LAS RUINAS DE
ASCLEPEION DE EPIDAURO.
Dr. Xavier A.
López y de la Peña
En
las ruinas de determinada cultura se perciben los esfuerzos, ideales,
costumbres, progresos y desarrollo del ser humano expresados en toda su
grandeza.
Sólo
basta con descifrar el código en el que fue inscrito para asombro de sabernos
sus sucesores.
De
hecho, como decía W. Shakespeare, “el pasado es un prólogo” que hay que
apreciar, interpretar y saber leer, y no pensar y sentir como lo refiere el
rapero español Lírico con su frase: “Hay monumentos que para mí solo son ruinas”.
Las frases anteriores se engloban
claramente en las palabras que nos dejara F. Nietzche “no hay hechos sino
interpretaciones”;[i]
esto es, son nuestras necesidades las que interpretan y nos dan idea del mundo:
nuestros impulsos con sus pros y sus contras. Cada impulso es una especie de
ansia de dominio (poder), en la que cada uno tiene su percepción, que quisiera
imponer como norma a todos los demás impulsos.
Cada particular percepción va
indiscutiblemente ligada con la cultura. Al viajar te percatarás de lo variable
que puede ser la percepción en diferentes ámbitos políticos, económicos, sociales
o geográficos. Así por ejemplo, ante las ruinas de una pretérita cultura,
algunas personas lo percibirán como algo grandioso y placentero, en tanto que en
otros se manifestará hastío, cansancio, o simple indiferencia ante un cúmulo de
vetustas piedras amontonadas.
En torno a estas ideas, diremos
algunas palabras y reflexiones sobre las ruinas del Asclepeion de Epidauro, tradicionalmente considerado el lugar de
nacimiento del dios griego de la medicina o la curación, Asclepio o Esculapio,
como le nombraron los romanos, ubicado a unos 10 km al oeste de la ciudad de
Epidauro, en la Argólida (Peloponeso).
El lingüista belga, Henri Grégoire
(1881-1964), especialista en estudios sobre el Imperio bizantino, investigando
sobre el origen del nombre de Asclepio, refiere que su origen probablemente
derive de las palabras griegas spalax,
aspalax o skalops, todas ellas haciendo referencia al topo (animal subterráneo de la familia de mamíferos placentarios
del orden Eulipotyphla), que cava madrigueras redondas, llamadas toperas y que
cuentan con varias comunicaciones.
Quizás por ello en el Santuario dedicado
a Asclepio ubicado en Epidauro, emplazado en un pequeño valle griego llamado
Herión (es decir, sagrado), cerca de la ciudad Koroni (derivado de Coronis o
Corónide, llamada así en honor a la madre de Asclepio) rodeado por montañas en
el Peloponeso y cuyo sitio comprende un santuario sagrado con diversos
edificios públicos y dedicado al dios griego de la medicina Asclepio o
Esculapio para los romanos, se encuentra una sobresaliente estructura circular
llamada tholos[ii], simulando o recreando prácticamente algo similar a una topera.
El culto a Asclepio o Esculapio,
emanado del rendido antiguamente a su padre Apolo Maleatas, cobró forma como
muy tarde en el siglo VI a.C. y llegó ser el culto oficial de la ciudad-estado
de Epidauro. Algún autor ha señalado que podría caerse en la tentación de
afirmar que Asclepio no fuera más que “un epíteto o epíclesis de Apolo” (Apolo
“con el topo” o con la “topera”).[iii]
Así, los principales monumentos del
sitio, construidos en el siglo IV a.C., son el ya mencionado tholos, el templo de Esculapio y el
teatro, que están considerados una de las más puras obras maestras de la
arquitectura griega. Con sus hospitales y templos consagrados a otros dioses
curadores, el conjunto del sitio aporta un testimonio excepcional sobre los
cultos terapéuticos de la Antigüedad grecorromana.
Describió el militar y príncipe
espartano, Pausanias, que en el recinto del tholos
había unas estelas escritas en lengua doria con los nombres de los que allí habían
sido curados por Esculapio. Además, en las excavaciones posteriores se han
hallado muchas inscripciones en dialecto argivo, que pertenece al grupo dorio,
propio de Epidauro, que confirman estos hechos.
Es por ello que el tholos con su singular estructura
circular y sus múltiples e interconectadas galerías similares a las de las
toperas, fuera considerado como un lugar sagrado y de culto en el que actuaba y
se veneraba a Esculapio, y donde se creía que él mismo había sido enterrado.
La ideología fantástica de aquellos
tiempos le daba al topo cualidades curativas superiores, tanto que los magos
consideraban que aquel que comiera el corazón de este animal aun palpitante,
tendría el don de la adivinación y se elaboraban diversos y variados remedios
curativos con múltiples partes del cuerpo de este pequeño, pero toti potencial
mamífero: hígado, sangre, huesos, dientes y más.
