Un obstáculo para
la opinión crítica.
Sapere aude.
El
historiador debe ser objetivo y dejar a un lado los prejuicios.
Dr. Xavier A. López y de la Peña
¿Qué es un prejuicio?
El prejuicio es una opinión preconcebida,
generalmente negativa, hacia alguien o algo, según la Real Academia Española de
la Lengua.
Los prejuicios, acorde con el
filósofo alemán Hans-Georg Gadamer[i], se pueden clasificar en
dos tipos: los de precipitación, en los que tomamos una decisión, determinación
u opinión, basada solamente en nuestros sentidos los cuales suelen ser falibles
(por ejemplo, si veo el cielo nublado, puedo considerar que lloverá y, sin
embargo, ello puede no ocurrir) o de autoridad; esto es, a la obediencia acrítica
sobre el decir de alguna autoridad (por ejemplo, porque lo así lo dijo mi
preceptor, Hipócrates, Heródoto, Einstein o la Biblia). Un prejuicio es pues,
tomar previamente una decisión, formarse una opinión, creer en algo o hacer un
juicio apriorístico sin tener o haber hecho una constatación previa fehaciente
y concluyente.
Por ello, y para evitar el prejuicio
ante las incógnitas que enfrentemos, habría que seguir la máxima de “atreverse
a saber” cómo se inscribe en la locución latina Sapere aude cuya
divulgación se atribuye al filósofo Immanuel Kant, pero que ya había sido previamente
registrada por el poeta lírico romano, Quinto Horacio Flaco, en el siglo I
a.n.e., de la siguiente manera: Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere
aude, / incipe (Quien ha comenzado, ya ha hecho la mitad: atrévete a saber,
empieza).[ii]
Sin embargo, y como también señala el
filósofo Gadamer, no es posible eliminar todo prejuicio y así conseguir
verdades indubitables, porque la idea de una razón libre de toda
determinación es una ilusión del pensamiento racionalista moderno. El
científico, por ejemplo, que planea una investigación para “saber de o sobre
algo”, se basa en una hipótesis, una suposición o un prejuicio; es decir, que
todo proyecto a seguir queda supeditado a ciertos presupuestos.[iii]
Con todo lo anterior queremos decir
que el prejuicio en sí, no es ni bueno ni malo, lo importante de ellos es poder
determinar si estos presupuestos se abordan, expresan o aceptan de forma positiva
o negativa.
Veamos ahora un ejemplo de
prejuicio en una opinión crítica.
Nos
referimos aquí a una opinión crítica racional, (opuesta al irracionalismo,
que privilegia el ejercicio de la voluntad y la individualidad por encima de la
comprensión racional del mundo objetivo) esto es, insistimos, opinión crítica en
la que predomina el papel de la razón para la adquisición del conocimiento,
misma que a su vez puede ser cualitativa (análisis de una obra escrita, una
escultura, una obra musical, etc.) o cuantitativa (análisis matemático,
contraste de hipótesis y modelos estadísticos, etc.). De cualquier manera, el
objetivo último de la crítica racional será la facilitación para
ejecutar una acción, basada en el conocimiento.
El ejemplo que quiero presentar aquí
sobre el prejuicio contra la razón, es el de la opinión crítica (en este
caso, destacadamente irracional) que hace el señor presbítero católico,
mexicano, bibliógrafo, historiador (considerado el primer historiador de la
filosofía en México), prolífico escritor (principalmente temas religiosos católicos)
y crítico, quien fuera por largo tiempo obispo de León, Guanajuato, el señor Emeterio
Valverde Téllez, a la obra filosófica que escribiera el médico aguascalentense,
Jesús Díaz de León Ávila, en 1894 y que lleva por título: Apuntes para una
tesis sobre la inmortalidad del alma.[iv]
¿Quién fue el señor Emeterio
Valverde Téllez?
El señor Emeterio Valverde Téllez
(1864-1948), Nació en la Villa de Santa María de la Peña de Francia, hoy, Villa
del Carbón, Estado de México, el 1 de marzo de 1864.
En agosto de 1909 fue preconizado
Obispo de León (Guanajuato) manteniéndose es esta diócesis hasta su muerte, en
1948, a los ochenta y cuatro años de edad.
Su formación filosófica se basó en las
obras del filósofo católico español, Zeferino González Díaz de Tuñón (1831-1894),
precursor del neotomismo y en la actividad bibliográfica de Marcelino Menéndez
Pelayo (1856-1912).
Hombre polémico, bien preparado y
poseedor de una biblioteca con cerca de 20,000 volúmenes, que pasó en 1951 a
formar parte, de la Biblioteca Alfonso Reyes de la Universidad de Nuevo León.
Aunque el profesor, escritor e
historiador mexicano, Manuel Cevallos Ramírez, no ubica al señor, Emeterio
Valverde Téllez, en ninguna de las corrientes del pensamiento católico
conservador, un somero análisis suyo le coloca al lado de los “intransigentes-tradicionalistas”,[v] condenando y oponiéndose a
todo aquello que fuera en contra del catolicismo, como el liberalismo, el
racionalismo y el positivismo, entre otras corrientes del pensamiento
filosófico. En síntesis, Valverde Téllez desarrolló una concepción
historiográfica con orientación católica.
