viernes, 6 de enero de 2012

Obesidad


ASUNTO DE PESO*

© DR. Xavier A. López y de la Peña


El culto al cuerpo señala hoy que la esbeltez es sinónimo de belleza y salud, y por tanto, un objetivo deseable por alcanzar.
La moda se ciñe a este concepto y las personas, hombres y mujeres, sufren por no encontrar ropa alguna que les “quede”.
El sobrepeso, eufemismo utilizado en general para no darle otro nombre a la obesidad y su consecuente estigmatización, es un lastre que se asienta cada día más en la sociedad mexicana de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud del 2006, que revela una prevalencia de sobrepeso y obesidad en el país del 70%.
Antaño se consideraba como explicación amplia y suficiente que la obesidad era consecuencia únicamente de una conducta inapropiada y excesiva en comer alimentos atractivos y hoy, basados en estudios sobre modelos animales, sobre alteraciones bioquímicas y genéticas en seres humanos, en complejas relaciones psicosociales y socioculturales ha quedado fuera de duda que la obesidad es un consecuente multifactorial.
El o la obesa, enfrentan sin embargo un problema serio de discriminación por su apariencia física de acuerdo a ciertos patrones sociales y culturales, que diferencian a los feos(as) de los bonitos(as), los blancos de los negros o amarillos, los católicos de los protestantes, los mexicans de los americans, los chinos de los holandeses, etc.
El llevar a cuestas sobre los hombros y las caderas una mayor cantidad de grasa que la que el término medio considera “normal” o aceptable, le hace a él o a ella ser vulnerable. La vulnerabilidad mantiene una relación directamente proporcional para con el peso. Ello repercute también en la autoestima de forma importante porque a diestro y siniestro el prejuicio y la señalización afloran abierta y declaradamente o sutil y encubiertamente: ¡Vaya que gusto verte! ¿te veo más llenita?
La concepción de belleza física y salud ha dejado atrás a las redondeadas Majas vestidas o desnudas de Goya o las llenitas Meninas para entronizarse en las esqueléticas y vomitantes (porque suelen, con mucha frecuencia vomitar los alimentos que acaban de ingerir) modelos que a partir de los 60s. marcan la moda femenina particularmente.
Comer con su consecuente de engordar, o no comer con su consecuente de adelgazar, es el dilema que enfrentan cada día más seres humanos con problemas de peso excesivo o deficitario, real o ficticio.
En la práctica se dice que hay obesidad en los adultos cuando el índice de masa corporal [este índice de masa corporal (IMC) es el criterio de diagnóstico que se obtiene dividiendo el peso corporal de la persona en kilogramos entre la talla en metros elevada al cuadrado (Peso/talla2)] es mayor a 27, y en los adultos de talla baja mayor de 25; sobrepeso en quienes tienen un índice de masa corporal mayor de 25 y menor de 27 en la población adulta general, y en población adulta con talla baja mayor de 23 y menor de 25.
Para determinar obesidad o sobrepeso en los niños y adolescentes es útil considerar los criterios que se describen en la Norma Oficial Mexicana NOM-008-SSA2-1993, control de la nutrición, crecimiento y desarrollo del niño y del adolescente.
La obesidad ha dado paso a una gigantesca y multivariada empresa. Lo editores no se dan abasto en publicar uno y mil temas en torno a las dietas, antidietas, cocina “sana” sin grasa, herbolaria dietética, hábitos de alimentación en aparente contrapunto como el de “coma y no engorde”, ejercicios para “consumir” grasa, acupuntura y esbeltez; el Fen Shui -por llamarlo de alguna manera- del control metabólico, cremas reductoras, aparatos eléctricos, mecánicos, electrónicos, etcétera, etcétera.
La medicalización de la salud ha sentado también sus reales en torno al tema y tratamiento de la obesidad y se usa y abusa de dietas cetogénicas, hipocalóricas de contenido variado, macrobióticas; fármacos diuréticos; hormonales tiroideos particularmente; anorexigénicos anfetamínicos; laxantes; liposecuestrantes; ejercicios aeróbicos para reducir la grasa de nalgas, cintura o caderas; psicoterapias y hasta cirugías cosméticas y/o bariátricas para eliminar la grasa corporal excesiva, o modificando artificialmente el libre flujo de los alimentos por el tracto digestivo para limitar su capacidad.
Se estigmatizan así mismo a los elementos periféricos asociados con frecuencia a la obesidad: el colesterol y los triglicéridos y los alimentos ricos en estas grasas que les contienen como la carne de puerco y sus derivados. Se prefiere el caldo de pollo “desgrasado”, el aceite de cártamo o de ajonjolí, los huevos sin la yema y el indicativo low fat and cholesterol hasta en las salchichas, el germen de trigo o los helados Häagen-Dazs amén del brócoli y la Colas light.
Los “otros” (entiéndase al amigo, vecino, compadre, compañero(a) de trabajo y más), la comida, la báscula y la propia (distorsionada) concepción de imagen corporal, representan los “cocos” de las personas gordas.
El gordo(a) es de cierto un discapacitado que nunca obtendrá un puesto de trabajo en una agencia de modelos, una tienda de artículos naturistas, un gimnasio o una tienda que oferte productos alimentarios “saludables” por citar sólo unos cuantos.
Tampoco encontrará ropa de su talla o dispondrá de una butaca en el cine de su preferencia que acepte cómodamente su trasero.
Tendrá vedado practicar el alpinismo y el ciclismo de montaña o la gimnasia a manos libres.
