en el emergentismo que considera el yo como un objeto de estudio válido el cual es un producto emergente de las funciones del organismo biológico en interacción con su medio.

            El Yo, como principio de la meditación y autoconocimiento (conócete a ti mismo según Sócrates), es lo único capaz de racionalizar en torno a sí mismo.

            De aquí se podría decir que “Existo, luego pienso”, de manera contraria a la frase de R. Descartes: “Pienso, luego existo” (cogito ergo sum); porque todos los seres viven o existen, pero no necesariamente piensan.

            Lejos de las sociedades tradicionales, el individuo inmerso en la globalización se encuentra con frecuencia “desorientado” con el rol que tiene y debe desempeñar sobre sí mismo y en el mundo social, y se cuestiona: ¿Quién soy yo?, ¿A dónde pertenezco?, ¿Qué he de hacer aquí y ahora?

            Es así que los tiempos modernos dejan al Yo a la deriva en medio de un galimatías étnico y geográfico, de ideología, de clase, de nacionalidad y de religión, forzándolo a romper con los determinismos que operan contra su raciocinio y libertad, abjurando de las tradiciones y los dogmas que le sometían.

            Lejos de la balbuceante respuesta que diera Galileo Galilei ante su juicio inquisitorial en 1633 por considerar que la tierra gira alrededor del sol diciendo, a la chita callando, “Pero se mueve” (Eppur si mouve); los seres humanos en tiempos de esta globalización ahora con mucha frecuencia gritan a voz en cuello como lo hiciera Mafalda ¡“Paren el mundo, que me quiero bajar”!

            Así, cada ser humano hoy se ve precisado a establecer un “equilibrio” de su propia identidad en un estrato multicultural y multiétnico complejo, cuyo terremoto sensorial le produce una gran inseguridad que le lleva a uno de los problemas sociales más apremiantes en la actualidad: el disturbio o la pérdida más o menos importante del Yo, de la identidad.

            De esta manera, si no luchamos y nos “adaptamos” al entorno del régimen “globalizado” reconstruyendo nuestro Yo, paso a paso y de la mejor manera posible, sucumbiremos a él destruyéndonos inmersos en la psicosis, demencia, angustia y depresión que a ello nos puede llevar, y sobreviviendo en torno del utilitarismo, capitalismo y hedonismo que campea en la vida moderna. O para acabar permanentemente en el diván del alienista atiborrado de ansiolíticos, antidepresivos, sedantes, o en el manicomio; caer en la delincuencia, la drogadicción u optar por la salida del suicidio.

            Recordemos entonces las palabras que escribiera el siquiatra austríaco, Viktor Frankl, en 1942 cuando estaba internado en el gueto nazi de Theresienstadt, para alentar a la re-estructuración de nuestro Yo:

“No hay nada en el mundo que capacite tanto a una persona

para sobreponerse a las dificultades externas

y a las limitaciones internas,

como la consciencia de tener una tarea en la vida”.

domingo, 1 de agosto de 2021

Otredad

 

Otredad. 


A 500 años de la caída del imperio mexica, pero… 
In quexquichcauh maniz cemanahuatl,
ayc pollihuiz yn itenyo yn itauhcain Meshico-Tenochtitlan 
En tanto que permanezca el mundo no acabará,
 no terminará la gloria y la fama de México-Tenochtitlán

Memoriales de Culhuacan.


Dr. Xavier A. López y de la Peña.


