viernes, 1 de febrero de 2019

Surrealismo.




XILITLA:
EL LUGAR DE LOS CARACOLES


El surrealismo no es la sorpresa mágica
de encontrar un león en el armario
donde quería tomar una camisa (Frida Kahlo); no,
es la torcida cercanía de la locura ajena aguijoneando
mi propia realidad.

Dr. Xavier A. López y de la Peña.


La capacidad creativa del ser humano es enorme. Sus derroteros son también disímbolos y amplísimamente contrastantes, sin embargo, el crear algo es inherente a la humanidad. Bien lo dice la frase que “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco” para señalar el deseo artístico y creador de cada uno de nosotros.
             Edward Frank Willis James (1907-1984) mejor conocido en México como “el inglés”, es uno de los personajes que dejó en un lugar conocido como Las Pozas en Xilitla, S.L.P. una muestra de su capacidad creativa desbordada.
             Incrustada en la Huasteca potosina y sobre un accidentado terreno sobre la ladera del monte Xilitla (lugar de caracoles) se extiende el desarrollo onírico-quimérico-creativo del “inglés” sobre una superficie agreste de 40 hectáreas.
             Durante el recorrido de esta muestra arquitectónica surrealista la razón y el corazón chocan  (esta es una interpretación personal) y plantean preguntas ávidas de respuesta: ¿qué sentido tiene construir tantos elementos obtusos, inútiles e inertes en medio de una maravillosa infraestructura natural palpitante y desbordante de vida? ¿Por qué se dilapidan 5 millones de dólares en irreales construcciones coloridas en el centro de una comunidad con necesidades sociales primarias insatisfechas?
             La obra considerada artística (de hecho, todo lo es)  despierta emociones varias en el espectador que le mira o le escucha. Puede agradarle o desagradarle, sus tonalidades, su textura, sus combinaciones, su representación, su forma, su contenido, su expresión, su idea, etc.
             La casa del “inglés” en Xilitla causa emoción ciertamente. Es la expresión concreta de una mente atormentada por el hastío con fuertes rasgos psicopatológicos y posiblemente influenciados por drogas psicotrópicas. A los 15 años de edad -recuerda el mismo Edward James- “un día en presencia de mi madre, estallé en sollozos incontrolables y sólo pude explicarme diciendo: ¡Ya no puedo soportarlo más... no puedo... no puedo!”
             La naturaleza vívida, incontenible y exuberante engulle progresivamente la obra del “inglés” sobreponiéndosele. Hace falta mucho esfuerzo humano para mantenerla a raya, contribuyendo con ello a lucirla como “una irreal obra incorporada al paisaje natural”.
             Desbordada la imaginería combinando intenciones, formas y colores, la obra del “inglés” mezcla intrincados simbolismos entre los que destacan las escaleras que llevan a ningún lugar y las puertas o ventanas que no se incorporan a nada. Una representación de búsqueda sin encuentro, un destino incompleto, una insatisfacción expresada íntimamente. La construcción “jamesiana” como todo constructo surrealista en totalmente impráctico, arquitectónicamente opuesto a lo funcional y útil. Tiene también su expresión religiosa con la vereda de las serpientes que nos muestra a siete serpientes de piedra proyectándose desde el suelo y que representan a los siete pecados capitales, la plaza de san Isidro y la puerta de san Pedro y san Pablo. Incongruencias no sólo estéticas sino reales como la bóveda de los murciélagos que tiene en uno de sus muros un altorrelieve con motivos egipcios presididos por Ra, el dios sol de su mitología, en contraposición al quiróptero al que se le dedica, conocido como el rey de las tinieblas o de la noche.
