viernes, 1 de diciembre de 2023

Adaptarse.

 

Adaptarse o… 

Adaptarse o morir, ahora como nunca,
es imperativo inexorable de la naturaleza.
 
Herbert George Wells.

Dr. Xavier A. López y de la Peña.




En una reflexión anterior, habíamos señalado que el verbo principal seguido por la materia viva en su teleología, era el del verbo pronominal conservarse, sí, de luchar por conservar su estructura.
Pues bien, sin lugar a duda, el segundo verbo ejercido concomitante y obligatoriamente por la vida para lograr conservarse materialmente, es el de adaptarse o adecuarse, esto es, el de ajustarse a los variables requerimientos de su medio o entorno.
            Todos los seres vivos requieren adaptarse a su cambiante medio ambiente en lo que ha dado en llamarse la adaptación evolutiva que ocurre sí, y solo sí, ese ambiente ha generado fuerzas selectivas que han afectado a los ancestros de esa especie y han moldeado su evolución dotándoles de rasgos que benefician la explotación de dicho ambiente. La adaptación evolutiva es un proceso que ocurre mediante selección natural.1
Ahora bien, ante los cambios económicos, sociales, culturales y políticos que ocurren en el mundo y que se suceden de una manera vertiginosa creando en nosotros un alto grado de incertidumbre, confusión, desazón y más, nos demandan una adecuada respuesta psico-emocional adaptativa hacia ella.
       Entre estos procesos adaptativos los seres humanos luchamos por tener la habilidad de desarrollarnos en este, o estos nuevos ambientes culturales, tanto psicológica como socialmente para lograr convivir armónicamente con ellos. Esto es, el de poder lograr aculturarnos (aculturación: proceso de recepción de otra cultura y de adaptarnos a ella, en especial con pérdida de la cultura propia) en un entorno en el que campean múltiples y diversas ideologías, así como valores, emociones y sensibilidades a las que respondemos, también, de distinta manera.
            Vemos entonces que, ante estos cambios que nos ocurren expresados en los corrillos, tertulias, reuniones o simposios más diversos y disímbolos, ya se trate de cuestiones técnicas o ideológicas suele hacerse referencia con demasiada frecuencia -entre las personas adultas mayores -particularmente- a que, desde el punto de vista social, económico o político: “…las cosas antes eran mejores”.
Esta frase tiene algo de razón ya que expresa de alguna manera el significado de que “antes” ya había logrado adaptarme a mi entorno, esto es, porque ya había sorteado ciertos obstáculos o retos en el pasado ya que los conocía y sabía más o menos como sortearlos, pero ahora, ante los nuevos, cambiantes, desconocidos y desafiantes cambios y retos, ya sentimos que “no sabemos cómo enfrentarlos” o nos cuesta más esfuerzo y trabajo adaptarnos a ellos, por ello, “antes todo era mejor” ciertamente.
            Pero consideremos ahora que si “antes” la esperanza de vida al nacer en México en 1940 era de unos 40 años y “ahora” es de unos 75 años; si en este mismo año las mujeres aun no tenían derecho a votar; si no había seguridad social; si no teníamos penicilina, si la tuberculosis mermaba a la población; si la vida se desenvolvía políticamente aterrada ante la idea comunista y se estaba a la sombra de la 2ª. Guerra Mundial; si exportábamos nuestra mano de obra o “braceros” a los Estados Unidos de América y más. Si vivimos una Guerra Cristera (1926-1929) “fratricida” -en nombre de Dios- contra la política laica del presidente Plutarco Elías Calles y una segunda Guerra Cristera (1932-1938) contra la ley de educación “socialista” promulgada durante el período del presidente Lázaro Cárdenas que llevó a la muerte a cientos de maestros rurales indefensos; si se consideraba la homosexualidad como un delito (1834) o como agravante del delito (1998); si antes no teníamos teléfono, ferrocarril, ni automóviles, lavavajillas, aire acondicionado, ni televisión, satélites y ni… mil cosas más.

           Bueno…  “antes” -para terminar-, no era mejor ni peor; “era” simple y sencillamente otro tiempo en el cual nos desenvolvimos y desarrollamos.
 
Ahora debemos enfrentar los nuevos retos que en la vida se nos presentan; por lo tanto, debemos entonces “adaptarnos” a ellos. 

