sábado, 1 de enero de 2022

Tiempo.

 

Tiempo.

Lo que es y lo que no es. 

Lo pasado ha huido,

lo que esperas está ausente,

pero el presente es tuyo. 

Proverbio árabe


Dr. Xavier A. López y de la Peña

 Fue el filósofo y geógrafo griego Anaximandro de Mileto (610-546 a. C.), quien registrara el vocablo y el concepto de tiempo: Cronos, entendido como tiempo abstracto general, tiempo o periodo determinado, diciendo que todas las cosas tienen su génesis en Lo Indeterminado (ápeiron), y todas van a terminar en él “según el orden del tiempo”; fue también la primera persona en inventar el gnomon (del griego γνώμων: ‘guía’ o ‘maestro’; que es un objeto alargado expuesto a la luz solar cuya sombra del gnomon se proyectaba sobre una escala graduada y servía para medir el paso del tiempo (reloj solar), también fue el primero en trazar el perímetro de la Tierra y el mar y construyó también una esfera celeste.

            A su vez, la palabra tiempo viene del latín tempus, temporis y significa momento, ocasión propicia, estado temporal en un momento determinado. El diccionario de la RAE lo define como la duración de las cosas sujetas a mudanza o como una magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro, y cuya unidad en el sistema internacional es el segundo, definido como un número de veces específico del tiempo que dura la transición energética entre dos niveles del átomo de cesio 133.

             No obstante el tiempo, además del espacio como muchos otros constructos, ¿son reales o sólo son imaginaciones en la conciencia?

            Sea como sea, son abstracciones que no han encontrado una definición que satisfaga completamente al ser humano como elementos constitutivos del, podríamos llamarlo, Todo. El Todo que queda incluido en la tetralogía METE (Materia-Energía-Tiempo-Espacio).

            En este asunto, los filósofos son los más preocupados por el tema, aunque continúen divagando sobre él en el éter porque el tiempo y su definición, está aún muy lejos y fuera de su alcance. A los simples mortales nos satisface saber que el tiempo es la medida entre una sucesión de eventos, conformando un pasado (ayer), un presente (hoy) y un futuro (mañana).

            Dos corrientes filosóficas se disputan particularmente el asunto del tiempo, el idealismo y el materialismo. Unos por lo que parece “ser” (subjetivo) y otros por lo que “es” (objetivo).

            Así, dentro de la corriente idealista de la filosofía, se niega que haya una dependencia del tiempo y espacio respecto de la materia. Como lo propusiera el obispo y filósofo irlandés George Berkeley (1685 - 1753 d. C.) quien desarrolló una rama de la filosofía conocida como idealismo subjetivo o inmaterialismo en la que se niega la realidad de las abstracciones como la materia extensa; o como lo concibiera el filósofo, historiador, economista y ensayista escocés David Hume (1711-1776) cuya concepción del tiempo la consideraba como una “idea ordenadora” de la sucesión de determinados eventos. Por ello mismo tanto el tiempo como el espacio son sólo ideas preformadas acorde a la impresión percibida por los sentidos; o entendiéndolo como formas apriorísticas de la contemplación sensorial como señalara el filósofo y científico prusiano Immanuel Kant (1724.1804), quien fuera el primer representante del criticismo y precursor del idealismo alemán afirmando que el tiempo es, pues, dado a priori. Sólo en él es posible la realidad de los sucesos o fenómenos. Todos ellos pueden desaparecer, pero el tiempo mismo (como condición universal de su posibilidad) no puede ser suprimido. Es, por tanto, una condición de la inteligencia humana; o entendiéndolo como categorías del espíritu absoluto como pensara Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770 - 1831), filósofo también del Idealismo alemán quien consideraba al tiempo como algo sencillamente abstracto e ideal, diciendo que “el tiempo es el ser que, mientras es, no es, y mientras no es, es”; el devenir intuido; lo que quiere decir que las diferencias, simplemente son momentáneas, o sea, que se niegan inmediatamente, son determinadas como diferencias extrínsecas, esto es, exteriores a sí mismas.

            En contraposición a este modo de pensar, en la filosofía materialista se defiende el carácter objetivo del tiempo y el espacio como componentes inseparables de la materia y energía; es decir, son elementos constitutivos de la universalidad.

            En el espacio se ubica el orden de distribución de la materia-energía existente, en tanto que el tiempo, expresa “la consecutividad de los procesos o fenómenos que se sustituyen entre unos a otros” de forma irreversible siempre del pasado al futuro.

