© DR Xavier A. López y de la Peña.
Si una muchacha, te mira y se agacha es que es de Pénjamo.
Pénjamo: Canción de Rubén Méndez del Castillo.
Es extraordinario y notable que a los ojos se asocie el más rico simbolismo. A estos órganos compete nuestra propia vida. Cultura y arte están inexorablemente ligados a la visión. A los ojos se les dedica una veneración extrema en las culturas primitivas y no hay poeta que no les exalte de manera directa o indirecta; también los ojos ha sido fuente de explotación por parte de los curanderos e indefectiblemente están asociados con la hechicería y la magia. Los ojos, más allá de su función interactiva sensitiva, solían y suelen considerarse todavía como vías de entrada y salida a nuestro interior. Es la ventana de nuestro yo. De hecho, en la antigua cultura babilónica eran considerados como la puerta entrada a la cabeza y de aquí que los espíritus malignos pudieran acceder a ella al través de los ojos. También se consideraba que el ojo era gobernado por un demonio con poderes particularmente malévolos. El poder maligno generado por mediación de los ojos dio origen al llamado mal de ojo (oculus fascinus) que desde tiempos remotos impregnó al mundo antiguo y enraizó en las tradiciones egipcias y persas, en la hebrea y la griega. Se creía que el rabino Simeon ben Yachai tenía el poder de reducir a una persona a un puñado de huesos con sólo mirarle, y que Eliezar ben Harkynos con su mirada furiosa podía hacer temblar los pilares de su recinto. Los ojos podían recibirlo y entregarlo todo. Alegría y tristeza, amor y odio, salud y enfermedad, temporales, tempestades, abundantes cosechas, epidemias, catástrofes y bonanza y más. El poder de los ojos (ya para bien o para mal) habría de ser conjurado y surgieron amuletos y pócimas que aún hoy mantienen un enorme mercado. Fórmulas por miles todas encauzadas para contrarrestar lo malo y para atraer lo bueno o deseable. Los ojos no están ajenos a la enfermedad y también a ellos se ha dedicado un numeroso grupo de personas. Ya en la corte de un Faraón egipcio por el año 2600 a. de C. ejercía Iry el médico de los ojos. Hay menciones con diversos enfoques a estos órganos en el papiro de Ebers (ca. 1550 a. de C.) y en el multicitado código de Hammurabi. Hay referencias a los ojos en las tablas votivas encontradas en el templo de Esculapio; las observaciones de Almeón de Crotona en sus estudios sobre los nervios ópticos. La dieta y baños calientes eran recomendados en la medicina hipocrática para tratamiento de ciertas enfermedades de los ojos. Las substancias que hacían estornudar y los gargarismos irritantes eran considerados útiles para hacer salir los humores maléficos de los ojos. Desde el punto de vista fisiológico los anatómicos pre-aristotélicos Demócrito y Alcmeón consideraban que pequeñas imágenes entraban al ojo y permanecían en la pupila hasta que el alma podía apreciarlas, en tanto que Aristóteles sí razonaba que la visión era el producto de una interacción entre el objeto y el ojo. Luego, los médicos árabes que con su medicina formaron un puente entre la caída de Roma y el Renacimiento, lograron niveles de sabiduría extraordinarios como es el caso del notable oftalmólogo Abu Ali alHasan ibn al Haitham, mejor conocido por Alhazen (965-1039) quien enseñaba ya que los rayos visuales pasaban del objeto hacia el interior del ojo formando la imagen. En la Edad Media se podían encontrar, en el caso preciso del tratamiento de los ojos a tres tipos de médicos, los judeus o judíos formados en las escuelas árabes, los rusticus , cuyas curaciones se ofrecían a través de remedios caseros secretos que combinaban piedras misteriosas, amuletos, reliquias, y los chirurgus expertus in oculis dedicados a la cirugía de estos órganos en operaciones simples y hasta incluir la extracción del cristalino en el caso de cataratas. Luego llegaron las combinaciones de los artistas en cuanto al estudio y conocimiento acerca de la visión como los realizados por Leonardo da Vinci que concluyó que el órgano principal de la visión lo constituía la retina; Andrés Vesalio el excelso anatomista que echó por tierra muchos errores de Galeno seguidos por siglos y quien distinguió la propiedad refractiva del cristalino. Muchos personajes más podrían citarse en cuanto a la evolución del conocimiento acerca