Como, por ejemplo, veamos algunos retos a los que debemos, ahora, adaptarnos: 


El asunto de la “familia” como base de toda sociedad, sí, de este vocablo proveniente de la raíz latina fames que significa “hambre” y que hace referencia al conjunto de personas (parientes o no) que sacian su hambre en una misma casa. En tanto que la Real Academia Española de la Lengua le define como grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas; o más aun como la define la Organización Mundial de la Salud: conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo, organizadas en roles fijos (padre, madre, hermanos, etc.) con vínculos consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y social comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan.
Este concepto de familia -entonces-, sufre ya cambios importantes en la sociedad acorde a la cultura, costumbres, religión y leyes de cada comunidad o país y que enfrentan retos adaptativos particulares entre sus ciudadanos en tanto que pudieren ser impuestos, aceptados, rechazados, soslayados y tolerados o amparados por la ley.
Anteriormente el concepto más antiguo de familia se definía como un grupo integrado por un padre, una madre y los hijos (hombres y/o mujeres) nacidos de su relación.
Hoy, la familia se entiende ampliamente como el ámbito donde el individuo (ya no se especifica si padre, madre e hijos) se siente cuidado, sin necesidad de tener vínculos o relación de parentesco directa, y que puede establecerse bajo diferentes modalidades, a saber:
            La familia biparental con hijos, también llamada nuclear o tradicional: padre, madre e hijos como ya referimos; biparental sin hijos ya por voluntad propia o por infertilidad; homoparental: formada por dos hombres o dos mujeres; reconstituida o compuesta: madre o padre con hijos que hace una nueva pareja sin hijos (reconstituida) o con ellos (compuesta); monoparental: Un solo individuo ya sea hombre o mujer (monomarental en este caso) con hijos; de acogida o temporal: Individuo o pareja que acoge, temporalmente a uno o más hijos en lo que se reencuentren con su familia o un hogar permanente (acogida); o cuando una familia ofrece el mejor entorno posible a menores en necesidad por un tiempo determinado (temporal); adoptiva: pareja o adulto con uno o más hijos recibidos en adopción; extensa: Convivencia bajo el mismo techo de padres, hijos, tíos, abuelos, primos; poligámica ya de hombre con dos o más mujeres (poliginia), o de una mujer con dos o más hombres (poliandria), etcétera.

Veamos otro caso: La identidad de género.

 

Históricamente el psicoanalista y psiquiatra estadounidense Robert Stoller, adopta el término gender (género) para asignarlo al rol o comportamiento psicosocial, como diferente del determinante sexo biológico a mediados del siglo pasado. Y la identidad de género entendida, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “la vivencia interna e individual del género tal y como cada persona la experimenta, la cual podría corresponder o no, con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras experiencias de género como el habla, la vestimenta o los modales”.
La identidad de género se define entonces como la idea o concepción que una persona tiene de sí misma, ya como hombre o como mujer, de una combinación de ambos, o de alguna otra manera. Dicha identidad comprende diversas actitudes y comportamientos que la sociedad en la que se desarrolla les puede considerar como adecuados y aceptables o no, en función de su sexo.
Este es un tema complejo en el que intervienen de manera complicada múltiples factores tanto biológicos como sociales, culturales y políticos en la que la determinación de este modo de existencia, actualmente reconocido, tiende a ser deconstruído de su apreciación estereotipada y binaria del género, otrora considerado como anormal o patológico, estigmatizado y criminalizado.
Sin embargo, cuando la identidad de género genera en el individuo disconformidad entre su apreciación y deseo comportamental con el sexo asignado al nacer produciéndole malestar, angustia, ansiedad, irritabilidad y depresión por causales generalmente sociales y culturales, se podría ya catalogar como un trastorno patológico llamado disforia de género, cuya situación clínica le puede llevar hasta la tendencia suicida, según lo refiere el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, 5ª. edición (DSM-5).2 Por estas razones, son necesarios verdaderos cambios estructurales culturales para que estas personas se puedan adaptar en su vivir cotidiano en la comunidad social en la que se desenvuelven.3
Veamos cuáles han sido algunas variantes de la identidad de género:
Cisgénero, es cuando la identidad de género y el género asignado al nacer coinciden. La mayoría de las personas actualmente son cisgénero; Bigénero, personas que se identifican con ambos géneros (hombre y mujer) y pueden adaptarse a ello en distintas circunstancias; Intergénero, identificados en un punto medio entre dos géneros, usualmente los binarios. Esta identidad pertenece únicamente a personas intersexuales, no debe utilizarse por parte del resto: Intersexual, persona nace con órganos reproductivos o sexuales que no se ajustan a lo que tradicionalmente se considera masculino o femenino; Género fluido, personas que no se identifican solo con una identidad de género, sino que circulan entre varias. La identidad varía según el momento que vive, como se siente o la persona con la que se encuentra; No binario, que significa no reconocerse tradicionalmente entre hombre y mujer. Quienes viven esta identidad no se sienten exclusivamente hombre o mujer, sino que pueden ser percibidos como ambos; Pangénero, personas que se pueden sentir de cualquier género, o todos a la vez; Transgénero, persona cuyo género no coincide con el que le fue asignado al nacer. Sienten pertenecer al sexo opuesto; Transexual, personas que adquieren las características físicas de las personas del sexo contrario mediante tratamiento hormonal o quirúrgico; Trigénero, personas que pueden sentirse parte del género femenino y masculino, pero también perciben un tercer género, que puede ser el nulo o una combinación entre cualquiera de los tres; Non-conforming, persona que no se quiere identificar con etiquetas de género binarias y Agénero, a la persona no se identifica con ningún tipo de género ni se asimila en masculino y femenino. Esto es, de identidad nula.

