El carácter del
mexicano por
Ezequiel A. Chávez
Lavista (1868-1946).
“Sin importar
el tamaño de la ciudad o pueblo donde
nacen los
hombres y mujeres,
ellos finalmente, son el tamaño de su obra,
de su voluntad de engrandecer y enriquecer a
sus hermanos.”
Ignacio
Allende.
Capitán del
Ejército realista durante la Independencia de México.
Dr. Xavier A. López y de la Peña
Destacado
y posiblemente el primer ensayo publicado sobre el carácter del mexicano en
México, casi desconocido entre quienes se han ocupado de bosquejar dicho
carácter, fue escrito por el abogado, educador y filósofo aguascalentense
Ezequiel Adeodato Chávez Lavista, con el título de La sensibilidad del mexicano, cuya obra fue publicada en el número
3 de la Revista Positiva de México,
el 1 de marzo de 1901.1
Aquí me permito hacer un resumen
del mismo, recordando además, que se define el carácter de una persona como la
manera en la que ésta reacciona habitualmente frente a una determinada situación.
Es también la forma de expresar esta manera de reaccionar, señalando así que la
persona posee tal o cual perfil, característica o inclinación.
Como preámbulo señala el autor que
en México casi nada se ha escrito sobre el tema si bien se sabe que somos
distintos psíquicamente de un francés, un chino, un alemán o un angloamericano.
Para empezar su estudio, sigue el método recomendado por Renato Descartes,
dividiendo el problema por sus partes, a saber: origen del fenómeno, su
caracterización, su permanencia, sus efectos y términos. Y el objeto de estudio
recae en los diversos grupos sociales que conforman el pueblo mexicano y que
divide principalmente en: indígenas, mestizos vulgares y mestizos superiores,
sólo escuetamente se refiere a los europeos y criollos.
1. En cuanto al origen del fenómeno y con relación hacia
el trabajo particularmente, se pregunta ¿qué estímulo despierta con facilidad la
sensibilidad (nosotros, de aquí en
adelante le llamaremos respuesta emocional)
del mexicano?
En
el indígena, refiere que éstas respuestas
se despiertan con trabajo, lentamente y con resistencia. Así, en toda América
latina -afirma- es proverbial la flema
imperturbable del indio, su estoica taciturnidad, su impasible inercia. Ello
se debe -asienta- a que no logra progresar dada su insensibilidad relativa, al desdén por todo: por el progreso como al
retroceso, por la muerte como por la vida, por el trabajo como por el descanso…
el indio es un inerte sobre el que no se ejerce, sino débilmente, el factor
fundamental de los actos.
Para los mestizos vulgares, que también les llama individuos mezclados sin árbol genealógico fijo –dice-,
son excitables en sus apetitos, por ello, enredados en las relaciones amorosas
e inestables en el matrimonio; despilfarradores y adaptados a las pocas o
inexistentes comodidades de la vida.
En los mestizos superiores, hijos de familias de buena cuna, mezcladas y
regularmente establecidas, se advierte una excitabilidad moderada; una
capacidad menor de nutrir los refinamientos de la comodidad de la clase de
europeos y criollos, e inconmovibles ante los vaivenes públicos.
En tanto que entre los europeos y criollos se experimentan de
manera superabundantemente fácil las emociones, particularmente entre los
primeros
2. Ahora bien, una vez producida la respuesta
emocional ¿qué la distingue en el carácter mexicano?
En ello se sitúan tanto ya la
respuesta emocional como la racional influenciadas particularmente,
por el grado de instrucción.
En el indígena, desprovisto de cultura, atado a tradicionalismos, a la
superstición e indestructibles hábitos, hay pocas respuestas emocionales por lo
que se muestra inerte e indiferente a todo excepto a su tierra que le provee su
casi irrisoria alimentación. Cuanto
que el medio social que le rodea suele ser despótico, siente aversión a la
limitación de su libertad, desconfiado y receloso por los cambios que le hacen
aislarse, a sentirse impotente ante lo que no entiende. Agobiado por ello busca
refugio en la embriaguez y no teme a la muerte. Su desgracia emocional sólo ha
sido posible paliarla con el sentimiento protector que la iglesia católica le
ha ofrecido; de allí la intensísima gratitud, sublimada en el fervoroso culto
que le profesa a la Virgen de Guadalupe. Es de esta manera que su respuesta
emocional es más visceral que razonada.
