Sobre Ramón Llull.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
Entró impetuosamente a galope en forma sacrílega a la iglesia de Santa Eulalia, en Palma de Mallorca, a la que momentos antes había llegado la dama que le inspiraba tan irreverentes pasiones. Ella era una mujer de extraordinaria belleza, una devota y ferviente religiosa y, por demás casada. El hombre, un rico caballero de 30 años, arrogante, conquistador y también casado, fue echado con lujo de violencia junto con su caballo a la calle por la exaltada e indignada feligresía al percatarse de tan bochornoso e irrespetuoso acto.
La mujer se sintió extraordinariamente disgustada y ofendida por tamaña deshonra personal y pública que no había alentado y, de forma discreta aunque firme pensó terminar con el acoso sexual del apasionado, temerario y adúltero caballero invitándolo a su cámara. Una vez allí en la exaltación del momento, ella le mostró los senos que tantos poemas habían inspirado al hombre de su lado dejando ver en uno de ellos la deformante y terrible realidad del cáncer que le carcomía. ¡Ved -exclamó- la vileza de este cuerpo que ha merecido vuestra pasión! ¡Cuánto mejor no haríais poniendo vuestro amor en Jesucristo, de quien podrías recibir un premio que es eterno!
El hombre se retiró lleno de vergüenza, arrepentimiento y agitación. Sin embargo, sus pasiones no menguaron mucho y a poco tiempo, mientras escribía poemas amorosos se vio sorprendido en varias ocasiones por visiones de Cristo colgado en la Cruz, impidiéndole proseguir. Por fin recapacitó y, en acto de particular trascendencia se decidió a abandonar el mundo, dejando a su mujer e hija protegidos con una renta vitalicia y enfocando todo su esfuerzo y sus pasiones hasta su muerte, a reconquistar para la cristiandad el mundo islámico y su aberrante averroísmo. Su obsesión por convertir a los musulmanes al cristianismo le llevó a marchar al África del Norte solo, donde -dice la tradición mallorquina- fue apedreado por la enardecida multitud musulmana fiel a sus creencias y recogido moribundo por unos mercaderes falleció en el barco de éstos cuando se encontraban a vistas de Mallorca.
Este hombre que llevó el nombre de Ramón (o Raimundo) Llull, nació en la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca allá por el año de 1232, en el seno de una adinerada familia catalana y es considerado por algunos historiadores como el iniciador de la moderna lógica simbólica y, por su amplia producción sobre poesía amorosa se le reconoce también como el precursor de la literatura catalana.
El ideal de la unificación de la ciencia tan deseado por los empiristas, se vio fuertemente favorecido en las teorías expuestas por Ramón Llull.
Su pasión por los números, luego de dejar a la pasión por las mujeres, se ve reflejada en sus obras iniciales como en el Libro de la contemplación de Dios, obra dividida en 5 partes para honrar las cinco llagas de Cristo; cuarenta subdivisiones en referencia a los cuarenta días que Cristo pasó en penitencia en el desierto; 366 capítulos para leerse uno cada día y el último sólo en los años bisiestos; cada capítulo contiene 10 parágrafos en concordancia con los Diez Mandamientos; cada parágrafo con tres partes en alusión a la Trinidad y que en total hacen treinta secciones por capítulo para representar a las treinta monedas de plata.
Fue un polemizador de grandes dotes y elocuencia, con una vasta cultura para su época y dedicado febrilmente a la escritura de la que se le reconocen cientos de obras y hasta miles según otras apreciaciones, algunas de carácter enciclopédico como su Árbol de ciencia compuesto de 1300 páginas en la que se lamenta tener que haber escrito de forma tan abreviada.
Escribió sobre misticismo, filosofía, astronomía, física, química, medicina, leyes, psicología, mnemónica, táctica militar, gramática, retórica, zoología, arte de caballería, ética política, romances, poesía y muchos tópicos más. Todos ligados directa o indirectamente a los números y las letras en un intrincado y complejísimo simbolismo interpretativo que, a pesar de su esfuerzo, no convencía a algunos sabios como Philotheus Boehner al decir en la introducción a su Lógica Medieval de 1952: Hemos excluido el trabajo de Ramón Llull pues hemos de confesar que no estamos suficientemente familiarizados con su peculiar lógica para poderla tratar mejor de lo que la valoración habitual de los historiadores podría hacernos creer. Tres años después en 1955 Etienne Gilson en su libro Historia de la Filosofía Cristiana en la Edad Media decía: cuando intentamos usar las “tablas lulianas” chocamos con las peores dificultades, y no podemos evitar preguntarnos si el propio Llull fue alguna vez capaz de utilizarlas.