Podemos ahora preguntarnos entonces ¿Cómo se adaptan -o nos adaptamos- los ciudadanos que profesan alguna ideología o creencia (actitud personal que acepta una experiencia, una idea o una teoría, como verdadera, sin que se necesite demostrarle empírica o argumentalmente) que sea contraria, por supuesto, a las actuales variables estructuras de familia diversas al nuclear o tradicional, a la identidad de género tradicional o binaria y a otras muchas más?4
 

Bueno, pues se adaptan -o nos adaptamos- con respeto a ellas y las toleran o lo aceptamos, como un derecho humano legítimo del “otro o de la otra o lo que decida ser” -ya que hay que ser también parejo-, o caen, o caemos en la absurda y deplorable estigmatización, discriminación, segregación y rechazo tácito o violento hacia ellos, pero puniblemente combatible tanto socialmente como por la ley en nuestra sociedad democrática, multiétnica y multicultural que, esencialmente debe pugnar por cubrir las necesidades y derechos de sus individuos, sean cuales estos fueren, en la búsqueda de lograr el bienestar colectivo de la nación.



1 . Universidad de Granada. Consultado en internet el 2 de noviembre de 2023 en: https://www.ugr.es/~jmgreyes/adaptacion.html

2 . Manual MSD: https://www.msdmanuals.com/es-mx/professional/trastornos-psiqui%C3%A1tricos/sexualidad-disforia-de-g%C3%A9nero-y-parafilias/disforia-de-g%C3%A9nero

3 . Serón D., Tomás, & Catalán Á, Manuel. (2021). Identidad de Género y Salud Mental. Revista chilena de neuro-psiquiatría, 59(3), 234-247. https://dx.doi.org/10.4067/s0717-92272021000300234

4 . Doctrina social de la Iglesia sobre la familia. https://es.catholic.net/op/articulos/10125/doctrina-social-de-la-iglesia-sobre-la-familia.html#modal

miércoles, 1 de noviembre de 2023

Médicos de la Gran Fundición Central Mexicana.

 

Pioneros de la atención médica
en La Gran Fundición Central Mexicana
de la ciudad de Aguascalientes, México.


 

Comienza donde estás.
Usa lo que tienes.
Haz lo que puedas.
 
Arthur Robert Ashe, tenista.

Dr. Xavier A. López y de la Peña

 

