viernes, 3 de enero de 2020

Vericuetos de la percepción.



LAS RUINAS DE ASCLEPEION DE EPIDAURO.

Dr. Xavier A. López y de la Peña


En las ruinas de determinada cultura se perciben los esfuerzos, ideales, costumbres, progresos y desarrollo del ser humano expresados en toda su grandeza.
Sólo basta con descifrar el código en el que fue inscrito para asombro de sabernos sus sucesores.
De hecho, como decía W. Shakespeare, “el pasado es un prólogo” que hay que apreciar, interpretar y saber leer, y no pensar y sentir como lo refiere el rapero español Lírico con su frase: “Hay monumentos que para mí solo son ruinas”.

             Las frases anteriores se engloban claramente en las palabras que nos dejara F. Nietzche “no hay hechos sino interpretaciones”;[i] esto es, son nuestras necesidades las que interpretan y nos dan idea del mundo: nuestros impulsos con sus pros y sus contras. Cada impulso es una especie de ansia de dominio (poder), en la que cada uno tiene su percepción, que quisiera imponer como norma a todos los demás impulsos.
             Cada particular percepción va indiscutiblemente ligada con la cultura. Al viajar te percatarás de lo variable que puede ser la percepción en diferentes ámbitos políticos, económicos, sociales o geográficos. Así por ejemplo, ante las ruinas de una pretérita cultura, algunas personas lo percibirán como algo grandioso y placentero, en tanto que en otros se manifestará hastío, cansancio, o simple indiferencia ante un cúmulo de vetustas piedras amontonadas.
             En torno a estas ideas, diremos algunas palabras y reflexiones sobre las ruinas del Asclepeion de Epidauro, tradicionalmente considerado el lugar de nacimiento del dios griego de la medicina o la curación, Asclepio o Esculapio, como le nombraron los romanos, ubicado a unos 10 km al oeste de la ciudad de Epidauro, en la Argólida (Peloponeso).

             El lingüista belga, Henri Grégoire (1881-1964), especialista en estudios sobre el Imperio bizantino, investigando sobre el origen del nombre de Asclepio, refiere que su origen probablemente derive de las palabras griegas spalax, aspalax o skalops, todas ellas haciendo referencia al topo (animal subterráneo de la familia de mamíferos placentarios del orden Eulipotyphla), que cava madrigueras redondas, llamadas toperas y que cuentan con varias comunicaciones.
             Quizás por ello en el Santuario dedicado a Asclepio ubicado en Epidauro, emplazado en un pequeño valle griego llamado Herión (es decir, sagrado), cerca de la ciudad Koroni (derivado de Coronis o Corónide, llamada así en honor a la madre de Asclepio) rodeado por montañas en el Peloponeso y cuyo sitio comprende un santuario sagrado con diversos edificios públicos y dedicado al dios griego de la medicina Asclepio o Esculapio para los romanos, se encuentra una sobresaliente estructura circular llamada tholos[ii], simulando o recreando prácticamente algo similar a una topera.
             El culto a Asclepio o Esculapio, emanado del rendido antiguamente a su padre Apolo Maleatas, cobró forma como muy tarde en el siglo VI a.C. y llegó ser el culto oficial de la ciudad-estado de Epidauro. Algún autor ha señalado que podría caerse en la tentación de afirmar que Asclepio no fuera más que “un epíteto o epíclesis de Apolo” (Apolo “con el topo” o con la “topera”).[iii]
             Así, los principales monumentos del sitio, construidos en el siglo IV a.C., son el ya mencionado tholos, el templo de Esculapio y el teatro, que están considerados una de las más puras obras maestras de la arquitectura griega. Con sus hospitales y templos consagrados a otros dioses curadores, el conjunto del sitio aporta un testimonio excepcional sobre los cultos terapéuticos de la Antigüedad grecorromana.
             Describió el militar y príncipe espartano, Pausanias, que en el recinto del tholos había unas estelas escritas en lengua doria con los nombres de los que allí habían sido curados por Esculapio. Además, en las excavaciones posteriores se han hallado muchas inscripciones en dialecto argivo, que pertenece al grupo dorio, propio de Epidauro, que confirman estos hechos.
             Es por ello que el tholos con su singular estructura circular y sus múltiples e interconectadas galerías similares a las de las toperas, fuera considerado como un lugar sagrado y de culto en el que actuaba y se veneraba a Esculapio, y donde se creía que él mismo había sido enterrado.
             La ideología fantástica de aquellos tiempos le daba al topo cualidades curativas superiores, tanto que los magos consideraban que aquel que comiera el corazón de este animal aun palpitante, tendría el don de la adivinación y se elaboraban diversos y variados remedios curativos con múltiples partes del cuerpo de este pequeño, pero toti potencial mamífero: hígado, sangre, huesos, dientes y más.
             Tanto en el folklore alemán y francés, la topera es el lugar ideal para sepultar las enfermedades y en la Antigüedad clásica fue catalogado como el animal mágico y terapéutico por excelencia. Plinio refería que el topo era considerado el animal preferido por los magos y su corazón era mántrico (adivinatorio). Además, la tierra de la topera mezclada con vino, era útil contra las picaduras de víbora, etc.

