lunes, 4 de agosto de 2014

Bagdad.

EL REGALO DE DIOS EN UN INFIERNO.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
La capital de la República de Irak (al-Jumhuriyah wal-‘Irakiyah), Bagdad, hoy con más de 6 millones de habitantes, trae de inmediato el recuerdo de las Peris y Ali Baba y los Cuarenta Ladrones asociados al califa Harun Al Raschid (ca. 766 - 809), el quinto y más famoso califa de la dinastía abasí de Bagdad, de Aladino y la lámpara maravillosa, y a la famosa obra literaria «Las mil y una noches», cuentos diarios que Scheherazada inventaba para distraer a su esposo, el rey Schahriar. Precisamente en los tiempos de Harun Al Raschid, Bagdad constituía la capital de un imperio enorme que abarcaba no sólo Mesopotamia -entre ríos- y Arabia, sino también Persia, Egipto, Siria, Norte de África y todos los países caucásicos.
Bagdad se ubica según la tradición en el Jardín del Edén o Paraíso Terrenal, físicamente entre la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, en las llanuras fértiles que dieron origen a las primeras civilizaciones. Estos ríos, originados en las montañas de Asia Menor, se unen en el Shatt el-Arab, cerca del golfo Pérsico. Su nombre deriva de Bag "dios" + dād "donado", que se traduce como "donado por Dios" o "regalo de Dios".
En la Baja Mesopotamia hace más de 6000 años se desarrolló la cultura de los sumerios y acadios. La ciudad de Ur se construyó en aquél entonces y fue la cuna del profeta Abraham. La fusión de sumerios y acadios 4000 años antes de Jesucristo floreció en Babilonia y dejó un legado a la humanidad rico en conocimientos sobre astronomía, artes, matemáticas, literatura y derecho entre otras. Bagdad fue erigida cerca de las ruinas de Babilonia en 637-40 por los califas coreichitas y en 756 el califa abbasida El Mansur, de 762 a 766, la eligió como residencia dándole el nombre de "Madinah al-Salam", o "Ciudad de la Paz", o ciudad de salvación. En el año 800 la ciudad, que entonces se encontraba en la orilla occidental del Tigris, fue ensanchada precisamente por el califa Harun Al Raschid y, entre 1116 y 1246 Al Munstasir fundó una academia de medicina, química y farmacia que alcanzó una gran celebridad. Sorprenden las siguientes cifras para la Bagdad que, entre los siglos X y XI había alcanzado su probablemente máximo esplendor: 12,000 molinos, 12,000 paradores, 100,000 mezquitas y capillas, numerosas escuelas coránicas, 80,000 bazares y ¡2 000,000 millones de habitantes!
Bagdad, en la historia de la humanidad, guarda un lugar eminentemente privilegiado. Cuna de la civilización sujeta a conflictos que parecen interminables ya por su situación estratégica como cruce de las antiguas rutas de caravanas, presa codiciada de todos los conquistadores y fundadores de imperios de aquella lejana región. Hoy aún se debate, con todo su bagaje histórico milenario a cuestas, por sobrevivir sobre su enorme mar de petróleo.
El mogol Hugalu sometió a Bagdad en el 1258 junto con todo el califato, y en 1401 cayó de nuevo en manos del gran conquistador Tamerlán. El visir Solimán Ibrahim Bajá la conquistó en 1534, pero los persas la reconquistaron en 1623 y, en 1638, los turcos impusieron su soberanía integrando el imperio de los vilayatos de Mosul, Bagdad y Basora. En 1927, Gran Bretaña reconoció su independencia, e Irak fue admitida en la Sociedad de las Naciones, luego en 1945 se afilió a la Liga Árabe e intervino en la invasión de Palestina en 1946. Bagdad vive atado a su pasado. Su religión está constituida por musulmanes en un 97% y el Corán rige estrictamente la vida de sus habitantes. Un escritor en 1945 refería que en los bazares y lugares de diversión de la ciudad, se tocaba una música de una clase muy peculiar al Oriente, de un tono monótono y repetitivo, principalmente de un carácter lánguido y quejumbroso. Hace varios años -seguía diciendo- un conjunto de árabes pertenecientes a unas tribus del desierto fueron llevados a Leningrado, Rusia, donde asistieron a una función de la Ópera. Cuando cayó el telón estuvieron de acuerdo en que la parte más hermosa de la función había sido la afinación de los violines. Este último párrafo, viene a cuento no de forma gratuita. Demuestra la diferencia interpretativa que diferentes culturas poseen y viene al caso mostrar ahora un desacuerdo, también con ésta tónica sobre el concepto de Derechos Humanos en el Islam.
