Argentina*
© DR. Xavier A. López y de la Peña
¡Gaucho! me gritan algunos, tontos en tono burlón.
Son híbridos del montón, que se arrean como vacunos.
No me incomoda ninguno, con su canto con su ruido,
yo conozco bien el nido, donde el canto se prolonga,
por ser cantor de milongas, argentino y bien parido.
Argentino y bien parido.
Milonga del poeta, cantor y guitarrista gaucho: Argentino (El Negro) Luna.
Hicimos un viaje a la Argentina y mientras completábamos mi esposa y yo el recorrido montados en el “Tren a las Nubes” en el noroeste de este país, compartimos una amena conversación con una pareja de argentinos: Jessica Favaloro y Gunther Aráoz.
Jessica es sobrina del hoy desaparecido Dr. René Favaloro (1923-2000) quien desarrolló en Estados Unidos de América, particularmente en la Cleveland Clinic en Ohio, la revolucionaria técnica de revascularización coronaria o by-pass coronario y fundó en Argentina en 1975, su propia institución de renombre internacional, la Fundación Favaloro. Ella, nada tiene que ver con la ciencia pero sí es una extraordinaria artista miembro de un grupo de bailarines en la célebre Tangoteca de Buenos Aires, sita en la avenida Alicia Moreau de Justo y Carlos Calvo, en Puerto Madero y allí precisamente le conocimos mientras pasábamos una velada pintoresca disfrutando de unos langostinos Shao Mai preparados por la propia chef Liliana Numer y acompañados de un delicioso Chandon Brut Rosé. Jessica se acercó a nosotros gentilmente para mostrarnos el estilo y los pasos necesarios para “bailar” a ritmo de tango, para.... luego tratar de bailar tango en el mejor estilo arrabalero del que me confieso, ser solamente, un soberano fracasado por mi disléxica conexión sono-rítmica/motriz-efectora; pasamos entonces mejor a la mesa y conversamos un buen rato.
Las conversaciones entre extranjeros casi siempre se sitúan en comparaciones, diferencias de nombres, de gustos, de cultura en una palabra. Sin embargo, es claro que los humanos somos partícipes de una etnósfera en la que con “esos” rasgos distintivos todos comemos, vestimos, disfrutamos, sufrimos, construimos, nos comunicamos y hacemos “cultura” en consideración y acorde con nuestro propio hábitat y circunstancia.
De esta manera Argentina con sus primitivas tribus de “abipones, puelches y pampas” guarda un símil para con México, y Aguascalientes en particular con sus “chichimecas”, las dos en el centro del país, gente nómada, belicosa y cazadora-recolectora. Los charros y el mariachi nos distinguen tanto como a ellos los gauchos de las pampas o los faenadores del barrio de Mataderos, nuestros boleros con el tango, el llamar a los niños escuincles o mocosos y ellos el pibe, o culicagado como le dirían los colombianos.
México se abrió a la lucha por su independencia al impulso de los criollos en 1810 y vivió una época post revolucionaria llena de conflictos, en tanto que en Argentina después de varios conatos que fracasaron ante el poderío de Liniers (entre los que figuraban el ex alcalde español Martín de Alzaga y varios criollos ilustres) se dio el golpe revolucionario, también en 1810: el nuevo virrey Cisneros tuvo que convocar entonces a un cabildo abierto ante el cual renunció. Se formó posteriormente el 25 de mayo de ese mismo año una junta, presidida por Cornelio Saavedra e integrada por patriotas notables como Mariano Moreno y Manuel Belgrano. Compartimos también con Argentina un índice elevadísimo de corrupción.
El viajero contrasta y no hay tiempo que alcance para “sentir o pulsar” todo el entorno. Argentina, el país que ocupa el 2º. lugar en tamaño de Suramérica, abruma con su contrastante belleza que se extiende en sus límites al norte con Bolivia y Paraguay, al este con Brasil, Uruguay y el océano Atlántico y al oeste con Chile, la parte oriental de Tierra del Fuego y reclama como suyos algunos islotes en el Río Uruguay, parte de la Antártida y el Archipiélago de las Malvinas de triste memoria reciente.
Mientras esperábamos para abordar el Tren de las Nubes en Salta, la ciudad capital de esta provincia el sábado a las 7.05 hrs. tuvimos tiempo de visitar un día antes el Museo de Arqueología Pío Pablo Díaz en la población de Cachi, o tierra de la sal, con la visión al fondo de la cordillera de los Andes y el majestuoso Nevado del Cachi que se eleva a 6 720 m. de altura. El pintoresco pueblo de Cachi, polvoriento y vetusto escenario de estrechas calles y veredas adoquinadas reúne al atardecer a los cacheños en la plaza colonial a tiro de piedra de la iglesia de San José de Cachi, de mediados del siglo XVIII coronada con su típica espadaña de tres campanas. El museo expone sólo un 10% de su colección de cerca de 5000 piezas y contiene petroglifos, urnas para infantes correspondientes al período que va del 900 a 1450 d. C., diversas piezas de cerámica cocida de origen incaico llamados aribaloides y aribalos, provenientes de ésta zona que fue señoreada por los indios calchaquíes. En Cachi disfrutamos también de sus platillos típicos como humitas de choclo rallado cocidas en chala, empanadas con cebolla de verdeo y papas, cabrito al asador y de postre quesillo con miel.