La minería ha jugado un importante papel histórico en el desarrollo y evolución del estado de Aguascalientes modelándose en conjunción con la hacienda, el transporte ferrocarrilero y el poder político. Las regiones mineras de Asientos y Tepezalá fueron sus bastiones y se explotaron a partir de la llegada de los primeros pobladores en la entidad, lo que contribuyó de indiscutible manera, al desarrollo social y económico de la localidad.
            Aun cuando su producción mineral tuvo momentos de gran importancia, la explotación rudimentaria de las minas, la falta de inversionistas y mantenimiento, los problemas para su transporte, la legislación insuficiente y muchas veces contradictoria, la falta de incentivos gubernamentales a más de las malas condiciones de trabajo y la corrupción, sumieron a la minería en un marasmo progresivo.
            Sin embargo, con la inminente llegada del ferrocarril a la ciudad de Aguascalientes en 1884, algunos lugareños vislumbraron una promisoria posibilidad económica enfocada a restaurar la explotación de dichos minerales y constituyeron la Unión Restauradora del Mineral de Asientos, encabezada por el Dr. Ignacio T. Chávez en 1890.1
            No obstante, fue la ambiciosa dinámica capitalista extranjera quien fijó su mirada en la explotación minera de la región, ofreciéndole una gran inversión económica y técnica en este campo que traería prosperidad y bonanza a la entidad. La rica y poderosa familia Guggenheim se decidió a adquirir, para tal efecto, los fundos mineros cuprosos y argentíferos tanto de Tepezalá como de Asientos e instalar una enorme Fundición, cuya producción derivaría a través del pujante nodo ferrocarrilero de la ciudad.
La negociación con el gobierno estatal fue rápida y estos inversionistas firmaron con el gobernador, Alejandro Vázquez del Mercado en 1894, un contrato con enormes y, por mejor decir, desmesuradas condiciones ventajosas para el capitalista en cuanto al terreno, la disposición ilimitada de agua (Río San Pedro), derechos, exenciones de impuestos y otros privilegios e iniciaron los trabajos para su construcción.
Testimonio de sus inicios se detallan en la comunicación que el gerente de La Gran Fundición Central Mexicana. Sucursal de The Guggenheim Smelting Co. Fundidores y Refinadores de Metales y Pasta de Cobre, Plomo, Plata y Oro., el señor Thos. J. Ryder, hace llegar a la Jefatura Política del Primer Partido del Estado de Aguascalientes con fecha 8 de septiembre de 1896 quien asienta, entre otras cosas, lo siguiente:

El 26 de junio de 1894 se inició la construcción de las obras de La Gran Fundición Central Mexicana, y el primer horno comenzó a funcionar el 24 de julio de 1895.

         Se estima que el número de trabajadores en la fundición sería de aproximadamente mil hombres. Sus jornales serían, por término medio, de 37 centavos diarios, ganando algunos 50 centavos y otros 25. En todos los departamentos se ocuparán a mexicanos, a menos que sean colocaciones que necesitan conocimientos científicos especiales que no puedan desempeñar éstos.

         Para el uso de los empleados hay una tienda en que se venden mercancías a los trabajadores a cuenta de su raya, a precios corrientes de la plaza.

         El departamento del Hospital está bien arreglado y el encargado de él es el Dr. J. Guadalupe Ortega, Médico Cirujano de esta ciudad, quien diariamente visita la Fundición y atiende a los empleados y sus familias.2

 

Los pioneros pues, de la atención médica proporcionada en esta empresa, que a la fecha hemos podido identificar son:

 