            El reconocimiento que hacemos del “otro” como diferente a nosotros, es lo que se conoce con el nombre de “otredad”.
           A nivel social, la “otredad” se suele construir a partir de la alteridad, esto es que desde el punto de vista del “yo”, se tenga “la cualidad de ser otro”, de entenderlo y aceptarlo o, coloquialmente hablando, “de poder ponernos en sus zapatos”; y de la oposición, que es la acción y efecto de oponer u oponerse (proponer una razón contra lo que otra persona dice, poner algo contra otra cosa para impedir su efecto, colocar algo enfrente de otra cosa, contradecir un designio) al “otro”, a aquello que nunca fuimos, no somos y no seremos.
            En síntesis, la “otredad” es percibir al otro como No igual, sin embargo, ello no tiene relación con algo “negativo” y, antropológicamente se concibe como el reconocer y apreciar en el “otro” a un ente ajeno a nosotros, aceptar la diversidad y convivir con ella.
       A la “otredad”, lamentablemente en algunos casos, se le puede asociar con formas de discriminación como la xenofobia, homofobia, racismo o misoginia, entre otros.
            M. Foucault señala que, en toda sociedad, el discurso histórico que se emplea para el manejo de la “otredad” está controlado, seleccionado y redistribuido por procedimientos que tienen la finalidad de conjurar ciertos poderes y peligros, controlar los posibles efectos aleatorios y esquivar su pesada y temible materialidad.
            Sobre este vocablo, el caso de la conquista y colonización de México por los españoles, nos ofrece un ejemplo del desconocimiento y la negación de estos últimos hacia la “otredad” representada por el indígena y su cultura; negación construida con una base ideológica-discursiva para justificar el sometimiento, control y explotación de ellos.
            Por esto mismo, además, debe aclararse y acentuarse que el "indio" recién descubierto no fue reconocido como “otro” en sí mismo, sino como el igual al conocido “otro” asiático (de allí que les nombraran “indios”), pero de la misma manera “incomprensible”, negando y conculcando su “otredad”, para pretender dar validez jurídico-moral a sus acciones.
            La historia de dicha conquista ha sido, es y seguramente será estudiada, discutida y reinterpretada muchas veces más bajo ópticas diversas, militares, ideológicas, sociales, económicas y culturales. Esto es, que esta historia como todas, habrá de conducirse según la Ley Campoamor (llamada así por su autor, el poeta asturiano, Ramón de Campoamor y Campoosorio) con el poema que dice que: …en el mundo traidor / nada es verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira. Frase que implícitamente considera que ninguna “verdad histórica”, para referirnos a nuestro caso, tiene un valor inmutable dado que, de cierto, en su cuestionamiento y razonamiento intervendrán el subjetivismo, la arbitrariedad y el relativismo.
            La historia y, con más propiedad, los historiadores se enfrentan inexorablemente entonces contra estos demonios porque, como asienta el siquiatra e historiador argentino Mario Ernesto (Pacho) O’Donell: “…si se insiste en que hay una historia imparcial es porque esa corriente detenta el poder historiográfico. No quiere que se cuestione su versión, la que es dada como natural, intachable. Y el que no lo acepte molesta y hay que denostarlo e ignorarlo…”
            Por todo lo anterior, se explica que la conquista y colonización de México por parte de los españoles encabezados por Hernán Cortés Pizarro, sea mostrada históricamente con distintos colores y matices. La “otredad” conquistada y colonizada es denominada, vista y entendida en múltiples formas que van, permítaseme decirlo simplemente, de lo sublime a lo execrable.

            Veamos algunos ejemplos interpretativos de la “otredad” del indio:

            El cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), en su Historia General y Natural de Indias se refiere así a la “otredad”, representada por los indios: “…son ociosos, mentirosos, crueles, inhumanos, sodomitas, de frágil memoria, inclinados al mal y con toda clase de vicios. Agrega que nada se puede esperar de ellos, porque tienen un cráneo tan grueso y duro que las espadas de los conquistadores se rompen cuando llegan a ellos…”

