Desde la primera infancia nos enseñan, primero a creer lo que dicen las autoridades, los padres, la mayoría, el cura, etc. Y luego a razonar sobre lo que hemos creído. La libertad de pensamiento es al revés, primero razonar y luego creeremos en lo que nos ha parecido bien de lo que razonamos. Si usted no tiene libertad de pensamiento, la libertad de expresión no tiene ningún valor.
José Luis Sampedro
Dr. Xavier A. López y de la Peña
La sociedad de Aguascalientes de principios del Siglo XX se mostró profundamente impactada y consternada ante la noticia dada a conocer el 24 de febrero informando que el farmacéutico, don U. R., había sido reducido a prisión bajo el cargo de uxoricidio.
De acuerdo con los hechos, la tarde del día 5 de febrero de 1902 a la hora de la comida (13 horas) se suscita un fuerte disgusto entre el señor U.R. y su esposa la señora E.M. y aquél sale de su casa violentamente dirigiéndose a su botica.
Media hora después, el Sr. U.R., hace llegar a su esposa con un mozo la siguiente nota:
“E.: puesto que no has comprendido cuanto te quiero ni has sabido apreciar cuanto he hecho por ti, sírvete designar lugar para depositar tus cosas y mañana te llevaré a tu casa, avisándoles telegráficamente a tus padres salgan a recibirte a la estación, y pronto llegaré con una cuadrilla para empacar lo que a ti pertenece”.
Después de leer esta nota, envía al mismo mozo a la Botica Americana a comprar alguna cosa, misma que le surte el dueño de la botica Dr. J.W.O., y a las 13.45 hrs., la señora E.M. le hace llegar a su esposo con el mismo mozo una nota con la siguiente respuesta:
“Mis cosas están listas, no olvides lo referente a la criada Saturnina”.
Media hora más tarde, el marido llega a su casa acompañado con una cuadrilla de trabajadores y empiezan a empacar el piano y otras cosas de su esposa.
Quince minutos después, a las 14.15 hrs., llega la madre del U.R., alertada sobre los sucesos y entra a la recámara de su nuera en el momento en que ella toma el contenido de unos papeles, bebe un poco de agua o leche, le da un beso en la mejilla y se recuesta en su cama sin decirle nada. Poco después ella la nota “rara” y llama de inmediato a su hijo.
El Sr. R. entra a verla y cree que “todo es fingido” inicialmente, pero luego se alarma y hace llamar urgentemente al Dr. M.G.P., quien luego de reconocerla, darle sus auxilios y reconocer que también está embarazada, a las 15.00 hrs., declara la muerte de esta maestra normalista, probablemente envenenada con cianuro.
Luego de largas averiguaciones, de la autopsia correspondiente y de algunos peritajes, decidieron al juez emitir la orden de aprehensión contra el Sr. U.R., bajo el cargo de uxoricidio el día 22 de febrero.
Sorpresivamente, el 24 de febrero se presenta espontáneamente a declarar ante el Ministerio Público el Dr. J.W.O., al enterarse de la noticia dada en El Observador, diciendo que el día 5 de febrero cerca de las 13.30 hrs. recibió de manos del mozo de la botica de La Salud -a quien conoce de vista-, una tarjeta del farmacéutico U.R. -misma que presenta- y que dice en letra manuscrita y firmada:
“Favor vender y mandar con el portador un gramo de cianuro de potasio” y que de inmediato, sin mayor trámite, surtió lo pedido y despachó de vuelta al mozo con ello. Dicha tarjeta manuscrita, según demostró el peritaje correspondiente, fue escrita por la propia señora E.M.
Recapitulemos: ¿Qué ocurría con este matrimonio?
De acuerdo a las declaraciones recibidas por múltiples actores, las relaciones entre ellos habían sido tensas desde su matrimonio ocurrido 5 meses atrás. Con serias diferencias de caracteres, educación e ideas. De hecho, el Sr. U.R. declaró que su esposa criticaba sus ideas religiosas y de su familia, haciendo alarde de las ideas avanzadas y principios jacobinos en que ella había sido educada. Además -agrega-, cuando éramos novios ella me manifestaba su tendencia a tomar cianuro, siempre, me decía, que se viera en situaciones desesperadas tales como serían aquellas en que yo dejara de quererla, cometiendo infidelidades tomaría aquél tóxico…”.
