miércoles, 10 de julio de 2013

Surrealismo

XILITLA.
© DR. Xavier A. López y de la Peña.
Porque he visto tanta belleza como rara vez se puede ver, estaré agradecido de morir en este pequeño cuarto, rodeado de la floresta, de la gran penumbra verde de los árboles, mi única penumbra –y del murmullo, el murmullo del verdor [...]
Edward James
La capacidad creativa del ser humano es enorme. Sus derroteros son también disímbolos y amplísimamente contrastantes, sin embargo, el crear algo es inherente a la humanidad. Bien lo dice la frase que “de músico, poeta y loco todos tenemos un poco” para señalar el deseo artístico y creador de cada uno de nosotros. Edward Frank Willis James (1907-1984) mejor conocido en México como “el inglés”, es uno de los personajes que dejó en un lugar conocido como Las Pozas en Xilitla, S.L.P. una muestra de su capacidad creativa desbordada. Incrustada en la Huasteca potosina y sobre un accidentado terreno sobre la ladera del monte Xilitla (lugar de caracoles) se extiende el desarrollo onírico-quimérico-creativo del “inglés” sobre una superficie agreste de 40 hectáreas.
Durante el recorrido de esta muestra arquitectónica surrealista la razón y el corazón chocan (esta es una interpretación personal) y plantean preguntas ávidas de respuesta: ¿qué sentido tiene construir tantos elementos obtusos, inútiles e inertes en medio de una maravillosa infraestructura natural palpitante y desbordante de vida? ¿Porqué se dilapidan 5 millones de dólares en irreales construcciones coloridas en el centro de una comunidad con necesidades sociales primarias insatisfechas?
La obra considerada artística (de hecho, todo lo es) despierta emociones varias en el espectador si le mira o le escucha. Puede agradarle o desagradarle, sus tonalidades, su textura, sus combinaciones, su representación, su forma, su contenido, su expresión, su idea, etc. La casa del “inglés” en Xilitla causa emoción ciertamente. Es la expresión concreta de una mente atormentada por el hastío con fuertes rasgos psicopatológicos y posiblemente influenciados por drogas psicotrópicas. A los 15 años de edad -recuerda el mismo Edward James- “un día en presencia de mi madre, estallé en sollozos incontrolables y sólo pude explicarme diciendo: ¡Ya no puedo soportarlo más... no puedo... no puedo!” La naturaleza vívida, incontenible y exuberante engulle progresivamente la obra del “inglés” sobreponiéndosele. Hace falta mucho esfuerzo humano para mantenerla a raya, contribuyendo con ello a lucirla como “una obra incorporada” al paisaje natural. Desbordada la imaginería combinando formas y colores, la obra del “inglés” mezcla intrincados simbolismos entre los que destacan las escaleras que llevan a ningún lugar y las puertas o ventanas que no se incorporan a nada. Una representación de búsqueda sin encuentro, un destino incompleto, una insatisfacción expresada íntimamente. La construcción “jamesiana” como todo constructo surrealista en totalmente impráctico, arquitectónicamente opuesto a lo funcional y útil. Tiene también su expresión religiosa con la vereda de las serpientes que nos muestra a siete serpientes de piedra proyectándose desde el suelo y que representan a los siete pecados capitales, la plaza de san Isidro y la puerta de san Pedro y san Pablo. Incongruencias no sólo estéticas sino reales como la bóveda de los murciélagos que tiene en uno de sus muros un altorrelieve con motivos egipcios presididos por Ra, el dios sol de su mitología, en contraposición al quiróptero al que se le dedica, conocido como el rey de las tinieblas o de la noche.
Edward James incorporó al paisaje de Las Pozas su inconsciente probablemente atormentado y retuvo a la misma naturaleza en libertad en jaulas (casa de los flamencos, casa de las aves, casa del ocelote, casa de los pericos, corral de venados, casa o bóveda de los murciélagos, templo de los patos) en un acto de posesión del entorno estático y dinámico como diciendo: yo soy yo y la naturaleza. Su obra es la obra de un solitario luchador por conocer su destino, por conocerse a sí mismo en una expresión artística surrealista en que campean los símbolos inacabados de su vivir sin sentido. La obra de un ególatra que se asume como única parte de la naturaleza, la expresión misma de la primera persona del singular dejando fuera a todos los demás. Una plancha de cemento en la parte alta de la selva de Las Pozas, con la forma del cuerpo del “inglés” en la que solía recostarse a reposar rodeado de velas encendidas, constituye el monumento a tal aseveración.
