"Conozca todas las teorías. Domine todas las técnicas, pero al tocar un alma humana sea apenas otra alma humana".
Carl Gustav Jung (1875-1961)
DR. Xavier A. López y de la Peña
El término naturaleza, en sentido amplio, equivale al mundo natural, mundo material o universo material; en síntesis, la naturaleza es materia.
Luego entonces el ser humano como parte de la naturaleza, es también materia (“somos polvo de estrellas”, como le llamó el astrónomo y divulgador de la ciencia norteamericano, Carl Sagan 1934-1996) pero, a diferencia con otros seres vivos, es una materia capaz de interiorizarse, de tener conciencia (conocimiento reflexivo de las cosas y de la actividad mental que sólo es accesible para el propio sujeto) de sí misma mediante el proceso psíquico personal que le hace percibirse como una parte del todo en la naturaleza, preocupándose por el sentido del mundo y de su propia vida.
Al cuestionarse sobre sí, sobre lo que existe y participa en su Ser, inexorablemente el concepto de naturaleza (la physis) cobra una enorme importancia.
Al ser humano se le ha considerado ser un proceso, un producto de la transformación de la naturaleza y también de ser un elemento capaz de manejarla y experimentar con ella.
Los filósofos griegos pre socráticos (como Empédocles, por ejemplo) fueron los primeros pensadores que trataron de explicar el origen de las diversas formas del mundo natural, incluyendo al ser humano por supuesto, de una manera racional que dejaba a un lado las explicaciones míticas y sobrenaturales, concluyendo que eran producto de algún elemento natural: agua, fuego, tierra o aire.
Poco después los socráticos (Sócrates, Platón, Aristóteles y Protágoras) superaron el saber centrado en la naturaleza y dieron inicio al saber centrado en la persona humana, esto es, dieron inicio al período llamado antropológico. El sistema o método utilizado en su razonamiento también fue diferente, pues viraron de la observación empírica particularmente deductiva, a la inductiva. Esto es, buscaron una explicación de los hechos en la naturaleza descartando la intervención sobrenatural, mítica y caprichosa de las deidades, siguiendo un proceso dicotómico en donde un concepto se explicaba en función de su contrario: blando contra duro, alto contra bajo, caliente contra frío, etc.
Desde otro ángulo, enfocando el conocimiento de la naturaleza nuevamente bajo el proceso dicotómico, el ser humano a través de sus acciones (ya a favor o en contra) sobre la naturaleza, le hacen ir al margen o contra ella; esto es, algo que propiamente puede llamarse artificial (algo que ha sido hecho por el ser humano y no por la naturaleza). Estas relaciones las estudia la filosofía de la tecnología: rama de la filosofía que estudia la naturaleza de la tecnología y sus efectos sociales.
Aquí llegamos a nuestro acercamiento sobre las ideas de la naturaleza y la técnica, al concepto que de naturaleza nos ofrece Lewis Mumford (1895-1990), diciendo que el ser humano es "homo sapiens" en primera instancia, y sólo secundariamente "homo faber".
El filósofo Javier Bustamante Donas, profesor de Filosofía Moral y Política en la Universidad Complutense de Madrid, en su trabajo: La evolución del concepto de naturaleza en la filosofía de la tecnología , plantea entre otras la siguiente pregunta:
“¿Es lo artificial una trasgresión del orden natural? O, por el contrario, ¿es la técnica nuestra forma natural de habitar el mundo –con todas sus consecuencias– y, por tanto, es legítimo para el hombre emprender el camino de la transformación de la realidad para adecuarla a sus necesidades?”
Veamos. Ciertamente desde los tiempos de Empédocles, el pensamiento occidental se valió de analogías tecnológicas para aclarar variados procesos del mundo que le rodeaba. Las herramientas (techné: tecnología) que para acrecentar este conocimiento se utilizaban contribuían a cubrir tres aspectos: la reproducción de las formas de la naturaleza; sobre los principios de la física, especialmente el de la causalidad eficiente (una de las cuatro causas según Aristóteles), es decir, el por qué se produce determinado efecto y sobre la propia actividad de la naturaleza o de Dios.