            El sacerdote católico, jurista e historiador español, Juan Ginés de Sepúlveda refiere que: “Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones, o los negros a los blancos, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas. ¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo? Por muchas causas, pues, y muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles, [...] y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles, [...] y si rehúsan nuestro imperio podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural.
            De otra parte, Fray Bartolomé de las Casas, reconoció el valor de la “otredad” del indio cuando en un famoso sermón preguntó, haciendo referencia a ellos: “¿Y éstos no son personas? Y aun cuando estaba en desacuerdo con su doctrina, luchó denodadamente porque se le diera al indio un mejor trato en consonancia con el derecho natural y divino; esto es, su concepción de la “otredad” de indio se sazonó con la alteridad necesaria para con el “otro”.
            El fraile dominico español, Francisco de Vitoria (1483-1546) por su parte, también justipreció la “otredad” del indio con sus “Justos Títulos” en los que establece:
            “Los indios bárbaros antes de que los españoles llegasen a ellos eran los verdaderos dueños en lo público y privado. El emperador, aunque fuese dueño del mundo, no por ello podría ocupar las provincias de los bárbaros, establecer nuevos señores, deponer a los antiguos y cobrar tributos. El Papa no es señor civil o temporal de todo el orbe, hablando con propiedad de dominio y potestad civil. El sumo pontífice, aunque tuviera potestad secular en el mundo, no podría darla a los señores seculares. El papa tiene potestad temporal en orden a las cosas espirituales. El papa no tiene ninguna potestad temporal sobre los bárbaros indios, ni sobre otros infieles. A los bárbaros, si no quieren reconocer dominio alguno del papa, no por esto se les puede hacer guerra ni ocupar sus bienes. A los bárbaros, porque se les haya anunciado probable y suficientemente la Fe y no hayan querido recibirla, no por ello, sin embargo, se les puede perseguir con guerra y despojarles de sus bienes. Los príncipes cristianos no pueden, ni aún con autoridad del papa, reprimir a los bárbaros por los pecados contra la ley natural, ni castigarles por razón de ello”.
            El motor de la conquista de México por los españoles estuvo liderado por el extremeño Hernán Cortés (1485-1547) quien, a la vista del registro histórico, la “otredad” de este personaje ha desatado una multitud de interpretaciones que varían desde considerarle un apóstol del cristianismo a responsabilizarle por el genocidio indígena mexicano; o como el avasallante e intrépido conquistador que supo entender y aprovechar las circunstancias que se le presentaron y conquistó México, o fue un instrumento títere manipulado por los propios indígenas para ganar su propia guerra contra los opresores mexicas, como lo señala el historiador Federico Navarrete Linares.
            Acaso el indomable orgullo y valentía de Hernán Cortés y de sus correligionarios, fueron las virtudes que le llevaron a conquistar a un enemigo cien veces mayor en número (aquí se define la “otredad”), pero sin fe y que parecía no jugarse sus tierras y su memoria, comandado por el huey tlatoani Moctezuma quien, atrapado por su destino se escondió tras su máscara de majestad y no reaccionó. De esta manera, en menos de 2 años, 1519- 13 de agosto de 1521, la civilización mexica se iba a diluir como se diluye un terrón de azúcar en una taza de chocolate caliente.
            Atemperando el ánimo en la percepción de “otredades” personales y circunstanciales, Hernán Cortés “sólo fue un hombre de su época”, dice el historiador mexicano José Manuel Chávez Gómez (CdMex 1969), como también así lo consideró el historiador español, Esteban Mira Caballos, diciendo que fue:

            Una persona con las mismas virtudes y defectos que la mayor parte de sus contemporáneos. Ni fue un héroe ni tampoco un villano. Un conquistador con suerte, pero a fin de cuentas un conquistador con sus grandezas y sus miserias.

            Para terminar, refiriéndose y coincidiendo ahora con la opinión del mexicano Premio Nobel de literatura Octavio Paz, quien expresó:

            El conquistador debe ser restituido al sitio a que pertenece con toda su grandeza y todos sus defectos, es decir, a la Historia. Así dejará de ser un mito antihistórico y se convertirá en un personaje histórico, es decir, humano. Entonces los mexicanos podremos vernos a nosotros mismos con mirada clara, generosa y serena. 


            Es así que, entre lo bueno o malo, justo o injusto, la verdad, el mito o la leyenda, el historiador, crítico, biógrafo, ensayista o el simple comentarista ciudadano, se devanea en consonancia con sus propias capacidades y limitaciones sobre el significado, representación, interpretación, tolerancia y aceptación o rechazo -en su caso-, de la “otredad”.

jueves, 1 de julio de 2021

Elogio a la aguja.

 

Elogio a la aguja.


La perfección no es cosa pequeña, pero está hecha de pequeñas cosas.

 

Miguel Ángel. 


Dr. Xavier A López y de la Peña.

 Breves notas sobre un revolucionario adminículo tecnológico terminado en punta en un extremo y fenestrado en el otro, elaborado con materiales sólidos diversos llamado aguja que, como herramienta generalmente pequeña y recta, discreta y extraordinariamente versátil, tiene el objetivo de unir materiales entre sí, y que ha proporcionado a la humanidad la posibilidad de sobrevivir en la naturaleza dándole protección (ropa), abrigo (casa), alimentación (red de pesca, trampas), transporte (recipientes, camillas, vela de barco), almacenamiento (cestos), soporte (puentes, escaleras), sujeción (amarres), decoración, confort y salud (cirugía) entre muchos otros usos y aplicaciones.

La palabra aguja viene de la voz latina acucula, diminutivo (-cula), de acus (aguja).

            La aguja, es uno de los desarrollos tecnológicos más importantes en la historia de la humanidad que compite, en igualdad de circunstancias, con el desarrollo primigenio del mazo, la raedera, el hacha y el punzón, aunque generalmente no suele reconocérsele así.

