viernes, 1 de agosto de 2025

Pertenencia.

 

Pertenencia a una profesión.

También esta noche, Tierra, permaneciste firme.
Y ahora renaces de nuevo a mi alrededor.
Y alientas otra vez en mí
la aspiración de luchar sin descanso
por una altísima existencia.
 
“Fausto”, de Johann Wolfgang von Goethe


Dr. Xavier A. López y de la Peña

El médico cirujano norteamericano David H. Galloway (1852-1944) publicó en el año de 1896 algunas de sus experiencias profesionales en la ciudad de Aguascalientes, México.1
            En una de ellas da cuenta de que estando asistiendo a un joven mexicano gravemente enfermo en una pierna por una infección, hubo de improvisar prácticamente todo en ello para curarle; desde el lugar para intervenirle quirúrgicamente, quién o quiénes podrían asistirle, qué instrumentos y equipos habría de necesitar y hasta cómo habría de hacerlo.
            Las condiciones en las que trabajó fueron deplorables y de mucho riesgo, tanto que mientras le intervenía quirúrgicamente hubo de lanzar, el propio cirujano, múltiples baldes con agua hirviendo a la multitud inquieta y amenazante que se apiñaba en la puerta de entrada de la habitación en la que estaba operando al paciente y que gritaban: “¡lo están despedazando!, ¡lo están matando!, y más”, para que dejaran entrar la luz -ya que la habitación en que operaba no tenía ventanas-, y poder continuar con su procedimiento quirúrgico. En esta intervención fue auxiliado con la anestesia (cloroformo) dada por un dentista también norteamericano Frank C. Doty y con la asistencia de un niño de apenas 14 años.
Continuó con su trabajo a pesar de los insultos proferidos por la enardecida población y la abrupta intromisión de un familiar físicamente agresivo al que sometió el mismo cirujano con escalpelo en mano, gritándole (en inglés, por supuesto porque no hablaba español) y amenazándole con “arrancarle el hígado” si no se retiraba de allí de inmediato. El cirujano no detuvo su trabajo aún y a pesar de que el dentista que le ayudaba le pedía dejarlo ya, y solicitar asistencia a la guardia de la localidad.
            Al fin, todo salió bien después de un largo tiempo de recuperación postoperatorio y este suceso me llevó a reflexionar sobre el qué nos hace “pertenecer a una profesión” porque, independientemente de las dificultades que este médico cirujano afrontó, del riesgo que corrían él y sus auxiliares, el deseo de servir y ayudar al semejante con graves problemas de salud imperó en su conducta revelando en él, con esta única manifestación, una clara y espléndida “pertenencia profesional a la medicina”.
De hecho, lo que nos hace íntimamente pertenecientes a una profesión no es solo el título en ello adquirido, los honorarios o el salario percibido por el servicio o la rutina ejecutada en su práctica, sino un conjunto más profundo de elementos tanto personales, como éticos y existenciales en ello involucrados. Veamos algo de ello.

El filósofo alemán Martin Heidegger en su obra "Ser y Tiempo" de 1927 sostiene que la esencia del ser humano no está en el "tener" o en el "hacer", sino en el "ser", o mejor aún en el “poder-ser” que, aplicándolo al ejercicio de una profesión, se entendería como que todo lo que se hace en ella es parte de nuestra forma de estar en el mundo.

