Jirones en la
Medicina Teúrgica.
En estas
cuatro cosas -creencia en los espíritus, ignorancia de las causas segundas,
devoción a lo que suscita el temor de los
hombres y el tomar como presagio
lo que es casual- consiste la semilla natural
de la religión; (Thomas Hobbes en “Leviatán”, 1651)
o de la
elección de las medicinas alternativas.
Dr. Xavier A.
López y de la Peña.
De camino del Aeropuerto de Lhasa
Gonggar (a una altura de 3570 msnm) en la Región Autónoma del Tíbet, hacia la
ciudad de Lhasa, por la carretera Chuanzang, me detuve ante el monumento
erigido al Dios Buda de la Medicina: Bhaisajyaguru.
De este evento surge la siguiente
reflexión sobre la medicina teúrgica.
Comenzaré diciendo que el término teúrgia, se refiere a la magia mediante
la cual en la Antigüedad se pretendía entrar en comunicación con los dioses y
ejercer influencia sobre ellos para la consecución de alguna cosa. Como
adjetivo aplicado a la medicina se entiende como la magia médica que, lejos de
quedarse en los tiempos antiguos aún pervive entre nosotros.
La imagen que aquí presento
corresponde a Bhaiṣajyaguru que es el
llamado «Buda de la Medicina» y suele ser generalmente representado como un
buda de color azul, que deriva del lapislázuli, piedra azul con diminutas vetas
doradas asociada desde tiempos inmemoriales con la sanación de los enfermos,
probablemente desde el tiempo de la civilización sumeria y pudiendo estar
asociada con la leyenda de la diosa Inanna
(Ishtar)
El siguiente mantra (sonido compuesto por sílabas, palabras, fonemas o grupos de
palabras que otorgan a quien las pronuncia y en ciertas creencias, cierto poder
psicológico o espiritual) y que nos llevaría a la iluminación, suele repetirse ante este Buda de la Medicina:
Mantra del Buda de la Medicina
TAYATA OM BEKANDZE BEKANDZE MAHA
BEKANDZE RADZA SAMUDGATE SOHA.
(Mantra
que puede traducirse así):
“Pueda yo tener las mejores, las mejores, las muy mejores
condiciones a fin de poder ayudar a los demás. Que se elimine el dolor que
procede del sufrimiento del cuerpo y la mente, la vejez y la enfermedad, que se
elimine el sufrimiento que procede de la mente y los pensamientos
perturbadores, que se eliminen el sufrimiento que procede de las huellas que
dejaron esos pensamientos en mi mente. Que pueda yo así ofrecer la mejor
terapia y ayuda a mi paciente”.
Recuérdese que los doce juramentos
del Buda Maestro de Medicina al lograr la iluminación,
de acuerdo con el Sutra del Buda Maestro de Medicina son:
Iluminar incontables reinos con su radiante
luz, permitiendo a todos convertirse en un Buda como él.
Despertar las mentes de los seres
conscientes a través de su luz de lapislázuli.
Proveer a los seres conscientes con
cualquier necesidad material que tengan.
Corregir las perspectivas heréticas
e inspirar a los seres hacia el camino de un Boddhisattva.
Ayudar a los seres conscientes a
seguir los preceptos morales, aún si han fallado en cumplirlos anteriormente.
Curar a seres con deformidades,
enfermedades u otros sufrimientos físicos.
Ayudar a aliviar el sufrimiento de
los indigentes y enfermos.
Ayudar a las mujeres que desean
reencarnar como hombres a que logren su reencarnación deseada.
Ayudar a curar enfermedades
mentales y delirios.
Ayudar a los oprimidos a ser
liberados del sufrimiento.
Aliviar a quienes sufren de mucha
hambre y sed.
Ayudar a proveer ropas a indigentes
y a quienes sufren por el frío y los mosquitos.1
La búsqueda por obtener la salud
perdida, entre muchas otras cosas, invocando de diversa forma a seres superiores
o deidades con más propiedad, se pierde en el pasado histórico de la humanidad.
Ello ha estado a cargo ya de magos, chamanes, sacerdotes o personas con algún
alto puesto político o religioso dentro de determinada comunidad. Ellos han
sido llamados taumaturgos (palabra proveniente del griego thauuma, milagro o cosa digna de admiración o maravillosa y ergon, trabajo), esto es, gente con la
supuesta capacidad de realizar acciones extraordinarias de carácter
sobrenatural.
Múltiples ejemplos pictóricos se encuentran
en diversas cavernas descubiertas alrededor del mundo en los que se muestran
actos y ritos varios de invocación a “dioses” o a ciertos elementos que rigen
nuestras vidas en el cosmos.
En el principio de la historia hace
cinco mil años, los sumerios dejaron inscrito en sus tablillas de arcilla
diversas referencias a rituales, hechizos, recetas y más para conjurar la
enfermedad, solicitar la intervención divina para la resolución de sus
problemas y conseguir la salud. Luego con los egipcios, los griegos, los
chinos, los hindúes, los aztecas, los mochicas, en fin, en casi todas las
culturas, los taumaturgos han estado y están, de alguna manera, presentes.
Todo ello proviene de la
generalizada percepción, franca o soterrada mente, que se tiene de una interpretación
cosmodivina de la naturaleza del ser humano. Esto da pie a la “supuesta”
realidad del hecho milagroso; de un lado, está el sufrimiento del paciente que
le hace susceptible a la sugestión y del otro el operador taumaturgo dispuesto
a llenar esa necesidad.
Ya el neurólogo francés Jean Marie
Charcot (1825-1893) a fines del siglo XIX había dado cuenta de ello de la
siguiente manera:
Los
llamados hechos milagrosos tienen un doble carácter; son engendrados por una
disposición especial del espíritu del enfermo. Como la confianza, la
credibilidad, la sugestión; como se dice hoy en día, constituyen la “fe que
cura”, que puede ponerse en marcha por razones de distinto orden.
En
general, la “fe que cura” no se desarrolla de manera espontánea en toda su
intensidad curadora. Un enfermo escucha decir que hay un santuario en el que se
producen curaciones milagrosas, indaga entre quienes lo rodean, solicita
informes sobre las circunstancias en que se dieron las curaciones maravillosas
cuyo rumor ha escuchado. Y no sólo escucha palabras alentadoras por parte de su
entorno directo, incluso a veces de su médico, que no quiere privar a su
paciente de una última esperanza. La contradicción en tal caso, no puede tener
otro efecto más que la exaltación de la creencia en la posibilidad de una
curación milagrosa. La “fe que cura” comienza a nacer, se desarrolla
paulatinamente, se prepara incubándose hasta que la realización de una
peregrinación se vuelve idea fija. En tales condiciones, el estado mental no
tarda en dominar al estado físico. El último esfuerzo será una ablución en el
estanque como parte del culto exterior; entonces la “fe que cura” produce el
efecto deseado, la curación milagrosa se vuelve realidad.2
Este es el disparador inicial para
que cualquier persona con mentalidad creencial
se afilie a una medicina teúrgica o hacia alguna de las llamadas “alternativas”.
1 . Bhaiṣajyaguru.
Consultado en internet el 3 de marzo de 2019 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Bhaisajyaguru
2 .
Jean-Marie Abgrall. Los charlatanes de la salud. Ed. Oceano. México 2003, p. 197.