            Los orígenes de esta extraordinaria herramienta identificada como tal, como aguja, se remontan hasta ahora al periodo Paleolítico medio de hace unos 40.000 años, cuando se han encontrado agujas de hueso de reno, de colmillo de morsa o marfil de mamut. El arqueólogo esloveno Srečko Brodar descubrió esta herramienta de hueso en la cueva de Potok, al este de las montañas Karavanke, en Eslovenia (“The bone objects of small size from Potocka include also the earliest needle known so far in the world”). Otros materiales también utilizados para hacer agujas fueron huesos de ciervo y de aves.

            Las agujas conservadas más antiguas hechas de hierro, provienen de Egipto y datan de una antigüedad de 2000 años. Estas agujas, sin embargo, no tenían un ojo o agujero perforado en un extremo, sino que tienen un gancho por el que se introducía el hilo. En la antigua Grecia y Roma se fabricaban de madera, plata y oro, luego las hubo de bronce, acero y hoy hasta de cristal y plástico, para diversos usos.

            Dentro de nuestra cultura occidental los mitos, como herencia de nuestra historia transmitida por tradición oral y cuya narración da cuenta de saberes y acciones de personajes que encarnan, simbólicamente, ya a fuerzas de la naturaleza o de la condición y las pasiones humanas, y que se aplican particularmente a lo acaecido a los héroes y dioses de la Antigüedad o a los grandes acontecimientos de la humanidad, lógicamente, las agujas habían de estar presentes.

            Es así, que ya en los mitos griegos que dan forma y causa a los planteamientos filosóficos diversos sobre las preguntas que el ser humano se ha planteado en muy diversos ámbitos, las pequeñas pero extraordinarias agujas, insistimos, ocupan un lugar decisivo.         Mitos que, no obstante, se han construido y reconstruido ya que, en esencia, como asentara Hans Georg Gadamer, el mito nunca es completamente entendible en su pureza originaria, llena de metáforas e ideas que conforman, en sí mismo, un extraordinario simbolismo exegético.

            En la Antigua Grecia (1200-146 a. de C.), la mitología griega erigía a Atenea como la diosa de la guerra, la sabiduría, la justicia y la habilidad. Sus grandes ojos le permitían saber todo lo que ocurría en el mundo y era tan diestra con la espada como con las agujas (metafóricamente comparable, podría decirse, con poder tanto sobre la muerte como para la vida). Con su habilidad para el tejido, se simboliza que el conocimiento es algo que se entreteje, que se mejora con paulatinas adiciones a la urdimbre y se hace complejo progresivamente, aunque lentamente, en concordancia con el tiempo controlado por las diosas Moiras.

            Las Moiras, que son tres: Cloto, Láquesis y Átropo, son hijas de la Noche. Deidades que personifican el destino humano al controlar, metafóricamente también, el hilo de la vida de cada quien. Cloto, representa al hilo desde que sale de la rueca (esto es, desde el inicio de la vida); Láquesis, es quien controla la medida del hilo (esto es, el curso de la vida, el vivir) y Átropo, quien con sus tijeras determinará cuando habrá de cortarse el hilo (muerte).

            Mas aún, el destino que habrá de seguir la persona determinado por las referidas Moiras, deberá de transitarse por todos los laberintos (los caminos que nos ofrece la vida) siguiendo el hilo establecido por la diosa Ariadna, otra diosa más de la tejedura mítica.

            En nuestra mitología originaria podría encontrarse un símil (toda proporción guardada) con Tlazolteotl, quien fuera una deidad de origen Huasteco a quien se le atribuía la invención del tejido y del bordado, siendo por tanto su patrona. Así también, se le consideraba una diosa adivinatoria y tenía una connotación bélica (muerte). Diosa protectora de las embarazadas y parturientas (vida), por tanto, de las parteras. Esta deidad, además, provocaba enfermedades venéreas que luego curaba con las medicinas, inspiraba las desviaciones sexuales, pero a la vez tenía la capacidad de absolverlas, y todo ello siendo diosa madre de la fertilidad, del parto, patrona de los médicos y a la vez diosa cruel que traía locura.

            Esta sencilla herramienta puede o no tener un ojo al extremo y cumplir con una gran y disímbola variedad de propósitos y funciones, entre ellas podemos citar las siguientes:

            La aguja baquetera y cordobanera, de agavillar, de albardero, de apuntar, de bordar, de embalar, de enfardar, de espadero, de malla o red, de pasar o pasador, de zapatero, de tejer, de plástico, circulares, de bambú y madera, lanera, agujas auxiliares, saquera, etc.

