viernes, 9 de enero de 2015

Por la libertad.

Por la libertad de pensamiento, expresión y prensa. Por una humanidad libre de prejuicios, intolerancia, fanatismo, extremismo y sin razón, como lo terrible e irremediablemente ocurrido en París, Francia, contra Charlie Hebdo.

miércoles, 7 de enero de 2015

Mercader de sueños.

En París.
¡Oh, río Sena! que las musas bailaban en tus puentes, de serenas aguas caudalosas; que anegáis mi alma, dejándola henchida de grandeza... Bajo ellos, y sentada a tu ribera; dejé volar, cual gaviota herida, mi ávida e inquieta fantasía...
C. Isabel (2009)
© DR. Xavier A. López y de la Peña
En una vieja calle de París, precisamente en la esquina del boulevard St. Germain y Saint Michel conocí a un hombre, un mercader de sueños.
Un viejo enjuto y de vivaces ojos que en una librería de viejo en la que estaba buscando algún título sobre la vida de Pasteur se abría paso nerviosamente entre la estantería. Miraba yo con atención una vieja edición del diccionario filosófico de Voltaire (1649-1778) cuando se apostó a mi lado e indiferentemente me dijo mientras miraba hacia los libreros: "más se sabe y habla de Voltaire que lo que en realidad sabía Voltaire. Voltaire – siguió diciendo, no ofreció a la posteridad ninguna propuesta filosófica o corriente de pensamiento propia a no ser sus sarcasmos e ironías abundantes de frases antirreligiosas en torno a lo que muchos otros pensadores de la filosofía dijeron; genio terrible que con saña hurgaba en las ideas de otros fustigándolas acre y despiadadamente".
Quelque livre cherche vous, monsieur? –me preguntó. Con poco francés y más de inglés le comenté de mi interés sobre la historia, de que era médico y que me encontraba de paseo por París. Mi nombre es Joseph Sieyèz, Je suis un ancien libraire de cette ancienne maison –dijo presentándose, y me invitó a sentarme en una mesita contigua al tiempo que le pedía a la secrétaire obsequiarnos con dos tazas de café. Hace un mes vendí a un coleccionista italiano el Traité médico-philosophique sur L’Aliénation mentale, ou la manie de Philippe Pinel editado en 1801. Una bella obra del psiquiatra francés defensor de los derechos de los alineados –dijo. ¿Le recuerda algo este nombre? Su pregunta en tono amable llevaba una doble intención: en primer término se encaminaba a conocer qué tanto sabía yo sobre la historia de la medicina y en segundo lugar con ello iniciar una charla sobre el tema.
Ciertamente monsieur Sieyèz -contesté, Pinel denunció el trato inhumano que recibían los enfermos mentales al ser nombrado director del Asilo de Bicêtre a finales del siglo diez y ocho y les cambió sus cadenas por camisas de fuerza, sólo si ello fuere estrictamente necesario. Bien docteur, me supongo entonces que París, Francia en general, representará para usted un mosaico de culturas y sobresaliente la conductora del hacer médico occidental con una herencia rica en sabiduría. Porque -siguió diciendo- a la vera del río Sena, París se inició en los tiempos incorporando a su propio escudo un navío y en sus aguas navegó su historia. Vea nada más que similitud tan estupenda con esto y un hecho actual de herencia francesa: París incorporó a su escudo un navío como señal de su liga sempiterna al río Sena, como hoy el estetoscopio inventado por René Theóphile Laënec (1781-1826) se incorpora inseparablemente a la indumentaria y el hacer del médico en todo el mundo.
Francia -siguió diciendo-, tiene cuando menos tres maneras de conocérsele: por su rico contenido histórico, por la profusa obra artística que posee y en otra parte por la diversión que ofrece. Todo ello se concentra alrededor de su arteria nutricia, el río Sena. Estas facetas son, sin embargo, inseparables. De hecho no puede desligarse la vista histórica y magnífica de la Place Vendôme, con los últimos momentos de la vida de Chopin.
La historia entonces, no está en los museos sino en las calles mismas de París y para saborearla no hace falta sino recorrer el río Sena, tajo de agua que le vivifica y punto de referencia obligado para orientarse; de oriente a poniente desde el populoso barrio de Bercy atiborrado de bodegas en las que pululan centenas de mercaderes hasta el Palacio Chaillot por fijar estos puntos extremos arbitrarios. En el medio de este tramo, aproximadamente, se encuentra la Cité coronada por Notre-Dame y el antiguo hospital llamado Hotel Dieu a un costado.
