lunes, 29 de octubre de 2012

El proceso mental.

VERICUETOS DEL PENSAR.
© D. R. Xavier A. López y de la Peña
Desde mucho tiempo atrás las ideas sobre las relaciones cerebro-mente, lo material y lo inmaterial, a causado polémica. El cerebro y el pensar son indisolubles ya que no se concibe el uno sin el otro, y muchos pensadores e investigadores han aportado una amplia variedad de conocimientos y concepciones en torno a ello. El pensamiento, la conciencia o la identidad personal radica en el yo interno que emerge de la función cerebral basada en su estructura orgánica al través de la interconexión de cerca de once mil millones de neuronas y cuya función fue poéticamente descrita por Sir Charles Scott Sherrington (1857-1952) galardonado con el premio Nobel en medicina por sus estudios neuronales realizados en 1932, de la siguiente manera:
El cerebro es… un telar encantado donde millones de centelleantes lanzaderas urden un fugaz diseño siempre significativo, aunque jamás duradero.
Al pensar sobre el cerebro se le puede llamar filosofar sobre la materia y de manera amplia unas de las corrientes actuales de este pensamiento se ubican dentro del llamado neorealismo inglés, el materialismo dialéctico y el neopositivismo. Ahora bien, ¿dónde, físicamente radica el pensar? Fuera de las concepciones que le ubicaban en otras partes del organismo humano que no fuera el cerebro, (hígado, corazón) ya Platón concebía al alma compuesta de tres partes y localizaba una de ellas, el alma vital en el tórax, el alma vegetativa en el abdomen y la pelvis y el alma racional en la cabeza. El concepto actual es de que están integrados ambos: pensar-cerebro, funcionalmente son una unidad. Desde el punto de vista de la perspectiva histórica-filosófica (por citar sólo a unos pocos) Heráclito en el siglo V a.C., reconocía la adquisición del conocimiento (o sabiduría) a partir de los órganos de los sentidos con lo que sentó las bases conceptuales de la sensopercepción; Hipócrates de Cos (460-377 a.C.) el llamado padre de la medicina, señalaba al cerebro como la base del pensamiento, la tristeza y el goce otorgándole un estatuto órgano-funcional de primer orden y además "doble", al observar que algunos de los heridos de la cabeza en el lado derecho tenían afectación del cuerpo en el lado izquierdo y viceversa; Herófilo de Calcedonia (año 300 d.C.) reconoció la diferencia que existe entre los nervios sensitivos y motores, el "sentir y el hacer" o lo subjetivo y lo objetivo en el nexo común de una estructura orgánica, y Galeno, el médico romano, quien se refería a las mentalidades agudas asociándolas a una textura cerebral fina y delicada en tanto que a las burdas les confería cualidades ásperas y duras, también ubicaba el sitio de las funciones mentales superiores en las cavidades cerebrales o ventrículos (particularmente el medio). La fascinación por las cavidades cerebrales o "ventrículos" hizo que los "anatomistas" del siglo XII asentaran al sentido común, la imaginación, el raciocinio y otros en los lóbulos frontales, el cerebelo y los ventrículos. Estas ideas y otras, llevaron también al cirujano de Enrique VIII, Thomas Vicary, a localizar (erróneamente por supuesto) a los cinco sentidos y la imaginación en el primer ventrículo, el pensar en el segundo y la memoria en el tercero. En 1575, Huarte de San Juan, relacionaba el tamaño del cerebro con sus capacidades diciendo: "entre los brutos animales, aquéllos que van llegando más a la prudencia y discreción humanas, como la zorra, la mona y el perro, tienen mayor cantidad de cerebro que otros". Renato Descartes (1596-1650) el enorme científico y filósofo-racionalista que en sus estudios sobre el cerebro se ocupó en contar y comparar sus estructuras de manera muy meticulosa, concluyó que la glándula pineal, órgano impar del simétrico cerebro cumplía la función de válvula maestra por su ubicación central. Él resumió, de manera concreta la relación entre mente y cerebro en una frase de extraordinaria sencillez pero de enorme contenido: pienso, luego existo (cogito ergo sum). Baruch Spinoza (1623-1677) unificaba conceptualmente al pensamiento y al cerebro (espíritu y materia) de forma que "la mente y el cuerpo son uno y el mismo individuo que se concibe ya bajo el atributo del pensamiento, ya bajo el de la extensión" y el racional espiritualista Leibniz (1646-1716) afirmaba que a cada acto de conciencia correspondía proporcionalmente un acto físico. De la frenología de Gall del siglo XIX que "localizaba" sobre las eminencias cerebrales actividades congnocitivas, morales y funcionales, a Levi-Montalcini y Cohen que en 