            En medicina se emplean también diversos tipos de agujas para suturas quirúrgicas, para aspiración de médula ósea, para biopsia, para drenaje, para electroestimulación, para registros electromédicos, para implantes, hipodérmicas, para braquiterapia (radioactivas) y más. En la medicina alternativa de la acupuntura se emplean terapéuticamente agujas para “desbloquear” los supuestos canales que recorren nuestro cuerpo, e incluso para electroestimularles con pequeños pulsos de corrientes eléctricas.

            Recordamos, además, que las aguzadas agujas hipodérmicas inventadas en el siglo XIX, aún pueden despertar en algunas personas temor y ataques de pánico, causando la llamada tripanofobia o fobia a las inyecciones; palabra derivada del griego: trypanon (taladro) y phobos (miedo), más el sufijo -ia (cualidad).

            Otras agujas, dentro de su increíble y amplísimo espectro serían la aguja náutica, o de marear, que sirve para guiar la dirección de una embarcación de un lugar a otro con un rumbo preciso. Las agujas o manecillas de reloj que sirven para indicarnos en términos de tiempo las horas, los minutos, y en algunos casos los segundos transcurridos entre un determinado momento o suceso y otro. Las agujas indicadoras ubicadas en un específico dial, que mesuran cierta temperatura, humedad, presión, densidad, viscosidad, resistencia, voltaje, radioactividad, velocidad, fuerza, empuje, longitud de onda, amperaje, resistividad, elasticidad, acidez, etc., etc.

            Pero, las agujas también tienen su lado oscuro, entre ellas las agujas empleadas en exorcismos y maleficios.

            La simbología implicada en estas agujas, cuando se utilizan perforando o pinchando un objeto, es pretender demostrar que se ejerce poder sobre el hechizo y que con ello se crea un amuleto con capacidades mágicas.

            Los hechizos con agujas o alfileres se supone que incrementen su fuerza mágico-ritual-destructiva por parte de quienes los utilizan, particularmente en la brujería y hechicería contra aquellos sujetos hacia la que ésta era dirigida, y dichas prácticas realizadas tanto en diferentes épocas ya antiguas como modernas, llevaban a cabo estos rituales de magia negra, hechicería o brujería con agujas o, particularmente alfileres que se clavaban en un muñeco que representaba a la persona por afectar.

            Entre algunos gitanos se hace referencia a maleficios llevados a cabo con corazones de vaca, carnero o gallina que eran enterrados después de haberles clavado algunas agujas.

En otras ocasiones se plantaban en tiestos y se regaban con vino blanco, o se enterraban en ellos los corazones de animales traspasados por los alfileres y agujas.

            En la práctica del Vudú, una variante caribeña de religión teísta-animista fuertemente ligada a la cosmología y creencias mágico-rituales antiquísimas, suelen usarse muñecos en rituales de magia negra, a los que se les clavan agujas en alguna parte de su cuerpo con la intención que la persona identificada con dicho muñeco, sufra algún mal o reciba una maldición. ¡Vamos, actualmente se ofrece al público un muñeco de Vudú fabricado, según la tradición y acompañado de una larga aguja de acero e instructivo de 14 páginas con el ritual original seguido en Haití!

            Con la práctica del Susuk o agujas de encanto, una práctica ancestral de magia negra que consiste en implantar diminutas agujas de oro u otros metales preciosos bajo la piel para actuar como talismanes y para realzar el aura, resurge con fuerza entre la clase media de Indonesia para varios propósitos además de los estéticos, como lo es para el tratamiento del dolor articular y otras afecciones menores, y como protección contra accidentes. Debido a que la práctica de Susuk es anterior a la islamización de la región, está prohibida (Haram) por los eruditos islámicos modernos. 

            La presencia de las agujas en nuestra vida diaria es extraordinariamente amplia, tanto así que podríamos afirmar que no podríamos vivir sin agujas.

            Finalmente, gracias a la revolucionaria invención técnica de la generalmente pequeña, esbelta, modesta e ignorada aguja y sus servicios como herramienta de usos múltiples, el ser humano ha podido sobrevivir en el planeta, explorar su entorno, colonizarlo, prosperar y domeñarlo e, incluso, llegar y mantenerse vivo en el espacio extraterrestre soñando y pensando también en cómo conquistar, ahora, el Universo.