miércoles, 8 de octubre de 2014

Música y medicina.

LA MEDICINA CON “M” DE MÚSICA.
© DR Xavier A. López y de la Peña
La vida sigue secuencias rítmicas al tenor cósmico y el sonido, materia prima de la que se nutre la música, debe cumplir también con un ritmo. El sonido con sus diversos componentes de altura, timbre, intensidad y duración, tratado rítmicamente, se convierte en música. La música en sí misma ha sido reconocida desde la más remota antigüedad como expresión de la armonía universal y por ello mismo se mantiene ligada a todas las actividades del ser humano. El reconocimiento antiguo de instrumentos musicales ubica al arco musical como el más remoto, unos 40 000 años, presente en una pintura de la gruta de “Los tres Hermanos” en Ariège, Francia y que muestra a un hombre enmascarado y que con un instrumento de éste tipo conduce a una manada de renos, según anotaba el musicólogo Jacques Chailley.
El ritmo aplicado al sonido tiene antecedentes en el caminar, el palmear o chasquear los dedos así como percutir con un objeto cualquiera sobre una superficie determinada a intervalos regulares dando origen a los instrumentos de percusión, en tanto que la voz se constituyó en una prolongación de expresión rítmica en los instrumentos de viento. No parece inverosímil la idea de que en el ambiente prehistórico el susurro de una frase o de ciertos sonidos al oído del escucha le generara consuelo o alivio, quizá lo adormeciera como sucede hoy con las canciones de cuna o los adagios, o que la reiterada repetición de una figura rítmica produjera excitación y exaltación guerreras, o la compulsión (tensión) a beber o comprar como sucede hoy también en los centros nocturnos y supermercados.
Los instrumentos de cuerda suelen relacionarse en su origen con la leyenda griega referida a Hermes (nombre griego del dios que los romanos llamaron después Júpiter) que, al tropezar accidentalmente con un caparazón de tortuga conteniendo algunas fibras tensas en su interior, dieron origen al laúd. La música se impronta en el ser humano con la secuencia rítmica del universo y al calor del seno materno con el rítmico latir del corazón y el fluir vital de la sangre. A través del tiempo la música se ha utilizado para calmar la angustia y mitigar dolores que, como en el caso de los etruscos, la empleaban al azotar a sus esclavos. La música también se liga con la curación que, en exorcismo, el curandero primitivo empleaba para restablecer en el cuerpo la dinámica apropiada y perdida con la enfermedad. Los griegos hacían uso de la música como vehículo formativo del carácter y temperamento armoniosos de los ciudadanos, y los chinos hacían largos recorridos en el extenso territorio imperial para asegurarse de que la música estuviera presente expresando el concierto y orden provinciales
La vida y la muerte generalmente se acompañaban y acompañan con rituales cánticos en los que intervienen instrumentos y el origen de éstos últimos fue perfeccionándose a partir de los llamados de percusión. Los antiguos habitantes de Mesopotamia incorporaron a su acervo los instrumentos musicales egipcios y generaron la gaita que hubo de recorrer un largo camino que llegó hasta la India y sentó reales en las Islas Británicas llevadas allí por los legionarios romanos o los emigrantes celtas.
Los hebreos citan a la música empleada como terapéutica de forma evidente cuando David (que contaba con 4 000 levitas o sacerdotes hábiles para la música) cura con la música de su arpa a la posible depresión del rey Saúl: Y cuando el espíritu de Dios se apoderaba de Saúl, David tomaba el arpa, la tañía con su mano, y Saúl sentía alivio y bienestar... (1 Samuel 16.23). La historia es muy rica en pasajes en los que la música juega un papel importante, así Miriam, la hermana de Moisés, genera el canto antifonal y respondiente cuando dirige la celebración por parte de las mujeres israelitas por haber cruzado el Mar Rojo. Apolo como dios de la música (Apolo Citharede o Lircinos, el que tañe la cítara), la poesía, la danza y la salud, era también conocido como el Apolo Iatromántido: médico-adivino, padre de Asclepios o Esculapio para los latinos).
Pitágoras en el siglo VI a.C. estableció las bases matemáticas de la octava con sus principales intervalos dando el primer paso al estudio científico del fenómeno musical y fue seguido posteriormente por Terpandro (s. VIII a.C.) en la antigua Grecia y por Zarlino (1517-1590) y Galileo (1563-1642) de la Italia renacentista que vincularon los sonidos de diversa altura con el número de vibraciones por segundo que, a medida que aumenta aquél se hace más agudo en tanto que si disminuye produce sones graves.
Los filósofos griegos en la accademia conjugaron las teorías musicales con los humores del cuerpo y sostuvieron la creencia que en ambos, la armonía y el equilibrio, se correspondían con la salud. La música y la medicina han tenido reuniones importantes de tal suerte que cuando en la antigüedad a un papa o cualquier otro alto dignatario eclesiástico se le practicaba alguna curación, purga o sangría, el músico de la corte componía una canción para recordar el suceso. Gerolamo Fracastoro, el experto en sífilis era un músico notable. Andrés Vesalio, el enorme anatomista junto con el músico Gioseffo Zarlino, hicieron referencia al equilibrio entre el cuerpo y la mente con el termino de symphonia. Joseph Louis Roger médico de Montpellier publicó en 1748 un ensayo que versaba sobre las relaciones de la música con la mente y atribuyendo sus bondades al efecto de la armonía con sus vibraciones sobre los diversas estructuras sólidas y líquidas del organismo. Recomendó a los compositores también, que evitaran las florituras que atenuaban el efecto deseado sobre la salud de los enfermos, y les invitaba a que sus composiciones tuviesen una música grave para impactar los sentimientos.
