El asunto criptográfico.
Hablan mucho de la belleza
de la certidumbre
como si ignorasen la
belleza sutil de la duda.
Creer es muy monótono; la
duda es apasionante.
Oscar
Wilde
Dr. Xavier A.
López y de la Peña
Tras de mis pesquisas en el Archivo
Histórico local, particularmente en la hemeroteca, encontré las siguientes
noticias acerca del doctor Abelardo Portugal, considerado el dueño del maletín
que había comprado a doña Tula en su local comercial de “Hantiguedades”.
Veamos:
Noticia en el
DESPERTADOR del 14 de junio de 1905.
En la ciudad de Maravatío,
Michoacán, falleció el día de ayer el ilustre Doctor Don Abelardo Portugal
víctima de un accidente.
Su cuerpo será trasladado
a esta ciudad en un vagón de ferrocarril especialmente fletado por el C.
Gobernador del Estado.
El Director de este diario
se suma a las sentidas e innumerables condolencias que la sociedad en general
ha hecho llegar a sus familiares más cercanos.
Descanse en paz.
NOTA: El novenario se
celebrará en el Templo del Señor del Sabino en el horario acostumbrado. Se
contará con la presencia de su Ilustrísima Monseñor Enrique Montaño, Obispo de
Guadalajara.
Noticia en LA
CRÓNICA, 16 de junio de 1905
Mensaje del Director por
el sentido fallecimiento del Doctor Abelardo Portugal:
No hay
suficientes palabras para decir lo mucho que la sociedad siente ante la pérdida
del Doctor Abelardo Portugal, ilustre aguascalentense, fallecido en Maravatío,
Michoacán el pasado día 13.
Hombre
sabio y probo, le dio al Estado su primera Biblioteca Pública gracias a sus
incansables oficios, y dignificó la atención a los necesitados en el Hospital
Civil.
El Dr.
Abelardo Portugal ejerció como asistente sin honorarios en el Hospital Civil de
1890 a 1895 en que fue nombrado Director General.
Sus
prácticas clínicas y quirúrgicas le habían dado importante fama en el ambiente
médico local y regional; así mismo, ordenaba con frecuencia complicadas
fórmulas que sólo el diligente boticario Don Artemio Guizar podía elaborar.
Don
Artemio era un impenitente solterón regordete, bonachón y rubicundo cuya
estancia en el Hospital se remontaba desde el año de 1829 cuando éste se
encontraba en ruinas tras los problemas post independentistas que
convulsionaron a la región y se acentuaron más tarde con la aplicación liberal
de las Leyes de Reforma impulsadas por Don Benito Juárez. Cuando Don Artemio,
por razones de salud frecuentemente, dejaba de asistir al Hospital o en casos
especiales, el mismo doctor Don Abelardo Portugal, sabedor como el que más de
la ciencia de la química y la farmacia, se encargaba de la preparación y
administración, en muchos casos, de las pócimas y otros brebajes necesarios
para sus pacientes. Ello le hizo merecer el reconocimiento de muchos enfermos y
quizá hasta de ser recipiendario silencioso de palabras y afectos similares a
las que dedicó Séneca a su médico:
Este médico empleó
más de su labor en mí de lo que por obligación debería realizar; tuvo más
cuidado de mí que de su reputación y crédito, no solamente se limitó a
prescribirme remedios, sino también se dignó aplicármelos y administrármelos.
Entretanto, él me velaba cuidadosamente y
me auxiliaba e impedía la presentación y el vigor de mi acceso; ninguna tarea
le desagradaba, ningún pesar le disgustaba, si me veía lamentarme, se mostraba
afligido. Entre todos aquellos que claman por él, tuvo particular cuidado de
mí, llevaba consigo no otro tiempo que el de visitar al resto de sus pacientes
enfermos, que así como mis achaques le retribuyeron y le dieron oportunidad.
Con este hombre yo no estoy ligado como a un médico, sino como a un amigo.
Dios
quiso llevarse a su lado al Doctor Abelardo Portugal dejando aquí a su
inconsolable esposa Doña María Engracia Pedrero, refinada y abnegada compañera,
y a su hijo Abelardo Jr. por quienes imploramos pronto consuelo ante tan
irreparable deceso.
Noticia en EL
REVERENTE, 17 de junio de 1905.
Palabras del señor doctor don Eutiquio
Meléndez a nombre del Congreso del Estado en la despedida fúnebre del Dr. Don
Abelardo Portugal en su última morada en el Panteón del Ruedo el 15 pasado.