             Tiempo después con la mezcla de magia, hechicería y superstición, ya en la era cristiana el topo fue entonces considerado como un animal maldecido por los dioses[iv], como un símbolo herético y figura del diablo[v] condenado a vivir bajo la tierra privado de toda luz.
             De hecho, en La Biblia de las Américas (LBLA), se lee en el Levítico 11, lo siguiente:

“Y de entre los animales que se arrastran sobre la tierra, estos serán inmundos para vosotros: el topo, el ratón y el lagarto según sus especies; el erizo, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija de arena y el camaleón. Estos serán inmundos para vosotros de entre todos los animales que se arrastran; todo el que los toque cuando estén muertos quedará inmundo hasta el atardecer. También quedará inmunda cualquier cosa sobre la cual caiga muerto uno de ellos, incluso cualquier artículo de madera, ropa, piel, saco, o cualquier utensilio de trabajo; será puesto en el agua y quedará inmundo hasta el atardecer; entonces quedará limpio”.[vi]

             Volviendo al tema, el culto a Esculapio se extendió rápidamente por toda Grecia, Asia Menor y el imperio grecorromano a finales del siglo VI a.C. y en sus templos se enseñaba y practicaba tanto la medicina empírica como la mágico-religiosa.
             A los templos acudían, de todos los rincones, el fervoroso pueblo en busca de la salud trastocada. Dentro del templo surgía imponente, ante la atónita mirada de los dolientes, la preciosa escultura de Esculapio sentada en un sillón, hecha el oro y marfil por el escultor Trasimedes.
             En el Tholos de Epidauro pues, se representan constructivamente sintetizados todos los usos del animal (topo) y de su vivienda; su centro, equivalente a la cámara de una topera, sería la residencia del dios. También contaba con unas pinturas referidas por el pintor griego Pausias, representando al dios del amor Eros colocando su arco y flecha para recoger su lira. De igual manera había una pintura que retrataba la figura alegórica de la embriaguez como una mujer (Mete), bebiendo vino de una copa de cristal con la cara visible a través de la copa, probablemente sugiriendo con ello evitar los peligros de una vida disipada. Así mismo en esta construcción fluía de manera regular agua transparente proveniente de un manantial con propiedades aparentemente curativas.
             Cerca del Tholos se alzaba el Abaton, unos pabellones a los que eran trasladados los enfermos provenientes del templo. Una vez purificados, se introducían en esta sala para pasar momentos de vigilia esperando febrilmente que llegara la curación deseada. En Delfos se denominaba así a una sala situada al fondo del templo, donde sólo estaba permitido el acceso a la Pitonisa y los sacerdotes.[vii]

          Las ruinas de Asclepion de Epidauro son vivas voces pétreas del grandioso pasado griego del que somos herederos, o quizá sólo piedras consideradas por la estulticia de otro.


[i] . Friedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos. Vol. IV. Tecnos. Madrid, 2008. Traducción Juan Luis Vermal – Joan. B. Llinares.
[ii] . Glosario ilustrado de arte arquitectónico. Consultado en internet: https://www.glosarioarquitectonico.com/
[iii] . José Carlos Bermejo Barrera. Mitología y mitos de la Hispania prerromana II. Akal Ed., Madrid, España 2005, p. 68.
[iv] . Theo Löbsack. Medicina mágica. Métodos y méritos de los curanderos milagrosos. Fondo de Cultura Económica. México 1986, p. 131.
[v] . María Dolores Carmen Morales Muñiz. Los animales en el mundo medieval cristiano-occidental: Actitud y mentalidad. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.a Medieval, t. 11, 1998, págs. 307-329.
[vi] . Biblia de las Américas. Consultado en internet en: https://www.bibliatodo.com/la-biblia/version/Biblia-de-las-americas
[vii] . Abaton. ArteHistoria. https://www.artehistoria.com/es/termino/abaton