El recorrido pone a la vista un trazo intrincado. Galimatías urbano surgido de la necesidad cotidiana en que se construyó París dejándonos ver, sin embargo, sus variadas fachadas salpicadas de preciosismo lítico y con una herrería singular finamente entretejida. El ordenamiento urbano -cabe aclarar- inició con los esfuerzos del Barón Haussmann, Prefecto del Sena en el año de 1852 y cuya obra capital está en la misma Place de L’Etoile con el Arco del Triunfo a su centro, magnífica plaza conformando una estrella en la que confluyen doce importantes avenidas del París moderno. Cada construcción tiene el sabor propio de su época y de su dueño sin que falten los chispazos de flores asomados a sus balcones.
Durante la caminata por París se percibe el bullicio urbano que da vida a la ciudad por la que caminaban Balzac, Dumas y Víctor Hugo, Diderot, Moliere y La Fontaine, y pintaba la melancolía de las femmes de Montmartre el atormentado Toulouse-Lautrec; por las calles donde rodaron las cabezas de Luis XIV y María Antonieta durante la Revolución Francesa y se proclamaron Los Derechos del Hombre y del Ciudadano. La Francia de Juana de Arco que encendió el patriotismo francés y les liberó del yugo inglés. La ciudad en la que figuraron el legendario Napoleón Bonaparte y el general Charles de Gaulle en los tiempos modernos.
París es la ciudad de los iconos que transcurren desde la octocentenaria catedral de Notre-Dame en la Île de la Cité erigida (su construcción inició en 1163) sobre templos paganos de la época romana luciendo sus amenazadoras gárgolas y quimeras y que viera coronar a Napoleón Bonaparte en 1804; a la Torre Eiffel cuya estilizada y espigada silueta en filigrana de metal mira engreídamente desde las alturas al París de abajo como la vista que nos ofrece al noroeste del Palacio Chaillot al otro lado del Sena, o a la moderna estructura piramidal (la pyramide) de cristal que se yergue al centro del Museo del Louvre contrastando gravemente con su entorno y a la que se le siente ajena; el Obelisco de Luxor de 3 200 años de antigüedad que corona un extremo de los Campos Elíseos en la Place de la Concorde y el Arco del Triunfo que recuerda las batallas napoleónicas de Austerlitz y Aboukir en el otro. Todo ello lleno de un extraordinario simbolismo que trasciende los tiempos y que se ilumina por la noche (hasta las 12 p.m. exactamente) obligándonos a mirar hacia el pasado y, como con un apenas perceptible susurro diciéndonos orgullosamente: esto fuimos, somos y seremos. París es la heredara multicultural cuya historia se nutrió de culturas de dólmenes y menhires, celtas, germanos, etruscos, cartagineses, galos, romanos, etc. Para ello basta un botón: la basílica consagrada al Sagrado Corazón (el Sacre-Coeur) aunque de construcción reciente (se terminó en 1914) nos muestra una fachada tanto de estilo romano como bizantino.
París recuerda a Edith Piaf y su voz inconfundible ligada a la bohemia citadina acompañada de vinos Cabernet Sauvignon, Merlot y Petit Verdot. El tradicional Moulin Rouge enclavado en la colina artística de Montmartre que en el medio del bullicio, la desinhibición del alcohol, el tabaco y el olor a trabajadores cansados, encierro, lujuria y desenfreno nos legaron el Can-Can, y el gusto en la Rue Bonaparte por saborear unos escargots a la Bourguignonne, o un tradicional omelette según el bolsillo de cada comensal.
París tiene vida propia. París palpita a ritmo de vértigo y, como sus límites son estrechos, da vida al interior de la tierra vehiculizándola con el Metro, la red arterial del inframundo. París...
Entendiendo que mousieur Sieyèz, un verdadero mercader de sueños no terminaría nunca de hablarme de París, le di las gracias por su charla tocándole su hombro derecho y salí sin haber comprado nada a conocer París por mí mismo. A pie por supuesto y siguiendo al río Sena, a la búsqueda de sus iconos, templos, palacios, museos y a los parisinos que siempre tendrán algo que decirnos y mostrarnos de su impresionante ciudad-historia-arte.
Oh, Seine Rivière! aux muses Ils ont dansé dans vos ponts, eaux tumultueuses sereins; Vous renient mon âme, laissant son gonflées de grandeur... Sous eux, et une assise à votre banque; J'ai laisser voler, quelle plaie mouette, Mon fantasme impatient et agité...