Su deconstrucción y reconstrucción en un ente omnímodo.
La cibernética permitió despojar a la
identidad humana de singularidad
y exclusividad para pasar a ser flujo de
información, teoría de sistemas y no sujeto.
El razonamiento dejó de ser parte de
lo humano ya que podía ser reproducido y copiado por cualquier máquina
inteligente. El ser humano entonces, se ha descorporizado.
Gabriela Chavarría Alfaro (2015)
Dr. Xavier A. López y
de la Peña
El autor israelí del libro titulado
Homo Deus (2016)1,
Yurval Noah Harari, entreteje sus conceptos con una atractiva prosa en torno,
pero sin limitarse, a las siguientes cuestiones: ¿Quién es el ser humano y cómo el humanismo (entendido como una religión dominante) podría causar su
propia desintegración?
Es un libro provocador que aleja o
de plano cercena la ideología en torno a que el ser humano es, en sí mismo, un
sujeto. Nos adentra entonces en el intrincado periplo bio-tecno-informático de
los tiempos modernos que tiende a descorporizar al sujeto humano para concebirlo
y convertirlo en un objeto, en sólo un algoritmo.
Es decir, dicho en lenguaje matemático, en un objeto con un conjunto ordenado
de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución
de un tipo de problemas.
Argumenta en contra de los pilares
de la propia humanidad (tanto como especie, como género o en su propia
naturaleza desde una perspectiva antropológica) por lo que para algunos les resultará
odioso, irreverente, falaz, incrédulo o simplemente fantasioso; en tanto que
otros le reconocerán como visionario, materialista o dataísta. Sin embargo, su
lectura es excitante ya que nos ofrece una mirada al ser humano en capacidad
(técnicamente hablando) de construirse y tal vez de perpetuarse a sí mismo en
una conciencia global, al ritmo y conducción
de un hardware y software superior
sustentado en bits o datos.
Su libro es además, sugestivo como
un manual de superación personal que nos persuade a reconocer que (y como
ciertamente está ocupando hoy a un gran número de investigadores), mediante la
manipulación tecno-científica del organismo humano, la enfermedad, el
envejecimiento y la propia muerte del ser humano podrían ser evitados; que
podrá hacérsele más inteligente, más fuerte, con mejor visión o audición, o
inclusive de poder ser reemplazado por una entidad material con inteligencia y
capacidad artificial y omnímoda.
Hace referencia a que el humanismo o más precisamente a lo que él
llama el credo humanista surgido el Renacimiento, que dio principio a la
Edad Moderna iniciado (nosotros así lo consideramos) con el pensamiento
filosófico de la corriente llamada
ulteriormente humanista como tal, propalada,
entre otros, por el pensador italiano Giovanni Pico della Mirandola, y cuyo
contenido ideológico se manifiesta a través de su obra Oratio de hominis dignitate escrita en latín en 1486, que asienta ya
lo que hoy se considera el derecho
inalienable a la discrepancia, el respeto por las diversidades culturales y
religiosas y, finalmente, el derecho al crecimiento y enriquecimiento de la
vida a partir de la diferencia,2 está quedando atrás.
Adiós al humanismo que se manifestó
así:
He aquí
un fragmento de su Oratio hominis
dignitate:
Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un
aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar,
el aspecto y la prerrogativa que conscientemente elijas y que de acuerdo con tu
intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está
constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no
constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo
poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más
cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno,
ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice
de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás
degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte,
según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas.3
Adiós al humanismo propalado de
tiempo atrás en el principio de las ideas filosóficas en torno a responder a la
pregunta ¿quién soy?, esto es a saber de alguna manera qué es el ser humano.
Sófocles refería que “nada hay tan maravilloso
como el ser humano”; Protágoras ubicaba al ser humano como “medida de todas las
cosas; Platón le concebía bajo un concepto dualista: el entorno que conocemos a
través de los sentidos, mismo que es sensible y variable, y otro que se integra
a través del raciocinio, mismo que es inteligible e inmutable; Aristóteles que aceptaba
al ser humano como un ente a la vez físico y biológico, dotado de un alma tanto
vegetativa como sensitiva. Unidad de alma y cuerpo; un animal con logos, es
decir con la capacidad de hablar, pensar, razonar, juzgar y más. Es además, un
animal social y político; Epicuro siguiendo un razonamiento materialista, concebía
a la naturaleza (y al ser humano incluido) conformada toda por átomos; San
Severino Boecio definió al inicio de la Edad Media a la persona humana como
sustancia individual de naturaleza racional; Nicolás Maquiavelo conceptuaba al
ser humano, como una dualidad fluctuante entre su condición humana y animal a
través del instinto. Así dice, su naturaleza es particularmente instintiva; Francisco
Rabelais refería que el hombre es un ser que ríe; Renato Descartes, señalaba la
individualidad del ser humano con su frase “pienso, luego existo”; Baruch
Spinoza, enseñaba que el ser humano forma parte de la naturaleza y sigue su
orden aunque parezca lo contrario, forma parte de la historia que él mismo
construye y que lo hace a él, y forma parte de una sociedad, de una época, de
una civilización. Denise Diderot nos decía que el ser humano es alguien que
siente, que reflexiona y piensa, que es
superior respecto a los demás animales a los que domina, un ser social, creador
del arte y las ciencias, que puede ser tanto malo como bueno, que vive
organizado, que tiene una cultura, leyes, normas, etc. Immanuel Kant, consideraba al ser humano como un agente
racional y moral que se elevaba por encima de su naturaleza instintiva gracias
a la razón; es un ser que, además, juzga; Karl Marx, señalaba que el ser humano
es una persona que trabaja para otra, que no está en su naturaleza; Henri
Bergson , nos decía que es un ser que
crea y que en su esencia radica tanto la memoria, como la libertad, la
conciencia y la reflexión; José Ortega y Gasset afirmaba que “el hombre (ser
humano) no tiene naturaleza, sino que tiene… historia”. “Yo soy yo y mi
circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”; Martín Heidegger apuntaba
que el ser humano es fundamental y
esencialmente un sujeto que existe, es alguien que se coloca en el mundo; Jean
Paul Sartre comentaba que el hombre está condenado a inventarse a sí mismo pero
no desde la nada.
