Adaptarse
o…
Adaptarse o morir, ahora como nunca,
es imperativo inexorable de la naturaleza.
Herbert George Wells.
Dr. Xavier A. López y de la Peña.
En
una reflexión anterior, habíamos señalado que el verbo principal seguido por la
materia viva en su teleología, era el del verbo pronominal conservarse,
sí, de luchar por conservar su estructura.
Pues
bien, sin lugar a duda, el segundo verbo ejercido concomitante y obligatoriamente
por la vida para lograr conservarse materialmente, es el de adaptarse o adecuarse,
esto es, el de ajustarse a los variables requerimientos de su medio o entorno.
Todos los seres vivos requieren
adaptarse a su cambiante medio ambiente en lo que ha dado en llamarse la adaptación
evolutiva que ocurre sí, y solo sí, ese ambiente ha generado fuerzas
selectivas que han afectado a los ancestros de esa especie y han moldeado su
evolución dotándoles de rasgos que benefician la explotación de dicho ambiente.
La adaptación evolutiva es un proceso que ocurre mediante selección natural.1
Ahora
bien, ante los cambios económicos, sociales, culturales y políticos que ocurren
en el mundo y que se suceden de una manera vertiginosa creando en nosotros un
alto grado de incertidumbre, confusión, desazón y más, nos demandan una adecuada
respuesta psico-emocional adaptativa hacia ella.
Entre estos procesos adaptativos los
seres humanos luchamos por tener la habilidad de desarrollarnos en este, o
estos nuevos ambientes culturales, tanto psicológica como socialmente para
lograr convivir armónicamente con ellos. Esto es, el de poder lograr aculturarnos
(aculturación: proceso de recepción de otra cultura y de adaptarnos a ella, en
especial con pérdida de la cultura propia) en un entorno en el que campean múltiples
y diversas ideologías, así como valores, emociones y sensibilidades a las que
respondemos, también, de distinta manera.
Vemos entonces que, ante estos
cambios que nos ocurren expresados en los corrillos, tertulias, reuniones o
simposios más diversos y disímbolos, ya se trate de cuestiones técnicas o
ideológicas suele hacerse referencia con demasiada frecuencia -entre las
personas adultas mayores -particularmente- a que, desde el punto de vista
social, económico o político: “…las cosas antes eran mejores”.
Esta
frase tiene algo de razón ya que expresa de alguna manera el significado de que
“antes” ya había logrado adaptarme a mi entorno, esto es, porque ya
había sorteado ciertos obstáculos o retos en el pasado ya que los conocía y sabía
más o menos como sortearlos, pero ahora, ante los nuevos, cambiantes,
desconocidos y desafiantes cambios y retos, ya sentimos que “no sabemos cómo
enfrentarlos” o nos cuesta más esfuerzo y trabajo adaptarnos a ellos,
por ello, “antes todo era mejor” ciertamente.
Pero consideremos ahora que si
“antes” la esperanza de vida al nacer en México en 1940 era de unos 40 años y
“ahora” es de unos 75 años; si en este mismo año las mujeres aun no tenían
derecho a votar; si no había seguridad social; si no teníamos penicilina, si la
tuberculosis mermaba a la población; si la vida se desenvolvía políticamente
aterrada ante la idea comunista y se estaba a la sombra de la 2ª. Guerra
Mundial; si exportábamos nuestra mano de obra o “braceros” a los Estados Unidos
de América y más. Si vivimos una Guerra Cristera (1926-1929) “fratricida” -en
nombre de Dios- contra la política laica del presidente Plutarco Elías Calles y
una segunda Guerra Cristera (1932-1938) contra la ley de educación “socialista”
promulgada durante el período del presidente Lázaro Cárdenas que llevó a la
muerte a cientos de maestros rurales indefensos; si se consideraba la
homosexualidad como un delito (1834) o como agravante del delito (1998); si
antes no teníamos teléfono, ferrocarril, ni automóviles, lavavajillas, aire
acondicionado, ni televisión, satélites y ni… mil cosas más.