La verdadera filosofía, decía, es “aquella
que está en consonancia con la fe y la religión, busca, y halla la única, la
conveniente, la satisfactoria, la racional concepción de la historia: a saber,
la Providencia”. Así que él, como todos los que siguieron sus pasos, se
declararon en contra de todo lo que atentara contra el catolicismo y dogmas del
cristianismo; de tal suerte que estos intransigentes-tradicionalistas, rechazaron
el racionalismo, el ateísmo, el materialismo, el liberalismo, el espiritismo, el
panteísmo y el positivismo.
El señor Emeterio Valverde, comentaba
lo siguiente:
“Fuera
de la concepción católica de la historia, que siempre ha tratado de aceptar e incorporarse cuánto
hay de racional, y de sano, en las nuevas orientaciones y progresos de la
filosofía y de las ciencias, los sabios impíos han seguido otro camino. EL
siglo XVIII quiso ser crítico y racionalista: el XIX se pavoneó con las ínfulas
de científico y positivista: vanidoso, hasta rayar en ridículo, se apellidó a
sí mismo "el Siglo de las Luces". Para él fue una especie de manía la
"evolución", y aplicándola a la historia repudió todo super naturalismo,
y aun espiritualismo, cuanto, al origen constitutivo del hombre, a la
providencialidad en la vida de los pueblos y a todo fin ultraterreno. Para los
flamantes sabios, la materia es eterna, la vida comenzó por generación
espontánea, por la aparición casual del protoplasma, que inició su evolución
ascendente, la continuó en medio de la lucha por la vida y del triunfo del más
apto, hasta llegar a la vida sensitiva y a la racional pasando por el mono -que
creen es el padre inmediato del hombre primitivo- y va, no saben a dónde,
porque el progreso, según ellos, es indefinido”. (Valverde Téllez 1925).
La opinión crítica del señor Emeterio
Valverde Téllez, sobre el doctor Jesús Díaz de León Ávila a su obra arriba
citada, se encuentra escrita en su obra Crítica filosófica o Estudio
bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o
publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904), en el
capítulo XXVIII, El Alma Humana, que tiene como subtítulo el de ‹‹Apuntes››.
Para hacernos una idea de su pensar,
el señor Emeterio Valverde dice en la introducción de esta obra suya:
… y en la grata, aunque laboriosa
tarea, de buscar y estudiar las obras de los pensadores mexicanos, para ver qué
hallamos en ellas de original, o para seguir al menos la marcha de las ideas
filosóficas en nuestra Patria.
(…)
Acariciamos aún la grata ilusión de
que estas humildes faenas, podrán contribuir a despertar en nuestros seminarios
y colegios, la afición al estudio de la verdadera Filosofía. Y ¡ojalá! que el
uso de un recto criterio en la juiciosa e imparcial comparación, sea parte a
suprimir de las escuelas el positivismo, en lo que tiene de ridículamente
exclusivista como método científico, y en su volteriano desdén a la metafísica y
a la Religión; porque esa doctrina, que se afana en adjudicarse los progresos
científicos alcanzados, no solo por ella, sino a pesar de ella, con sus
negaciones sistemáticas precipita a los ingenios en el materialismo, los enerva
para la Filosofía, para la ciencia, para el arte, y esteriliza los corazones para
el bien y la virtud.[vi]
Directamente ya, sobre la obra del
doctor Jesús Díaz de León, Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del
alma, dice de él en su primer párrafo que:
…es hombre estudioso y observador;
más, nos parece que por desgracia ha sido víctima o de sus malos libros o de la
propia alucinación, en puntos filosóficos de grave trascendencia.
Cuando el doctor Díaz de León refiere
que la humanidad actual no está suficientemente preparada para recibir el
conocimiento sobre la existencia del alma, el obispo Valverde exaltadamente
replica diciendo que,
…los pocos excéntricos que se han
atrevido a negarla, no merecen otro nombre que el de ruines desequilibrados con
vocación de manicomio.
[…]
Lástima grande que en esa alma
existente e inmortal no brille la luz de la fe, y que el sabio caballero no
hubiera parado mientes en la ética cristiana.
Al
afirmar, más adelante, el doctor Díaz de León que la religión ha sembrado
odios y rencores contra la ciencia, y esta a su vez, altiva con sus conquistas,
ha enseñado que sólo son puerilidades las afirmaciones de la religión, el
obispo Valverde sanciona así:
Ni los impíos son la ciencia, ni los
ignorantes son la religión. La historia de la Iglesia y la historia de las
letras, constituyen la más elocuente vindicación de la armonía entre la razón y
la fe.
El
doctor Díaz de León avanza otra frase y dice: La religión misma se siente
impotente para consolar, puesto que apenas tiene tiempo para defenderse, a
lo que el obispo Valverde contesta:
Sí, la Religión ha consolado y
consuela, aún en los tiempos de más cruda persecución; sin perjuicio de atender
la defensa de sus dogmas y su moral;
[Pero]
Perenne será el recuerdo del Inmortal
Pontífice León III, del gran Papa de los obreros: nadie, como él, ha tratado
con más caridad, con más atingencia la cuestión social y, por consecuencia, el
bien económico y material de la clase obrera, en la que se juega nada menos que
el porvenir de Europa y de la civilización misma.