1895. Dr. Charles L. Bennett.
Médico cirujano y empresario estadounidense, graduado en el Estado de Illinois.3
El doctor Bennett, nació en 1870 en Springfield, Ill., EUA. Su esposa llevó el nombre de Elsie Doerr y tuvieron una hija que nació en Aguascalientes el 6 de noviembre de 1904, de nombre Luisa Bennett, en la casa No. 4 de la 2ª. calle del Ojocaliente.
El 19 de diciembre de 1900 junto con los señores, Kuno y Carlos Doerr y Victor Hunton constituyeron la sociedad Aguascalientes Metal Company (AGSMECO), cuyo fin era “la explotación de minas de todas clases, compra, venta y beneficio de metales y todo lo que se relaciona directamente con tales operaciones”; así también con Victor Hunton y Carlos Doerr en sociedad participaron en la concesión para el suministro de energía eléctrica para el alumbrado público de la ciudad de Aguascalientes (Compañía de Luz y Fuerza de Aguascalientes, S. A.) mediante escritura firmada en octubre de 1902.4
En este mismo año, refiere don Jesús Bernal Sánchez, que la Gran Fundición Central Mexicana “no ha descuidado las atenciones médicas que el peligro mismo de sus trabajos exige, y tiene al efecto a dos médicos norteamericanos, señores Carlos [Charles] L. Bennett y William Major, de reconocidas aptitudes y talento, una botica y un hospital que facilitan la inmediata atención en cualquier accidente desgraciado”.5
1895. Dr. José Guadalupe Ortega Romo de Vivar.
Médico cirujano egresado de la Escuela de medicina de Guadalajara, Jal. (1889), y político mexicano, fue diputado local suplente (1903-7), diputado local propietario (1909) y Vocal del Club Reeleccionista de Ags., miembro de la élite porfirista local y colaborador del gobernador A. Vázquez del Mercado. nació el 20 de julio de 1866 en Jesús María, Ags., sus padres fueron el señor Sixto Ortega Carmona y la señora Antonia Romo de Vivar Mosqueira.
Médico al servicio de la Gran Fundición Central Mexicana.
Murió en Aguascalientes el 21 de enero de 1938 a los 71 años de edad. Su esposa llevó el nombre de Adela Douglas Valencia.
            1900. Charles Ellsworth Husk.
El médico cirujano, Charles Ellsworth Husk, que nació el 19 de diciembre de 1872 en el Condado Shabbona, DeKalb, Illinois, EUA.
En 1895 ingresó al Colegio de Médicos y Cirujanos en Chicago, Illinois, graduándose en 1898. Inmediatamente después de su graduación contrajo matrimonio con la señorita Corena B. Kirkpatrik e inició su carrera profesional como cirujano para la American Smelting & Refining Company (ASARCO) en la ciudad de Tepezalá, Aguascalientes, México, cerca del año 1900.
Luego fue transferido a Santa Bárbara, Maguarichi en Chihuahua y en 1911 fue nombrado cirujano en jefe de todas las compañías de este ramo en México.
Durante la Revolución Mexicana (1910-1971) los intereses de ASARCO luchaban por mantener a los trabajadores bajo tierra, esto es, en las minas y no engrosando las filas revolucionarias, por ello mantenían una “buena relación” con los revolucionarios. De hecho, el Dr. Husk, siendo director de los servicios médicos de ASARCO, se tomó un pequeño descanso a principios de 1914 para ayudar a organizar el tren hospital adjunto a las fuerzas del general Francisco Villa, al tiempo que escribía una crítica entusiasta sobre su carácter y capacidad que envió a los principales oficiales estadounidenses: Frederick Funston, John Joseph Pershing y Scott.
Frente a la epidemia de tifo en México, agencias como la del Hospital del Monte Sinaí de Nueva York organizaron una comisión encabezada por el Dr. Peter K. (Kosciusko) Olitsky, para la investigación de esta enfermedad, en la que el propio Dr. Husk participó.
En noticias médicas del Journal of American Medical Association se informa en enero de 1916 lo siguiente: El Dr. Charles Husk, cirujano jefe de los intereses mineros de los Guggenheim en México, ha sido designado para hacerse cargo de la epidemia de tifo en el norte de México. Para este fin se dispuso de un hospital en la ciudad de Matehuala, San Luis Potosí, México.