Tanto en el folklore alemán y
francés, la topera es el lugar ideal para sepultar las enfermedades y en la
Antigüedad clásica fue catalogado como el animal mágico y terapéutico por
excelencia. Plinio refería que el topo era considerado el animal preferido por
los magos y su corazón era mántrico
(adivinatorio). Además, la tierra de
la topera mezclada con vino, era útil contra las picaduras de víbora, etc.
Tiempo después con la mezcla de magia,
hechicería y superstición, ya en la era cristiana el topo fue entonces considerado
como un animal maldecido por los dioses[iv], como un símbolo herético
y figura del diablo[v]
condenado a vivir bajo la tierra privado de toda luz.
De hecho, en La Biblia de las
Américas (LBLA), se lee en el Levítico 11, lo siguiente:
“Y de entre
los animales que se arrastran sobre la tierra, estos serán inmundos para
vosotros: el topo, el ratón y el
lagarto según sus especies; el erizo, el cocodrilo, el lagarto, la lagartija de
arena y el camaleón. Estos serán inmundos para vosotros de entre todos los
animales que se arrastran; todo el que los toque cuando estén muertos quedará
inmundo hasta el atardecer. También quedará inmunda cualquier cosa sobre la
cual caiga muerto uno de ellos, incluso cualquier artículo de madera, ropa,
piel, saco, o cualquier utensilio de trabajo; será puesto en el agua y quedará
inmundo hasta el atardecer; entonces quedará limpio”.[vi]
Volviendo al tema, el culto a
Esculapio se extendió rápidamente por toda Grecia, Asia Menor y el imperio
grecorromano a finales del siglo VI a.C. y en sus templos se enseñaba y practicaba
tanto la medicina empírica como la mágico-religiosa.
A los templos acudían, de todos los
rincones, el fervoroso pueblo en busca de la salud trastocada. Dentro del
templo surgía imponente, ante la atónita mirada de los dolientes, la preciosa
escultura de Esculapio sentada en un sillón, hecha el oro y marfil por el
escultor Trasimedes.
En el Tholos de Epidauro pues, se representan constructivamente sintetizados
todos los usos del animal (topo) y de su vivienda; su centro, equivalente a la
cámara de una topera, sería la residencia del dios. También contaba con unas
pinturas referidas por el pintor griego Pausias, representando al dios del amor
Eros colocando su arco y flecha para recoger su lira. De igual manera había una
pintura que retrataba la figura alegórica de la embriaguez como una mujer
(Mete), bebiendo vino de una copa de cristal con la cara visible a través de la
copa, probablemente sugiriendo con ello evitar los peligros de una vida
disipada. Así mismo en esta construcción fluía de manera regular agua
transparente proveniente de un manantial con propiedades aparentemente
curativas.
Cerca del Tholos se alzaba el Abaton,
unos pabellones a los que eran trasladados los enfermos provenientes del
templo. Una vez purificados, se introducían en esta sala para pasar momentos de
vigilia esperando febrilmente que llegara la curación deseada. En Delfos se
denominaba así a una sala situada al fondo del templo, donde sólo estaba
permitido el acceso a la Pitonisa y los sacerdotes.[vii]
Las ruinas de Asclepion de Epidauro son vivas voces pétreas del
grandioso pasado griego del que somos herederos, o quizá sólo piedras
consideradas por la estulticia de otro.
[i]
. Friedrich Nietzsche. Fragmentos póstumos. Vol.
IV. Tecnos. Madrid, 2008. Traducción Juan Luis Vermal – Joan. B. Llinares.
[ii] .
Glosario ilustrado de arte arquitectónico. Consultado en internet: https://www.glosarioarquitectonico.com/
[iii]
. José Carlos Bermejo Barrera. Mitología y mitos de la Hispania prerromana II.
Akal Ed., Madrid, España 2005, p. 68.
[iv] .
Theo Löbsack.
Medicina mágica. Métodos y méritos de los curanderos milagrosos. Fondo de
Cultura Económica. México 1986, p. 131.
[v] . María Dolores Carmen Morales
Muñiz. Los animales en el mundo medieval cristiano-occidental: Actitud y
mentalidad. Espacio, Tiempo y Forma, Serie III, H.a Medieval, t. 11,
1998, págs. 307-329.
[vi] .
Biblia de las Américas. Consultado en internet en: https://www.bibliatodo.com/la-biblia/version/Biblia-de-las-americas
[vii]
. Abaton. ArteHistoria. https://www.artehistoria.com/es/termino/abaton
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