Para el sociólogo, también alemán, Max Weber, ejercer una profesión es responder a un “llamado” o vocación cuya pertenencia se alcanza cuando la persona entiende y vive su trabajo como una expresión de su destino tanto moral como social; y para el francés Jean-Paul Sartre que en su filosofía afirma que el ser humano está condenado a ser libre, refiere que la profesión “es” un acto de libertad, algo que nos define por dentro no por fuera, un acto de responsabilidad ante uno mismo.
En fin, para “pertenecer a una profesión” primero hay que sentir el llamado hacia ella, esto es, la vocación que lleva implícito un propósito determinado e identificarse con ésta sintiendo que tu manera de pensar, percibir y actuar se amolda de forma natural con las exigencias y valores de esa práctica, y aceptando con orgullo la responsabilidad moral que ello conlleva, y reconociendo y aprendiendo de nuestros errores para corregirlos y evitar repetirlos en adelante. De igual manera, es necesario demostrar maestría y pasión en ella esforzándonos en aprender y mejorar continuamente, innovando y creciendo tanto en sus habilidades como en la práctica.
Sábese que cada profesión posee un lenguaje, ceremonias o rituales, así como ciertos códigos no necesariamente escritos que deben ser entendidos, respetados y seguidos. Al hacerlo, gratamente se percibirá sentirse parte de ella, compartiendo conocimientos, valores, deseos y reconocimiento mutuo en la labor cotidiana; valorando a los colegas como pares, defendiendo la dignidad de la práctica y compartiendo éxitos y fracasos, memoria e historia en su hacer de cada día.
Dentro de la pertenencia a una determinada profesión está también la obligación de cumplir con las responsabilidades en ella adquiridas con puntualidad, ética y calidad, incluso en momentos difíciles; actuar con honestidad, respeto y transparencia; respetar las normas, leyes y principios que rigen la profesión y tratar a colegas y clientes con honestidad, equidad y dignidad; ser consciente del impacto de tus acciones; buscar mejorar tus habilidades y conocimientos constantemente y estar abierto a nuevas ideas, críticas constructivas y cambios.
            Todo lo dicho anteriormente no tiene nada de nuevo a lo ya referido incansablemente por muchos pensadores, así que a esta aproximación que puede sonar como catequística y sermonial (vocablo derivado de la palabra inglesa «sermon», que significa discurso religioso o moral. Puede interpretarse como una metáfora de guía o sabiduría) contrapone al profesional con la realidad actual.

