En la medida
que el ámbito indígena se difunde y colora a los otros grupos y realidades; en
la medida que se proyecta sobre ellos, la diversidad de sangres, cultura e
intereses adquiere el frescor rudo de una esperanza inédita, y la sabiduría
absorta de quien empieza reconocer su fortaleza.
José María
Arguedas
Dr. Xavier A. López y de la Peña
En la Sociedad Indianista Mexicana
(1911-1914) se reconocía que para “regenerar” al indio, habría que estudiar
primero su psicología para ver si no se fracasaría ante su inevitable
degeneración y aprovechar los estudios históricos, filológicos y sociológicos
que se han realizado para poder “cerciorarse de que dicha raza es apta para
recibir las enseñanzas de la civilización”.2
Además, al concepto de indianismo o
indigenismo se le asociaba con ideas evolucionistas de la época, como lo
refirió el Lic. Miguel Bolaños Cacho (1869-1928) diciendo que, la raza indígena
o se asimila a las clases superiores o
desaparecerá de acuerdo a la ley de adaptación al medio.
El Dr. Jesús Díaz de León Ávila,
segundo director de dicha sociedad, aborda este tema con la conferencia
titulada “Concepto del Indianismo en México” dada a nombre de la citada Sociedad
Indianista Mexicana en 1911, considerándolo -especifica-, bajo el punto de vista de su función social y (para) ver si responde a una necesidad del medio
como factor importante en nuestra evolución.
En este trabajo, maneja el asunto
del indígena desde una óptica estructuralista,
adecuando conceptos tanto orgánicos como funcionales para inferir sus
constructos sociales en torno al indigenismo.
Confiesa también, sin embargo, que
ha sido un poco reservado al establecer
analogías entre los organismos como elementos o agrupaciones histológicas, y
los grupos sociales y el hombre como elemento social, sin embargo lo hace
al establecer que para comprender el
papel (que) la unidad biológica
hombre tiene que desempeñar en la vida colectiva, (y para ello) será conveniente examinar la vida celular
bajo el aspecto de su vida de relación”.
Se refiere a la vida primitiva
constituida inicialmente por materia inorgánica y amorfa, diferenciada
ulteriormente en una célula; y señala la aportación hecha por el casi
desconocido científico y biólogo mexicano, Alfonso L. Herrera López (1868-1942)3, impulsor de la teoría
de la plasmogénesis como elemento
originario de la vida (1904), que ha logrado reproducir las formas
rudimentarias de la vida por medio de elementos químicos reaccionando en
determinadas circunstancias, como los modelos pre celulares registrados a
los que llamó sulfobios formados a
partir de tiocianato de amonio y formaldehído; o los colpoides con aceite de oliva, gasolina, hidróxido de sodio y
hematoxilina. Esta teoría físico-química del origen de la vida –sépase- se adelantó 20 años a la formulada por biólogo
y bioquímico soviético Alexander Oparin que revolucionaría la biología moderna.
El ser vivo, dice el Dr. Díaz de
León citando al sociólogo, físico y psicólogo francés, Gustave LeBon
(1841-1931), está conformado por un grupo de células y cuanto más variada y
diversa, es entonces una sociedad de
individuos diferentes, pero con un destino común.
La célula es el elemento
fundamental, las células forman luego tejidos y los tejidos órganos y un
conjunto de órganos que desempeñan un mismo tipo de función constituyen los
aparatos, haciendo que el individuo crezca y se multiplique siguiendo la ley de
la evolución.
Pero -se pregunta el Dr. Díaz de
León- ¿por qué a medida que los organismos celulares se hacen más complejos y
por su forma caracterizan a las diferentes especies? Afirma que la biología no
tiene aún la respuesta.
Adelante inquiere nuevamente: ¿Por
qué adquiere la célula original propiedades vitales para modificar su función?
Ello depende –responde siguiendo al lamarckismo-
del entorno, de los estímulos que la solicitan a funcionar
de cierta manera. Es el medio el que prepara el terreno para que aparezca
el nuevo órgano; es el estímulo el que lo solicita. Este es un principio que tiene aplicación al desenvolvimiento y
progreso de los organismos y de las sociedades.
El ser vivo cumplimenta todas las
manifestaciones fundamentales de la vida que después del nacimiento se reducen
al crecimiento y multiplicación, fenómenos a los que tiene que obedecer la
misma humanidad; el ser humano es con ello, el
último eslabón conocido en la cadena del perfeccionamiento de los seres.
Seguidamente reúne lo biológico con
lo social en una forma de continuus:
La vida del ser humano discurre de
un parasitismo para con su madre, a
un parasitismo en forma de comensalismo,
pues hasta unos dos años más dependerá de ella y luego continuará la obra de
protección y educación por parte de los padres hasta que pueda bastarse a sí
mismo y sea capaz de adaptarse al medio. Así se constituye en parte de un
órgano más complejo: la familia, y de
la reunión de varias familias, la tribu.
Todos estos órganos, aunque regidos por las leyes biológicas, ahora también se
rigen por las leyes que agrupan a las sociedades; la ontonomía o el código
fundamental del organismo social conocido en la ciencia como el derecho
natural.
Más adelante, un grupo de tribus
conforman una nueva entidad biológica llamada estado que a su vez puede llegar a conformar un organismo más
vasto, que es el de una nación. Y, si
se observan las diferencias que pudiera haber entre una nación y otra se
entrará en el terreno de estudio que compete a la antropología.
La integridad de cada cuerpo social
depende entonces de múltiples elementos y de acuerdo tanto por sus caracteres
físicos como por sus aptitudes particulares se reconocen a las razas, unidades regidas por las mismas
leyes civiles, creencia religiosa, costumbres e historia.