Fuera
de la ciencia, dice el doctor Díaz de León, hemos encontrado que todo es
vanidad de vanidades, a lo que el obispo Valverde contesta:
Declárese, pues, radicalmente
racionalista.
Y finalmente, el obispo Valverde termina su crítica
diciendo que,
evita cansar al lector de la
ingratísima tarea de señalar errores vulgares sobre la materia, la vida, la
idea, etc., bastará decir ya, en resumen, que después de multitud de
observaciones, comparaciones y discursos, de cuya científica exactitud cada uno
juzgará.
[…]
Al demostrar la subsistencia del alma;
porque según él, es nuestra ánima una substancia material, aunque sutil,
atómica, etérea y da el dictado de sublime previsión a la falsa doctrina de la
corporeidad de las almas.
Conclusión.
La obra del señor Emeterio Valverde
Téllez, comentando la obra del doctor Jesús Díaz de León, es un desastre y
magnífico ejemplo de cómo el prejuicio religioso católico (como el de cualquier
otro basado en dogmas y fe) actúa contra la razón y se constituye entonces como
un obstáculo insalvable para la opinión crítica racional. Luego
entonces, nada le pareció porque todo se aparta de su dogma.
No valora el esfuerzo tenido para
este ensayo de la que, el doctor Díaz de León, consultó y abrevó en opiniones,
comentarios, teorías y más, de 69 autores en tan distintos campos como la
física, biología, química, psicología, sociología, antropología, religión,
teosofía, filosofía, etc.
Se apartó, el señor Emeterio Valverde
Téllez, de que en la crítica de un texto filosófico se pretende emitir un
juicio o consideración sobre el lugar que ocupan las ideas defendidas en el
texto en el conjunto del conocimiento, y en la exposición de nuestro punto de vista
al respecto, libre -en la medida posible- de prejuicios. Que se debe tener buen
gusto y deseablemente tener el conocimiento de la estructura argumentativa del
texto objeto de análisis; fallar con bases sólidas, razonadas y lógicas; analizarla
y compararla -si ello es posible- con la de otros escritores o de él mismo,
analizar las facultades y capacidades del autor y la manera como las utiliza.
Sépase que el doctor Jesús Díaz de
León Ávila, una de las mentes más brillantes de Aguascalientes y México en el
siglo XIX, en su citada obra Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad
del alma, ciertamente y con abundantes argumentos, materializó el alma
conforme a su lógica científica y reunió luego estas ideas con la estructura
del cerebro-inteligencia y las proyectó, por la vía del perfeccionamiento o de
la evolución, tanto moral como intelectual, para llegar a la consecución del
conocimiento, la verdad última y única.
Dicho de otra manera, aplicó la
teoría evolutiva a la materia, a la biología, a la sociedad y al propio
espíritu; convirtiéndose así, de alguna manera, en el iniciador del biologismo
o darwinismo espiritual.
La desazón en su espíritu ante el
misterio, ante la duda, ante la impotencia de realización absoluta racional en
la vida terrenal, la palió con la certeza de que todos los hombres son
susceptibles de alcanzar la vida supra terrena a partir de la inmortalidad del
alma, a través de la inteligencia, y mediante un proceso evolutivo de
liberación-salvación en pos del conocimiento universal.[vii]
Sapere aude, incipe.
[i] .
Hans-Georg Gadamer, Verdad y método. Ediciones Sígueme, Colección Hermeneia.
Salamanca, España, 14ª. Edición 2017.
[ii] .
Sapere aude. Consultado en internet el 9 de abril de 2020 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Sapere_aude
[iii]
. Ramón Bárcenas Deanda. El prejuicio y la cuestión crítica: una tensión
fundamental en Verdad y método. Valenciana, núm. 19, 2017. Disponible en
internet en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/3603/360349462005/html/index.html
[iv] .
Jesús Díaz de León. Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma. Tip.
De J. Díaz de León, a. c. de Ricardo Rodríguez Romo. Aguascalientes, México,
1894.
[v] .
Manuel Cevallos Ramírez. 1991. El Catolicismo social. un tercero en discordia
Rerum Novarum. La "cuestión social" y la movilización de los católicos
mexicanos (1891 ~1911), Colmex, México. En: Aimer Granados García. Emeterio
Valverde Téllez y la “orientación Católica” en el pensamiento historiográfico
mexicano. Disponible en file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-EmeterioValverdeTellezYLaOrientacionCatolicaEnElPe-6114135.pdf
[vi] .
Emeterio Valverde Téllez. Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico
de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el
siglo XVI hasta nuestros días (1904). Tipografía de Francisco Díaz de León.
México 1904, pp. I-II.
[vii]
. Xavier A. López y de la Peña. Ideas sobre la inmortalidad del alma, de Jesús
Díaz de León Ávila. Ed. Universidad Autónoma de Aguascalientes. México 2013,
pp. 71-72.
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