El método luliano hacía referencia a que en cada aspecto del conocimiento hay un pequeño número de principios o elementos básicos y simples que es necesario admitir de forma irrestricta. Luego, al agotar todas las posibles combinaciones que puedan hacerse entre cada elemento básico, se podría explotar todo el conocimiento que nuestras mentes finitas puedan ser capaces de comprender. Para este fin proponía recurrir a la elaboración de diagramas como, para citar sólo un ejemplo, el de trazar un círculo que, intersecte los extremos de una figura octagonal en su interior. Cada punto de intersección que sería nominado con letras A, B, C, D, etc. y representaría a cada elemento básico identificado en el asunto a discernir, luego, siguiendo las líneas que unen los puntos A y B, A y C, A y D, A y E, A y F, etc. y ofreciendo las explicaciones necesarias para “ligar” un concepto con el otro, se tendría así, al completar todas las combinaciones posibles un conocimiento amplio del asunto tanto en los particular como en lo general.
A tal grado de complejificación llegó su arte que le llevó a diseñar un aparato móvil que constaba de 2 círculos concéntricos (hechos con pergamino o metal con llamativas figuras coloreadas profusamente) y, al que llamó nonario por contener 9 principios u objetos de conocimiento. En el círculo exterior se registababan 9 elementos básicos: Dios, cielo, ángel, hombre, imaginación, lo sensible, lo imaginativo, lo elemental, lo negativo. El círculo interior también contenía nueve preguntas a saber: ¿cuál de ambos? ¿qué? ¿de dónde? ¿cómo? ¿cuánto? ¿de qué clase? ¿cuándo? ¿por qué? y ¿para qué?. Haciendo girar el círculo interior con un movimiento y, luego al detenerse al azar, iniciaba toda una explicación que reunía las palabras que quedaran unidas entre ambos círculos.
La fascinación de este hombre por los círculos concéntricos, máquinas de la sabiduría y el conocimiento según su entender, le llevó al extremo de su máxima realización en la conocida como figura universalis con, nada más, catorce círculos concéntricos. Resulta casi inimaginable concebir la enorme variedad de posibilidades y complejidad de los temas que con éste aparato pudieran haberse realizado.
Ramón Llull fue un escritor infatigable que recorría el pensamiento plasmándolo en palabras y artilugios varios para explicar la realidad circundante -muy a su modo, por supuesto- y los caminos en busca de la verdad. Visitó Roma, Jerusalén, Abisinia, Egipto, Palestina, Tartaria, Marruecos, Georgia, Armenia, París, Génova, Túnez y muchos más. Sufrió penalidades extremas, prisión y, con su saber enciclopédico henchido de una verborrea inacabable polemizó con cuantos pudo venciendo con su retórica, entre muchos otros grandes personajes en su vida, a más de una cuarentena de predicadores árabes y en su propio idioma.
Fue también un polígrafo enorme al que se ha llamado el Doctor iluminado que tuvo intuiciones tan grandes como el de haberse anticipado a las teorías de la termodinámica modernas, ser iniciador de la mecánica cibernética aplicada al pensamiento, profetizar la invasión de los tártaros y preceder a Bocaccio en el humanismo.
El caballero insolente, irrespetuoso, adúltero y profanador de templos, se convirtió en un trotamundos místico, en el soldado de la fe que luchó hasta su muerte por convertir a los herejes a la cristiandad cantando al amor y la belleza humana y sobre humana. Hoy reposa en la iglesia de San Francisco de Asís en Palma de Mallorca aún señalando -como la luz de un faro a los buscadores de la cuadratura de la realidad en la tormenta impetuosa del océano de las ideas- desde la obscuridad filosófica medieval con su mensaje de amor cifrado en intrincados artilugios y felicísimos poemas.
Un asteroide descubierto en 1997 por el astrónomo Manuel Blasco, lleva el nombre de (9900) Llull.
Desde el año 2001 es considerado como patrón de los informáticos en España.