MITLA: Ayer y hoy.
© DR. Xavier A. López y de la Peña
El encuentro con nuestro pasado prehispánico a través de los vestigios arquitectónicos que abundan en nuestro territorio producen diversos efectos, contrastantes las más de las veces y que lógicamente generan conflictos de intereses.
La subzona arqueológica de Mitla en el estado de Oaxaca es un ejemplo sobresaliente de ello.
Mitla, ubicada en valle de Tlacolula contiene los vestigios de ocupación humana más remotas halladas en Oaxaca y que han sido calculados en cerca de 8000 años en las cuevas y sitios rocosos del norte.
La ciudad-estado de Mitla alcanzó gran esplendor en el año 750 d.C. y hoy muestra el enfrentamiento ideológico católico-zapoteco pared con pared en sus estructuras de la llamada zona norte. Curiosamente también se conjugan construcciones con un simbolismo ideológico-interpretativo disímbolo en este mismo grupo del norte.
En primer lugar, desde el punto de vista estructural el magnífico aunque muy deteriorado templo prehispánico dedicado a Pitao (común a los espíritus), el palacio zapoteco conocido como Yohopechelichi Pezelao (Fortaleza de Pezelao), cuyo dios allí venerado -dice el historiador José Antonio Gay - “era incorpóreo pues no era un espíritu común, sino superior a todos los demás y dotado de atributos que le eran exclusivos: era increado, por lo que se le llamaba Piyetao Piyexoo; era infinito, sin principio, e inmortal, lo que expresaban llamándole Coquicilla, Xetao Pillexao; había sido el creador del universo Pitao Cozaana; especialmente era el autor de los hombres y los peces Uuichaana; y por el se sostenían y gobernaban todas las criaturas, por lo que le decían Coquiza Chibatiya Cozaanatao”.
La construcción muy deteriorada y extraordinariamente saqueada, tiene aún y a pesar de todo una fuerza expresiva impresionante con sus tableros surcados por figuras geométricas que semejan escaleras-serpientes ya hacia arriba o hacia abajo en grecas pétreas que sugieren un constante dinamismo que liga con el supra e inframundo.
Mitla era en realidad un templo panteón. El “infierno” mexicano -derivado del náhuatl Mictlán, lugar de los muertos, que era presidido por las deidades masculina y femenina de Mictlatencutli y Mictlatencihualtl- era llamado con toda propiedad por los indios del lugar -sigue diciendo Gay- Liovaana, centro de descanso.
Le sigue, en segundo término y cronológicamente hablando la construcción del templo católico de San Pablo cuya edificación se inició a finales del siglo XVI, símbolo de la nueva religión y poder españoles, erigido parcialmente sobre los cimientos del templo “pagano” y utilizando gran parte de sus materiales.
La edificación católica muestra su sobriedad y austeridad -si se le compara con la filigrana prehispánica zapoteca- de sus cúpulas que apuntan al cielo en celebración al Dios de los vivos. Contraste mayúsculo de las edificaciones unidas físicamente por el tiempo y la piedra labrada en manos del hombre, la una dedicada a los muertos y la otra en celebración a la vida. Pareciera que la cultura zapoteca llevara a hombros a la cultura española en la lucha por el poder-verdad de cada cual.
En 1925 se hicieron algunas reparaciones, adaptaciones y reconstrucciones parciales al conjunto del grupo de la Iglesia, tratando de preservar ambas estructuras.
Un tercer elemento contrastante lo da el de la modernidad. Parado de pie en el centro del templo de la edificación del norte y mirando hacia este mismo punto cardinal en dirección noroeste por sobre los tableros del edificio prehispánico, puede hoy mirarse una estructura metálica circular de aprox. 3 metros de diámetro asentada sobre una casa habitación moderna: una antena parabólica. Elemento simbólico de la nueva era revolucionaria de la informática que relaciona al hombre más allá del espacio con las nuevas deidades tecnológicas: las diosas de la electrónica y la comunicación en la era del quinto sol -la que ahora vivimos según la ideología náhuatl-, la del éter.
El visitante de Mitla puede ya sentir el esfuerzo, la esperanza, la dedicación, el dolor y el sufrimiento de sus antiguos constructores que bellamente pulimentaron los pilares monolíticos existentes y que apenas dos hombres pueden abarcar con su brazos, y decoraron los tableros de sus templos con grecas de intrincado simbolismo tratando de reunir al hombre con sus muertos; como puede también percibir el deseo del conquistador español por “borrar” de la faz de la tierra el “paganismo” zapoteco-prehispánico, construyendo un templo católico dedicado a San Pablo como imposición a su Dios en la enseñanza de una nueva “verdad”; como puede así mismo sentir el bullicio del comercio artesanal que ofrece mayoritariamente textiles policromos al turismo invadiendo y deteriorando el entorno arqueológico al amparo de nuestra nueva era del éter.
Épocas e ideologías constituyen la mítica Mitla de hoy en un vínculo indisoluble y cuya permanencia se ve amenazada. Si el comercio artesanal que devora el emplazamiento arqueológico se pretende retirar de allí en aras de un mejor control, pende la amenaza de los líderes de los artesanos -como la espada de Damócles- de reducir a cenizas los arcaicos monumentos.
El nuevo dios del comercio, el Mercurio moderno, se enseñorea hoy sobre Mitla y su culto es reverenciado, temido y respetado teniendo como antecedentes y marco al dios zapoteco y al católico en la nueva era de las comunicaciones por el éter, la del quinto sol.
El simbolismo del sol, circular, dador de vida, representado por todas las religiones de una u otra forma también está representado en la era del éter: la antena parabólica.
La Dra. Nelly M. Robles García, arqueóloga y antropóloga titular del Proyecto Mitla desde 1987 y directora del centro INAH-Oaxaca en 2010 nos dijo, y con toda propiedad que: “... la lección de Mitla es, ante todo, la de un sitio que ha mostrado una gran capacidad de adaptación y respuesta propia a los cambios sociales, económicos y tecnológicos que ha experimentado la región del valle de Oaxaca a lo largo de su historia”.
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