Las Pozas, en Xilitla, S.L.P. fue el oasis en el que el “inglés” Edward James sació su sed de identidad incorporando al paisaje sus sueños, sin integrarse al suelo potosino o mexicano, sin aprehender la esencia de lo humano a su derredor. Nada de lo construido tiene visos de la más mínima influencia mexicana, ni siquiera un nombre de raigambre local como podría haber sido “papalotitlán” (lugar de las mariposas) en alusión a estos lepidópteros tan abundantes en ése lugar. Columnas, arcos, flores estilizadas, caminos, puentes, puertas y ventanas evidencias su armamentarium cultural neogótico delirante y en ofrenda a sus mentores y admirados que no disimula en homenajear: Max Ernst y Henry Moore. Conoce a Leonora Carrington y Salvador Dalí a quien patrocina y a muchas otras personalidades; vive de la imaginería fantástica y pretende conocerse al través de los intrincados laberintos del surrealismo. Su vida se expresa de esta manera: inexplicablemente, y su contacto con Erich Fromm en México tal vez no fuera sólo casual y le hubiera ayudado a tratar de descifrar su psicopatología desde el punto de vista profesional. Su huella en tierra mexicana lucha por perpetuarse contra los embates de la naturaleza que engulle inmisericordemente la obra del “inglés”. Los mexicanos que le sirvieron no dejaron en él ninguna huella aparente. El tampoco dejó una huella de humanismo en México. Las Pozas, Xilitla, S.L.P. fue un accidente en la vida agitada de Edward James, como podía haber sido un lugar en Borneo, Paraguay o en el archipiélago Malayo. Edward James viajaba y vivía buscándose. La obra del “inglés” se muestra como un monumento a la egolatría, una expresión artística que combina formas y figuras caprichosas entremezcladas con la naturaleza feraz de Las Pozas, Xilitla, S.L.P. cuyas estructuras antaño coloridas se muestran desteñidas, sin calor. Asombra, ciertamente, la capacidad creativa del “inglés”. Su obra contrastante en competencia desleal con la naturaleza del lugar dejó, sin embargo, su huella fría en monumentos de piedra, carentes de calor, ausente del tú y del nosotros.
Al conocer la “casa del inglés” me sentí ausente; nada me ligaba gustosamente al surrealismo circundante en el medio de su arquitectura fantástica. Admiraba la capacidad creadora en sus formas delirantes y sufrí el vacío de Edward James. El poeta y loco que luchaba afanosamente por su identidad, el ególatra que se hacía llevar en andas por los caminos inhóspitos de su contra-naturaleza ideológica radicada en Xilitla como un faraón, dueño y señor de su mundo privado.
Las Pozas, Xilitla, S.L.P., en el mismo corazón de la Huasteca potosina es el monumento surrealista a la memoria del inglés Edward James, el multimillonario que tuvo todo sin tener nunca nada. Un derroche de recursos integrados al paisaje selvático de la ladera del monte Xilitla sin ningún ápice de sentido social. Un mausoleo irreal a la imaginería del yo: Edward James. El solitario añorando morir solo como siempre vivió.

lunes, 3 de junio de 2013

Guadalupanismo

EL MEXICANO Y LA RELIGION: UNA CONFRONTACION HISTÓRICO-IDEOLÓGICA
© DR. Xavier A. López y de la Peña
"Señor Malinche: si tal deshonor como has dicho creyera que abrías de decir, no te mostrara mis dioses. Estos tenemos por muy buenos, y ellos nos dan salud y agua y buenas sementeras y temporales y victorias cuantas queremos; y tenémoslos de adorar y sacrificar; lo que os ruego es que no se digan otras palabras en su deshonor".
Palabras de Moctezuma a Hernán Cortés.