“El hombre vive para la
muerte. Es menester, sin embargo, seguir los pasos de la vida para tan
inevitable fin cargados de bonhomía y don de gentes. Cualidades éstas que, a
más de muchas otras guiaban el camino en la vida del ilustre e inolvidable
amigo y coterráneo doctor Don Abelardo
Portugal cuyos restos hoy alcanzan prematuramente el reposo eterno.
Su
distinguida trayectoria profesional le
valió el aprecio y la consideración de la sociedad aguascalentense, siempre con
sus atinados diagnósticos guiados por su sabiduría en las intrincadas dolencias
que la enfermedad inflige a la humanidad. Digno discípulo de las enseñanzas de
Galeno forjado en el crisol de la Universidad de Guadalajara de la que egresó
con mención sobresaliente en el año de 1880. El futuro se mostraba promisorio
para el doctor Portugal cuando un infausto accidente cercenó su vida. La
humanidad doliente queda huérfana con tan sensible pérdida.
El doctor
Portugal fue -a más abundar- un dilecto amigo, comprensivo compañero y
tolerante ante sus opositores ideológicos a los que trató siempre de frente,
sin ambigüedades ni dobleces. Su digna y notoria trayectoria al frente del
Hospital Civil imprimió renovados cambios a favor de los más necesitados
siempre. Hombre de recio carácter y forjado a la antigua que, no obstante,
moderaba con su trato gentil y respetuoso. Ávido de sabiduría llegó a poseer
una biblioteca en la que los autores franceses, particularmente, resaltaban en
tópicos diversos de la sólo medicina.
Impulsó
de manera sobresaliente la educación en el Estado al erigir la Biblioteca
Pública en la Plaza Centenario con donaciones del Ministerio de Educación, el
Consulado Francés, la Representación Diplomática de España y el Fondo Gausset
de la Universidad de Buenos Aires en Argentina. Dicha obra fue inaugurada
distinguidamente por el señor Licenciado Don José Juan Mireles, Ministro de
Educación en representación del señor Presidente Don Porfirio Díaz. Gracias a
sus oficios también, logró importantes donaciones de filántropos anónimos para
el Colegio San Juan y el Ateneo Pedro de
Gante en cuanto a mobiliario y equipos de física, química, astronomía, biología
y electricidad.
Metódico
y perspicaz como clínico brillante, llevaba notaciones especiales en la atención
de cada uno de sus pacientes en su libro clínico al que recurría con frecuencia
para saber si el Calomel o el Ruibarbo utilizados, entre otros en un paciente,
habían dado el resultado esperado.
Repartía
sus esfuerzos sin distinción entre la clientela de su consultorio particular y
sus necesitados (como les llamaba delicadamente) que llegaban al Hospital Civil. El interés por ayudar al
prójimo le hizo habilitar en el propio Hospital Civil una habitación especial para
cuidados a pacientes con necesidades de aislamiento y a la cercanía de su bien
surtida botica.
Compartió
con su esposa Doña María Engracia Pedrero un matrimonio cristiano ejemplar al
que Dios bendijo con la llegada hace cinco años de un único hijo. Amante esposo
y diligente señor de su casa, formó una familia digna de ser emulada.
En su
domicilio se daban cita, ya para felicísimas tertulias como para diversos
asuntos políticos, sociales y más, los personajes más destacados de la
sociedad. Su magnanimidad era proverbial y nunca faltó en su mesa la charla
amena, el vino y los bocadillos con los que Doña María Engracia obsequiaba a
sus numerosas visitas.
El
quehacer del Doctor Abelardo Portugal desde tempranas fechas estuvo ligado por
circunstancias diversas al Poder Ejecutivo al que ofrecía su consejo, su
propuesta y su atención cuando sus servicios profesionales eran requeridos.
Nunca aceptó participar en ningún puesto de público a pesar de las reiteradas
invitaciones a que era objeto por parte del sector conservador del poder, bajo
su argumento de que “la política es al César, como el servicio es a Dios”.
Murió,
como dije prematuramente dejando un lugar en el corazón de todos difícil de
consolar.
Descanse
en eterna paz en el Señor”.
Bien pero, vuelvo
a preguntarme: ¿Qué hacían estas notas encriptadas en poder del Dr. Abelardo
Portugal?, ¿qué significaban?, ¿quién las escribió?, ¿qué relación posible
habría entre éste médico con el señor Jacques Clemenceau, los hermanos
Guggenheim y el gobernador Nicéforo Domínguez Estrada?, ¿por qué el interés sobre el
asunto del criptólogo suizo Dormnstand Echke?
Seguiré investigando.