jueves, 6 de septiembre de 2018

“Hantiguedades” 4ª. Parte.



El asunto criptográfico.

Hablan mucho de la belleza de la certidumbre
como si ignorasen la belleza sutil de la duda.
Creer es muy monótono; la duda es apasionante.

Oscar Wilde


Dr. Xavier A. López y de la Peña

            Tras de mis pesquisas en el Archivo Histórico local, particularmente en la hemeroteca, encontré las siguientes noticias acerca del doctor Abelardo Portugal, considerado el dueño del maletín que había comprado a doña Tula en su local comercial de “Hantiguedades”.
  

          Veamos:

Noticia en el DESPERTADOR del 14 de junio de 1905.

En la ciudad de Maravatío, Michoacán, falleció el día de ayer el ilustre Doctor Don Abelardo Portugal víctima de un accidente.
Su cuerpo será trasladado a esta ciudad en un vagón de ferrocarril especialmente fletado por el C. Gobernador del Estado.
El Director de este diario se suma a las sentidas e innumerables condolencias que la sociedad en general ha hecho llegar a sus familiares más cercanos.
Descanse en paz.

NOTA: El novenario se celebrará en el Templo del Señor del Sabino en el horario acostumbrado. Se contará con la presencia de su Ilustrísima Monseñor Enrique Montaño, Obispo de Guadalajara.

Noticia en LA CRÓNICA, 16 de junio de 1905

Mensaje del Director por el sentido fallecimiento del Doctor Abelardo Portugal:

No hay suficientes palabras para decir lo mucho que la sociedad siente ante la pérdida del Doctor Abelardo Portugal, ilustre aguascalentense, fallecido en Maravatío, Michoacán el pasado día 13.
Hombre sabio y probo, le dio al Estado su primera Biblioteca Pública gracias a sus incansables oficios, y dignificó la atención a los necesitados en el Hospital Civil.
El Dr. Abelardo Portugal ejerció como asistente sin honorarios en el Hospital Civil de 1890 a 1895 en que fue nombrado Director General.
Sus prácticas clínicas y quirúrgicas le habían dado importante fama en el ambiente médico local y regional; así mismo, ordenaba con frecuencia complicadas fórmulas que sólo el diligente boticario Don Artemio Guizar podía elaborar.
Don Artemio era un impenitente solterón regordete, bonachón y rubicundo cuya estancia en el Hospital se remontaba desde el año de 1829 cuando éste se encontraba en ruinas tras los problemas post independentistas que convulsionaron a la región y se acentuaron más tarde con la aplicación liberal de las Leyes de Reforma impulsadas por Don Benito Juárez. Cuando Don Artemio, por razones de salud frecuentemente, dejaba de asistir al Hospital o en casos especiales, el mismo doctor Don Abelardo Portugal, sabedor como el que más de la ciencia de la química y la farmacia, se encargaba de la preparación y administración, en muchos casos, de las pócimas y otros brebajes necesarios para sus pacientes. Ello le hizo merecer el reconocimiento de muchos enfermos y quizá hasta de ser recipiendario silencioso de palabras y afectos similares a las que dedicó Séneca a su médico:

Este médico empleó más de su labor en mí de lo que por obligación debería realizar; tuvo más cuidado de mí que de su reputación y crédito, no solamente se limitó a prescribirme remedios, sino también se dignó aplicármelos y administrármelos.

Entretanto, él me velaba cuidadosamente y me auxiliaba e impedía la presentación y el vigor de mi acceso; ninguna tarea le desagradaba, ningún pesar le disgustaba, si me veía lamentarme, se mostraba afligido. Entre todos aquellos que claman por él, tuvo particular cuidado de mí, llevaba consigo no otro tiempo que el de visitar al resto de sus pacientes enfermos, que así como mis achaques le retribuyeron y le dieron oportunidad. Con este hombre yo no estoy ligado como a un médico, sino como a un amigo.

Dios quiso llevarse a su lado al Doctor Abelardo Portugal dejando aquí a su inconsolable esposa Doña María Engracia Pedrero, refinada y abnegada compañera, y a su hijo Abelardo Jr. por quienes imploramos pronto consuelo ante tan irreparable deceso.

Noticia en EL REVERENTE, 17 de junio de 1905.

Palabras del señor doctor don Eutiquio Meléndez a nombre del Congreso del Estado en la despedida fúnebre del Dr. Don Abelardo Portugal en su última morada en el Panteón del Ruedo el 15 pasado.