            El tiempo como elemento aún demandante de definición, resulta ser un factor conceptual constitutivo del universo, del Todo, y cuyo constructo como propiedad física mesurable (objetivo) por el razonamiento humano instrumentalizado en un reloj, nos permite “entender”, dar “explicación” y “prever” sobre lo que sucede en nuestro entorno, y para satisfacer lo que necesitamos y deseamos.

             Sin embargo, algunos científicos como el físico teórico británico, Julian Barbour en su libro The End of Time (Oxford University Press 1999), maneja la idea de una física “sin tiempo” argumentando que el tiempo como lo percibimos no existe, es ilusorio y que algunos problemas en las teorías de la física surgen de suponer su existencia como real. El tiempo, afirma, es sólo una ilusión del ser humano que se interpreta a través de lo que él llama cápsulas de tiempo, que no son otra cosa más que cualquier patrón fijo que genere o codifique la apariencia de movimiento, cambio o historia

Mi idea básica -explica- es que el tiempo como tal no existe. No hay ningún río invisible del tiempo. Sin embargo, hay cosas que se podrían llamar instantes de tiempo, o «Ahoras». Conforme vivimos parece que nos movemos a través de una sucesión de Ahoras, y la pregunta es, ¿qué son? Son configuraciones de todas las cosas en el universo, unas con respecto a otras, en cualquier momento, por ejemplo, ahora.

            Y argumenta también que, las personas que no comparten sus ideas, suelen ser aquéllas que “no quieren tomar en serio la interpretación de los muchos mundos de la mecánica cuántica, y que están tratando de modificar la mecánica cuántica a fin de desterrar ese fantasma”.

             Pero…           Suena la alarma de mi reloj y me percato que debo poner punto final a esta brevísima e incompleta disertación sobre el tiempo, ya que tengo que salir a una junta con colegas para tratar sobre los contenidos de un programa a realizar en el mes de junio en Medellín, Colombia.

            Me percato también que no puedo frenar el tiempo para seguir escribiendo, a menos que ilusoriamente lo detenga, quitándole la batería al reloj digital o poniéndole un tropiezo a la manecilla del reloj analógico con un esparadrapo.

            Tal vez objetivamente pudiera tratar de “matar el tiempo” dándole un martillazo a mi reloj de mesa (porque no concibo otra forma de hacerlo), para detener el tiempo, pero creo que ello sólo sería algo completamente “ilusorio” o estúpido, además de una tarugada.

            Me doy cuenta que tampoco puedo “alargar el tiempo”, porque los recursos tecnológicos de que dispongo (y creo que nadie los tenga tampoco) para su medición y registro, esto es, mis relojes, no son elásticos.

            Aunque (no me han de creer), siento que el tiempo se me “echa encima” con cada minuto que transcurre mientras sigo pegado aquí, escribiendo, palabra tras palabra.

            Súbitamente también, en medio de este embrollo me surge a manera de chispazo el recuerdo de la letra del tango “Volver”, de Gardel, que dice en una parte que cierto periodo de tiempo es “nada”: 

Volver, con la frente marchita

Las nieves del tiempo

Mancharon mi sien.

Sentir que es un soplo la vida,

Que veinte años no es nada… 

            Sí, ciertamente “veinte años son nada” como dice la canción, pero mi problema es que sólo faltan seis meses para el programa en Medellín y aún no hemos hecho reservaciones en el Centro de Convenciones del Hotel Tequendama para realizar el evento, entre muchas otras cosas.

            Que ayer no me tomé las píldoras para el control de mi presión arterial.

            Que me percato que soy como el Yo a la manera como lo describiera Jorge Luis Borges, que soy tiempo sangre agonía como expresara en su poema El ápice: 

[…]

Tu materia es el tiempo, el incesante

Tiempo. Eres cada solitario instante,

Sustancia suave y pesada

Que parece que ha sido imaginada

Para medir el tiempo de los muertos.

             Que quién sabe qué es el tiempo sino una ilusión del Ahora, qué fue y que probablemente será. Que hoy, en este momento dejé de escribir lo que pensé, lo que argüí y, para alguien que lo lea mañana, ya fue y no será más. Sobre el tiempo, eso sí, seguiremos estando perplejos (sí, la palabra la escribí bien).

            Tal vez poéticamente sea, como lo conceptuaba en un febril devaneo mezclando el tiempo y el vacío el historiador español, Eloy Benito Ruano: 

Tiempo.

Vacío.

Tiempo vacío.

Capacidad inmensa.

Esencia

sin existencia:

Realidad de la nada.

Pero en ti todo existe.

Nada escapa al contorno

informe, ilimitado,

de tu ser, el Ser mismo,

antes de ser creado.

En ti la Historia.

De ella tú la sustancia

ella tu simple adensamiento

amorfo, indefinido,

sólo muy tarde

—¿tarde? — moldeado.