El mundo de la música también contó entre sus adeptos con la destacada figura del cirujano vienés, Theodor Billroth, que combinaba con aguda destreza el bisturí con el pentagrama en interpretaciones al piano, el violín y la viola. Los estudios físicos de Hermann von Helmholtz hace aproximadamente 150 años impresionaron los primeros pasos a la psicofisiología de la música al analizar la función coclear que -creía- eran impresionadas por fibras independientes a nivel de la membrana basilar y emitió el concepto de que la música estaba constituída especialmente para ser captada por órganos especializados combinados con una “traducción” cerebral, es decir, que fuera de la física misma de la transmisión sonora la interpretación del oyente dependía de un particular estado psicológico, y luego, el psiquíatra Gaza Revész impulsó su conocimiento al emitir la teoría polisensorial.
Sea como fuere la música impresiona de diversa forma al escucha y su respuesta es multifactorial. El momento en que se escucha una melodía, la capacidad auditiva, la “formación” musical previa de la persona, el ambiente, la cultura y más, le confieren a la música cualidades y respuestas psicofisiológicas individuales. En general se conoce que el tono y la intensidad tiene una mayor respuesta afectiva que el “modo”; así una música en tono menor, a gran volumen y con registro agudo suele determinar un sentimiento de euforia o alegría, en tanto que los acordes tocados en tono mayor y con un registro grave suelen sumir al escucha en la melancolía o la depresión. La música de compás rápido o de carácter marcial suelen ser estimulantes y por su asociación con ciertas ideas y símbolos como la bandera, pueden incrementar el sentimiento patriótico o de pertenecía y orgullo a un determinado grupo social. El ritmo y el “modo” musical de algunas piezas pueden desencadenar un sentimiento colectivo frenético y explosivo entre grupos de personas, como sucede entre los adolescentes con la música del rock •n• roll que suele combinarse con ideologías de liberación, rechazo a la autoridad, independencia y de ser asociados en gran medida también, con la sexualidad.
La música como terapia ya había sido propuesta y utilizada por Phillipe Pinel en el siglo XVIII para contribuir al tratamiento de los pacientes con epilepsia. También fue la música empleada por los ingleses en las fábricas de materiales bélicos para reducir la tensión y fatiga de sus empleados durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo su empleo formal y científico tiene antecedentes con el psiquíatra Ira M. Altschuler quien en Detroit, U.S.A. empleó este método para el tratamiento de pacientes psicóticos; el también psiquíatra Edward Podolsky de New York, U.S.A. publicó uno de los libros elementales en esta materia: Music Therapy. 1954.
Para los médicos melómanos seguramente habrá de resultarles familiar el siguiente repertorio musical que cuente con: a) una obra del siglo XVIII para clavicordio, viola de gamba y un narrador, del compositor francés Marin Marais y titulada: Tableau de l’ opération de la taille que es una composición basada en una !colecistectomía o extirpación de la vesícula biliar¡ b) la obra del organista alemán Johann Kuhnau llamada la Sonata bíblica, inspirada en la enfermedad y curación por la plegaria del rey Ezequías.
La música es parte del ser humano y cada uno la percibe “a su modo”. Son pocos, afortunadamente, los que padecen amusia o sea la incapacidad de la persona para reproducir la música aunque la perciba y comprenda adecuadamente, o las personas con alucinaciones auditivas como la que padeció Robert Schumann de forma tormentosa antes de su muerte escuchando incesantemente la nota: la.
Escuchamos cierta música y reaccionamos a ella de diversa forma. Sin embargo, nuestra formación cultural occidental con estructuras musicales cimentadas en una serie de sonidos amalgamados según su altura e integrados acorde con ciertas reglas de parentesco codificadas en “armonía”, ha dejado un hueco enorme para nuestra sensibilidad auditiva -y en general para aquéllos que no tenemos formación y oído musical- al negarnos a apreciar las sutilezas del sistema musical chino o el gamelang javanés, los pesados râgas hindúes o los intrincados acordes musicales del teatro nô japonés.
Finalmente, el Instituto Catalán de Musicoterapia en Barcelona, España, celebró el 21 de febrero de 2014, la Primera Jornada de Música y Medicina, en la que se dieron a conocer las herramientas para abordar la atención a personas con enfermedades mentales, terminales, cerebrovasculares o degenerativas, y sobre cómo promover la humanización profesional del entorno donde se proporcionan estos cuidados. Sobresalientemente se abordaron los siguientes temas: Cerebro y música, una pareja saludable, Terapia musical y córtex sensoriomotor. Pacientes con AVC, Técnicas efectivas de músico terapia en el tratamiento oncoradiológico, Técnicas y recursos de Musicoterapia en la Unidad de Cuidados Paliativos y más.