Orden y Biosemiótica.
Orden
y Biosemiótica.
Pero ¿por qué la naturaleza produce
orden?
No se puede responder aún, pero de
cierto
es un proceso de la energía-materia que
reta,
aun cuando temporalmente, a la entropía
del Universo.
Dr.
Xavier A. López y de la Peña.
Orden
¿qué es el orden?
En el diccionario de la Real
Academia Española se define el vocablo orden como la colocación de las
cosas en el lugar que les corresponde (esto implica, necesariamente, que se
establezca para ello con anterioridad, una particular secuencia); la buena
disposición y concierto de las cosas entre sí (esto es, que tengan armonía,
determinado sentido, funcionalidad en su caso); la regla o modo que se sigue al
hacer las cosas o a la serie o sucesión de las cosas (un sistema o protocolo de
elección y selección), entre otras Bien,
pero abundando un poco más y complejamente sobre dicho término, el orden
es la propiedad que surge cuando varios sistemas abiertos, pero en origen
aislados, interactúan por coincidencia en el espacio y el tiempo, produciendo,
mediante dichas interacciones, una sinergia que ofrece como resultado una
realimentación en el medio, de forma que los elementos usados como materia
prima dotan de capacidad de trabajo a otros sistemas en su estado de materia
elaborada.
Algunos sistemas son capaces de
tener memoria y pueden establecer un método organizado y coordinado para
repetir el logro alcanzado por selección natural, y acelerar el objetivo
propuesto, pero pagando un precio: pérdida de su individualidad, mayor
dependencia de nuevos elementos que pueden existir gracias a una economía más
holgada, pero ganando en especialización. Con esta mirada, el orden es la
organización de las partes para hacer algo funcional y preciso, lo cual implica
la presencia de un cauce que establece una transacción de cargas con menor
coste y por lo tanto con potencial de desarrollo a una psicodinámica emergente,
dando la oportunidad al observador de imputar una finalidad intencional y, como
puede deducirse, de una acción inteligente.
Sea como sea, para el ser humano el orden
es necesario y buscado simplemente para entender todo lo que hay en el mundo,
ya sea una estructura física, el organismo de un animal, un suceso
meteorológico, una ley física, un proyecto de diversa índole o simplemente para
leer un libro entre otros. Todo lo inteligible requiere entonces, para su
asequibilidad, de un orden determinado, una secuencia y con ello, desde los
tiempos primitivos cada cultura ha estructurado sus propias explicaciones
interpretando y ordenando todo lo que le rodea.
De hecho, en Las metamorfosis, obra
del poeta romano Publio Ovidio Nasón (siglo I a. de C.), quedó registrada la
siguiente máxima latina en referencia al origen del mundo:
Tanto
en el mar como en la tierra y el cielo (…unus erat toto naturae vultus in
orbe, quem dixere chaos: rudis indigestaque moles nec quicquam nisi pondus
iners congestaque eodem non bene iunctarum discordia semina rerum) uno era el rostro
de toda la naturaleza en el mundo que se dice Caos: una masa bastante ruda e indigesta, un
bulto sin vida, informe y sin bordes, de semillas discordantes.
Con este pensamiento se
establecieron las bases para explicar, de manera racional, el origen del Mundo
y de la Vida; posteriormente surgieron las preocupaciones de los filósofos por
saber qué es el conocimiento, en qué se fundamentaba y cuál era su forma y su
esencia, así empezó a cambiarse el pensamiento físico por el abstracto y
apareció también la discusión acerca del Ser. El pensamiento entonces adquirió
un carácter dialéctico con Parménides, sobresaliendo el uso de la razón como el
camino al conocimiento y se inició la diferenciación entre el conocimiento
proporcionado por los sentidos o sensible, y el inteligible adquirido por la
razón.
El pensamiento o, mejor dicho, el
razonamiento fue dejando atrás el sustrato y fermento ideológico metafísico y
dogmático religioso o creacionista, por el científico o materialista, en donde
nuestro sistema solar y el Universo en general se formaron mediante el acúmulo
fortuito de átomos.
Uno de los momentos estelares que reúne esta concepción se dio con la respuesta que diera el astrónomo, físico y matemático francés, Pierre Simon de Laplace a Napoleón, cuando este le dijo: “Me cuentan que ha escrito usted este gran libro sobre el sistema del universo (refiriéndose a la obra Exposition du système du monde), sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador”, a lo que Laplace respondió simple y llanamente: Je n’avais pas bessoin de cette hypothèse-là (yo no necesitaba esa hipótesis). Con esta respuesta, quiso referirse posiblemente a que cien años atrás, cuando Isaac Newton aplicó a nuestro sistema solar su ley de gravitación y se le cuestionaron ciertas inexactitudes determinadas en los movimientos de Júpiter y Saturno, argumentó que tales anomalías se debían a la voluntad divina.
El orden es entonces un valor que la
persona confiere a una determinada disposición de las cosas entre sí y a saber
qué lugar le corresponde a cada una de ellas. Sin embargo, con ello concedemos
que mayoritariamente el significado que damos a las cosas es un producto
resultante de nuestro estado emocional, esto es, entonces, una mera respuesta
estética. El orden es así que lo dispuesto esté metódica y armoniosamente relacionado
entre sí y con otras cosas.
Dentro de la significación, la vida
pertenece a este universo que con el pasar del tiempo (4 000 millones de años) se
ha complejizado y con ello ha surgido el campo de estudio del carácter
natural-cultural del signo o código, como la unidad de análisis esencial de los
seres vivos: la biosemiótica.
Con ello se quiere decir que todos
los organismos vivos son sistemas semióticos (Semiótica: ciencia que
estudia los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre
individuos, sus modos de producción, de funcionamiento y de recepción)
integrados en una teoría general de los signos orientada a escuchar las señales
y los signos de la naturaleza, ya sea de la naturaleza humana o la naturaleza
no humana, sin la necesidad filosófica de postular entidades ni supuestos
metafísicos o religiosos.
Todos los seres vivos conocidos
conforman una unidad de mensajes interactuantes de doble código: el mensaje
codificado en forma análoga en el organismo y su redescripción en el código
digital del ADN (ácido desoxiribonucleico). Los organismos se reconocen e
interactúan entre sí en un espacio ecológico que crea un sistema semiótico
horizontal en tanto que, en la recombinación genética los rasgos se transmiten
pasivamente de generación en generación en forma digital.
El orden adecuado del código de
información de la vida desde los extremófilos hasta el ser humano, está inserto
en la información que proporcionan sólo cuatro nucleótidos: citosina, guanina,
timina y adenina. Con ello ocurre una intrincada variedad de interpretaciones y
decodificaciones de manera incesante en el organismo vivo, en una serie de
constantes e inacabados procesos de semiosis en los que, a mejor y mayor
semiosis, mejor adaptabilidad, en tanto que, a menor capacidad semiótica menor
adaptabilidad.
Muchos científicos escudriñan en este campo y con acierto señalan que: