lunes, 1 de junio de 2020

El prejuicio contra la razón.



Un obstáculo para la opinión crítica.

Sapere aude.

El historiador debe ser objetivo y dejar a un lado los prejuicios.


Dr. Xavier A. López y de la Peña

¿Qué es un prejuicio?

           El prejuicio es una opinión preconcebida, generalmente negativa, hacia alguien o algo, según la Real Academia Española de la Lengua.

           Los prejuicios, acorde con el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer[i], se pueden clasificar en dos tipos: los de precipitación, en los que tomamos una decisión, determinación u opinión, basada solamente en nuestros sentidos los cuales suelen ser falibles (por ejemplo, si veo el cielo nublado, puedo considerar que lloverá y, sin embargo, ello puede no ocurrir) o de autoridad; esto es, a la obediencia acrítica sobre el decir de alguna autoridad (por ejemplo, porque lo así lo dijo mi preceptor, Hipócrates, Heródoto, Einstein o la Biblia). Un prejuicio es pues, tomar previamente una decisión, formarse una opinión, creer en algo o hacer un juicio apriorístico sin tener o haber hecho una constatación previa fehaciente y concluyente.
           Por ello, y para evitar el prejuicio ante las incógnitas que enfrentemos, habría que seguir la máxima de “atreverse a saber” cómo se inscribe en la locución latina Sapere aude cuya divulgación se atribuye al filósofo Immanuel Kant, pero que ya había sido previamente registrada por el poeta lírico romano, Quinto Horacio Flaco, en el siglo I a.n.e., de la siguiente manera: Dimidium facti, qui coepit, habet: sapere aude, / incipe (Quien ha comenzado, ya ha hecho la mitad: atrévete a saber, empieza).[ii]
           Sin embargo, y como también señala el filósofo Gadamer, no es posible eliminar todo prejuicio y así conseguir verdades indubitables, porque la idea de una razón libre de toda determinación es una ilusión del pensamiento racionalista moderno. El científico, por ejemplo, que planea una investigación para “saber de o sobre algo”, se basa en una hipótesis, una suposición o un prejuicio; es decir, que todo proyecto a seguir queda supeditado a ciertos presupuestos.[iii]
           Con todo lo anterior queremos decir que el prejuicio en sí, no es ni bueno ni malo, lo importante de ellos es poder determinar si estos presupuestos se abordan, expresan o aceptan de forma positiva o negativa.

Veamos ahora un ejemplo de prejuicio en una opinión crítica.

              Nos referimos aquí a una opinión crítica racional, (opuesta al irracionalismo, que privilegia el ejercicio de la voluntad y la individualidad por encima de la comprensión racional del mundo objetivo) esto es, insistimos, opinión crítica en la que predomina el papel de la razón para la adquisición del conocimiento, misma que a su vez puede ser cualitativa (análisis de una obra escrita, una escultura, una obra musical, etc.) o cuantitativa (análisis matemático, contraste de hipótesis y modelos estadísticos, etc.). De cualquier manera, el objetivo último de la crítica racional será la facilitación para ejecutar una acción, basada en el conocimiento.
           El ejemplo que quiero presentar aquí sobre el prejuicio contra la razón, es el de la opinión crítica (en este caso, destacadamente irracional) que hace el señor presbítero católico, mexicano, bibliógrafo, historiador (considerado el primer historiador de la filosofía en México), prolífico escritor (principalmente temas religiosos católicos) y crítico, quien fuera por largo tiempo obispo de León, Guanajuato, el señor Emeterio Valverde Téllez, a la obra filosófica que escribiera el médico aguascalentense, Jesús Díaz de León Ávila, en 1894 y que lleva por título: Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma.[iv]

¿Quién fue el señor Emeterio Valverde Téllez?

           El señor Emeterio Valverde Téllez (1864-1948), Nació en la Villa de Santa María de la Peña de Francia, hoy, Villa del Carbón, Estado de México, el 1 de marzo de 1864.
           En agosto de 1909 fue preconizado Obispo de León (Guanajuato) manteniéndose es esta diócesis hasta su muerte, en 1948, a los ochenta y cuatro años de edad.
           Su formación filosófica se basó en las obras del filósofo católico español, Zeferino González Díaz de Tuñón (1831-1894), precursor del neotomismo y en la actividad bibliográfica de Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912).
           Hombre polémico, bien preparado y poseedor de una biblioteca con cerca de 20,000 volúmenes, que pasó en 1951 a formar parte, de la Biblioteca Alfonso Reyes de la Universidad de Nuevo León.

