* © DR Xavier A. López y de la Peña
Desde su descubrimiento y nominación, las vitaminas ("aminas de la vida" -ahora se sabe que no todas son "aminas"-) han jugado un papel muy importante en la vida del hombre y, aunque con el tiempo han perdido algo del encanto que representaba a sus comienzos como el mismo nombre les confería, siguen siendo materia de investigación y desarrollo.
La importancia de las vitaminas se reconoce desde tiempos remotos, por supuesto de manera indirecta, así tenemos descripciones de que los egipcios en el 1500 A.C. en el llamado papiro de Ebers, sabían que comer hígado era útil para corregir la ceguera nocturna, alteración que se conoce hoy como nictalopía, demostrando su gran capacidad de observación y que, efectivamente se debe a que un compuesto de la vitamina A en la retina (el retinaldehido) contribuye a facilitar la visión en la obscuridad.
Se le llamó vitamina A por puro convencionalismo porque durante su proceso de investigación se designó a la substancia -en este caso la vitamina A- al encontrar que era soluble en grasa (soluble A) en contraposición con otras substancias -también vitaminas- que eran solubles en agua (solubles B) y que hoy se conocen como vitaminas A y B respectivamente.
Desde entonces se identifican y diferencian las vitaminas por ser unas solubles en grasas: A, D, E y K y las que son solubles en agua como la B y la C.
La magia de las vitaminas no termina aún y la vitamina A no deja de sorprendernos. Esta vitamina contiene en su molécula base el llamado retinol, substancia que se encuentra presente en alimentos (hígado, aceites de hígado de pescado, mantequilla, yema de huevo) y tejidos combinado con cadenas largas de grasas y presente como forma activa o como precursora de vitamina A (carotenos), esta última en las partes verdes de las plantas.
Una vez en el tubo digestivo el retinol se absorbe y llega al hígado en donde se almacena o se libera hacia los tejidos que lo requieren.
La vitamina A tiene dos formas activas importantes que son el retinaldehido o elemento del pigmento visual (rodopsina) y el ácido retinoico, una substancia que en el interior de la célula actúa modulando la diferenciación celular.
Lo precursores de la vitamina A o carotenoides como se les conoce ( beta-caroteno y beta-criptoxantina) presentes en las hojas verdes, espinaca, melón, patatas, zanahoria y otros, pueden ser convertidos en vitamina A por la acción de una enzima intestinal y de allí transportadas y almacenada en el hígado por ello esta víscera es tan rica en vitamina A y por consecuencia la observación egipcia acerca de su efecto sobre la ceguera nocturna fue perfectamente acertada.
Las investigaciones realizadas en torno de la vitamina A han mostrado efectos benéficos no únicamente para los trastornos visuales, así por ejemplo en estudios llevados al cabo en Indonesia se demostró la reducción hasta de un 30% en la mortalidad de los niños desnutridos a quienes se les suministró una cantidad suplementaria de esta vitaminaTambién de forma muy interesante, la vitamina A disminuye la morbimortalidad de los pacientes afectados de sarampión.
El papel de esta vitamina en el contexto de la inmunidad aún está por jerarquizarse, empero es clara su relación con enfermedades virales como el sarampión ya referido y el virus del SIDA, también afecta a las respuestas en enfermedades parasitarias. Se tiene la hipótesis de que un metabolito recientemente descubierto, el HRR o 14-hidroxi-retroretinol tiene acciones muy importantes de regulación de los linfocitos y por tanto sus efectos, además de muchas otras funciones como las de estimular la fagocitosis y modular las citoquinas, abre un campo muy promisorio y excitante sobre el conocimiento de su participación en las defensas del organismo.
También han sido señalados sus efectos sobre enfermedades degenerativas, como en el caso concreto de la degeneración macular de la retina.
La deficiencia de vitamina A produce, además de la referida nictalopía o ceguera nocturna, resequedad de la córnea y del ojo entre otras y síntomas generales como retraso en el crecimiento, resequedad de la piel, atrofia de los gérmenes dentales y deficiencias en el esmalte dental, aumenta la susceptibilidad a infecciones por bacterias, virus y parásitos. En tanto que su exceso produce dolor de cabeza, abdominal, nauseas, dolor en huesos y articulaciones.
La vitamina A entonces es una vitamina de efectos en toda la economía y no sin razón se le ha relacionado de manera significativa como preventiva del cáncer puesto que el ácido retinoico es capaz de inhibir la proliferación de ciertas líneas celulares tumorales.
Una persona con una dieta bien balanceada, tiene reservas en su hígado suficientes para un periodo aproximado de 6 meses y ciertos derivados de la vitamina A llamados retinoides se emplean actualmente en el tratamiento del acné y la psoriasis. Los requerimientos normales de esta vitamina diariamente se ubican entre los 800 y 1000 microgramos.
La vitamina A, multifacético protector tisular tiene un añejo pasado, benéfico presente y promisorio futuro.