En medio de este trabajo, el Dr. Husk contrajo el tifo y en 1916 murió en un hospital en Laredo, Texas, EUA, víctima de la enfermedad que tan tenazmente combatía.6 
1902. William Major.
El doctor William Major, además de su trabajo en la Gran Fundición, también ejerció de manera privada en Aguascalientes, de acuerdo con el siguiente comunicado:
“Habiéndose tomado razón del título que acredita al Sr. William Major, como Médico y Cirujano, atentamente suplico a Ud. lo haga saber a las Farmacias de la ciudad para que sean despachadas las recetas que presenta.
Dígolo a Ud. con el fin expresado; protestándole mi atenta consideración y aprecio.
Libertad y Constitución. Aguascalientes, diciembre 7 de 1902”.7 
1903. Horace C. Hall.
Este médico cirujano estadounidense, nació el 12 de septiembre de 1873 en Union City, Tennessee, EUA.
Fue médico de La Gran Fundición y expidió un certificado de lesiones en uno de sus obreros en 1903. Vivió varios años en Aguascalientes y también ejerció su profesión de manera particular en la ciudad.
En tiempos de la Revolución Mexicana, dejo el país temporalmente y a su regreso demandó al gobierno del estado por daños a su patrimonio, de la siguiente manera:
El 7 de enero de 1927 demanda al gobierno de Aguascalientes el pago de 5000 dólares por concepto de los daños que sufrió en su propiedad en el período del 20 de noviembre de 1910 al 31 de mayo de 1920.
Se le contesta el 30 de abril de 1927 en carta del Inspector General de Policía J.J. de la Mora que dice: ...la casa fue ocupada por un coronel revolucionario cuyo nombre desconoce, por haber encontrado la casa desocupada en el año de 1911, que las autoridades civiles le brindaron protección y le devolvieron su casa, contestando él al recibirla, que no le faltaba nada. No se hizo persecución ni castigo a los culpables por conformidad del reclamante al recibir su casa.8
Trabajó posteriormente como médico en Laredo, Texas, EUA como especialista en otorrinolaringología, y murió en esta misma ciudad el 2 de febrero de 1931.
            1908. Edward G. English.
Edward G. English nació el 13 de diciembre de 1877 en Arcadia, Wisconsin, EUA.
Residente en México desde 1904. El 3 de octubre de 1908 en Asientos, da cuenta de lesiones en Blas Rangel refiriéndose: “casado, mayor de edad, extranjero y radicado en la mina Santa Francisca de esta ciudad”.9 Posteriormente en 1920 laboró como médico cirujano de la Cía. Real del Monte en Pachuca, Hidalgo, México.10
            1911. Weston Wallace Nipper.
Nació el 8 de septiembre de 1881 en la ciudad de Texas, EUA.
Sobre el servicio médico que se presta en la Gran Fundición de Aguascalientes, se da la siguiente noticia en el año 1911:
El Sr. [Dr.] Nipper, que sustituyó al Dr. Horace C. Hall en el Servicio Médico de la Fundición, no presta, a pesar de su título (¿) Universitario, las garantías suficientes a la humanidad para ayudar a su conservación.11 Además, conoce muy medianamente el español.
En este mismo año el doctor Nipper enfermó de tifo y le sustituyó el Dr. Reinhold Findeisen en la Fundición.12
Murió el 13 de junio de 1943 en San Antonio, Texas, USA.
            1911. Reinhold Findeisen.
El Dr. Reinhold Findeisen nació el 8 de marzo de 1875 en la ciudad de Heilbronn, Wurttemberg, Alemania, con el nombre de Otto Hugo Reinhold Findeisen.13 En el año de 1895 llegó a EUA y se naturalizó estadounidense, residió en la ciudad de Philadelphia, Penn.; posteriormente viajó a Aguascalientes, México, donde radicó desde los años 1903 a 1919 ejerciendo como médico. El 12 de febrero de 1918 firma un certificado de defunción como médico de la Gran Fundición.14 
            1918. E. H. Norton e Ignacio Arteaga.
El 5 de enero de 1918 el doctor E. H. Norton médico cirujano de la Gran Fundición Central, da cuenta de las lesiones causadas en un accidente ferroviario a Zenón Ramírez.15
El 16 de diciembre de 1918 el médico mexicano Dr. Ignacio Arteaga, encargado del Hospital de la Gran Fundición Central Mexicana, da cuenta de lesiones en Pedro Gómez.16


