domingo, 1 de mayo de 2022

El Calendario Azteca.

 

Sobre la Piedra del Sol
o Cuauhxicalli.

Tlacatle tlatoanie ca ye otimotequili,
ca ye otimotlacotili,
ca ye ompopouh ca ye on ixtlauh in itcoca in imamaloca in matzin in motepetzin... 

Cuauhxicalli

Dr. Xavier A. López y de la Peña 

            La traducción de las líneas iniciales escritas en náhuatl, son parte del Huehuetlatolli o “pláticas de los ancianos”, (recopilación de discursos-enseñanzas que los ancianos decían a los jóvenes, los maestros a sus estudiantes y los padres a sus hijos para aconsejarles, guiarles y educarles sobre las normas morales, sociales y creenciales dentro de su cultura azteca y que eran transmitidos de generación a generación) a partir del manuscrito MPM 4068.J83 de la Biblioteca de Bancroft de la Universidad de California, en Berkeley E.U.A., que nos ofrece el padre Ángel Ma. Garibay Kintana (1943)1, y dice así:

            Señor Rey, pues ya cumpliste con tu encargo, ya has trabajado como esclavo pues ya se realizó se cumplió el gobierno el mando de tu ciudad...


            Cuando se desconoce una lengua, el contenido de sus escritos resulta enigmático, fascinante e indescifrable y limita en gran medida el acercamiento al “conocimiento” que se nos brinda. El conocerla al fin tras denodados esfuerzos, resulta en una explosión de belleza inconmensurable y representa la llave que abre el cofre del tesoro de ese conocimiento inscrito en caracteres mucho tiempo atrás ignorados. Con ello, un jirón más del ropaje cultural de la humanidad con un tejido otrora desconocido tras el que se ocultaban celosamente, tanto el artesano como el telar y su entorno, ha sido dado a la luz.
            Otras veces, tenemos el conocimiento -por ejemplo- de que en el México prehispánico los sacrificios humanos como ofrenda a los dioses eran practicados como parte de un ritual de enorme trascendencia y, creo que, para muchas personas el conocer que sobre la piedra de los sacrificios el sacerdote abría el pecho del sacrificado para extraerle el corazón palpitante, es aún algo familiar.
            El padre Fco. Javier Clavijero se refería a estas prácticas diciendo que “el empleo más considerable del sacerdocio y el acto principal de la religión de los mexicanos eran los sacrificios humanos que hacían para merecer algún favor del cielo o en acción de gracias por los beneficios recibidos”.
            Sin embargo, no hay como las representaciones ideo-gráficas que nos ofrecen los códices para resumir, en unas cuantas figuras, tan enorme concepto con nombre y apellido -si se me permite decirlo así- de los protagonistas como podemos ver en la siguiente figura tomada del manuscrito mixteco o Códice Selden A, pág. 12, (realizado cerca del año 1560) que se encuentra en la Biblioteca de la Universidad de Oxford:
Códice mixteco
o Selden
           
En ella se observa -basándonos en la interpretación realizada por el Dr. Hermann Beyer2- que, sobre una “faja con almenas se asienta un techcatl o piedra para sacrificios humanos (temalácatl se nombraba a esta piedra, pero destinada específicamente al sacrificio gradiatorio) y sobre ella y de espaldas, a una víctima tendida. El sacerdote o ministro conocido generalmente como topiltzin es quien se encarga de la ejecución, apoya su cuerpo hendiendo con un cuchillo el pecho de la víctima abriendo una herida de la cual brota abundante sangre. Ambos personajes tienen sus nombres inscritos a la derecha con numerales e ideogramas que representan fechas del calendario; el hombre ritualmente sacrificado lleva el nombre de “13-ciervo” y el sacerdote el de “9-casa”. En la parte superior de la figura se observa la imagen de un dios solar recibiendo el corazón y sangre de la víctima llevada hasta él por dos figuras mitológicas: en la mano-garra de un águila al lado derecho, y en la mano de una deidad con caparazón de tortuga al lado izquierdo”.
            Una vez extraído el corazón de la víctima sacrificial, se le depositaba en un recipiente pétreo llamado cuauhxicalli (en español Cuauhtli=Águila, calli=Casa, por lo tanto, corresponde a la casa del águila) trátase de un vaso o recipiente de piedra usado por los aztecas para colocar los corazones de los humanos sacrificados en sus ceremonias).

            Uno de los monolitos pétreos más conocidos en México y en el mundo representativo de estos ceremoniales de sacrificio es, sin dudarlo, el llamado “Calendario Azteca”, tanto es así que su imagen representa el ícono de la cultura azteca y del propio Museo de Antropología e Historia en donde preside la sala Mexica.

            Trátase de un monolito-plataforma (Una piedra basáltica circular, de 3,56 m de diámetro y un peso de 25 toneladas) que, además de reunir fórmulas para el cómputo del tiempo y de claves para la interpretación de signos astrológicos, funcionaba a manera de techcatl o temalácatl, se utilizaba para recibir la sangre y los corazones de las víctimas; era, por tanto, un recipiente o cuauhxicalli, que cumplía simultáneamente con ambas funciones según se refiere en estudios recientes.3

           Este techcatl-cuauhxicalli o Piedra del sol, o Calendario azteca, es un monumento pétreo dedicado al culto solar cuya parte central se representa parcialmente en nuestras monedas de 10 pesos actuales.