Mucha tinta a corrido en la discusión histórico-ideológica en materia religiosa entre los mexicanos. El tema se mantiene en silencio durante algún tiempo y luego estalla estrepitosamente cuando se toca a alguno de sus pilares como en el caso de la polémica en torno a la Señora del Tepeyac: la Virgen de Guadalupe. Aunada a la ilegalidad, la virilidad, la soledad y el relajo, la religiosidad constituye una invariante -¡qué duda cabe! resalta el Dr. Agustín Basave Fernández del Valle- más del mexicano. ¿Qué es una invariante? Mi querido maestro el Dr. Antonio Oriol Anguera en colaboración con el Dr. Vargas Arreola nos ofrecen en su libro El Mexicano (Raíces de la mexicanidad) de 1983 su descripción: Una invariante es una palabra sinónima de estilo aunque con algunas características propias. La primera condición que le resalta es la de que sea exclusiva, es decir que sólo a ellos competa. La religiosidad de los mexicanos es sólo de los mexicanos. La segunda condición es la permanencia, esto es, que se mantiene a través del tiempo. Nuestros tatarabuelos, abuelos y padres ya la tenían y, la tercera, es la de que se de en todos los estratos o niveles: entre ricos o pobres, entre cultos e incultos de una y otra parte ya vivan en Chiapas o Tamaulipas, es por tanto omnipresente. El milagro del Tepeyac así, cumple con estos requisitos en el pensamiento religioso del mexicano y es parte de su invariante. ¿Es lo religioso un valor? Desde la perspectiva de Carlos Marx, Federico Nietzche y Sigmund Freud seguramente que no, pero en el pensamiento de Tomás de Aquino, Jaime Balmes, Theillard de Chardin o del mismo Agustín Fernández del Valle citado, la respuesta será que sí. De acuerdo a M. Scheller los valores son aquellas cualidades de las cosas o realidades que nos llaman la atención, nos atraen como un fuerte imán, nos dinamizan y nos ponen en tensión de conquista despertando nuestra intencionalidad. Los valores cubren una amplísima gama ya se originen o asienten en lo objetivo, en lo subjetivo o en ambos y, dentro de las categorizaciones más elementales está la aristotélico-tomista que conjunta los valores principales con los trascendentales del ser, en que lo sagrado "asimila" a los valores de la verdad, el bien y el amor, y los trasciende.
La religión está presente en la humanidad y desde el punto de vista de la antropología social, lo religioso constituye un elemento imprescindible como elemento cultural que pretende dar respuesta a la angustia que genera en el ser humano su conciencia como ser limitado en el infinito inexpugnable. Bronislav Malinowsky y Radcliffe Browm se ocuparon con amplitud, de estudiar el sentimiento y pensamiento religioso en las sociedades primitivas y luego Mircea Eliade teorizó sobre lo religioso en el lenguaje contextual simbólico.
El fenómeno religioso gira en torno a la "experiencia de lo sagrado" que se conforma como explicación a las dudas acerca de la naturaleza en su conjunto, descrito como "la realidad totalmente superior al hombre en su ser, su valor y su dignidad, que le concierne incondicionalmente y exige de él una respuesta activa y personal" (Velasco Martín, 1978) La llegada de los españoles a México enfrentó a dos pensamientos religiosos fuertemente arraigados. El dios de la guerra Huitzilopochtli (Colibrí zurdo), Quetzalcóatl (Serpiente emplumada) y Tonantzin fueron destronados objetiva y subjetivamente por la fuerza y substituidos a machamartillo por Jesús, el Hijo de Dios, la Santísima Virgen María y la Virgen de Guadalupe. A la muerte del extraordinario historiador mexicano, Don Joaquín García Icazbalceta (1825-1896), quien se ocupó entre muchos otros temas, precisamente de la historia de Don Fray Juan de Zumárraga, primer Obispo y Arzobispo de México (México 1881) a quien Juan Diego le mostró personalmente "el milagro de las rosas" -ocurrido según la tradición- la mañana del sábado 9 de diciembre de 1551. Sin embargo, la monumental obra referida (consultamos la edición de Editorial Porrúa, S.A. de 1947), no hace ninguna referencia al milagro del Tepeyac por lo que el jesuíta Antícoli se quejó en un opúsculo que fue publicado después en forma anónima en Puebla diciendo que "el autor del estudio biográfico del venerable Zumárraga no escribió como escritor católico cuando nada dijo acerca de la aparición de la Virgen del Tepeyac". Dos años después en 1883, el señor García Icazbalceta le contestó en una carta al Arzobispo Labastida y Dávalos, que éste le había ordenado estudiar el asunto "desde el punto de vista histórico", y que por tanto no había ningún fundamento histórico en la aparición de la guadalupana.
La dignidad eclesiástica le reprochó acremente su "omisión" y Don Joaquín le escribió más tarde al Obispo de Yucatán en 1888 diciéndole: "Mas Vuestra Señoría Ilustrísima afirma y esto me basta para creerlo, que es asunto concluido porque Roma loquta causa finita; y siendo así no me sería ya lícito explayarme en consideraciones puramente históricas: en el teológico y en el histórico. El primero me está vedado por mi notoria incompetencia; y si está declarado por quien puede que el hecho es cierto, no podemos entrar los simples fieles en el otro". Antes de su muerte en abril de 1894 escribía don Joaquín al Padre Gerste: "Me conoce usted íntimamente, y le consta que por ningún interés del mundo desfiguraría yo la verdad histórica... Si esas acusaciones contra la Iglesia tuvieran fundamento, me limitaría a lamentarlo en silencio: ninguna causa debe defenderse con imposturas y mentiras".