En torno a la occisa, señora E.M., sus padres declararon que ella era de carácter violento, algo muy natural en las muchachas mimadas como era aquella a su lado; que su hija les escribía con frecuencia diciéndoles que extrañaba mucho su trato, muy diferente al que su esposo usaba para con ella y presentaron las siguientes cartas como prueba [mismas que el señor U.R., tachó de “exageradas” en otras declaraciones]:
1ª. Carta del 13 de diciembre de 1901, dirigida a su padre:
[…] En cuanto a mí ya se figurará cómo estoy, todo les parece desperdicio y me he visto obligada hasta a lavar pero, más merezco por simple, no debo quejarme. Tengo esperanza de descansar porque según dijeron ya están acabando de componer la casa en que hemos de vivir [desde que se casó, ella vivía en casa de sus suegros] y probablemente a principios de la próxima semana nos cambiaremos. Todavía no se cómo llegaran mis cosas, está todo encerrado tal como lo mandaron de allá.
Quizá papacito, no debería decirle que estoy triste para no entristecerlo, pero tenía hambre de ser franca alguna vez, tenía sed de poder expresar mis ideas tal cual las concibo, de manifestar una vez por lo menos lo que siento, porque aquí estoy condenada a un continuo disimulo y no obstante ya se va echando de ver mi despreocupación en asuntos religiosos aunque no dejo de asistir a misa, ejercicios, rosarios y maitines ¡Qué fastidio! es no oír otra cosa que: ese Zacatecas tan inculto, tan atrasado e inferior a toda ley, aquí donde suenan del día a la noche las campanas, donde a todas horas se encuentran atestados de gente los templos, y yo, teniendo que ir silencia y resignada, que hasta malvado le llaman al pueblo en que nací, ¡Que fanatismo tan atroz! Le aseguro que con eso me parece más odioso este gran pueblo con sus calles tan grandes, tan anchas y monótonas, en las cuales al atardecer no se distinguen bien las personas a causa de la nube de polvo ceniciento que por falta de empedrados se levanta con tanta facilidad cubriéndolas. […] No trate de aconsejarme ni de contestarme nada que se relacione con lo que aquí digo, porque ha de saber que yo, tan ridícula, tan exigente, yo que no permitía tocaran mis papeles, tengo ahora que esperar a que se enteren de mis cartas [su esposo, ordenó al cartero que toda la correspondencia dirigida a su esposa, debería llevársele a él a la botica, y que lo hacía por “simple curiosidad] y después, si a bien lo tienen, se me permita leerlas. La que usted me escribió la vi tres días después de que llegó…
2ª. Carta del día 27 de diciembre de 1901 dirigida a su madre:
[…] ¡Hay mamacita! Y que arrepentida me estoy de haber sido tan malcriada con Ud., de haberme manifestado siempre tan ingrata. Naturalmente y ha medida que el remordimiento aumenta el cariño la gratitud. ¡Cuánto diera por estar ahora a su lado siendo obediente dócil y cariñosa! Que triste se me hace estar tan lejos de Uds. todos, cuanto extraño sus consideraciones, el anhelo con que me trataban. ¡Si me viera ahora madre! Mala de mi pie que apenas si puedo tocar con él el suelo, y además con las calenturitas que he sufrido he pasado noches atroces, sobre todo una en que creí morir; y después de esto ver que no se me dispense ni uno de esos servicios que no creo de mi deber. ¡Ya verá!, con el trastorno de esa noche a que me refiero, amanecí con las manos hinchadas, todo el cuerpo lleno de manchas amoratadas y con dolor y ardor en toda la piel. Pues bien pronto como me levanté, se me dijo como si hubiera estado sana: ponme los calcetines, zapatos, vísteme, enciéndeme un cigarro y prontito el agua porque necesito irme. Esto después de haberme jalado bien toda la noche porque me quejaba o me movía, que, desesperada cuando me faltaba respiración me enderezaba casi inconcientemente. ¿Qué sentiré con eso, acostumbrada a tan distinto trato? Ay, convengo en que se impacienten, porque no me faltan achaques, pero como no me creo culpable, ambicionaría si no cuidados, cuando menos libertad para quejarme y no groseros regaños.
Cuanto diera porque les fuera posible darme permiso para pasar unos días en ésa, siquiera mientras mi pie se mejora, pero no ha de ser fácil y tal vez maliciaría U. que yo había hecho la indicación.
3ª. Carta del 1 de enero de 1902 dirigida a su madre:
Querida mamacita:
¡Que feliz semana he pasado, cuanto siento que esta llegue a su fin! Como papá les dirá desde el lunes amaneció aquí, y además del consuelo de la inmensa alegría que al verlo sentí, he gozado del mayor descanso, con su sola presencia me ha evitado mil de malos ratos. Yo temí que dejara él comprender por alguna de sus expresiones la franqueza con que les he hablado, temí que me echara de cabeza, pero no; comprende perfectamente que eso en lugar de ayudarme empeoraría mi situación y con su reserva me ha hecho el mayor de los bienes aunque siempre me quedará la satisfacción grandísima de decirles todo lo que siento y pienso. ¡Pero no hay dicha durable! Mañana se va según dice…
4ª. Carta del 21 de enero de 1902 dirigida a su padre.