¡Si!, la pertenencia a una u otra profesión, se enfrenta ahora a la realidad de un mundo globalizado, dado por la interconexión y dependencia de las naciones a través de los flujos de capital, información, mercancías, personas y cultura; capitalista cuyo sistema económico es dominante en el mundo moderno y caracterizado por la propiedad privada de los medios de producción, la competencia en los mercados y la búsqueda del beneficio económico, y mercantilista, centrado en la acumulación de riqueza en donde la búsqueda de la rentabilidad suele entrar en conflicto con los principios éticos.
Bajo estas circunstancias los médicos, al igual que otros profesionales, necesitan sentir a profundidad que su trabajo es útil a la sociedad y que su papel en ello es justamente valorado. No obstante, cuando se le oponen barreras políticas, económicas, sociales y laborales, suelen sentir una desconexión con su vocación. Experiencia que ha dado en llamarse como "despersonalización" en la medicina, donde el médico empieza a ver al paciente más como un caso, un cliente o un número que, como una persona, lo que lleva a afectar directamente a su atención.
De hecho, en México, como en muchos otros países los sistemas de salud suelen ser deficientes y desorganizados y, por tanto, las políticas públicas no suelen estar orientadas a la mejora de las condiciones laborales del personal de salud (médicos, enfermeros y otros) ni de proporcionar un equitativo acceso a los servicios de salud a la población general. Situación que genera limitación y frustración en el profesional ante el desorden y las deficiencias del sistema.
            También suelen enfrentarse a una burocracia y regulación excesiva cargada de trámites administrativos que obstaculizan su capacidad de enfoque en el paciente, lo que puede ocasionar una “desconexión” emocional con la profesión.
A laborar en sistemas de salud públicos mal remunerados donde se reciben salarios relativamente bajos si se comparan con los obtenidos en la práctica privada, les puede hacer sentir como “poco valorados”.
            Laborar con recursos limitados (ya por crisis económicas, recortes de presupuesto en salud, mala administración, mala distribución, corrupción y otros) para realizar procedimientos necesarios, escasez de medicamentos y equipos, y la sobrecarga de trabajo reducen la calidad de vida de los profesionales, sus capacidades operativas y su conexión con su vocación.
            Verse limitado en recursos, sobrecargado de trabajo, mal pagado e inadecuadamente valorado suelen ser combinaciones determinantes para que el profesional ejerza un trabajo deficiente y limitado, que a la luz pública suele percibirse como un servicio que no siempre se brinda con atención comprensiva y humana, haciendo que algunos profesionales se sientan no completamente aceptados dentro de la comunidad.
Ante este breve panorama, el sentido de pertenencia, en este caso de la medicina, como hemos visto no está lleno de dificultades. Hay que enfrentarse entonces a una serie de barreras estructurales y emocionales que, de no ser abordadas, pueden generar un sentimiento de desilusión con la profesión. A pesar de esto, muchos profesionales encuentran formas de superar estos obstáculos, reconociendo la importancia de su labor y buscando redes de apoyo que les permitan mantenerse conectados con su propósito.
Hay pues la necesidad de que el profesionista, además, sea ahora capaz de adaptarse a la globalización y las nuevas tecnologías accediendo a una educación de calidad desde cualquier parte del mundo a través -si ello es posible-, de plataformas de aprendizaje online y de recurrir al teletrabajo y al networking digital, si ello fuere necesario.
A participar en nuevas formas de activismo profesional para sortear posibles obstáculos tanto sociales como culturales para abogar por la igualdad de oportunidades y el reconocimiento de sus derechos. Ejerciendo acciones para influir en decisiones políticas y legislativas a través de la comunicación y la presentación de argumentos a favor de nuestros intereses profesionales o lobbying, enfocado en la formulación de políticas públicas que impacten en la profesión para la creación de mejores condiciones económicas, sociales, políticas, legales y laborales, y la promoción de la justicia social y económica.
            Resiliencia para lidiar contra la corrupción y la burocracia estableciendo conexiones con otros profesionales para diseñar y operativizar determinadas acciones contra ello. Ante la gran competencia en el mercado laboral, hay que sacar adelante la creatividad y capacidad profesional, mejorar el pensamiento crítico, la innovación y la adaptación a las crecientes demandas del mercado.
            Ante el mercantilismo que nos rodea, la búsqueda de la rentabilidad suele entrar en conflicto con los principios éticos como ya citamos. Por ello, hay que luchar por trabajar con prácticas justas, sostenibles y éticas, lo que no solo nos posicionaría como líderes en nuestro campo, sino que también puede atraer a clientes o empleadores comprometidos con la ética corporativa.
            Aguzar, dentro de las tendencias emergentes a la adaptación profesional la mentalidad de crecimiento que permite a los profesionistas enfrentarse a fracasos, aprender de ellos y reinventarse según lo exija el mercado.
Empoderamiento a través del emprendimiento creando sus propias empresas o startups para tener control sobre su carrera con lo que se permite eludir las limitaciones del sistema laboral tradicional creando nuevos modelos de negocio.
Sea como sea y de forma personal, si carecemos de recursos busquemos activamente la forma de improvisar y dar factibles soluciones. Si el trabajo es tedioso, buscarle aristas satisfactorias. Por ejemplo, recopilar información sobre lo que hemos hecho en determinado tiempo, reconocer aciertos y errores, frecuencias, porcentajes, comparaciones y otras (esto es investigación) y con ello saber qué hemos hecho y por tanto cómo mejorarlo y corregirlo o, inclusive, hacerlo menos tedioso.
            Si la lambisconería y la corrupción imperan en el ambiente de trabajo para solapar deficiencias, irregularidades u otros defectos, habrá que sostenerse en la vía del bien hacer profesional que nos mantenga al margen de esta práctica y, con el ejemplo seguir ejerciendo nuestro trabajo mirando siempre el interés en la salud del paciente. Podría entonces poder decirse, si es que se labora en determinada institución pública de salud, que se es NO INSTITUCIONAL; esto es, estar al servicio de los intereses del paciente al que servimos, no como veladores del interés institucional.
Propugnar porque las posiciones directivas de la institución se consigan por méritos y capacidad profesionales, no por amiguismos, premios políticos, compadrazgos, u otros varios e inenarrables justificaciones.
En resumen, para sortear obstáculos sociales, económicos, políticos y laborales, los profesionistas actuales deben sentir y expresar con sus acciones su pertenencia a la profesión, ser honestos, responsables, equitativos y justos, además de adaptables, creativos, resilientes y continuamente en formación.
La clave actual para ello está en la flexibilidad personal y la capacidad de construir redes globales, -si ello fuere necesario y oportuno-, lo que les permitiría aprovechar las oportunidades que ofrece el entorno globalizado y, al mismo tiempo, sortear las dificultades impuestas por el contexto capitalista y mercantilista tanto en el hacer en la esfera pública como en la privada. Sólo así se podrá observar cómo la pertenencia a una profesión se convierte en un reflejo de las concepciones más amplias sobre el individuo y su relación con su servicio a la sociedad.

 

En todo caso, habrá de seguir lanzando baldes con agua hirviendo

contra los ignorantes, estúpidos, incapaces y corruptos que impiden la entrada de luz y obstaculizan o impiden nuestro hacer y pertenecer profesional, bajo cualquier circunstancia.



1 . Galloway D. H. Experience of an American physician in Mexico. Operating for suppurative lymphangitis under difficulty. – Taking his one medicine. - Strychnia poisoning. JAMA. 1896;27(24):1235-1238.