Hace algún tiempo la discusión histórico-ideológica en torno a la Virgen de Guadalupe salió a la palestra oponiendo la perspectiva de la ciencia y la fe, y el entonces abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg (Cuando se le preguntó ¿Existió Juan Diego?, él contestó: No. Es un símbolo, no una realidad.) fue el causante. La razón y el corazón siguen líneas irreconciliables, así sin embargo, un sociólogo europeo -nos relata el Lic. Felipe Martínez Rizo en El catecismo electrónico y el futuro del mono semiótico, 1990- comenta que sus maestros jesuitas le decían al hablar de este tema: "Entre la ciencia y la religión no hay ningún conflicto. Cada una opera en un dominio diferente. La Fe no es susceptible de prueba o refutación científica. El mundo físico, a su vez, no es asunto de Fe. Punto". El milagro del Tepeyac es un ejemplo nacional de ésta disyuntiva y frecuentemente enconada controversia.
Cabe también señalar además, que la religión no tiene historia, en realidad es su historia. Como señala Gonzalo Puente Ojea, "No hay un conocimiento religioso que historiar, sino sólo conductas de los seres humanos acerca de referentes inexistentes". Los referentes religiosos no tienen potencia real, existencia en se, porque son el producto de la imaginación, son creados por la mente humana en el ámbito de la conciencia subjetiva y por tanto quedan fuera de las reglas que rigen a la razón.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Esperanza

© DR. Xavier A. López y de la Peña
Múltiples acontecimientos han sacudido recientemente la conciencia de los ciudadanos en todo el territorio nacional y con ello contemplamos, compartimos y participamos de una nueva perspectiva existencial. El crecimiento de las ciudades ha generado conflictos de índole diversa, tanto entre las relaciones que guardan las personas entre sí, como entre las de éstas con otras personas que ejercen la autoridad. Se requiere de más servicios para satisfacer un sinnúmero de crecientes necesidades tanto de alimentos como de vivienda, de agua, energía eléctrica, alumbrado, comunicaciones, fuentes de empleo, educación, seguridad, transporte, salud y muchas, muchas más. Estas demandas deben ser cubiertas en cada persona para que su desarrollo pueda conseguirse en plenitud, sin embargo, dichos satisfactores no se consiguen así como así, deben obtenerse gracias al esfuerzo y trabajo de cada ciudadano. La satisfacción de las necesidades guarda una relación directa con el desempeño de las personas en términos generales y de una manera extraordinariamente simplista. Sin embargo las cosas se complican cuando la necesidad de regular la demanda con la oferta de los satisfactores queda en manos de terceros, en este caso la autoridad. Las personas se afanan en trabajar para la consecución de dichos satisfactores y con ello mejorar su calidad de vida, más y mejor trabajo tendrá como consecuencia más dinero como recompensa a su esfuerzo ya en salarios o ganancias y por ello más posibilidades de tener una mejor vivienda, una mejor educación una mejor calidad de vida en términos generales que le brinde la oportunidad de un desarrollo personal, familiar y comunitario armonioso. La actividad productiva de cada persona, su esfuerzo ya como profesionista, obrero, empleado o patrón por referirme a unos pocos, se ve tasado por un impuesto que tiene por propósito destinarse al Estado para que a su vez éste lo devuelva en obras que contribuyan a su desarrollo ya con carreteras, calles, alumbrado, recolección y manejo de basura, hospitales, cuerpos de seguridad y vigilancia, centrales de abastos, planeación y desarrollo urbanos, transporte, escuelas, suministro eléctrico, y otros muchos. El tener satisfactores depende del esfuerzo y del trabajo que se desarrolle. Así, tanto la salud como la seguridad y la educación son valores a los que se tiene que acceder gracias al trabajo individual y colectivo, no pueden otorgarse por decreto y representan por tanto, indicadores de desarrollo de los pueblos. El trabajo personal en consecuencia representa la posibilidad de "tener" esos satisfactores que nos hagan acceder a una mejor calidad de vida. Sin embargo, el producto del trabajo cada día resulta menos capaz de satisfacer las necesidades descritas, el dinero que se obtiene con esfuerzo vale menos y se suma a una cadena de devaluaciones que sufrió el peso en el pasado siglo golpeando el bolsillo de todos y llevándonos a la paradoja de "ganar más pero con menos valor". La canasta básica y el salario mínimo son ya espejismos trasnochados, inconexos e incongruentes en la verborrea gubernamental. Los sindicatos que surgieron para proteger los intereses de los trabajadores ante la explotación de