lunes, 4 de febrero de 2013

De la muerte.

DE LA MUERTE*
*© DR. Xavier A. López y de la Peña
"No he visto una certidumbre que no admita duda y se asemeje a una duda que no admita certidumbre, como la muerte."
AL HASAN
La muerte es un proceso de la misma vida que hace reflexionar a los seres humanos desde muy variadas perspectivas, mirándosele cerca o lejos en algún momento de su existencia, pero nunca ignorándole. El pensar sobre la muerte le hace al hombre afirmarse como una "autoconciencia" perecedera temporal e histórica. La muerte constituiría la negación de esa autoconciencia y por ello mismo se torna incomprensible puesto que se opone al propósito de la vida que es, simplemente vivirla: ser. La muerte es sólo una fase temporal del proceso existencial en la dinámica de la materia. La vida ha recibido muchos estímulos y a ella se han dedicado enormes esfuerzos. Se tiene como ejemplo expertos en neonatología que saben cada vez mas de menos aspectos acerca de los recién nacidos en sus primeras horas de vida. La vida misma ahora se puede programar con las limitaciones o posibilidades éticas, morales, legales, religiosas, políticas, sociales, etc., que cada sociedad establezca en un tiempo determinado acerca de cuándo, cómo, dónde y hasta de quién nacer y a un paso se está de manipular genéticamente al ser humano con los impresionantes avances tecnológicos sobre el genoma. Hay una gran demanda y oferta, como es lógico y de esperarse, hacia los temas de la vida en los que la muerte -su proceso final- prácticamente no tiene cabida. No hay "tanatólogos" en el sentido amplio de la palabra, la muerte es un objetivo que se pretende alejar, dejar de lado o más fácilmente olvidar, pero nunca como decíamos ignorar. Algo de tiempo y esfuerzo se ha dedicado a su preámbulo -el morir- representado por los estudios sobre la vejez, con la teoría inmunológica como ejemplo o los realizados en el curso de una enfermedad terminal (como hiciera la Dra. como pasos a "comprenderle", para "evitarle". La muerte en sí es negada. No tiene cartilla de identidad a pesar de llevarse a cabo en todos los seres vivos de ayer y de hoy y, cuando menos hasta ahora, de mañana. Es curioso que el estudio y la lucha por la vida de los seres humanos a la que podríamos llamar con toda justicia "anti-tanatología", en el caso particular de la medicina, esta se inicie precisamente con el estudio del ser humano inanimado o muerto reducido a un objeto, donde no es más que un vínculo que contribuye a la formación conceptual de la estructura-función del cuerpo humano en el educando a partir de una estructura -cuerpo- sin identidad -nombre- sin historia -biografía- que se puede descubrir y analizar -disecar, observar o mesurar- pero no se puede comprender -¿quién fue este ser humano y cómo fueron su nacimiento, vida y muerte?-. De hecho, la enseñanza de la medicina misma enfrenta al futuro médico desde el principio de su formación con el fracaso de su misión -la muerte- desde el primer contacto en el estudio de y por la vida. Sus habilidades y destrezas se fundamentarán en sujetos inanimados sin identidad. De tal suerte que el estudio médico del ser humano -su antropología en sentido amplio- se inicia en su final: la muerte, y se concreta prácticamente a su análisis en el rubro de una de sus dos grandes ramas en que se divide, la antropología física con sus consideraciones morfofisiológicas tanto en la salud como en la enfermedad (anatomía, fisiología, psicología, genética, etc.), dejando de lado los rubros acerca de la evolución (geología, paleontología, primatología y más) y los correspondientes al área de la antropología cultural -la segunda rama de la antropología-, tanto en referencia a la evolución (historia, arqueología) como a su estructura y función (arte, música, lingüística, economía, sociología, ciencia política y otras). No hay por tanto cabida para la economía médica, política médica y etnomedicina para no abundar y, paradójicamente la "tanatología" -ciencia que estudia a la muerte- tampoco existe. La medicina estudia la vida a partir de la muerte y desconoce a esta y su preámbulo; el morir, incomprensiblemente. Parece haber explicaciones para ello. Desde tiempos remotos la muerte ha constituido el límite de la competencia médica y propiciado su negativa a enfrentarla. La medicina hipocrática, como antecedente de la medicina occidental que nos rige, lo resaltaba diciendo que: "El médico debe terminar con el sufrimiento del enfermo, aminorando la violencia de su enfermedad mientras pueda, pero debe negarse a tratar al enfermo que se encuentra vencido por la enfermedad". "Hay quienes censuran a la medicina por negarse a tratar los casos desesperados, y afirman que de ser cierta la existencia del arte médico, unos y otros deberían ser curados por igual. Pero si un hombre exige algo que no le atañe, habría que convenir en que su ignorancia resulta más afín a la demencia que a la falta de conocimientos". La medicina medieval siguió estos cánones matizándolo con un sentimiento religioso que daba "sentido" a la vida después de la muerte (como muchas culturas lo tienen), ligando el dolor y el sufrimiento del moribundo a las ideas de expiación y redención como pasos a la muerte-vida ulterior (cristiano), cediendo poder el médico al sacerdote al verse en el límite de su ciencia. Llegaba así el relevo oficial de la ciencia: la trascendencia. Una amalgama de poderes -curación y salvación- legitimando una continuidad a la vida. "Llegado el momento final se impone la transferencia a los custodios de la Santa Madre Iglesia". La muerte del ser humano ha dado paso a los rituales funerarios ligados a su historia ("dime cómo mueres y te diré como viviste") y aún cuando es una verdad que todos habremos de enfrentar, la muerte es evitada y es desconocida. No hay una preparación a la muerte. Tanto muere el creyente en la esperanza de un más allá liberador, como el incrédulo que piensa la muerte como el simple paso de un orden material a otro. La muerte se rodea de terror, entereza o dulzura; se extingue como una tenue llama o con el estrépito de un cañonazo. El muerto se sepulta, se quema, se momifica o se abandona a merced de los elementos; a él se le llora o se le agrede, bendice o maldice. Se le recuerda o se le olvida.
La muerte se busca o nos encuentra, se anuncia o nos sorprende pero... finalmente llega.