Liberación de la teología.
Se puede tener
por compañera la fantasía,
pero se debe tener como guía a la razón.
Samuel Johnson
Dr. Xavier A. López y de la Peña
Hagamos por ahora un breve esbozo de la evolución de la libertad:
El
primer acto de libertad de la persona humana se suscita con el nacimiento. Sí,
de la liberación intrínseca del seno materno con el grito del naciente que
recibe, por vez primera, el hálito de la naturaleza mundana. Un primer acto libre,
lógicamente inconsciente, totalmente natural, innato.
A
partir de este primer y fugaz momento, nuestra futura “libertad” será acotada y
diseñada ya que se estructurará, poco a poco, de acuerdo a determinados
patrones familiares, económicos, políticos, sociales y culturales del tiempo y
lugar en el que nacemos.
Por
ejemplo, si se nace en un estado y dentro de una sociedad que reconoce la
existencia de una deidad creadora (como en las religiones abrahámicas), este
modelo religioso a seguir se considerará como algo “necesario” en el vivir
personal y, en consecuencia, se tendrá que creer en ella obligadamente y
seguirla a pie juntillas e, incluso, puede llegar a imponérsele.
El
segundo paso, ya cuando desarrollamos y adquirimos nuestra madurez racional, se
dio ejemplarmente cuando nos revelamos del yugo teísta que nos mantenía en la
monotonía de un apacible, inamovible e inescrutable edén, mediante un acto de
insubordinación contra el Creador que nos tenía prohibido
accesar al conocimiento. Con este acto, nuestro albedrío optó por la libertad de
comer del fruto del árbol prohibido para ejercer nuestra libertad para
conocer, para buscar la verdad.
El
tercer acto está dado con nuestra propia liberación de la naturaleza. El mundo
natural ya no moldea al ser humano, sino que él, consciente de sí mismo, ahora
trastoca los mandatos naturales. El ser humano, por sólo citar un ejemplo, ya
no dependerá de un determinado hábitat para vivir y sobrevivir en la
naturaleza, sino que se extenderá por toda ella creando a su satisfacción su
propio hábitat, podrá entonces vivir y sobrevivir tanto en el territorio polar
ártico como en la selva amazónica o, incluso, en el medio extra terrestre.
Razona, reflexiona, crea, inventa, desarrolla y es capaz de vislumbrar el
futuro.
Tiempos
prehistóricos de lucha por sobrevivir en la naturaleza, sobreponiéndose al
ambiente hostil y domeñándolo a marcha lenta pero segura, con la razón más que
con la fuerza.
En
la Edad Media la libertad del ser humano, nuestro antepasado de la cultura
occidental, la vida transcurría, campeaba y se regía básicamente entre salvar
el alma en el prometido mundo postmortem o condenarse eternamente y sufriendo
secularmente en ultratumba.
Sin
embargo, más adelante empezó a abrir los ojos al entendimiento y poco a poco se
percató que su libertad le posibilitaba a desdecirse del enunciado inobjetable
del Universo creado, explicándose la posición de la tierra en el Universo y buscando,
con una obsesión decidida a justificar el mundo y sus incógnitas con la razón,
esto es, renació.
La
libertad individual, sin embargo, aún permanecía acotada entre la mordaza de
una pinza, de un lado el territorio de lo sacro (jerarquía religiosa) y del
otro el profano (jerarquía monárquica-económica), que en una interacción
simbiótica obligaban a obedecer al ser humano tanto a uno como al otro.
La
libertad, como ejercicio anti opresivo, anti abusivo se debatió entonces entre
estas dos fuerzas de la pinza, hasta que un fraile católico agustino (Martín
Lutero) abriera el camino diferenciado a seguir por cada individuo y ciudadano
mermando el poder y control absoluto de un extremo de dicha pinza para
decidirse, ya por el trabajo como motor del crecimiento y desarrollo y
autoafirmación, o por el trabajo como castigo, sufrimiento y anatema.
La
libertad se debate ahora entre conducirse por el dominio de la naturaleza con
la razón o el de continuar en el abandono supersticioso dictado por el orden
celestial.
Con
un paso más, la libertad del ser humano deja atrás su infancia mental y ahora
enfrenta el reto de conseguir la libertad política. Se rebelan el campesino y
el proletario contra la tiranía y aflora la Revolución Francesa y la guerra de
independencia de los Estados Unidos. Se integran conceptos de libertades y
derechos fundamentales, ciudadanía y ruptura para con los dogmas, inicia la
libertad de las ideas de y para en un nuevo modo de articulación
del poder político y social a la luz que la razón da en esta ilustrativa brega.
Con ello, la libertad o, mejor dicho, las libertades del ser humano se
consolidan y anidan en la naciente democracia.
Hoy
la libertad se debate entre el capitalismo hegemónico, el consumismo, el
desperdicio y la depredación de la naturaleza, así como la “liberación” de las
libertades que llevan a extremos de propugnar y conseguir, que la nominación
del género quede al arbitrio de la persona que puede ser ya: hombre, mujer o
indiferente. Esto ocurre con los llamados géneros no binarios o
cuirgénero (GenderQueer), personas con una identidad que no se ajusta al
binarismo de género, ya que su identidad no se percibe totalmente masculina o
femenina.
La
libertad de cada uno de nosotros se acota mercadológicamente con una guía
consumista, hedonista y envuelta en la instrumentación dictada por el poder de
la o las iglesias, el estado o la sociedad, haciéndonos creer que tenemos
“libertad”.
Si
no pienso, actúo y siento como los demás, ¿quién soy?
Entonces
la libertad, nuestra idealizada libertad, se conduce al ritmo del poder ya y eclesial,
estatal o social en vertientes tan disímbolas, antagónicas, absurdas o
ilógicas, por utilizar sólo unos pocos adjetivos en el momento y lugar que
ocupemos en este mundo ahora “globalizado”.
Sólo
en nosotros, en nuestro yo, enfrentaremos nuestro actos voluntarios y
espontáneos como una acción de verdadera libertad. Ajenos a la manipulación del
poder, impulsados a “ser”, no a “tener”, a “saber”, no a “creer”.
Luchemos
entonces en consciencia y libertad en la construcción con responsabilidad de un
entorno simbólico y material en el cual podamos convivir y crecer de manera
tolerante e incluyente.
En
el proceso de nuestra vida habremos de comportarnos empáticamente tolerantes y
respetuosos con aquellos que, invocando a un ser superior satisfagan sus
preguntas y se conduzcan a la vez, tolerantes y respetuosos con los que, en la
búsqueda de lo ignoto seguimos por el camino de la razón.
Porque de cierto es que sabemos que, en nuestro camino por la liberación de la teología
…los conceptos religiosos variarán de acuerdo al grado de conocimiento acerca de la fenomenología que concursa en hechos “divinizados” de la naturaleza, cuya explicación a través de la religión deja de tener razón, sin embargo, mientras el hombre mantenga en su intelecto una sola incógnita sobre el Universo, el hueco en su pecho habrá de llenarlo con el pensamiento religioso. (Medicina Náhuatl. Xavier A. López, 1983).