Pese a todo lo anterior dicho a
través de siglos, ahora ¡pamplinas! el autor dice que el ser humano es, lo repito, un algoritmo. No sólo en su intelecto sino también sus emociones,
sentimientos, sus deseos, etc.
Ciertamente los organismos vivos
utilizan mecanismos parecidos a los
algoritmos que siguen determinados códigos, como ocurre con la genética, pero
no se rigen por discernir sobre un sí o no, o entre un 0 (cero) o un 1 (uno) como
ocurriría para surtir un helado como se programó previamente a la máquina
expendedora. No, simplemente la variación genética por medio de las mutaciones,
por ejemplo, es un proceso que involucra una gran cantidad de azar. El
algoritmo en cambio no es un azar, “es un conjunto prescrito de instrucciones o
reglas bien definidas, ordenadas y finitas que permiten llevar a cabo una
actividad mediante pasos sucesivos que no generen dudas a quien deba hacer
dicha actividad”.
En los seres vivos, incluido el ser
humano, el sustrato es la materia viva y “vulnerable compuesta de proteínas,
azúcares, lípidos. No son líneas determinadas de código”.4
Ahora resulta que los deseos, la
creación artística, la holgazanería, la filantropía, el sentimiento místico, el
egoísmo, el amor, los celos, la amistad, el honor, la honra, la libertad y la dignidad
de los seres humanos, entre muchas otras, no son constructos personales (de
nuestro yo) cuya dimensión subjetiva
(conciente o inconciente) está modelada por el lugar y tiempo en que cada uno
vive, sino que simple y sencillamente ahora son la salida o el output de una dinámica terrenal guiada
por una refinada algoritmia social.5
El acercamiento a esta ideología
materialista, deshumanizadora y ahora también transhumanista, ha surgido de los
extraordinarios avances recientemente
alcanzados por diversas ciencias, la bio-tecnología y la informática.
Veamos algunos ejemplos de ello:
En el año de 1942 nació la
cibernética impulsada por Norman Wiener y Arturo Rosenblueth Sterns cuyo
objetivo es “el control y comunicación en el animal y en la máquina” o
“desarrollar un lenguaje y técnicas que nos permitirán abordar el problema del
control y la comunicación en general”. Más adelante, el nuevo paradigma que
esta ciencia abrió, llevó a considerar al ser humano como una entidad
procesadora de información, esencialmente similar a las máquinas inteligentes.
El intrincado cerebro fue entonces comparado con una computadora y de esta
manera, la cibernética contribuyó a la descorporización
de la razón, a despojar de la “identidad humana” la idea de ser una entidad
racional y autónoma, para hundirse en un flujo de información dentro de la
teoría de sistemas y no el sujeto.6
En 1950, el biólogo austríaco
Ludwig von Bertalanffy planteó la teoría
general de sistemas propiamente dicha, exponiendo sus fundamentos, su
desarrollo y sus aplicaciones. Esta teoría “se concibe como una serie de definiciones, de
suposiciones y de proposiciones relacionadas entre sí por medio de las cuales
se aprecian todos los fenómenos y los objetos reales como una jerarquía
integral de grupos formados por materia y energía; estos grupos son los
sistemas.”7
En 1953 se dio a conocer la
estructura dimensional del ácido desoxirribonucleíco o ADN (que contiene las
instrucciones genéticas usadas en el desarrollo y funcionamiento de todos los
organismos vivos y algunos virus; también es responsable de la transmisión
hereditaria), con las aportaciones hechas por Rosalind Franklin y otros, James
Watson y Francis Crick propusieron en el modelo de la doble hélice de ADN para
representar la estructura tridimensional del polímero.
En 1956, John McCarthy, Marvin
Minsky y Claude Shannon en la Conferencia de Dartmouth acuñaron la expresión de
«inteligencia artificial», definiéndola como «la ciencia e ingenio de hacer
máquinas inteligentes, especialmente programas de cómputo inteligentes».
