Yo.
“Los seres
humanos no nacen para siempre el día que sus madres los alumbran:
la vida los
obliga a parirse a sí mismos una y otra vez, a modelarse, a transformarse, a
interrogarse
(a veces sin respuesta)
a preguntarse
para qué diablos han llegado a la tierra y qué deben hacer en ella.”
“El amor en tiempos del cólera”.
Gabriel García Márquez
Dr. Xavier A.
López y de la Peña.
Para empezar, primero debemos
existir, esto es, nacer.
Una vez que nacemos empezamos a
construir nuestra identidad.
Este camino en la vida nos enfrenta
constantemente con retos o con crisis, por llamarle de otra manera, que nos
lleva a estructurar nuestro Yo.
Lógicamente en ello influyen la
familia: padre y madre, hermanos, tíos, abuelos, primos, vecinos. Sus personas
en sí mismas, su carácter, personalidad, hábitos, costumbres, etc.
La comida, los juguetes que tenemos,
la ropa que se nos impone, el ambiente en el que vivimos, las creencias que nos
imbuyen.
Se nos dice cómo comportarnos, qué,
cuándo y cómo hablar, lo que es bueno o malo, etc.
El entorno social y cultural luego
entonces también nos impronta. Las variadas y múltiples interacciones con otros
nos imponen determinadas referencias de pertenencia tanto étnicos como
regionales o de grupos, dándonos con ello una determinada conducta, valores
morales, educación, lengua y otros componentes culturales más que ubican a cada
uno de nosotros aquí, en la tierra.
Día a día nos construimos. Tenemos
vivencias, recuerdos, experiencias, enseñanzas; así como también tropiezos,
fracasos, contrariedades y decepciones. Los sentidos nos conectan con el mundo
que nos rodea y nos ofrecen sus contrastes, texturas, imágenes, colores,
olores, sabores, equilibrio, distorsiones, sonidos, fuerzas, tensiones,
pasiones, voliciones, necesidades. Analizamos, contrastamos y elaboramos
respuestas a ello: actuamos.
Día a día tomamos decisiones.
La identidad no es fija e inamovible
sino que es plástica, esto es, que se moldea según las circunstancias pero
siempre hasta cierto límite.
La identidad nos ofrece una certeza
de lo propio en consonancia e interdependencia con lo ajeno. Es así que la
identidad que surge de la relación con lo ajeno, construye y transforma la
cultura.
El etnólogo y antropólogo francés, Michel
Agier, lo resume de la siguiente manera:
“La
identidad humana se configura a partir de la interacción con el medio y el
funcionamiento individual propio del sujeto, formándose entre ellos una tensión
dinámica que guía la configuración de la identidad hacia una dirección
determinada. Gracias a esto es posible que el ser humano sea capaz de notar,
que más allá de lo que es, forma parte de un algo mayor fuera de sí mismo.”1
Bien. Vista así de grosso modo la formación de la
identidad, pensemos: ¿Identidad a qué? Bueno, la palabra identidad viene del
latín identitas, que significa lo mismo, y está estrechamente ligada a
un sentimiento de pertenencia para la estructuración y
significado de la identidad tanto personal como cultural. Por ejemplo, el
sentido de identidad y pertenencia al lugar en el que vivimos ha sido producto
de las vivencias que allí adquirimos, mismas que nos arraigan a ella y nos
facilitan la vinculación, participación y ayuda que necesitamos y en la que nos
sentimos incluidos y unidos.2
El primer paso de la identidad es el
de saberse parte de una familia mediante mecanismos de identificación,
imitación e introyección que dan paso al mito o leyenda familiar subsecuente con características propias: la de ser
parte de o pertenecer a un grupo consanguíneo de gentes blancas o negras,
inteligentes o audaces, cariñosos o huraños, rígidos o blandos, honestos o truhanes, comerciantes o empleados, conservadores o liberales, católicos o musulmanes,
longevos o frágiles, campesinos o industriales, etc.
Posteriormente con la adolescencia
se definirá el proceso de individuación con la interacción amplia o estrecha entre
grupos ajenos: parientes, vecinos, amigos, condiscípulos, lecturas, enseñanzas
y otros que, merced al aprendizaje diferencial y contrastante entre juicios y
valores nos hará tomar las decisiones que afirmarán nuestro propio constructo
identitario.