Para su adaptación al entorno, el
ser humano requiere principalmente del lenguaje. Es un factor determinante para
el perfeccionamiento de la raza, único medio para conseguir la aglutinación de
las inteligencias, la dominación y apropiación del territorio del que forma
parte interactiva, modelándolo a su manera y estructurando con ello un
organismo superior: la patria.
Hablando ya específicamente de México,
el Dr. Díaz de León, refiere que la nación mexicana está formada de
supervivientes de antiguos reinos independientes. Empero, el dominante imperio
azteca sometió a los otros haciéndolos tributarios, es decir los convirtió en
nutrientes para su desarrollo pero, como no estaban ligados armónicamente con ellos por medio del
lenguaje, al menor tropiezo habrían de separarse y aún de oponérsele.
Así, el imperio Azteca en los buenos tiempos de Chimalpopoca, Ahuizotl
y Moctezuma, no supo imponer su lengua a los vencidos tributarios que, con
la llegada de los españoles a su tierra del Anáhuac, se aliaron a ellos en
contra de los aztecas para caer al fin en
una verdadera esclavitud con la conquista española.
Sin embargo, en el mismo tono el
conquistador español, como organismo más poderoso porque traía el calor de una civilización muy avanzada… eran más
fuertes y dominaron a los organismos que en vía de evolución y progreso,
llevaban en su seno, muchos elementos de disolución y de muerte, no logró
imponer el idioma a todos los aborígenes.
En el virreinato ocurrió la mezcla
de razas, la española y las nativas nutridas por la misma sangre: el idioma
español. Sin embargo, muchos y diversos grupos indígenas quedaron aislados por
la lengua, entonces ¿cuál era el hogar, la patria de esta nueva raza? Luego entonces todos esos organismos no unificados (indígenas)
por el idioma están reclamando, por las
leyes de armonía fisiológica, la armonía funcional (integrarse al progreso,
a la vida civilizada) que no se
conseguirá sino por medio del idioma.
El indígena -reconoce- tiene
aptitudes para la vida civilizada que deberían aprovecharse para aglutinarle a
nuestro organismo para aprovechar sus energías en bien del conjunto. Esta convicción es la revelación de una
necesidad fisiológica en el momento histórico de nuestra evolución, y esa
necesidad fisiológica ha creado el órgano que llenará la función reclamada por
las leyes biológicas de la masa en la patria mexicana. Este órgano es la llamada
Sociedad Indianista.
Así, el indio no nos pertenece porque no nos entiende y forma parte de una
patria que ha conquistado con su sudor y su sangre y no sabe lo que es… Las
diversas tribus de indios difundidas en todo el territorio nacional son otros
tantos organismos parásitos que llevan una vida como conquistada a la vida
nacional.
La
nación no ha prosperado más debido a la ignorancia y aislamiento de estas
razas indígenas. No se trata de reducir a la civilización a razas salvajes o
exterminarlas en caso de ser refractarias al progreso (…) sino de instruirlas. Educar al indio es enseñarle el idioma, y (con
ello), enseñarle a reconocer y a amar a la patria, constituyéndose, si no la
unidad de la raza, sí la unidad de un organismo en una patria común.
La
asimilación de estas razas por el idioma… y la enseñanza de la cultura agrícola
moderna… contribuirán al desarrollo del país en una verdadera integración orgánica.
Tenemos que asimilar las razas que
nos pertenecen al organismo nacional, para construir con ellas la nacionalidad
mexicana y esta quedará consolidada en día en que en todo el territorio se
hable la misma lengua que es el nexo vital de todo nuestro organismo.
Finalmente:
El tema del asunto indígena sigue latente y a la espera de atención
y solución. Ya no se habla de “regenerar”, sino de “respetar” (también se
incluyen a los afromexicanos) sus
culturas e identidades; por ello, el 4 de diciembre del 2018, bajo el mandato
del presidente constitucional de la república, el Lic. Andrés Manuel López
Obrador, en el Diario Oficial de la Federación se promulgó la Ley del Instituto Nacional de los Pueblos
Indígenas en cuyo Artículo 2 se estipula que:
El Instituto
es la autoridad del Poder Ejecutivo Federal en los asuntos relacionados con los
pueblos indígenas y afromexicano, que tiene como objeto definir, normar,
diseñar, establecer, ejecutar, orientar, coordinar, promover, dar seguimiento y
evaluar las políticas, programas, proyectos, estrategias y acciones públicas,
para garantizar el ejercicio y la implementación de los derechos de los pueblos
indígenas y afromexicano, así como su desarrollo integral y sostenible y el
fortalecimiento de sus culturas e identidades, de conformidad con lo dispuesto
en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y en los
instrumentos jurídicos internacionales de los que el país es parte.
2.
“Discurso del Lic. Canseco, Oaxaca”. Boletín de la Sociedad Indianista Mexicana.
n. 4 de abril de 1911, p. 23. Citado en Beatriz Urías Horcasitas. Etnología y
Filantropía. Las propuestas de “Regeneración” para indios de la Sociedad
Indianista Mexicana, 1910-1914. Revista: Serie de historia moderna y
contemporánea. Instituto de Investigaciones Históricas. UNAM. México 2001, p.
228.
3 . Enrique
Beltrán. Alfonso L. Herrera. Primera figura de la biología mexicana. Leído en
la Academia Nacional de Ciencias el 17 de junio de 1968 para conmemorar el
centenario de su nacimiento. Disponible en internet en:
http://repositorio.fciencias.unam.mx:8080/jspui/bitstream/11154/143222/1/29VAlfonsoHerrera.pdf