           Aunque el profesor, escritor e historiador mexicano, Manuel Cevallos Ramírez, no ubica al señor, Emeterio Valverde Téllez, en ninguna de las corrientes del pensamiento católico conservador, un somero análisis suyo le coloca al lado de los “intransigentes-tradicionalistas”,[v] condenando y oponiéndose a todo aquello que fuera en contra del catolicismo, como el liberalismo, el racionalismo y el positivismo, entre otras corrientes del pensamiento filosófico. En síntesis, Valverde Téllez desarrolló una concepción historiográfica con orientación católica.
           La verdadera filosofía, decía, es “aquella que está en consonancia con la fe y la religión, busca, y halla la única, la conveniente, la satisfactoria, la racional concepción de la historia: a saber, la Providencia”. Así que él, como todos los que siguieron sus pasos, se declararon en contra de todo lo que atentara contra el catolicismo y dogmas del cristianismo; de tal suerte que estos intransigentes-tradicionalistas, rechazaron el racionalismo, el ateísmo, el materialismo, el liberalismo, el espiritismo, el panteísmo y el positivismo.

           El señor Emeterio Valverde, comentaba lo siguiente:
“Fuera de la concepción católica de la historia, que siempre ha tratado de aceptar e incorporarse cuánto hay de racional, y de sano, en las nuevas orientaciones y progresos de la filosofía y de las ciencias, los sabios impíos han seguido otro camino. EL siglo XVIII quiso ser crítico y racionalista: el XIX se pavoneó con las ínfulas de científico y positivista: vanidoso, hasta rayar en ridículo, se apellidó a sí mismo "el Siglo de las Luces". Para él fue una especie de manía la "evolución", y aplicándola a la historia repudió todo super naturalismo, y aun espiritualismo, cuanto, al origen constitutivo del hombre, a la providencialidad en la vida de los pueblos y a todo fin ultraterreno. Para los flamantes sabios, la materia es eterna, la vida comenzó por generación espontánea, por la aparición casual del protoplasma, que inició su evolución ascendente, la continuó en medio de la lucha por la vida y del triunfo del más apto, hasta llegar a la vida sensitiva y a la racional pasando por el mono -que creen es el padre inmediato del hombre primitivo- y va, no saben a dónde, porque el progreso, según ellos, es indefinido”. (Valverde Téllez 1925).

           La opinión crítica del señor Emeterio Valverde Téllez, sobre el doctor Jesús Díaz de León Ávila a su obra arriba citada, se encuentra escrita en su obra Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904), en el capítulo XXVIII, El Alma Humana, que tiene como subtítulo el de ‹Apuntes›.

           Para hacernos una idea de su pensar, el señor Emeterio Valverde dice en la introducción de esta obra suya:

… y en la grata, aunque laboriosa tarea, de buscar y estudiar las obras de los pensadores mexicanos, para ver qué hallamos en ellas de original, o para seguir al menos la marcha de las ideas filosóficas en nuestra Patria.
(…)
Acariciamos aún la grata ilusión de que estas humildes faenas, podrán contribuir a despertar en nuestros seminarios y colegios, la afición al estudio de la verdadera Filosofía. Y ¡ojalá! que el uso de un recto criterio en la juiciosa e imparcial comparación, sea parte a suprimir de las escuelas el positivismo, en lo que tiene de ridículamente exclusivista como método científico, y en su volteriano desdén a la metafísica y a la Religión; porque esa doctrina, que se afana en adjudicarse los progresos científicos alcanzados, no solo por ella, sino a pesar de ella, con sus negaciones sistemáticas precipita a los ingenios en el materialismo, los enerva para la Filosofía, para la ciencia, para el arte, y esteriliza los corazones para el bien y la virtud.[vi]

           Directamente ya, sobre la obra del doctor Jesús Díaz de León, Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma, dice de él en su primer párrafo que:

…es hombre estudioso y observador; más, nos parece que por desgracia ha sido víctima o de sus malos libros o de la propia alucinación, en puntos filosóficos de grave trascendencia.

           Cuando el doctor Díaz de León refiere que la humanidad actual no está suficientemente preparada para recibir el conocimiento sobre la existencia del alma, el obispo Valverde exaltadamente replica diciendo que,

…los pocos excéntricos que se han atrevido a negarla, no merecen otro nombre que el de ruines desequilibrados con vocación de manicomio.
[…]
Lástima grande que en esa alma existente e inmortal no brille la luz de la fe, y que el sabio caballero no hubiera parado mientes en la ética cristiana.

              Al afirmar, más adelante, el doctor Díaz de León que la religión ha sembrado odios y rencores contra la ciencia, y esta a su vez, altiva con sus conquistas, ha enseñado que sólo son puerilidades las afirmaciones de la religión, el obispo Valverde sanciona así:

Ni los impíos son la ciencia, ni los ignorantes son la religión. La historia de la Iglesia y la historia de las letras, constituyen la más elocuente vindicación de la armonía entre la razón y la fe.

              El doctor Díaz de León avanza otra frase y dice: La religión misma se siente impotente para consolar, puesto que apenas tiene tiempo para defenderse, a lo que el obispo Valverde contesta:

Sí, la Religión ha consolado y consuela, aún en los tiempos de más cruda persecución; sin perjuicio de atender la defensa de sus dogmas y su moral;
[Pero]
Perenne será el recuerdo del Inmortal Pontífice León III, del gran Papa de los obreros: nadie, como él, ha tratado con más caridad, con más atingencia la cuestión social y, por consecuencia, el bien económico y material de la clase obrera, en la que se juega nada menos que el porvenir de Europa y de la civilización misma.

              Fuera de la ciencia, dice el doctor Díaz de León, hemos encontrado que todo es vanidad de vanidades, a lo que el obispo Valverde contesta:

Declárese, pues, radicalmente racionalista.

Y finalmente, el obispo Valverde termina su crítica diciendo que,

evita cansar al lector de la ingratísima tarea de señalar errores vulgares sobre la materia, la vida, la idea, etc., bastará decir ya, en resumen, que después de multitud de observaciones, comparaciones y discursos, de cuya científica exactitud cada uno juzgará.
[]
Al demostrar la subsistencia del alma; porque según él, es nuestra ánima una substancia material, aunque sutil, atómica, etérea y da el dictado de sublime previsión a la falsa doctrina de la corporeidad de las almas.

Conclusión.

           La obra del señor Emeterio Valverde Téllez, comentando la obra del doctor Jesús Díaz de León, es un desastre y magnífico ejemplo de cómo el prejuicio religioso católico (como el de cualquier otro basado en dogmas y fe) actúa contra la razón y se constituye entonces como un obstáculo insalvable para la opinión crítica racional. Luego entonces, nada le pareció porque todo se aparta de su dogma.
           No valora el esfuerzo tenido para este ensayo de la que, el doctor Díaz de León, consultó y abrevó en opiniones, comentarios, teorías y más, de 69 autores en tan distintos campos como la física, biología, química, psicología, sociología, antropología, religión, teosofía, filosofía, etc.
           Se apartó, el señor Emeterio Valverde Téllez, de que en la crítica de un texto filosófico se pretende emitir un juicio o consideración sobre el lugar que ocupan las ideas defendidas en el texto en el conjunto del conocimiento, y en la exposición de nuestro punto de vista al respecto, libre -en la medida posible- de prejuicios. Que se debe tener buen gusto y deseablemente tener el conocimiento de la estructura argumentativa del texto objeto de análisis; fallar con bases sólidas, razonadas y lógicas; analizarla y compararla -si ello es posible- con la de otros escritores o de él mismo, analizar las facultades y capacidades del autor y la manera como las utiliza.

           Sépase que el doctor Jesús Díaz de León Ávila, una de las mentes más brillantes de Aguascalientes y México en el siglo XIX, en su citada obra Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma, ciertamente y con abundantes argumentos, materializó el alma conforme a su lógica científica y reunió luego estas ideas con la estructura del cerebro-inteligencia y las proyectó, por la vía del perfeccionamiento o de la evolución, tanto moral como intelectual, para llegar a la consecución del conocimiento, la verdad última y única.
           Dicho de otra manera, aplicó la teoría evolutiva a la materia, a la biología, a la sociedad y al propio espíritu; convirtiéndose así, de alguna manera, en el iniciador del biologismo o darwinismo espiritual.
           La desazón en su espíritu ante el misterio, ante la duda, ante la impotencia de realización absoluta racional en la vida terrenal, la palió con la certeza de que todos los hombres son susceptibles de alcanzar la vida supra terrena a partir de la inmortalidad del alma, a través de la inteligencia, y mediante un proceso evolutivo de liberación-salvación en pos del conocimiento universal.[vii]

Sapere aude, incipe.


[i] . Hans-Georg Gadamer, Verdad y método. Ediciones Sígueme, Colección Hermeneia. Salamanca, España, 14ª. Edición 2017.
[ii] . Sapere aude. Consultado en internet el 9 de abril de 2020 en: https://es.wikipedia.org/wiki/Sapere_aude
[iii] . Ramón Bárcenas Deanda. El prejuicio y la cuestión crítica: una tensión fundamental en Verdad y método. Valenciana, núm. 19, 2017. Disponible en internet en: https://www.redalyc.org/jatsRepo/3603/360349462005/html/index.html
[iv] . Jesús Díaz de León. Apuntes para una tesis sobre la inmortalidad del alma. Tip. De J. Díaz de León, a. c. de Ricardo Rodríguez Romo. Aguascalientes, México, 1894.
[v] . Manuel Cevallos Ramírez. 1991. El Catolicismo social. un tercero en discordia Rerum Novarum. La "cuestión social" y la movilización de los católicos mexicanos (1891 ~1911), Colmex, México. En: Aimer Granados García. Emeterio Valverde Téllez y la “orientación Católica” en el pensamiento historiográfico mexicano. Disponible en file:///C:/Users/Usuario/Downloads/Dialnet-EmeterioValverdeTellezYLaOrientacionCatolicaEnElPe-6114135.pdf
[vi] . Emeterio Valverde Téllez. Crítica filosófica o Estudio bibliográfico y crítico de las obras de Filosofía escritas, traducidas o publicadas en México desde el siglo XVI hasta nuestros días (1904). Tipografía de Francisco Díaz de León. México 1904, pp. I-II.
[vii] . Xavier A. López y de la Peña. Ideas sobre la inmortalidad del alma, de Jesús Díaz de León Ávila. Ed. Universidad Autónoma de Aguascalientes. México 2013, pp. 71-72.

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