Bueno… “antes” -para terminar-, no era mejor ni peor;
“era” simple y sencillamente otro tiempo en el cual nos desenvolvimos y
desarrollamos.
Ahora
debemos enfrentar los nuevos retos que en la vida se nos presentan; por lo
tanto, debemos entonces “adaptarnos” a ellos.
Como,
por ejemplo, veamos algunos retos a los que debemos, ahora, adaptarnos:
El
asunto de la “familia” como base de toda sociedad, sí, de este vocablo
proveniente de la raíz latina fames que significa “hambre” y que hace
referencia al conjunto de personas (parientes o no) que sacian su hambre en
una misma casa. En tanto que la Real Academia Española de la Lengua le
define como grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas; o más
aun como la define la Organización Mundial de la Salud: conjunto de personas
que conviven bajo el mismo techo, organizadas en roles fijos (padre, madre,
hermanos, etc.) con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia
económico y social comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan.
Este
concepto de familia -entonces-, sufre ya cambios importantes en
la sociedad acorde a la cultura, costumbres, religión y leyes de cada comunidad
o país y que enfrentan retos adaptativos particulares entre sus
ciudadanos en tanto que pudieren ser impuestos, aceptados, rechazados, soslayados
y tolerados o amparados por la ley.
Anteriormente
el concepto más antiguo de familia se definía como un grupo integrado por un
padre, una madre y los hijos (hombres y/o mujeres) nacidos de su relación.
Hoy,
la familia se entiende ampliamente como el ámbito donde el individuo (ya no se
especifica si padre, madre e hijos) se siente cuidado, sin necesidad de tener
vínculos o relación de parentesco directa, y que puede establecerse bajo
diferentes modalidades, a saber:
La familia biparental con
hijos, también llamada nuclear o tradicional: padre, madre e hijos como ya
referimos; biparental sin hijos ya por voluntad propia o por
infertilidad; homoparental: formada por dos hombres o dos mujeres; reconstituida
o compuesta: madre o padre con hijos que hace una nueva pareja sin hijos
(reconstituida) o con ellos (compuesta); monoparental: Un solo individuo
ya sea hombre o mujer (monomarental en este caso) con hijos; de acogida o
temporal: Individuo o pareja que acoge, temporalmente a uno o más hijos en
lo que se reencuentren con su familia o un hogar permanente (acogida); o cuando
una familia ofrece el mejor entorno posible a menores en necesidad por un
tiempo determinado (temporal); adoptiva: pareja o adulto con uno o más
hijos recibidos en adopción; extensa: Convivencia bajo el mismo techo de
padres, hijos, tíos, abuelos, primos; poligámica ya de hombre con dos o
más mujeres (poliginia), o de una mujer con dos o más hombres (poliandria), etcétera.
Veamos
otro caso: La identidad de género.
Históricamente
el psicoanalista y psiquiatra estadounidense Robert Stoller, adopta el término gender
(género) para asignarlo al rol o comportamiento psicosocial, como diferente del
determinante sexo biológico a mediados del siglo pasado. Y la identidad de
género entendida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “la
vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la
experimenta, la cual podría corresponder o no, con el sexo asignado al momento
del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras experiencias
de género como el habla, la vestimenta o los modales”.
La
identidad de género se define entonces como la idea o concepción que una
persona tiene de sí misma, ya como hombre o como mujer, de una combinación de
ambos, o de alguna otra manera. Dicha identidad comprende diversas actitudes y
comportamientos que la sociedad en la que se desarrolla les puede considerar como
adecuados y aceptables o no, en función de su sexo.
Este
es un tema complejo en el que intervienen de manera complicada múltiples
factores tanto biológicos como sociales, culturales y políticos en la que la
determinación de este modo de existencia, actualmente reconocido, tiende a ser
deconstruído de su apreciación estereotipada y binaria del género, otrora
considerado como anormal o patológico, estigmatizado y criminalizado.
