El hombre, nos lo han dicho muchas veces, es un oscuro enigma;
pero ¿en qué lo es más que el resto de la naturaleza?
Dr. Xavier A.
López y de la Peña
Le
escribí al señor Apollinaire Clemenceau inquiriéndole acerca de la información
que pudiera tener del criptógrafo suizo Dormstand Echke y, particularmente,
acerca de su interés por el referido supuesto enigma criptográfico que dimos a
conocer, y esto es lo que me contestó:
El señor D. Echke nació en 1938 en
Anet, comuna del Cantón de Berna, Suiza y fue el undécimo hijo del finado político
y militar señor Werner Echke (1858- 1939) y de la señora Verena Baumann.
Sus estudios primarios los realizó
en su tierra natal y luego viajó a París, Francia, en donde siguió la carrera
militar graduándose en la École Militaire.
Allí se tituló como criminalista forense y perito criptólogo. Actualmente se
encuentra en retiro dada su avanzada edad y estudiando el aún controvertido,
enigmático e indescifrable Manuscrito
Voynich del siglo XV con el apoyo de los científicos Gertrude McKraken y
Douglas Hennessy, de la Universidad de Alberta en Canadá y el empleo de
poderosas computadoras e inteligencia artificial. A la fecha se ha podido
determinar que parece ser que dicho manuscrito está escrito, al menos hasta hoy,
de una forma de idioma hebreo antiguo.
El interés y vocación por la
criptografía que tiene el señor Dormstand Echke lo adquirió así de su padre
quien, en la misma institución militar referida se graduara en el año de 1878,
en la entonces recientemente inaugurada Escuela Militar de Guerra donde había
colaborado, por algún tiempo, con el lingüista y criptógrafo holandés Auguste
Kerckhoffs, quien años más tarde (París, Francia 1883) daría a la luz pública
su mundialmente conocido trabajo titulado La
cryptographie militaire, en el Journal
des sciences militaires, en donde formula y da cuenta de los deseables seis principios que debe cubrir un
criptograma; a saber:
1. Si en
teoría el sistema no es irrompible, si podría serlo en la práctica.
2. La
efectividad no dependerá de que su diseño permanezca en secreto.
3. Su clave
debe ser memorizable de tal forma que no requiera escribirse.
4. Los
criptogramas deberán dar resultados alfanuméricos.
5. El
sistema debe operarlo una única persona.
6. El sistema
debe ser fácil de utilizar.
También -siguió refiriéndome en su
carta en señor Apollinaire Clemenceau-, averiguó que el señor Wermer Echke,
padecía desde su juventud de jaquecas intensas, que sólo logró controlar con la
ayuda que le prestó el médico militar Jacques Clemenceau, de propia Escuela
Militar de Guerra, quien le prescribió para ello Láudano de Sydenham (que
contiene Opio de Esmirna, Azafrán cortado, Canela de Ceilán, Clavos de especia
y Vino de Málaga) al que se hizo finalmente adicto. De esta relación paciente
médico, nació una estrecha relación amistosa y de negocios que les mantuvo en
contacto por muchos años.
Poco antes de su muerte ocurrida en
1939, en el apogeo de la Segunda Guerra Mundial, el señor Werner Echke había estado
trabajado clandestinamente para el servicio de inteligencia suizo bajo las
órdenes del comandante del ejército Henri Guisan, en descifrar el contenido de
los mensajes encriptados a que tenían acceso por diversos métodos de contre-espionnage, de la planeada tentativa
militar de las fuerzas del Estado Mayor Alemán, mejor conocido como la Whermacht, que estaba en marcha bajo las
órdenes del comandante nazi Erich von Manstein para invadir Suiza en la llamada
Operación Tannenbaum.
Finalmente -señala el señor
Apollinaire-, el interés que demuestra el Sr. D. Echke es conocer si habría
algún asunto en el que su abuelo podría haber participado de manera directa o
indirecta con el médico militar Jacques Clemenceau en México en la época del
porfiriato, dado el singular hallazgo del posible mensaje encriptado del que di
noticia. Y con ello, conocer el contenido y tal vez la trascendencia de mismo.
Termina diciéndome que actualmente también
está tratando de conseguir más información relativa a su abuelo, el médico
militar Jacques Clemenceau (graduado en la École
d'application de médecine militaire del Hôpital
d'instruction des armées du Val-de-Grâce, de París), particularmente en lo
referente a su periodo de estancia en México, pues sabe que en este país
mantuvo, entre muchas otras personas, una estrecha relación con el multifacético industrial, negociante, poeta,
arqueólogo, naturalista y mexicanista, el belga-francés nacido en México en
1862, Auguste Génin, quien publicara entre otras magníficas obras: Notes sur le Mexique 1908-1910. Imprenta
Lacaud, México.
Aquí, traducida del francés, parte de uno de los poemas que
Auguste Génin escribió en México en 1885:
El valle de Tenuchtitlan
(...)
Al oeste del lago más grande, la ciudad blanca
Azteca, México, en el fondo azul.
El frente de su teocallis;
a sus pies los palacios, las casas y terrazas.
Agrupados alrededor de grandes jardines, plazas,
canales llenos de embarcaciones.
Hacia los puntos cardinales, cuatro calzadas
hechas sobre pilotes y fuertes cuerdas.
Directamente desde la Ciudad de México;
los bonitos pueblos que rodean el valle
en la "Perla de las Aguas" forman una corona
de Tlacopan a Tezcuco.
A lo largo de las escaleras del templo, una multitud
de sacerdotes, señores y guerreros en la calle
En una gran procesión;
lo vemos ondeando, serpenteando hasta la cima
el monumento masivo, donde una gran fiesta
llama a la devoción.
En los vastos
mercados donde la multitud se apura,