martes, 22 de noviembre de 2011

Superstición


LA IDEA SUPERSTICIOSA Y
LOS QUIRÓPTEROS*

*© DR. Xavier A. López de la Peña



"Una palabra de adivino, el examen
de una víctima, una voz que se oye,
una ave que pasa, un caldeo o un auríspice
con quien uno se topa, el relámpago que
brilla, el trueno que retumba, hasta el hecho
más insignificante, todo, en fin,
sirve para aterrarnos y no nos es posible
disfrutar de un momento de calma".

Cicerón.


La génesis de la superstición (proveniente del verbo arcaico latino superstitare, que significa "elevarse" o "estar por encima") se pierde en la historia de la humanidad y así también, con justicia, el ser humano por ser supersticioso de siempre, puede ser considerado así mismo como homo superstitio.
Todo supersticioso piensa que ciertas acciones realizadas de forma voluntaria o involuntaria, impactan de manera importante y trascendental su vida, ya se trate de ensalmos, rezos, maldiciones, conjuros, hechizos u otro tipo de rituales.
De entre las supersticiones están consideradas la cartomancia, la adivinación, la geomancia, curanderismo, el feng-shui, la magia, el tarot, la astrología, la quiromancia, el espiritismo y otras.
La superstición tiene nexos históricos indisolubles con el pensamiento evolutivo mágico y religioso. Se matiza de simbolismos variados y está envuelta en una amplísima gama de mitos, leyendas y consejas alrededor de todo el mundo aliándose con la hechicería y la nigromancia.
Con el paso de tiempo la idea supersticiosa se ha popularizado, y a través de las sucesivas transmisiones ha sido falseada y distorsionada en su concepción original. Mauricio Maeterlinck lo describió de singular manera diciendo que "en el fondo de las creencias hay a menudo las más extrañas y absurdas supersticiones y leyendas y también una cierta verdad deformada, desconocida u obscuramente entrevista". Empero, la superstición aún mantiene un enorme poder a pesar del paso de los siglos, porque se ha dicho que es el medio más fácil de "colmar la viudez espiritualista de los ateos, como así mismo de satisfacer, rebajándolas por supuesto, las fervientes creencias de los fieles" (A. Ruffat, 1962).
La idea supersticiosa ha gestado innumerables horrores gracias a su enorme poder, así Frazer ha escrito que por la superstición la humanidad "Ha sacrificado una infinidad de existencias, despilfarrando tesoros inmensos, armado naciones, malquistado amigos..; ha llenado las cárceles y manicomios de víctimas inocentes o engañadas, ha destrozado gran número de corazones, llenado de amargura a vidas enteras.."
Sin embargo, entre la leyenda, el mito, la magia y la superstición subyacen los cimientos del conocimiento de la humanidad, de tal suerte que la astrología sentó las bases de la astronomía y las matemáticas actuales, así como la alquimia los fundamentos de la química y la metalurgia.
Aún hoy se "consultan" los astros y los horóscopos para decidir el camino en la vida de muchas personas, se emplean talismanes para atraer la fortuna o rechazar el maleficio, o se acude a ritos y ceremonias propiciatorias para hacer o deshacer el hechizo que, intencionada o inintencionadamente nos aleja del sujeto amoroso.
Conservamos en nosotros al hombre "primitivo" señalado por Lévy-Bruhl, creador de mitos y supersticiones, ante la certidumbre de nuestra ignorancia hacia el entorno.
La idea supersticiosa reúne y oscila como un péndulo tanto entre lo positivo como lo negativo, lo bueno y lo malo, lo cierto y lo falso, lo justo y lo injusto, acorde a la expectativa individual y grupal en una sociedad y tiempo determinados y orientada hacia el logro y mantenimiento del poder de unos sobre otros.
El difundido concepto del término de la humanidad previsto para el año 1 000, gestó un sentimiento terrorífico entre la sociedad como respuesta a una interpretación hecha del Apocalipsis Bíblico, seguidas de la creación de la idea del "diablo" que, a partir del siglo XIII se convirtió y fue una pesadilla colectiva. Los primeros padres razonaban, interpretaban y deducían sobre el Apocalipsis alertando contra la Bestia "un gran dragón bermejo que tiene siete cabezas y diez cuernos, y sobre estas siete cabezas, siete diademas...". El diablo, ubique daemon, ¡está por doquier! Es el diablo que hace soñar a las mujeres estos desvaríos; por el prestigio diabólico ellas se imaginan volar por los aires, acompañando a la diosa. El decreto de Graciano, al tiempo que condenaba a los magos y los sortilegios; conservaba el mismo recelo frente a la creencia en la cabalgada nocturna. Con el Siglo XII el papel de la demonología comienza a ganar terreno: cuando Cesáreo de Heisterbach escribe en 1225 su Dialogus miracolorum, obra que está dominada por la creencia en los demonios.
