martes, 15 de octubre de 2013

Radicalismo humanista

IVÁN ILLICH (1926-2002)
“Describí el impacto del sistema industrial sobre el medio ambiente, sobre sus relaciones sociales y el carácter social sucesivamente, en el espejo de las grandes instituciones que este sistema excretó: la escuela, la empresa internacional, el transporte y la medicina.”
Némesis Médica, 1976.
© DR. Xavier A. López y de la Peña.
Pocos personajes contemporáneos ha dejado tanta huella en la historia de las ideas como el intelectual austriaco Iván Illich fallecido en Bremen, Alemania, el 2 de diciembre de 2002. Controversial, sería el calificativo más suave que pudiera aplicársele a este hombre que Erich Fromm clasificó dentro de una corriente de pensamiento a la que llamó como radicalismo humanista. El discurso que fomenta su lúcido pensamiento siempre fue impactante. Como un puño cerrado dieron en la faz del orgulloso establishment, una y otra vez y en varias de sus caras, sus palabras. Vaya esta frase de ejemplo sobre su punto de vista sobre la escolarización:
“Lo que hemos aprendido «apunta Illich» es que al obligar a todos los niños a subir por una escalera de educación abierta no realzamos la igualdad sino que favorecemos al individuo que empieza antes, al más sano, o al mejor preparado; que la instrucción obligatoria apaga en la mayoría el deseo de obtener conocimientos independientes; y que el conocimiento tratado como mercancía, distribuido en paquetes, y aceptado como propiedad privada una vez adquirido, siempre será escaso;” y esta otra sobre la atención sanitaria: “Mientras que en las favelas, villas miserias y ranchitos, donde se concentra un 90% de la población, la disentería amibiana sigue siendo un mal endémico, los doctores latinoamericanos reciben, en el New York Hospital for Special Surgery, un entrenamiento que luego aplicarán a unos pocos.” [y] “La medicina institucionalizada ha llegado a ser una grave amenaza para la salud. El impacto del control profesional sobre la medicina, que inhabilita a la gente, ha alcanzado proporciones de una epidemia.”
El tono de las frases precedentes no denota, sin embargo, la agudeza lacerante con la que acostumbra fustigar con su radicalismo humanista al establishment médico como la de que “Ha llegado el momento de quitar de las manos del médico la jeringa, como se quitó la pluma de las manos del escriba durante la Reforma. La mayoría de las enfermedades curables hoy en día se pueden diagnosticar y tratar por profanos. A la gente le resulta muy difícil aceptar esta declaración, porque la complejidad del ritual médico les ha ocultado la simplicidad de sus instrumentos básicos.” Nacido en Viena el 4 de septiembre de 1926, fue hijo de un croata católico y una judía sefaradita. Fue expulsado de su ciudad natal en 1941 a causa de las leyes raciales nazis. Completó sus estudios en Salzburgo, Austria; Florencia, Italia; y Roma en donde se ordenó como sacerdote. Políglota y dedicado a la enseñanza, dio su vida en la aulas de Europa y América enseñando ciencias políticas, historia medieval, arquitectura y sociología entre otras. Iván Illich fue un provocador irreconciliable y un crítico no marxista de las instituciones en las que se basa la economía contemporánea. En Cuernavaca, Morelos, fundo junto con Valentina Borremans y otros el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC) en 1961 cuyos objetivos eran “ayudar a disminuir el daño que la ejecución de la orden que el Papa Juan XXIII daba en 1960, y en la que encargaba a todos los superiores estadounidenses y canadienses que enviaran el diez por ciento de sus fuerzas efectivas, entre sacerdotes y monjas, a América Latina en el curso de los diez años siguientes para salvarlos de la amenaza del «castrocomunismo».” La oposición de Illich se basaba en que él consideraba que las personas que fueran enviadas recibirían un fuerte daño, y de que sólo serviría de propaganda para incentivar el desarrollismo. Su experiencia en Puerto Rico le había enseñado que eran muchas las personas que sufrían severos daños, sino completamente su destrucción cuando, se les enviaba “de por vida” a trabajar en beneficio de los pobres. Su enfrentamiento con la autoridad de la Iglesia hizo al Vaticano llamarlo a cuentas en 1968 ante la Congregación para la Doctrina de la Fe. Illich rehusó contestar tal cuestionamiento y renunció al sacerdocio un año después.