Sobre el mestizo vulgar, dice coincidiendo con su contemporáneo el escritor,
periodista y político mexicano Francisco Alonso de Bulnes, que:
…es fanfarrón y valiente… pero no es
supersticioso, ni potruco ni semidiós… es prácticamente polígamo, infiel a
todas las damas, a sus dioses y a sus reyes. Es un espíritu bárbaramente escéptico desinteresado
como el indio, con una gran virtud, nada ni nadie le produce envidia. No tiene
más aspiración que la de ser muy hombre… ama a su patria y tiene el sentimiento
de lo que es una gran nación; es fiel como un árabe cuando promete pelear e
informal como un astrólogo cuando promete saldar sus deudas… es anticlerical,
jacobino sin apetito sanguinario: se burla de los frailes sin aborrecerlos y le
entusiasma todo lo que es progreso, osadía, civilización.
Sin embargo, recalca que no está de
acuerdo con la última parte que se refiere al entusiasmo por el progreso y la
cultura. No resiste la tentación ni la burla fácil, ni a las bebidas
embriagantes, ni a la sugestión de las faldas ni del motín callejero, ni la
pereza del san lunes. No le interesa la economía ni la vejez y no trata de
salir de su esfera social de libertad e irregular trabajo; tampoco se preocupa
por aspiraciones superiores. Su respuesta emocional en consecuencia es
cerebral, intuitiva, concreta, imaginativa, no intelectual propiamente dicha,
abstracta y deductiva.
En cambio, en el mestizo superior su respuesta emocional
se intelectualiza, sus ideas se transforman lúcidamente en ideales. Así, él ha
sentido el ideal de la Independencia, de la Reforma, de la democracia, de la
instrucción obligatoria, de la civilización profusa y gratuita. Si bien no lo
hace como el anglosajón, poco a poco y con algunos traspiés, logra sus
cometidos.
3. Luego trata cuánto dura y cuál
es la fuerza de dichas respuestas emocionales.
En el indígena la respuesta emocional se produce con dificultad, también
con dificultad penetran en él las ideas y por tanto sus respuestas emocionales
no se diversifican ni enriquecen. El indígena
–dice- “es comparable a un volcán coronado de nieves: es superiormente
impasible aunque esté profundamente llagado”. Nada altera el rostro de esta
raza como el de Cuauhtémoc que incólume sufriera consumirse sus pies y palmas
de sus manos a fuego lento. De ello nace su testarudez y tenacidad.
Sigue luego con el mestizo vulgar con respuesta emocional
más brillante y aguda, más rápida e intelectualizada que la del indígena, pero
es sólo superficial; son inestables y lo único que les dura es el amor propio o
dignidad al estilo de los extintos señores feudales.
Para el mestizo superior no sólo por la simple imaginación sino de la
manera de construir abstractos ideales, raquíticos o extensos, cerebralizando
los sentimientos los hace a los tiempos fuertes y vivaces, relativamente
estables y concentrados: resultan con ello los hombres del sistema a los que
llamamos jacobinos, adaptables al concepto racionalista. Como ejemplo cita a
Gabino Barreda, el padre de la Escuela Nacional Preparatoria.
4. Efectos de la respuesta
emocional; se pregunta ¿produce ésta
múltiples reacciones exteriores, es expansiva, dinámica, centrífuga, o bien por
lo contrario determina efectos internos, es centrípeta, inerte?
Refiriéndose nuevamente al citado
F. Bulnes, sobre el indígena, anota:
...es un hombre que debía vestir una
mortaja y regalar sus magníficos dientes, pues ni ríe, ni habla, ni canta y
casi ni come. Job en su muladar es un vociferador de color socialista; el indio
en el suyo es el verdadero Job, con aspecto taciturno y ateo.