de los ojos, a la teoría del color, a la óptica, a la cirugía y a la instrumentación en torno a ellos hasta llegar a la enorme figura de Hermann Ludwing Ferdinand Helmholtz (1821-1894) quien estableció los principios científicos de la fisiología ocular e inventor el oftalmoscopio en el año de 1850. Todo en cuanto a los ojos, como ventana del alma como los nombró el referido Leonardo da Vinci, está rodeado de misterio, magia, hechicería, misticismo, arte, volición, belleza y sentimiento ilimitados. Pero también sobre ellos campea la ignorancia, la charlatanería y la desviación del pensamiento lógico como es el caso de la iridología, pseudo ciencia incluida en el rubro de medicinas alternativas que pretende diagnosticar los problemas de salud de una persona por la observación del iris. Martín Gardner, una persona dedicada por años a demostrar mil y un boberías sobre este asunto dice, y con justa razón, que “el embobamiento de la gente con toda clase de medicinas alternativas no da señales de disminuir.” El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) publicó en el año 2000 el librito titulado La Iridología, de Ariel Guzik, y a ello dedicaremos algunas reflexiones críticas. Para iniciar haremos referencia al concepto de iris que tienen, según asienta en las páginas iniciales, tanto el oftalmólogo como el iridólogo. “Para algunos oftalmólogos, el iris, aunque contiene millones de terminales nerviosas, sólo es un esfínter, un músculo coloreado que dilata y contrae la pupila; otros lo ven además, como un sistema de nutrición del ojo. Para el iridólogo, el ojo es un espejo y, también, una imagen condensada del cuerpo. Es un universo.” Las pseudo ciencias son muy dadas a entremezclar conceptos e ideas de diferentes puntos de partida para reunirles en un argumento que satisfaga el propósito al que se encauzan. Para aclarar citaré un ejemplo de ello: cierto autor, realizó ciertas mediciones de la base de una pirámide en Egipto y encontró que, éste número, multiplicado por 3.1416 correspondía a la distancia que hay entre la tierra y la luna. Este, y otros datos fueron suficientes para declarar que los constructores de dicha pirámide habían dejado asentado este dato como indicación inequívoca de sus conocimientos matemático-astronómicos tan avanzados. El autor de este libro de iridología no escapa a este tipo de razonamientos y así, combina la topología –rama de las matemáticas que estudia las propiedades del espacio-, con la biología –ciencia dedicada al estudio de los seres vivos. ¿Cómo? Indicando que el iris es un toroide (forma de dona), representante de “todo” el organismo [y por tanto sobre el que se puede expresar y por lo mismo leer o identificar todo lo que se quiera] de la siguiente manera: “Desde el punto de vista de la topología, podríamos percibir las cosas no sólo por su forma ordinaria, sino también por sus características espaciales más elementales. Si imaginamos un cuerpo (por ejemplo un lápiz o una llave) de elasticidad infinita, capaz de deformarse sin romperse, podría convertirse en una de dos formas básicas: una esfera o un toroide, que es algo así como una dona. El lápiz, que no tiene ninguna perforación, se transformaría en una esfera; la llave, que si posee un agujero, en un toroide. Con un poco de práctica, podríamos hacer el mismo ejercicio con cualquier cuerpo familiar: un tenedor, un cenicero, una vaca. Desde este punto de vista, todos los seres vivos son como tubos, es decir variantes de la dona o toroide. [...] Desde su fase embrionaria, el hombre es, en su forma más elemental, como un toroide, y el iris de los ojos lo representa de esa manera.” Vaya entonces usted a mirarse en el iris, o que lo haga el iridólogo con una mentalidad de “elasticidad infinita”, los problemas digestivos que le agobian o la nefropatía metabólica que en el IMSS no pudieron resolverle.
De cualquier manera, si aún ello no le resuelve el problema, tiene usted más medicinas alternativas a que recurrir como la reflexología que es el arte de aliviar el dolor y otros síntomas de todas las enfermedades humanas conocidas, a base de frotar y masajear ciertos «puntos reflejos» del pie como se expone en The Complete Illustrated Guide to Reflexology, de Inge Dougans (Element Books, Inglaterra 1966).
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