1986 recibieron el premio Nobel por su descubrimiento del factor de crecimiento neural, han pasado enormes figuras en los campos de la anatomía, fisiología, bioquímica, patología, etc., ocupados de estudio del cerebro, ése maravilloso órgano con apenas un volumen de 1,500 cm3, en el ser humano, que opera con una corriente de menos de 25 vatios, que recibe la información de cerca de 100 millones de receptores sensoriales distribuidos en el cuerpo y que pesa en promedio unos 1,300 gramos. ¿Puede un cerebro comprender a un cerebro?, quizá la primera respuesta sería iniciar de manera humilde por comprender qué significa "comprender". El neurofisiólogo Dr. Paul MacLean del Laboratorio de Evolución y Conducta Mentales en Poolesville, Maryland, E.U.A. desarrolló hace algún tiempo un modelo conceptual del cerebro constituido por tres partes (el cerebro tri-uno) entrelazadas desde el punto de vista estructural y funcional a la vez, que evolutivamente han surgido y se han superpuesto una a la otra y que, de fuera hacia adentro son: la corteza cerebral (adquirida hace apenas unas docenas de millones de años), el sistema límbico y el rinencéfalo (que evolucionó hace varios cientos de millones de años) y que dan al cerebro "funciones" que van de las racionales a las irracionales. En ese mismo orden: corteza, sistema límbico y rinencéfalo la escuela neurofisiológica rusa (Ivan Pavlov) ubica al sistema de señales, a el reflejo condicionado y el reflejo no condicionado en último término; la psiquiatría psicoanalítica (representada por Sigmund Freud) al super ego, al ego y al id y, dicho ya de manera sintética: los procesos de abstracción, discriminación, simbolización y comunicación se procesan en la corteza, la conducta adaptada adquirida en el sistema límbico y la realización estereotipada innata en el rinencéfalo. El cerebro se comporta como una unidad, sin embargo, es ampliamente conocido que algunas regiones "procesan" ciertos datos, como el habla que le localiza en el área de Broca en un 90% en el hemisferio izquierdo y, como ejemplo sobresaliente tenemos la variación en la modalidad funcional sobre éste órgano, determinada histórico-socialmente y representada por el llamado "cerebro japonés" por cuanto su actuación sobre el habla y escritura "globales" ,ya que el hemisferio derecho se encarga de procesar los caracteres del sistema "kanji", en tanto que el izquierdo procesa los caracteres del sistema "kana" como en la lectoescritura occidental. La génesis y desarrollo de las ideas en torno al tema de la física y metafísica del interesante mundo del cerebro se vuelcan de manera exponencial y no es posible abarcarlo con unas pocas líneas. Se conoce mucho (si se permite el término) sobre su estructura y menos sobre su función. El pinchazo en el dedo de un pie nos mueve a retirarlo de inmediato al través de un arco reflejo con millones de unidades interactuando y que pretendemos conocer, ¿cómo podríamos comprender entonces la emoción que nos despierta un tibio atardecer de verano, la vista de una pintura al óleo o la aterradora violencia de un huracán? La función cerebral, su física y su metafísica son las responsables unitariamente de la conducta, del conocimiento y la sensopercepción a un nivel todavía de extrema complejidad. Dicho con las palabras del Dr. Carl Sagan: "el producto de la operación del cerebro que denominamos mente es, nada más, una consecuencia de su anatomía y función". Sin embargo, hay también corrientes de pensamiento que consideran a la mente y al cerebro como entidades separadas en el que la actividad mental representa una forma de energía cualitativa y cuantitativamente diferentes a los cambios morfo fisiológicos cerebrales y una tercera que integra a las dos teorías anteriores. En términos de la informática actual, como indica el Ing. en electrónica Sergio Moriello, puede considerarse al cerebro (estructura) como el “hardware” y a la mente (proceso) como el “software” que, en el orden biológico están integrados e interactúan entre sí constituyendo un sistema fluido, adaptable y elástico que evoluciona y se modifica con el tiempo a medida que la persona crece y aprende. Simplemente a la mente no puede considerarse separada del cerebro, como tampoco del cuerpo y del entorno (tanto físico como social). En consecuencia, se lo debe considerar como una unidad conceptual indivisible.
Probablemente sea válido ahora invertir la frase anteriormente referida de Renato Descartes que reza: pienso, luego existo (cogito ergo sum) por la de existo, luego pienso (sum ergo cogito). ¿Cuál es su corriente de pensamiento sobre el cerebro-mente?