1 . Jesús Gómez Serrano. La minería: Un siglo de avatares y dos décadas de repunte. En: Aguascalientes en la historia 1786-1920. (Enrique Rodríguez Varela, Compilador), Tomo IV, Vol. II, pp. 380-411.

2 . Archivo Histórico Municipal de Aguascalientes (AHM). Fondo histórico 221.23.

3 . El Republicano, 30 de octubre de 1898.

4 . Archivo Histórico del Estado de Aguascalientes (AHEA). Protocolos Notariales, Lic. Alberto M. Dávalos, 1902, 107, 184-186; 1902, 128, 224-227.

5. Jesús Bernal Sánchez. Apuntes históricos, geográficos y estadísticos del Estado de Aguascalientes. A.E. Pedroza (Editor) Aguascalientes 1928, pág. 148.

6 . Caryn Hannan. Illinois Biographical Dictionary. 2008-2009 Edition. State History Publications, LLC. Hamburg MI, USA pp. 356-358.

7. AHM. Fondo histórico 276.7.

8 . AHM. Fondo histórico 589.55.

9 . ACCJA Penal.

10 . ."United States Passport Applications, 1795-1925," database with images, FamilySearch (https://familysearch.org/ark:/61903/1:1:QV5B-4D1V : 16 March 2018), Edward G English, 1920; citing Passport Application, Mexico, source certificate #75338, Passport Applications, January 2, 1906 - March 31, 1925, 1317, NARA microfilm publications M1490 and M1372 (Washington D.C.: National Archives and Records Administration, n.d.)

11 . El Clarín, 22 de julio de 1911.

12. El Clarín, 16 de diciembre de 1911.

13 . "Deutschland, ausgewählte evangelische Kirchenbücher 1500-1971," database, FamilySearch (https://www.familysearch.org/ark:/61903/1:1:QP26-VZFP : 26 March 2023), Otto Hugo Reinhold Findeisen, 2 Mar 1875; images digitized and records extracted by Ancestry; citing Baptism, Heilbronn, Oberamt Heilbronn, Königreich Württemberg, Deutsches Reich, , German Lutheran Collection, various parishes, Germany.

14 . ACCJA Penal.

15 . ACCJA Penal.

16 . ACCJA Penal.

domingo, 1 de octubre de 2023

Experiencia quirúrgica, Aguascalientes 1893.

 

Experiencia de un médico estadounidense
en Aguascalientes, México, a fines del siglo XIX 


En la vida tenemos vivencias que nos marcan
y necesitamos compartirlas,
particularmente si se realizan en un medio adverso
que pone en juego nuestra inteligencia, razón, juicio
e incluso nuestra propia vida. 

Dr. Xavier A. López y de la Peña

 
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De enorme interés resulta la descripción que un extranjero hace de su práctica médica en Aguascalientes a finales del siglo XIX, dado que sólo poseíamos algunas breves notas sobre su hacer, harto simples y escuetas registradas en algún documento oficial. Sin embargo, uno de ellos, el doctor David H. Galloway Ph.G., M. D. (médico radicado en Chicago, Ill., EUA.)  relata su experiencia como médico cirujano empleado del ferrocarril en la ciudad de Aguascalientes en el año de 1893, mismo que publicó en la revista médica norteamericana Journal of the American Medical Asociation (JAMA), y que tituló: Experience of an American physician in Mexico.
Operating for suppurative lymphangitis under difficulty. – Taking his one medicine. - Strychnia poisoning. 1896;27(24):1235-1238.

 