De este carácter interno y
centrípeto, la respuesta emocional indígena,
que en todas las razas son impulsivas, dado que la reacción sucede
inmediatamente a la excitación y suele originar con ello delitos; en toda
América, el indígena es una excepción:
no es impulsivo sino inerte, estático y pasivo. Con ello el excitante queda sin
respuesta emocional o se aplaza por largo tiempo produciéndole rencor (el indio nunca olvida).
Es así que el indígena sometido y quebrantado durante siglos, como ocurría con
los macehuales desde los tiempos de
Moctezuma Xocoyotzin, ha llegado a
soportarlo todo: hambre, que sacia con el exiguo alimento, como la fatiga a la
que es sometido como bestia de carga.
…y tanto la larga peregrinación con
silicios de espinas para llegar al santuario de Guadalupe, cuanto la afrenta
del zafio tendero que lo trata con burla procaz e imbécil desdén, y el
despotismo del amo de la hacienda, de la misma manera que el del militar de
superior graduación que lo coge de leva, lo trata a cintarazos y lo lleva a
pelear y a morir en cualquier hecho de armas.
El resultado de esta centenaria
expoliación no ha aniquilado a los indígenas
dada la dificultad y lentitud que tienen para que se produzcan reacciones o
respuestas emocionales adecuadas, y le han dejado fortalecida su humildad, su
desfallecimiento e hipocresía. Le han hecho desconfiado, semejando a una sombra
sin voz ni aliento, viviendo sin sentido y sólo reaccionando cuando la
desesperación lo sacude hasta las entrañas.
En el mestizo vulgar las respuestas emocionales se oponen a las del indígena: es invasora y dinámica. Dice
el autor, que en el individuo al que
despectivamente se le llama pelado, la
respuesta emocional es centrífuga y expansiva, impulsiva, ardorosa y fugaz. De
ello da cuenta la criminalidad observada en las ciudades por el sociólogo
Miguel S. Macedo, generada por una respuesta emocional súbita y
desproporcionada incrementada frecuentemente por la embriaguez, en gran parte
de la altiplanicie por debida al consumo del pulque como señalara el pionero de
la pediatría y criminología en México: Dr. Roque Macouzet.
Para el caso de los mestizos superiores las respuestas
emocionales son dinámicas y centrífugas y conducen a actos. Los diversos
estímulos que se reciben, son tamizados de alguna manera en la balanza de la
voluntad, por la reflexión y así la respuesta emocional queda liberada del
aventurero régimen de los reflejos. Surge con ello el concepto del propio
interés y del ajeno y que aparezcan subconsciente como conscientemente, el
egoísmo y el altruismo. Afirma el autor que en México se observa poco el
egoísmo y más el altruismo como lo han descrito (los comerciantes) don Enrique
C. Creel (1854 – 1931) y don Telésforo García (1890- ¿?).
Se observa en la gran masa de mestizos superiores que, “por su
considerable estado de cultura, han sido mejor que los restantes grupos
demográficos del país los que con hambre y sed de perfeccionamiento han
planteado y resuelto, a menudo satisfactoriamente, colosales problemas
nacionales”.
Datos complementarios sobre la vida
y obra de este personaje se pueden encontrar en estas fuentes:
Hernández Luna, Juan. Ezequiel A. Chávez. Impulsor de la
educación mexicana. México, UNAM, 1981. CD Enciclopedia de México. Consultado
en internet en: http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/biografias/bio_c/chavez_eze.htm
Ezequiel A. Chávez. El Colegio Nacional. Consultado en
internet el 6 de marzo de 2019 en: http://colnal.mx/members/ezequiel-a-chavez
Ma. del Carmen Rovira Gaspar. Ezequiel A. Chávez ante la
condición humana. Facultad de Filosofía y Letras/UNAM. Julio 2006. Consultado
en internet el 6 de marzo de 2019 en:
https://www.ensayistas.org/critica/generales/C-H/mexico/chavez.htm
1 . Ezequiel
A. Chávez. La sensibilidad del mexicano, en: Roger Bartra (Selección y prólogo).
Anatomía del mexicano. Random House Mondadori, S. A. de C. V. México 2006, pp. 25-45.
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