los patrones sellados con sangre en Cananea y Rio Blanco, son historias olvidadas por el sindicalismo actual, politizado, veleidoso y acomodaticio y mantienen al trabajador en la zozobra de la inseguridad del empleo, la liquidación, la reducción de jornal y de jornada. Campean el desempleo, subempleo y malempleo como nunca en la historia del país. El manejo de los recursos en el erario por todos reconocido de muchísimo tiempo atrás como ineficaz, para no abundar en calificativos, a sido público de acuerdo al reporte de la Contaduría Mayor de Hacienda en que los millones y millones de nuevos pesos se han manejado incorrectamente por ésta y aquella otra entidad con solo algo más de quinientas auditorías. ¡Cuánto no sabríamos con mil más!. La tasa a la ganancia por nuestro trabajo se dilapida y derrocha ineficientemente, ¿quién pagará por ello?. La impunidad es un elemento constante y hasta hoy aparentemente indisoluble en el ejercicio del poder. La seguridad pública resulta también un tendón de Aquiles con un poder judicial corrupto hasta el tuétano. Los crímenes, secuestros, asaltos a instituciones varias, robos a transeúntes, de automóviles, comercios y casas habitación que nos hacen espectadores y partícipes de una nueva cultura de las alarmas, los seguros y las rejas al abrigo de la inseguridad creciente y cotidiana generados por el desempleo, la corrupción y la crisis general. Políticamente somos testigos también de las fracturas en partidos centralistas que luchan por detentar el poder con plataformas políticas populistas, amañadas y de espaldas a las verdaderas necesidades del pueblo que ven desmoronarse sus anhelos con el voto de rechazo, de castigo aún dentro de sus mismos militantes, y de otras fuerzas políticas radicales e intransigentes con ideólogos inteligentes pero resentidos que no logran impulsar una base capaz de constituirse en una opción real para la ciudadanía. Estos choques, ineficiencias y desintegraciones partidistas han impulsado la generación de organizaciones ciudadanas que "abominan" su identificación con cualquier partido político y luchan desde sus trincheras por un México mejor enfrentando, cuando es necesario o colaborando si es el caso también, con el Estado mediante una nueva relación: persona-organización no partidista-Estado de creciente peso e influencia en las decisiones gubernamentales. El ciudadano ciertamente comprende mejor qué sucede en su entorno y busca de alguna manera participar en el cambio, no es fácil sin embargo lograrlo porque la vida en comunidad genera muy variados intereses y crecientemente más complejos, empero, el problema principal no radica en que tanto o cuanto sean difíciles sino cómo se aborden. Si el problema es educativo, de salud, de transporte o de seguridad, éste tendrá solución en la medida que las estrategias a implementar y darle seguimiento se normen con valores de justicia, equidad y honestidad. México enfrenta en buena medida una crisis de valores fuertemente arraigada que ya no solamente desconfía de la justicia, la igualdad y honestidad entre sus ciudadanos y autoridades, sino que además les tergiversa y los promueve constituyéndolos en "antivalores", así la justicia no es vista como un valor que vele por dar "a cada quién lo que merece" sino como el antivalor "de dar a cada quien lo que puede «merecer» según tenga", la igualdad se otorga con el antivalor de la "discrecionalidad" y la honestidad representa una lacra (antivalor) que le impide hacerse rico con el puesto. Respetar el derecho ajeno haciendo "cola" para adquirir un boleto o cobrar un dinero es de tontos, en tanto que el "listo" es el que socarrona o descaradamente se logra "meter"; tonto el que trabaja, listo el que no lo hace. Se privilegia esperando a los que llegan tarde -vamos esperar 10 minutos más, dice el anfitrión- por encima de los que llegaron a tiempo a una conferencia. El puntual es un latoso que llega a la reunión a acompañar al que barre el local, o sorprende a los anfitriones de la cena poniendo la mesa o cociendo el brócoli -Caramba, ¿somos los primeros?-. El mexicano trabaja y su esfuerzo cada día se ve menguado en su propósito de lograr una mejor calidad de vida para si y su familia, a perdido credibilidad en las instituciones y sobrevive en la inseguridad del mañana. Se aprieta el cinturón cada día más y resiente con violencia inusitada el paso de la ilusoria "prosperidad" del país. El mexicano ha perdido credibilidad, vive en la inseguridad y resiente a la impunidad, pero no pierde la esperanza, se afana, trabaja y lucha a su manera por un México sin mentiras que le lleve a creer y confiar en la justicia, la igualdad y la honestidad.
El Pacto por México está en marcha, ¿funcionará?