“El hombre vive para la muerte. Es menester, sin embargo, seguir los pasos de la vida para tan inevitable fin cargados de bonhomía y don de gentes. Cualidades éstas que, a más de muchas otras guiaban el camino en la vida del ilustre e inolvidable amigo y coterráneo  doctor Don Abelardo Portugal cuyos restos hoy alcanzan prematuramente el reposo eterno.
Su distinguida trayectoria  profesional le valió el aprecio y la consideración de la sociedad aguascalentense, siempre con sus atinados diagnósticos guiados por su sabiduría en las intrincadas dolencias que la enfermedad inflige a la humanidad. Digno discípulo de las enseñanzas de Galeno forjado en el crisol de la Universidad de Guadalajara de la que egresó con mención sobresaliente en el año de 1880. El futuro se mostraba promisorio para el doctor Portugal cuando un infausto accidente cercenó su vida. La humanidad doliente queda huérfana con tan sensible pérdida.
El doctor Portugal fue -a más abundar- un dilecto amigo, comprensivo compañero y tolerante ante sus opositores ideológicos a los que trató siempre de frente, sin ambigüedades ni dobleces. Su digna y notoria trayectoria al frente del Hospital Civil imprimió renovados cambios a favor de los más necesitados siempre. Hombre de recio carácter y forjado a la antigua que, no obstante, moderaba con su trato gentil y respetuoso. Ávido de sabiduría llegó a poseer una biblioteca en la que los autores franceses, particularmente, resaltaban en tópicos diversos de la sólo medicina.
Impulsó de manera sobresaliente la educación en el Estado al erigir la Biblioteca Pública en la Plaza Centenario con donaciones del Ministerio de Educación, el Consulado Francés, la Representación Diplomática de España y el Fondo Gausset de la Universidad de Buenos Aires en Argentina. Dicha obra fue inaugurada distinguidamente por el señor Licenciado Don José Juan Mireles, Ministro de Educación en representación del señor Presidente Don Porfirio Díaz. Gracias a sus oficios también, logró importantes donaciones de filántropos anónimos para el Colegio San Juan y el Ateneo  Pedro de Gante en cuanto a mobiliario y equipos de física, química, astronomía, biología y electricidad.
Metódico y perspicaz como clínico brillante, llevaba notaciones especiales en la atención de cada uno de sus pacientes en su libro clínico al que recurría con frecuencia para saber si el Calomel o el Ruibarbo utilizados, entre otros en un paciente, habían dado el resultado esperado.
Repartía sus esfuerzos sin distinción entre la clientela de su consultorio particular y sus necesitados (como les llamaba delicadamente) que llegaban  al Hospital Civil. El interés por ayudar al prójimo le hizo habilitar en el propio Hospital Civil una habitación especial para cuidados a pacientes con necesidades de aislamiento y a la cercanía de su bien surtida botica.
Compartió con su esposa Doña María Engracia Pedrero un matrimonio cristiano ejemplar al que Dios bendijo con la llegada hace cinco años de un único hijo. Amante esposo y diligente señor de su casa, formó una familia digna de ser emulada.
En su domicilio se daban cita, ya para felicísimas tertulias como para diversos asuntos políticos, sociales y más, los personajes más destacados de la sociedad. Su magnanimidad era proverbial y nunca faltó en su mesa la charla amena, el vino y los bocadillos con los que Doña María Engracia obsequiaba a sus numerosas visitas.
El quehacer del Doctor Abelardo Portugal desde tempranas fechas estuvo ligado por circunstancias diversas al Poder Ejecutivo al que ofrecía su consejo, su propuesta y su atención cuando sus servicios profesionales eran requeridos. Nunca aceptó participar en ningún puesto de público a pesar de las reiteradas invitaciones a que era objeto por parte del sector conservador del poder, bajo su argumento de que “la política es al César, como el servicio es a Dios”.
Murió, como dije prematuramente dejando un lugar en el corazón de todos difícil de consolar.
Descanse en eterna paz en el Señor”.

Bien pero, vuelvo a preguntarme: ¿Qué hacían estas notas encriptadas en poder del Dr. Abelardo Portugal?, ¿qué significaban?, ¿quién las escribió?, ¿qué relación posible habría entre éste médico con el señor Jacques Clemenceau, los hermanos Guggenheim y el gobernador Nicéforo Domínguez Estrada?, ¿por qué el interés sobre el asunto del criptólogo suizo Dormnstand Echke?

            Seguiré investigando.

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