Las llamadas por él «excretas del sistema industrial» que arman y fundamentan la economía contemporánea fueron sus blancos preferidos. Sobre el hacer médico, sobre la “medicalización”, indicó que “la medicina se ha convertido en la mayor amenaza para la salud; diciendo que la depresión, infección, incapacidad y el mal funcionamiento que vino desde su intervención, causa ahora más sufrimiento que el de todos los accidentes de tráfico y de la industria, y de que solamente el perjuicio orgánico causado por la producción industrial de alimentos puede rivalizar con el deterioro de la salud causado por los doctores. Por añadidura, la práctica médica patrocina la enfermedad reforzando a una sociedad morbosa que no sólo protege sus anormalidades sino que engendra al cliente del terapeuta de un modo cibernético.”
Finalmente –sigue diciendo-, las llamadas “profesiones para fomentar la salud” tienen un poder indirecto repugnante, una eficacia estructuralmente negativa para la salud. Ellas transforman al dolor, a la enfermedad y a la muerte, de un desafío personal, en un problema técnico y de ese modo enajenan la eficacia de la gente para habérselas con su condición humana con plena autonomía. Su obra Némesis médica fue escrita -según aclara- y hecha para los legos en la materia, sin embargo, considero que debe ser una lectura obligada para todas las personas que ejercen la medicina. Ciertamente, a una generación de distancia, sus conceptos y percepciones se adecuan fácilmente a los tiempos actuales. Sigue por tanto siendo la Némesis, la diosa de la venganza divina que a partir del siglo IV a. C. se pasó a considerarla como la guardiana del orden universal, responsable de la moral e instrumento de la justicia que aseguraba una distribución más equitativa de los favores divinos, la que nos anuncia la venganza o el castigo a la insensatez y soberbia con el que la sociedad industrial conduce el hacer médico. Némesis médica es una obra de reflexión y crítica a la medicina. Otras voces sin embargo y lejos de entender la profundidad de su crítica sienten herido su orgullo y proclaman que a Iván Illich, algún médico le pasó unos honorarios que no le parecieron correctos y la tomó con nosotros. Illich fue un hombre inquieto, ávido por expresar y compartir sus ideas acerca de todo aquello que le atormentaba. Vivió en su lucha por exhibir, y con ello posteriormente domeñar, a los demonios que la industrialización de la sociedad había liberado. Vivió entre el pasado profundizando con sus “medievales”, y el presente, destacando el valor de la autonomía, la hospitalidad y la amistad; mirando siempre al futuro disecando el cuerpo de la sociedad industrial para que, en símil con el célebre anatomista belga Andrés Vesalio (1514-1564) que en los albores del renacimiento nos mostrara el cuerpo humano tal como es y desterró por siempre los errores de Galeno, en la esperanza de que los que vienen reconozcan sus yerros y corrijan el entuerto para bien de la sociedad.
La tesis central de Iván Illich recalca que ninguna institución tradicional desarrollada en la sociedad industrial cumple con las necesidades del mundo actual, particularmente la más nefasta de ellas: la escuela, ya que la educación que tradicionalmente ofrece se ha transformado en una mercancía sin valores éticos y concebida únicamente como un importante instrumento para la formación de escolares utilitaristas y competitivos. Las ideas de Iván Illich no murieron con él en diciembre del 2002. Siguen siendo vigentes las ideas del intelectual que exhibió las cadenas que aprisionan a las instituciones que fundamentan la economía contemporánea: la escuela, la salud, el desarrollo y el consumo de energía. Que otros se ahoguen entre sus eslabones, ciegos ante los sólidos argumentos de este pensante y lúcido liberador.