No cabrá en el tomógrafo del hospital para hacerle un estudio de su páncreas enfermo; el riesgo quirúrgico que enfrentará en caso necesario se incrementará proporcionalmente con su peso y será víctima potencial de la hipertensión arterial, la diabetes mellitus, las várices en sus extremidades, la aterosclerosis, las enfermedades vasculares cerebrales, el infarto de miocardio, la depresión rampante y el daño a su autoestima de manera permanente.
Para las personas obesas el conflicto entre comer y no comer les hará soñar problemáticamente siempre con poder comer a media tarde un -cuando menos- enorme bolillo relleno con cajeta envinada y en la noche hartarse de tamales rojos con atole de piñón; poder verse algún día con el modelito de Versace como el que usó la princesa Diana en la recepción de cierto jeque árabe; ponerse el frac que lucía Leonardo Di Caprio en el filme Titanic; o con el halago del “otro” que le diga al verle, simple, sincera y espontáneamente: ¡Que bien te ves!
Nunca podrá dejar de percibir a una báscula como si viese a Linda Blair poseída por el demonio como se nos presentó en el Exorcista.
La obesidad, cuando no obedece a causas endocrinas que también son las menos, se debe habitualmente a los hábitos de alimentación inapropiados para determinada persona.
El excedente energético-calórico proveniente de los alimentos suele depositarse en forma de grasa en el cuerpo de manera equivalente al ahorro de dinero: si gasto menos dinero que el que recibo quincenal o semanalmente, tendré más y más dinero ahorrado en el banco. En el caso de la grasa, cuando se ahorra, esta no queda depositada en el banco sino en las «perchas» del cuerpo: los hombros y las caderas sobresalientemente.
La obesidad constituye en México un serio problema de salud pública y se han detectado muchos problemas derivados por malos manejos de la misma por un número importante de establecimientos y personas dedicados a ello, por esto mismo se ha emitido la Norma Oficial Mexicana NOM-174-SSA1-1998, para el manejo integral de la obesidad publicada en el Diario Oficial de la Federación el 12 de abril de 2000.
Esta Norma establece que el personal profesional facultado para intervenir en el manejo integral del paciente obeso sólo podrá ser un médico(a), nutriólogo (a) o psicólogo(a) titulado y registrado ante la autoridad competente.
Sólo el médico puede prescribir anorexigénicos u otros medicamentos necesarios y las indicaciones de cirugía se limitan sólo a operaciones de tipo restrictivo en personas seleccionadas, con sus variantes: gastroplastía vertical, derivación gástrica y bandaje gástrico. La liposucción y la lipoescultura tan socorridas comercialmente no se deberán utilizar como tratamiento integral contra la obesidad. La Norma refiere también -entre otras- que publicitariamente no se debe anunciar la curación definitiva ni promover la utilización de medicamentos secretos y/o fraccionados.
La obesidad es un problema de salud prevenible pero hace falta incidir en muchos terrenos para lograrlo y ningún esfuerzo deberá escatimarse para conseguirlo.
Los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos en su panel de consenso de 1985 señalaron que tiene una importancia capital buscar en la infancia aquellos “marcadores” que puedan sernos útiles como predictores de la obesidad en la vida adulta posterior; ampliar y perfeccionar nuestro conocimiento sobre los factores que regulan la distribución de la grasa en el cuerpo y definir su asociación con los efectos adversos de la obesidad; ampliar la esfera de conocimientos sobre la obesidad fuera de los médico-biológicos extendiéndolos a los sociales, culturales, económicos y políticos.
Difícil reto para las personas obesas cambiar sus hábitos de alimentación, sus patrones de consumo, su relación e interacción social con los “otros” pero deben hacerlo si quieren evitarse los riesgos inherentes al sobrepeso.
La Sociedad Mexicana de Cirugía de Obesidad, A.C. hace las siguientes recomendaciones para evitar la obesidad en los adultos:
Comer diariamente en el desayuno, comida o cena: verduras y frutas; poca carne, leche o huevo; cuidar el consumo de alimentos como pastas, pan o tortilla; preferir cereales integrales como avena, trigo, arroz; tomar cuando menos 8 vasos de agua al día; evitar el consumo de alimentos ricos en grasa como el chicharrón, chorizo, tacos, frituras; disminuir el consumo de golosinas como dulces y chocolates, así como postres, refrescos y bebidas alcohólicas; hacer ejercicio o caminar cuando menos media hora de manera continua todos los días; no substituir la alimentación por complementos, medicamentos y polvos dietéticos; olvídese de las dietas de la luna, del aguacate, etc. y, si sufre de obesidad, acuda a una unidad de salud para obtener la orientación que corresponda.
Comer es un placer pero saber qué, cuánto y a qué hora comer es un asunto de cultura nutricional que debe fomentarse en todos los ámbitos.
El “como, luego existo”, debería cambiarse por el “existo, luego como.”
Las enchiladas o los chilaquiles, las carnitas estilo Michoacán, los peneques, el chorizo de Toluca, la cochinita pibil yucateca, el menudo, las morelianas, el pozole, los tamales de chile o dulce, el “mancha mantel”, el mole poblano, la birria estilo Jalisco y la infinita variedad de platillos mexicanos de extremo a extremo en el país, no son demonios placenteros ni demoníacos placeres, son sencillamente deliciosos alimentos que deben gozarse con razón, prudencia y mesura. Son, eso sí, flaquezas de mucho peso que la persona con problemas de exceso de peso debe saber controlar, de ello depende su salud, su futuro y su vida misma.