Sin
embargo, cuando la identidad de género genera en el individuo
disconformidad entre su apreciación y deseo comportamental con el sexo asignado
al nacer produciéndole malestar, angustia, ansiedad, irritabilidad y depresión
por causales generalmente sociales y culturales, se podría ya catalogar como un
trastorno patológico llamado disforia de género, cuya situación clínica le
puede llevar hasta la tendencia suicida, según lo refiere el Diagnostic and
Statistical Manual of Mental Disorders, 5ª. edición (DSM-5).2 Por estas razones, son
necesarios verdaderos cambios estructurales culturales para que estas personas
se puedan adaptar en su vivir cotidiano en la comunidad social en la que
se desenvuelven.3
Veamos
cuáles han sido algunas variantes de la identidad de género:
Cisgénero, es cuando la
identidad de género y el género asignado al nacer coinciden. La mayoría de las
personas actualmente son cisgénero; Bigénero, personas que se
identifican con ambos géneros (hombre y mujer) y pueden adaptarse a ello en
distintas circunstancias; Intergénero, identificados en un punto medio entre
dos géneros, usualmente los binarios. Esta identidad pertenece únicamente a
personas intersexuales, no debe utilizarse por parte del resto: Intersexual,
persona nace con órganos reproductivos o sexuales que no se ajustan a lo que
tradicionalmente se considera masculino o femenino; Género fluido, personas
que no se identifican solo con una identidad de género, sino que circulan entre
varias. La identidad varía según el momento que vive, como se siente o la
persona con la que se encuentra; No binario, que significa no
reconocerse tradicionalmente entre hombre y mujer. Quienes viven esta identidad
no se sienten exclusivamente hombre o mujer, sino que pueden ser percibidos
como ambos; Pangénero, personas que se pueden sentir de cualquier
género, o todos a la vez; Transgénero, persona cuyo género no coincide
con el que le fue asignado al nacer. Sienten pertenecer al sexo opuesto; Transexual,
personas que adquieren las características físicas de las personas del sexo
contrario mediante tratamiento hormonal o quirúrgico; Trigénero, personas
que pueden sentirse parte del género femenino y masculino, pero también
perciben un tercer género, que puede ser el nulo o una combinación entre
cualquiera de los tres; Non-conforming, persona que no se quiere
identificar con etiquetas de género binarias y Agénero, a la persona no
se identifica con ningún tipo de género ni se asimila en masculino y femenino. Esto
es, de identidad nula.
Podemos
ahora preguntarnos entonces ¿Cómo se adaptan -o nos adaptamos- los
ciudadanos que profesan alguna ideología o creencia (actitud personal que acepta
una experiencia, una idea o una teoría, como verdadera, sin que se necesite demostrarle
empírica o argumentalmente) que sea contraria, por supuesto, a las actuales variables
estructuras de familia diversas al nuclear o tradicional, a la identidad
de género tradicional o binaria y a otras muchas más?4
Bueno, pues se adaptan -o nos
adaptamos- con respeto a ellas y las toleran o lo aceptamos, como un derecho humano
legítimo del “otro o de la otra o lo que decida ser” -ya que hay que ser
también parejo-, o caen, o caemos en la absurda y deplorable estigmatización,
discriminación, segregación y rechazo tácito o violento hacia ellos, pero
puniblemente combatible tanto socialmente como por la ley en nuestra sociedad
democrática, multiétnica y multicultural que, esencialmente debe pugnar por
cubrir las necesidades y derechos de sus individuos, sean cuales estos fueren, en
la búsqueda de lograr el bienestar colectivo de la nación.
1 .
Universidad de Granada. Consultado en internet el 2 de noviembre de 2023 en: https://www.ugr.es/~jmgreyes/adaptacion.html
2 .
Manual MSD: https://www.msdmanuals.com/es-mx/professional/trastornos-psiqui%C3%A1tricos/sexualidad-disforia-de-g%C3%A9nero-y-parafilias/disforia-de-g%C3%A9nero
3 . Serón D., Tomás, & Catalán Á, Manuel. (2021). Identidad de Género y Salud
Mental. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 59(3), 234-247.
https://dx.doi.org/10.4067/s0717-92272021000300234
4 .
Doctrina social de la Iglesia sobre la familia. https://es.catholic.net/op/articulos/10125/doctrina-social-de-la-iglesia-sobre-la-familia.html#modal