[…]
PD: Ya no me inviten a que vaya, dígales a mi mamá y a los muchachos que nada digan a U. sobre el particular, la carta que Ud. le escribió lo reborujó todo, echó por tierra todos mis planes. Adiós papacito. E.M.
5ª. Carta del 21 de enero de 1902 dirigida a su madre:
[Refiriéndose a su hermana M. le dice:] No deje a M., cuídela mucho, consiéntala, mímela, pero sea a la vez enérgica con ella, despiértele por cuantos medios estén a su alcance el raciocinio, hágala previsora, platíquele para que tome experiencia que mi aturdimiento, mi ligereza me han causado muchos sufrimientos, me han hecho verdaderamente infeliz.
[…] reciban las dos todo el cariño de la pobre, E.
En conclusión, en Junio de 1902 el Juez 1º. del Ramo Penal hace finalmente las siguientes proposiciones:
Primera.- Se absuelve a don U.R. del delito de uxoricidio, cargo formulado en la respectiva diligencia, poniéndole en libertad bajo de fianza.
Segunda.- No ha lugar a la declaración de inocencia [por falta de prueba plena, sobre la que no quepan dudas] solicitada por la defensa. Notifíquese y remítase los autos al Superior en el grado que corresponda.
El Juez 1º. Penal en definitiva lo sentenció.
Comentario:
Ante tan horrible tragedia el aparato de justicia estuvo enfocado a determinar si el señor farmacéutico U.R. tuvo o no la culpa y, al término de este largo proceso, como se ha visto, el señor R., fue absuelto del cargo que se le imputaba, sin embargo, ante las dudas habidas durante el proceso no fue declarado inocente.
Lamentablemente, en ninguna parte del proceso se hace referencia al intenso sufrimiento de la señora E.M., que le llevó a privarse de la vida; solamente se da una posible justificación de carácter médico:
y más en la situación en que con suma frecuencia se hallan las jóvenes en estado de gestación, que a decir de los médicos, tal nerviosidad suele rayar en verdadera enajenación mental.
¿A qué extremo le atormentaron las diferencias para con su esposo, en un ambiente de intolerancia religiosa y maltrato físico y psicológico a que fue sometida, para hacer que su vida y la del hijo que gestaba, fuera considerada imposible de seguir?
Los términos en los que describe su situación conyugal dejan entrever la desesperanza, impotencia, vejación e imposición ideológica a la que es sometida. No obstante, su libertad conculcada sólo tiene una salida y prefiere morir a vivir sometida. Su dignidad no resiste más y, cuando recibe la nota de su esposo diciéndole…
sírvete designar lugar para depositar tus cosas y mañana te llevaré a tu casa, avisándoles telegráficamente a tus padres salgan a recibirte a la estación, y pronto llegaré con una cuadrilla para empacar lo que a ti pertenece, el mundo se le viene encima y su orgullo herido al límite tolerable le hace responder escuetamente:
Mis cosas están listas. No más. Su vida ha fracasado y se suicida.
Para algunos el suicidio representa una actitud mezquina que desvaloriza a la persona que lo comete. Se le juzga como un incapaz de sobreponerse a las adversidades que el vivir a todos se nos impone en mayor o menor grado.
La muerte -dijo Napoleón- es un sueño sin sueños. La vida humana es un misterio en su origen, en su organización, en su fin. La creación y el destino del mundo son un abismo impenetrable, del mismo modo que lo es el destino y la creación de un solo individuo. El suicidio es un delito, nunca puede ser heroísmo. ¿Qué valor tiene el que tiembla ante un revés de la fortuna? El verdadero heroísmo está en hacerse superior a los males de la vida.
Otros, en fin, considerarán al suicidio como un acto de valor supremo.
Para la señora E.M., la vida, su vida, carecía de sentido vivirse sin ser ella misma. Vivió en una época en la que aún no cicatrizaban las heridas de la guerra de Reforma y escogió su destino en el lugar y con la persona equivocada. Una mujer liberal en un entorno conservador a ultranza, que prefirió morir a vivir sometida.
Esta tragedia, es la representación del machismo, el fanatismo y la intolerancia religiosa que no pudieron aherrojar a una mujer libre.
Para terminar, considero que la decisión de absolver en este juicio del cargo de uxoricido al señor farmacéutico U.R., ha sido correcta, como correcta ha sido también la de no declararlo inocente, pero no en el sentido que el juez la ofreció, sino porque fue el culpable de privar para siempre de libertad y dignidad a su esposa, cometiendo con ello un verdadero uxoricidio circunstancial.