“En casi toda la literatura árabe contemporánea sobre el tema [Derechos Humanos], encontramos una lista de los derechos básicos establecidos en las convenciones y declaraciones modernas, y acto seguido un intento serio por trazarlos hasta los textos coránicos”. Es decir, la realidad “moderna”, actual, requiere necesariamente en el pensamiento árabe islámico remitirse al Corán para validarse. Jack Donnelly en 1994 refiere que muchos autores afirman incluso que las doctrinas contemporáneas de los derechos humanos se limitan a emular ideas islámicas de hace 1400 años y Khalid M. Ishaque alega que “los musulmanes tienen prescrito buscar siempre los medios para garantizarse mutuamente lo que en la fraseología moderna llamamos ‘derechos humanos’ aunque, admite luego, el término ‘derechos humanos’ no puede traducirse al lenguaje de las obras sagradas del Islam, pero sostiene que yacen el la médula de esta doctrina. Es más, hace un listado de catorce ‘derechos humanos’ que el Islam reconoce y establece, sin embargo, estos supuestos ‘derechos humanos’ resultaron ser únicamente deberes de los gobernantes y de los individuos, no derechos detentados por todos.
“Los preceptos sociales y políticos del Islam reflejan, en efecto, una fuerte preocupación por el bien y la dignidad del ser humano. Tal preocupación es de por sí importante e incluso es un prerrequisito para las nociones sobre los derechos humanos. Pero no equivale -termina diciendo Donnelly- de ningún modo a un interés o a un reconocimiento de estos derechos”. Interpretativamente hoy, el tema de los Derechos Humanos en Bagdad o en el mundo islámico como se prefiera, es con relación al Corán, lo que la Ópera en Leningrado fue a los músicos tribales arriba descritos.
Abbas Qalandar y Nahrain Yusuf médicos al servicio del Consejo de Salud de Bagdad fueron detenidos por negarse a realizar amputaciones de miembros y orejas o de practicar marcas en la frente a detenidos hace algún tiempo (Informe de 1995 de Amnistía Internacional). Este trato degradante e inhumano fue producto de los decretos promulgados por el Consejo del Mando de la Revolución, el órgano ejecutivo de mayor autoridad de Irak. Estos decretos incluyen la amputación de la mano derecha a la primera vez que se comete un delito y del pie izquierdo la segunda, o el cercenamiento de ambas orejas. A las personas condenadas en virtud de estas leyes se las marca también en la frente con una señal distintiva. Tras la «Guerra del Golfo» originada el 16 de enero de 1991 contra Saddam Hussein por su invasión al vecino Estado de Kuwait (Dawlat al-Kuwayt), Irak y su capital Bagdad, han sufrido el inenarrable sufrimiento de la guerra lidereada por los Estados Unidos de América y el tema de las violaciones a los derechos humanos sigue atrozmente vigente.
La Prisión de Abu Ghraib, ubicada en la región de este mismo nombre en Irak, construida en la década de los 80 y que fuera utilizada por Saddam Husein durante su régimen para retener y torturar a prisioneros políticos, pasó a ser controlada por los Estados Unidos y en ella se escenificaron iguales o peores violaciones a los derechos humanos de los allí retenidos.
Bagdad, asiento del Paraíso Terrenal o Edén ha quedado en el pasado. La cuna de la civilización en la que otrora el califa gozara de la mayor magnificencia que el mundo hubiera podido ver, con más de ocho mil criados en su palacio, ostentando una enorme variedad de adornos de oro y plata, y en cuya Sala de Audiencias se levantaba el famoso árbol dorado sobre el cual, según la tradición, había pájaros de oro y plata con incrustaciones de piedras preciosas que revoloteaban con alas mecánicas y cantaban deliciosamente, ha quedado borrada.
Bagdad vive aún hoy férreamente anclada a su pasado, unida por los dátiles y el Corán entre los ríos Tigris y Éufrates, en medio de una lucha fratricida entre sunitas y chiítas, y bajo la mirada imperialista occidental ávida del control de su riqueza petrolera. La terrible paradoja es que estas fértiles tierras a la vez puedan ser la cuna y la mortaja de nuestra civilización.