El diablo aparece por todas partes, tomando la figura de mujer, de un hombre negro, buey o perro. Los judíos y los musulmanes propagaron la astrología y la alquimia, junto con las supersticiones y su demonología por la Europa cristiana y así, el sabio Guillermo de Auvernia, obispo de París de 1228 a 1249, admitía que los demonios podían producir tempestades, naufragios, incendios: es al diablo a quien los magos se dirigen para hacer sus maleficios.
El diablo también era capaz de poseer a la gente, y en el siglo XI se creía que "esos espíritus infernales", en número de seis mil seiscientos sesenta y seis (6666) -de aquí proviene la marca del maligno 666- podían introducirse en el cuerpo y provocar el descontrol más terrible.
El clero y los cristianos en general durante los tres primeros siglos de nuestra era recurrían desde entonces al exorcismo como lo decía Tertuliano a los gentiles: "Sin los cristianos ¿quién rescataría vuestras almas y cuerpos a esos enemigos solapados que lo devastan todo? Hablo de los demonios que os acosan.."
Los hechiceros pactaban con el diablo y en el siglo XV en Francia se calculaba que había unos trescientos mil. El Tribunal de la Inquisición gestado desde el concilio de Verona de 1183 los incluyó en la nómina de los herejes.
La imaginería ha dado a Satanás morfología diversa, no escapando la figura humana, pero -curiosamente- sin nalgas como se dice: dorsa tamen non habemus -¡pero no tenemos nalgas!-.
La superstición también ha llevado a dotar al maligno con figura humana-animal y escogió como símbolo occidental que persiste hasta nuestros días, acaso como forma más expresiva y permanente de todos, el de poseer alas de murciélago.
El murciélago, lamentablemente la figura escogida, que habita en las cavernas y cuevas, se convertía por ello mismo en el "medio" de contacto entre el mundo y el inframundo. Fue considerado, por definición asociativa, el opositor de la luz -verdad y realidad- y amante de las tinieblas -mentira, engaño- y por tanto estigmatizado.
Ya desde el siglo X en Asia, los artistas representaban a los demonios como humanos dotados de alas de murciélago como puede verse en una pintura de Tcheu Ki-tch'ang y Liu T'ing-Kuei -entre 1163 y 1180- conservado en el Museo de Boston, que le muestra con un cuerpo sombrío y nudoso, con rostro de fealdad bestial, cuernos pequeños y alas nocturnas inmensas de murciélago y, a partir del año 1250 aproximadamente, el diablo es ya, la representación generalizada de un hombre-quiróptero cuyas alas membranosas reemplazaron a las plumas.
El arquetipo del demonio-vampiro conformado, se enseñoreó a partir del siglo XIII en el Antiguo Continente y fue llevado y traído por las hordas mongolas de Gengis Khan y por los incansables viajeros europeos por Asia: los Polo, Ruisbroeck y Montecorvino. Posteriormente el Cristianismo le llevó a América.
Necesaria, sin duda, -dice el investigador A. Ruffat, 1962- durante milenios todavía, la superstición -que en tanto como sentimiento ha creado los prejuicios- hará sentir su yugo de intolerancia sobre los pueblos que no se hallan maduros para la libertad. Nadie puede librar a la humanidad de la superstición en el sentido antedicho, pero cada cual puede emprender pacientemente, en el fondo de sí mismo, una conquista que algunos juzgan ilusoria. Del creyente al ateo, del espiritualista al materialista, no existe otro modo de liberarse que por medio de una elevación laboriosa del hombre respecto de sí mismo.
Aun en el caso de que, en este combate contra un error que forma parte de nosotros mismos, no llegáramos hasta la luz, aun si no nos fuera dable extirpar la superstición de nuestros corazones medrosos, el mayor mérito de una existencia humana ¿no radicaría al menos en la frase famosa del príncipe de Ligne "haber acometido una empresa sin -ni siquiera- esperar salir airoso de ella"?
Los quirópteros no son, no han sido ni serán, ni malignos ni demoníacos. Sólo la superstición les dio una impronta negativa que debe ya ser superada.
El servicio que nos ofrecen los quirópteros actualmente está demostrado por numerosos estudios científicos en el mantenimiento y regeneración de bosques, en la dispersión de semillas, o su actuación como polinizadores o como agentes biológicos de control de plagas.