El desarrollo ha sido
impresionantemente exponencial en este campo (informática), de la ciencia que se
ocupa de almacenar, procesar y transmitir información y datos en formato
digital que, desde la llamada primer computadora analógica conocida como el mecanismo de Anticitera probablemente de
origen griego construida cerca del año 200 a. C., hasta el año de 1822 en que
el matemático y científico británico Charles Babbage diseño su Máquina Analítica considerada quizás
como el primer diseño de una computadora moderna, transcurrieron cerca de 2000
años.
Hoy se cuenta con la
supercomputadora de nombre Summit (2018),
desarrollada por IBM y localizada en el Laboratorio Nacional Oak Ridge en
Tennessee, EUA, que es capaz de procesar 200 cuatrillones de cálculos por segundo
y es 100 millones de veces más rápida que una computadora típica y que se
diseñó particularmente para desarrollos de inteligencia artificial (IA), han
transcurrido sólo 196 años.
El ser humano multi-modificado y multi-protésico
es una realidad. El humanismo
entendido ahora según la International
Humanist and Ethical Union (2009)
"…es
una filosofía de la vida democrática y ética, que afirma que los seres humanos
tienen el derecho y la responsabilidad de dar sentido y forma a sus propias
vidas. Es sinónimo de la construcción de una sociedad más humana a través de
una ética basada en valores humanos y otros valores naturales en el espíritu de
la razón y la libre investigación a través de las capacidades humanas. No es
teísta y no acepta opiniones sobrenaturales de la realidad".8
Pero, según Harari, sómos simple y
sencillamente algoritmos de diversas
razas: Cyborg. Híbridos biológicos, mecánicos e informáticos que pueden ser
montados en todas las especies animales, nosotros incluidos como Orgoborgs en
una nueva faceta de la vida orgánica; los Humborgs, humanoides de diversas
especies alienígenas que combinan lo sintético con lo orgánico, lo que mejora
sus capacidades mentales y físicas.
Symborgs. Organismos simbólicos
autoreflexivos, autoconscientes, autoreproductivos; softwares o programas
vivientes como si fueren conciencias que habitan en la red de supercomputadoras
donde residirían en forma de conciencias instaladas como medio natural y que
utilizan interfaces avanzados para la comunicación con diversas especies
físicas.
Silorg. Organismo de silicio humanamente no humanos (sí no está
escrito con error), adaptados mediante un ADN artificial sobre compuestos de
silicio con amoníaco, y diseñados básicamente para vivir en el espacio
exterior. Todos ellos conectados ininterrumpidamente a una red controlada por
algoritmos genéticos como banco donde depositar sus experiencias.
Bioorgs. Bioorganismos
recodificados proteínicamente, cuya infraestructura se adaptará a los distintos
hábitats sin que sean los propios naturales.
Ya el médico y filósofo mexicano, Samuel
Ramos (1897-1959), se refería a que los cambios en la ideología del humanismo,
lejos de incrementar la libertad y confianza en el ser humano, se encuentra
abrumado y sin rumbo ante el creciente agobio de la cultura. Así, tanto su
voluntad como su vocación, sentimientos, aspiraciones, y fuerzas, se revuelven
impotentes ante el muro del exterior.9
Es así que el moderno ser humano,
prisionero adorador del dataísmo y en el círculo selecto del capitalismo
informático, lucha desesperadamente por liberarse de sus debilidades y
limitaciones naturales para convertirse transhumanamente, ahora, en un inmortal
y totipotencial (quien sabe cómo se le llamará técnicamente), demiurgo digital omnímodo.
P.D. Mi Yo, mi Ello y mi Superyó gritan estridente y desencajadamente, para el profundo (espero) pesar de Homo Deus, ¡que no soy un algoritmo…!
1 .
Yuval Noah Harari. Homo Deus. Penguin Random House. Grupo Editorial. España,
2016.
2 .
Pico de la Mirandola. Consultado en internet el 25 de mayo de 2019 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Giovanni_Pico_della_Mirandola
3
. Ensayos para pensar. Giovanni Pico Della Mirandola. Discurso sobre la
dignidad del hombre. Consultado en internet el 24 de marzo de 2019 en: http://editorialpi.net/ensayos/discursosobreladignidaddelhombre.pdf
4.
Antonio Damasio Dornsife. No debemos aceptar que la vida humana se reduzca a
algoritmos.
5.
Mariano Zukerfeld. La intersubjetividad algorítmica y la muerte del humanismo.
Hipertextos, Vol. 6, No. 9, Enero/Junio de 2018. Buenos Aires, Arg., p.191.
6 .
Gabriela Chavarría Alfaro. El posthumanismo y los cambios en la identidad
humana. Rev. Reflexiones. 2015;94(1):97-107.
7
. Alonso Tamayo Alzate. Teoría general de sistemas. Universidad de Colombia.
Rev. Depto. de Ciencias. Marzo 1999, p. 84.
8
. International Humanist and Ethical Union. Consultado en internet el 21 de
mayo de 2019 en: https://web.archive.org/web/20130117101233/http://www.iheu.org/bylaws
9 .
Samuel Ramos. Hacia un nuevo humanismo. México, Fondo de Cultura Económica,
1997.
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