El recorrido del Tren de las Nubes de este a oeste se inicia, como dijimos en Salta y llega hasta San Antonio de los Cobres para luego retornar a Salta a las 22 hrs. En su camino ascendente por entre la cordillera que está flanqueada sobresalientemente por el Nevado del Cachi (6 720 m. de altura) y en de Acay (5 950 m. de altura) al sur y al norte por el nevado de Chañi (6 200 m. de altura) y el Negro (5 000 m. de altura) nos ofrece un panorama impresionante al través de su escarpada geografía. Una locomotora diésel eléctrica tira de una formación de diez vagones entre los que se cuentan una enfermería, coche restaurante, coche bar y siete vagones pullman con capacidad para 520 pasajeros. Las vistas no cesan. De los acantilados a los magníficos puentes, se entremezclan los pequeños poblados sobresaliendo entre los profundos valles: Campo Quijano, Viaducto Río Toro, Chorrillos, El Candado, la Muralla del Inca y más hasta llegar a Mina Concordia a 4 144 m. de altura en donde se hace una parada obligatoria para que la locomotora ahora se coloque en la parte posterior del tren y le “empuje” hasta su destino final en San Antonio de los Cobres y quede en posición de “jalar” el convoy para su regreso de vuelta a Salta. Aquí en Mina Concordia nos asaltan los collas, así llamados a los que viven entre los cerros, con sus vendimias multicolores confeccionadas en lana de vicuña.
Recientemente en este mismo lugar, Salta, fueron descubiertas unas momias en increíble estado de conservación. En la parte más alta del volcán Llullaillaco, a 7 000 m. de altura dos arqueólogos: el norteamericano Johan Reinhard y la argentina María Constanza Ceruti, dieron con las momia de tres niños, dos mujeres y un hombre. Las momias estaban acompañadas con varias estatuillas de llamas y de figuras de hombres y mujeres con vestimentas iguales a las de las momias; pequeños bolsos de lana con granos de maíz y hojas de coca y algunas conchas de la zona del Ecuador.
Argentina es mucho más que los bifes de chorizo y el tango, el teatro Colón o la lánguida nostalgia del Buen Aire a orillas del río de la Plata. Argentina es la prosa del bonaerense Jorge Luis Borges que, a contrapelo de la mayoría de los argentinos, detestaba el fútbol; la memoria del premio Nobel de medicina y fisiología de 1947 otorgado al Dr. Bernardo A. Houssay; las ceremonias en el altiplano, en la puna jujeña, dedicadas a la virgen de la Asunción en el viejo pueblo prehispánico de Casabindo mientras se come charqui (carne salada), picante de mondongo, locro o maíz desgranado acompañado con vino, chicha o aguardiente. Argentina es el país que surge a la luz de sus próceres de la era moderna como don Bartolomé Mitre que vislumbró el nuevo proyecto de Nación en aquél entonces diezmada tanto por sus conflictos internos como por la guerra contra el Paraguay, creando los colegios nacionales tanto en Buenos Aires como en las capitales de las provincias; instalara la Corte Suprema de Justicia, impulsara la organización de la justicia federal y se esmerara por garantizar la seguridad de todos los ciudadanos.
Los ojos del viajero quedan atónitos ante la naturaleza espléndida y majestuosa de un glaciar, un bosque o una selva, tanto como con la monotonía del desierto o de un páramo, de una parte. De otra, la variada expresión de su “culturaleza” representada por enormes edificios y estructuras físicas que recrean el entorno citadino impresionan de modo diferente pero quizá con la misma intensidad. La hospitalidad y sensibilidad de las personas, sus gustos en el vestir y sus modas, su lenguaje, mitología y magia se entrelazan en torno a los valores universales. Son ésas extraordinarias expresiones de «naturaleza» y «culturaleza» como bien describía mi maestro el Dr. Antonio Oriol Anguera.
El viajar nos hace sentir que dejamos en nuestro bolsillo un llavero, cada vez, con una nueva llave apropiada a cada escenario recién conocido que nos da la capacidad de recrearlo. Nos permite conocer nuestras limitaciones, alcances y diferencias culturales, y admirar en su magnificencia cada “trozo” del mundo en que vivimos develado ante nosotros.
Argentina es parte del mundo,
por tanto,
también es parte nuestra.
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