Así, cuando en la familia no se
acepta o tolera la diferencia entre sus miembros, o cuando el mito o leyenda familiar
se lesiona, o falta reconocimiento del universo emocional, o hay una dificultad
para conciliar la lealtad entre diferentes grupos de pertenencia o identidad,
la crisis ocurre.3
La vida, al fin y al cabo, nuestra
propia vida que nos obliga a parirnos a nosotros mismos una y otra vez, a
modelarnos, a transformarnos e interrogarnos, transcurre en una búsqueda
constante de satisfactores a necesidades varias como bien estableciera el
psicólogo estadounidense Abraham Harold Maslow, para llegar a alcanzar la
autorealización.4
Dicho autor lo ejemplificó con un
gráfico piramidal conteniendo cinco niveles que son, de abajo hacia arriba los
siguientes:
Necesidades fisiológicas.
Necesidades de seguridad.
Necesidades de amor, aceptación
social y afiliación o pertenencia. Relacionadas con la esfera social y
emocional en las relaciones interpersonales.
Necesidades de reconocimiento.
Necesidad de autorealización. Esto
es el crecimiento personal, la autoestima. El sentido que cada uno damos a nuestra
propia existencia desarrollando determinada actividad, centrados en la realidad
y en sus problemas con espontaneidad, autonomía, moralidad, creatividad,
armonía y entendimiento, que nos proporcionan confianza, respeto, placer,
equilibrio y paz.
Propongo que hagamos una cosa: En un
momento tranquilo, lejos de posibles distracciones, vamos a ponernos frente a
un espejo y hacernos la siguiente pregunta:
¿Cómo está mi identidad o
sentimiento de pertenencia a mi género, a la familia, a la comunidad, a mi
lugar de trabajo, a mi profesión, a mi ideología y otros?
Más aún: ¿Cómo estoy yo conmigo
mismo?
Y por favor, aunque en ello haya
algo o mucho de cierto, no echemos la
culpa de nuestro mal carácter, de nuestra timidez, nuestra ignorancia o
estulticia a la falta de identidad o de referencia con la figura paterna
ausente (en su caso), o enérgica, metódica o intransigente. Tampoco culpe a su
madre por no haberle heredado sus ojos azules y su carácter condescendiente o
dominador.
A los profesores que le adoctrinaron
en una fe llena de tabúes, restricciones y hasta amenazas, de las que la razón ahora
le exime.
A sus compañeros de trabajo que no
valoran sus empeños y esfuerzos o a los jefes que no le entienden, que le
malinterpretan, que no le estimulan en su desarrollo laboral, institucional o
empresarial.
A la institución en la que labora
que le explota, oprime, que no le paga lo que merece y que le exprime
inmisericordemente.
A la esposa o esposo, o acompañante
sentimental (de la que ya hay una larga lista de variables) que le considera un
desobligado, un incapaz de lograr el éxito, que le falta al respeto o le miente
obcecadamente, que no le entiende
y satisface sexualmente, que le limita en la toma de decisiones o lo considera
un mandilón, etc.
Al jefe de la colonia en que vive y que
quiere nuestro apoyo, pero al que considera un arribista que no hace nada.
Al vecino que se roba la energía
eléctrica o el agua y sin embargo, yo si la pago.
Al Sistema de Administración
Tributaria (SAT) por imponerle tantos impuestos.
Al sistema político en que vive.
A la globalización que le carcome
las entrañas.
Al cambio climático.
Al, Al, Al…
¡Sacúdase todo ello!, madure,
reconozca sus debilidades y fortalezas. Identifíquese y adquiera sentido de
pertenencia. Aprenda qué puede o no cambiar y cómo poder modificarlo o
sustituirlo, o afectarle menos en todo caso.
Encuentre en su vida todo lo que le
obliga a parirse a sí mismo una y otra vez, a modelarse, a transformarse, a
interrogarse y luchar por encontrar la respuesta de que para qué diablos ha llegado a la tierra y qué debe hacer en ella.
1. Agier,
Michel. La antropología de las identidades en las tensiones contemporáneas, En:
Revista Colombiana de Antropología. No. 36 (2000); p. 6-19.
2.
El Diario de la Educación. Convivencia y educación en valores. Consultado en
internet el 20 de septiembre de 2018 en: http://eldiariodelaeducacion.com/convivenciayeducacionenvalores/2018/03/06/identidad-sentimientos-pertenencia/
3. Psicólogos en Madrid. Identidad personal. Consultado en internet el 19 de
septiembre de 2018 en: http://psicologosenmadrid.eu/identidad-personal/
4.
Abraham Maslow. Consultado en internet el 24 de septiembre de 2018 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Abraham_Maslow