Más adelante, Renato Descartes, bajo su constructo mecanicista da al traste con las diferencias metafísicas otrora entendidas entre physis y techné; y resume que en el mundo todo sigue las leyes de una mecánica universal, todo es sencilla o complejamente una máquina.
Charles Darwin, con su teoría de la evolución (génesis del evolucionismo), dio otro paso más y nos enseñó que todos los seres vivos son un producto acumulativo de cambios, adaptación y selección natural, y que la tecnología (entre otras como el lenguaje, su abstracción conceptual, etc.), en el ser humano, lo destacan y diferencian en la naturaleza, pasando a ser un producto contingente a las alternativas de supervivencia y la selección natural.
De esta forma el ser humano evoluciona adaptando el ambiente a sus necesidades mediante el uso de las herramientas y la técnica. Esta intervención humana sobre el medio natural virgen es algo ciertamente artificial, ya se trate de algo tan sencillo como roturar la tierra o construir un transbordador espacial, como señalara el filósofo alemán Friedrich Rapp en su Filosofía analítica de la técnica. Estas intervenciones le han permitido adaptarse al medio y sobrevivir sobre otras especies.
Aún hay más que discutir en torno acerca de lo artificial en los procesos técnicos y su aceptación o rechazo dependerá del grado de evolución cultural hay que se haya llegado. Así, el movilizarse en un automóvil por las calles de Hong Kong para un empresario croata es tan natural, como absurdamente incomprensible, artificial y antinatural le parecería ello a un bosquimano de la República de Botsuana que caza y recolecta. Todo lo que pudiere ser considerado artificial o antinatural dejará entonces de serlo cuando ello se incorpore a nuestra vida cotidiana.
Pero la tecnología avanza a pasos agigantados como sucede, por citar sólo un ejemplo, con la biotecnología que es capaz de modificar el cuerpo humano de diversas maneras y sobre lo cual cabría preguntarse ¿hasta qué límites podrá mantenerse el control de dichas tecnologías que modifican la vida y el propio cuerpo humano?
Es posible entonces que tal vez la diferencia entre lo considerado como natural y lo artificial vaya más allá de la percepción del propio ser humano y de su entorno cultural.
El filósofo español de la Universidad de Navarra, Juan Cruz Cruz, dice que “aunque parezca que el hombre moderno se encuentra siempre consigo mismo -o que su actitud es antropocéntrica- cuando se topa con ámbitos que él mismo ha transformado por la técnica y que serían el reflejo de sus propias finalidades, en realidad, ocurre lo contrario: en ninguna parte encuentra el hombre hoy día su propia esencia.”
Antonio Fernández Balsells, a su vez se pregunta: “¿Verdaderamente podemos pensar que este desarrollo científico-tecnológico que estamos viviendo, es producto únicamente de una mitológica ideologización del «Progreso»? ¿Acaso no tenían para los griegos tanto el dios, el templo, el lenguaje, la polis o el trirreme (antigua embarcación de tres remos), physis? ¿La techné extensa -la que vemos- acaso no estaba siendo posibilitada por ese algo intensivo e inmaterial que es la Naturaleza? ¿No encontramos «técnica» tanto entre los animales como entre les seres humanos? ¿Es la Naturaleza verdaderamente ajena a la Técnica?”
El doctor en filosofía de la Universidad Mcquarie en Australia, Andrés Vaccari, ahora en Bariloche, Argentina, responde: “La técnica no puede ser comprendida fuera del mundo humano; es una expresión de su modo de relación en el mundo. Este mundo humano, a su vez, no puede ser comprendido sin lo viviente y su carga virtual, pre individual, que lo orienta hacia el futuro. ”
Sin embargo y finalmente, podemos decir que la relación del ser humano con la naturaleza ha alcanzado un nivel de tecnologización cualitativamente y cuantitativamente tan altos que, si se sale de control, podría poner en riesgo la destrucción del medio natural y la propia vida humana.