             Edward James incorporó al paisaje de Las Pozas su inconsciente probablemente atormentado y retuvo a la misma naturaleza en libertad en jaulas (casa de los flamencos, casa de las aves, casa del ocelote, casa de los pericos, corral de venados, casa o bóveda de los murciélagos, templo de los patos) en un acto de posesión del entorno estático y dinámico como diciendo: yo soy yo y la naturaleza. Su obra es la obra de un solitario luchador por conocer su destino, por conocerse a sí mismo en una expresión artística surrealista en que campean los símbolos inacabados de su vivir sin sentido. La obra de un ególatra que se asume como única parte de la naturaleza, la expresión misma de la primera persona del singular dejando fuera a todos los demás. Una plancha de cemento en la parte alta de la selva de Las Pozas, con la forma del cuerpo del “inglés” en la que solía recostarse a reposar rodeado de velas encendidas, constituye el monumento a tal aseveración.
             Las Pozas, en Xilitla, S.L.P. fue el oasis en el que el “inglés” Edward James sació su sed de identidad incorporando al paisaje sus sueños, sin integrarse al suelo potosino o mexicano, sin aprehender la esencia de lo humano a su derredor. Nada de lo construido tiene visos de la más mínima influencia mexicana, ni siquiera un nombre de raigambre local como podría haber sido “papalotitlán” (lugar de las mariposas) en alusión a estos lepidópteros tan abundantes en ése lugar. Columnas, arcos, flores estilizadas, caminos, puentes, puertas y ventanas evidencias su armamentarium cultural neogótico delirante y en ofrenda a sus mentores y admirados que no disimula en homenajear: Max Ernst y Henry Moore. Conoce a Leonora Carrington y Salvador Dalí  a quien patrocina y a muchas otras personalidades; vive de la imaginería fantástica y pretende conocerse al través de los intrincados laberintos del surrealismo. Su vida se expresa de esta manera: inexplicablemente, y su contacto con Erich Fromm en México tal vez no fuera sólo casual y le hubiera ayudado a tratar de descifrar y desestructurar su psicopatología desde el punto de vista profesional.
             Su huella en tierra mexicana lucha por perpetuarse contra los embates de la naturaleza que engulle inmisericordemente la obra del “inglés”. Los mexicanos que le sirvieron no dejaron en él ninguna huella aparente. El tampoco dejó una huella de humanismo en México. Las Pozas, Xilitla, S.L.P. fue un accidente en la vida agitada de Edward James, como podía haber sido un lugar en Borneo, Paraguay o en el archipiélago Malayo. Edward James viajaba y vivía buscándose.
             La obra del “inglés” se muestra como un monumento a la egolatría, una expresión artística que combina formas y figuras caprichosas entremezcladas con la naturaleza feraz de Las Pozas, Xilitla, S.L.P. cuyas estructuras antaño coloridas se muestran desteñidas, sin calor.
             Asombra, ciertamente, la capacidad creativa del “inglés”. Su obra contrastante en competencia desleal con la naturaleza del lugar dejó, sin embargo, su huella fría en monumentos de piedra, carentes de calor, ausente del tú y del nosotros.
             Al conocer la “casa del inglés” me sentí ausente; nada me ligaba gustosamente al surrealismo circundante en el medio de su arquitectura fantástica. Sentí la torcida cercanía de la locura ajena aguijoneando mi propia realidad. Admiraba la capacidad creadora en sus formas delirantes y sufrí el vacío de Edward James. El poeta y loco que luchaba afanosamente por su identidad, el ególatra que se hacía llevar en andas por los caminos inhóspitos de su contra-naturaleza ideológica radicada en Xilitla como un faraón, dueño y señor de su particular mundo privado.
             Las Pozas, Xilitla, S.L.P. en el mismo corazón de la Huasteca potosina es el monumento surrealista a la memoria del inglés Edward James, el multimillonario que tuvo todo sin tener nunca nada.   Un derroche de recursos integrados al paisaje selvático de la ladera del monte Xilitla sin ningún ápice de sentido social. Un mausoleo irreal a la imaginería obtusa del yo: Edward James. El solitario añorando morir solo como siempre vivió.


             Nota: Para saber más sobre el tema, se recomienda leer: Margaret Hooks. Surreal Eden: Edward James and Las Pozas. Princeton Architectural Press. Nueva York 2006.