            Esta obra del artífice prehispánico fue encontrada en 1790 al sureste de la actual Plaza de la Constitución en la ciudad de México. y por un tiempo se exhibió en el costado poniente de la torre occidental de la Catedral Metropolitana, hasta que en 1885 se llevó y guardó en el Museo Nacional de Antropología en un lado del Palacio Nacional. Hoy, esta soberbia pieza ocupa un sitio de honor en el Museo Nacional de Antropología e Historia de Chapultepec, y es considerado uno de los monolitos más conocidos sobre la cultura mexicana en el mundo como habíamos referido.

            Aparentemente esta piedra fue labrada en tiempos del rey Axayácatl, sexto rey (Tlatoani) de México,4 en el año de 1479 y estaba colocada en el Templo del Sol.5 Su enorme contenido ideo-gráfico simbólico, sin embargo, sigue siendo ajeno a muchos de nosotros a pesar de rodar en nuestras manos impresionado como moneda y utilizarle frecuentemente en nuestras transacciones comerciales.

            Si le observamos detenidamente y quizá con la ayuda de una lupa, veremos que la parte central está representada por un rostro, reconocido hoy como tonatiuh el numen solar quien lleva en la frente una banda adornada con 3 chalchihuites, la central con forma de corazón. Se observa que Tonatiuh tiene así mismo la boca abierta simbolizando que de él emanan los rayos de luz y el calor que da vida a la tierra y de ella también sale su lengua transformada en un cuchillo de sacrificio, el tecpatl o “cuchillo de pedernal” como si se mostrase ávido de incidir sobre el pecho de los mortales para recibir de ellos el manjar de su corazón y su sangre: su “vitalidad”. Es, por tanto, el símbolo del movimiento, del despertar de la conciencia, que tiene que ver con ese cruce de caminos.

            A la izquierda y derecha de la imagen de tonatiuh se observa una “garra” transformada en fauces que devoran un corazón y, complementando el marco se aprecian cuatro figuras rectangulares (Nahui-Ollin -cuatro-movimiento-) representando a los 4 soles, ya perdidos y que antecedieron al actual “quinto sol” central.

            Arriba a la izquierda está Ehecatonatiuh, “el sol del aire” representando a Quetzalcóatl, el norte como punto cardinal y con el símbolo de tecpatl (pedernal) para significar que los vientos eran tan cortantes como el filo de un cuchillo. A la derecha y arriba está Tlaltonatiuh o “sol de tierra”, cuyo punto cardinal es el sur, su elemento la tierra y el símbolo es el tochtli (conejo). Abajo a la derecha está Atonatiuh “dios de agua” cuyo punto cardinal es el oriente, su dios Tezcatlipoca y su símbolo Acatl (caña) y la estación el verano. Por último, abajo a la izquierda Tletonatiuh o “sol de fuego” representado por el dios Tonatiuh, punto cardinal poniente, estación del año que representa es la primavera y su símbolo calli (casa). En resumen, la representación simbólica de los elementos naturales: tierra, agua, aire y fuego; y de otra manera los cuatro puntos cardinales.

            Contiene más detalles que por ahora no referiremos pero que, al fin y al cabo, demuestran que el sistema calendárico de este pueblo mexica poseía era muy complejo ya que hacían coincidir el calendario religioso o ritual de 260 días (tonalpohualli), con otro solar de 365 días cada 52 años, en las llamadas Fiestas del Fuego Nuevo

            Así también el conocimiento de este sistema calendárico era utilizado por los sacerdotes en la práctica de la adivinación, dándole a los padres del recién nacido una genuina “carta astral” que indicaba su destino y la fórmula para sortear los obstáculos posibles que se le presentasen.

            De esta manera y de forma muy sencilla, hemos apreciado que las obras artísticas del pasado prehispánico perduran grabadas en nuestra cultura y en nuestras monedas -como la que analizamos-, como una liga en el contínuum del saber con nuestros antepasados, en un vínculo atemporal, aunque pocos nos demos cuenta de ello, lo admiremos y nos sintamos como sus orgullosos herederos.



1  Garibay KAM. Huehuetlatolli, Documento A. Tlalocan. (México) 1943;I(2):81.

2   Beyer H. Mito y simbolismo del México Antiguo. Sociedad Alemana Mexicanista. México, Tomo X, 1965:138 (figura tomada de aquí).

3  Solís, Felipe. “La Piedra del Sol”. Arqueología Mexicana. Núm. 41, Año 2000, pp. 32-39.

4  Clavijero FJ. Historia antigua de México. Ed. Porrúa, S. A. (Colección Sepan cuantos… No. 29)  México 1964:112.

5  Mitos y leyendas mexicanas. El Libro Español. México. 1963:128.