A continuación, presentaré solamente una traducción del caso quirúrgico a que el autor se refiere: 
Un peón llegó a mi oficina diciendo que un hombre “estaba muy enfermo de su pierna” y agregó que “pertenecía” al ferrocarril; le dije que lo llevara al hospital.
En este encontré a un hombre de 23 años de edad, acostado en el piso al frente de la pequeña tienda. Había una distancia de 90 o 120 centímetros entre la pared frontal y el pequeño mostrador, y en este espacio el hombre yacía sobre un trozo de estera de paja (petate) extendido sobre el piso de tierra.
Su pierna estaba descubierta y procedí a examinarla. No fue fácil ya que estaba muy sucia. No pude ver nada y estaba tan sensible que no me dejaba tocarla con los dedos. En comparación, no pude ver ninguna diferencia entre las dos piernas, así que le di un placebo y le ordené un baño.
En la noche me trajeron el mensaje de que estaba muy enfermo y que había mantenido despierto a todos los vecinos con sus quejas. Hablé nuevamente con el mensajero y no tuve nada mejor que lo ya informado. No lo habían bañado; porque ningún mexicano se baña cuando está enfermo, y también porque esta pobre persona con su pierna tan adolorida no admitía la manipulación para su aseo. En esta ocasión le encontré un pequeño absceso sobre el borde de la tibia y concluí que habría mucho más, arriba de ella.
Le dije a la familia que regresaría en la mañana, que anestesiaría al paciente con cloroformo y le operaría la pierna. Ellos se mostraron satisfechos con ello. Le di al paciente una dosis de morfina para aliviar el dolor y para que pudiese dormir un poco, y dejé su casa.
Antes de irme dejé instrucciones de que tuvieran listos 5 galones de agua hervida.
En la mañana preparé los instrumentos y la ropa necesaria antes de dejar mi casa. El Dr. Frank Charles Doty, un dentista, me acompañaría para dar la anestesia y un niño de 14 años sería mi asistente.
            La descripción del cuarto en donde le operaría resulta necesaria para poder entender lo que seguiría.
            La habitación tenía cerca de 2.4 metros de ancho, 5.5 o 6 de largo y 3 de alto. Una puerta a mitad de la pared que daba a la calle. Esta puerta tenía 0.60 metros o 0.70 de ancho y era tan baja que tuve que detenerme al entrar para evitar que mi sombrero golpeara la parte superior, y mido considerablemente menos de 1.80 metros de altura.
En la parte posterior del cuarto había otra puerta similar que comunicaba con el resto de la casa. Ninguna luz entraba al cuarto, excepto la que entraba por la puerta frontal. Había algunos estantes en la pared y un mostrador de 45 cm de ancho que se extendía desde la pared y llegaba hasta 1.20 metros de la puerta frontal.
            Pusimos al paciente sobre el mostrador y el Dr. Doty, se situó parado entre la pared y el mostrador para darle la anestesia. Me puse yo detrás del mostrador y de frente a la puerta.
Teníamos a mano abundante agua caliente mantenida sobre recipientes calentados con carbón, en la que una mujer se ocupaba de ello. Cargué entonces una jeringa con agua caliente y la sujeté suspendida del techo.
Tan pronto como el paciente se durmió, tomé un cepillo rígido en una mano y una pastilla de jabón para lavar en la otra, dejé correr el agua del irrigador y comencé a frotar vigorosamente la pierna. Apenas había comenzado cuando la madre detrás de mí lanzó un grito y espetó que estábamos matando a su hijo. En un momento, la media docena de espectadores se incrementó a cincuenta. Se arrastraron hasta la habitación y llenaron la puerta, pero no pudieron llegar detrás del mostrador. Esto nos dejó sin luz, de manera tan completa que hubo de detenerse todo trabajo. Les pedí que se retiraran, pero nadie se movió. Yo llevaba un bastón fuerte y con él me estiré por encima del mostrador y saqué a la mayoría de ellos de la tienda.
Todavía llenaban y obstruían la puerta, de forma que no podía trabajar. Llené entonces una taza con agua caliente y amenacé con tirarla a los que obstruían la puerta, pero ellos solo me miraron firmemente. Esto colmó mi paciencia, llené nuevamente una taza con agua caliente y aventé su contenido a la puerta, cayendo sobre los que obstruían la puerta sobre sus brazos y pechos. El agua estaba casi hirviendo y fue eficaz para poder abrir un paso para la luz. Tiré más agua lo más que pude por la puerta y la multitud retrocedió hasta dejar un espacio vacío donde el agua asomaba sobre la tierra seca. Así mantuve un espacio abierto y con luz durante toda la operación.
De vez en cuando algún recién llegado se abría paso a codazos, cruzaba el espacio abierto y aparecía por la puerta, pero antes de que sus ojos se acostumbraran a la tenue luz del interior, aproximadamente medio litro de agua caliente lo golpeaba en medio del cuerpo y desaparecía con mucha más celeridad de la que había aparecido.
            Tan pronto como fue posible, se reanudó el lavado, y al terminar encontramos una columna de manchas rojo brillantes justo arriba del tobillo y a todo lo largo de la tibia y que, pasando la rodilla, cruzaba más hacia el interior del muslo y se detenía debajo del ligamento de Poupart.
El tamaño de alguna de estas manchas era de unos ocho centímetros de diámetro, y casi se fusionaban formando una amplia banda roja. Había poca o ninguna hinchazón. Con el bisturí hice una pequeña incisión en la parte alta de la pierna y brotó pus. Amplié entonces la herida seis centímetros más.
Al instante se escuchó otro grito y un tipo, a quien no había visto antes, "se apareció" por detrás en mi espalda; lo golpeé entonces con mi puño blandiendo el bisturí y, en su prisa por apartarse, tropezó y cayó al suelo de espaldas. Me paré junto a él y, en el español más contundente que pude, lo amenacé con cortarle el corazón, el hígado y varios otros órganos torácicos y abdominales si volvía a levantar un dedo hacia mí. Después de esta interrupción continué con la operación, solo deteniéndome ocasionalmente para rociar a una víctima fresca con agua caliente.
Los abscesos que encontramos estaban intercomunicados, así que amplié la incisión 5 o 10 centímetros más, haciendo unas bolsas con mis dedos y otras más a lo largo de la pierna.
Durante todo este tiempo la multitud de afuera estaba haciendo comentarios, ninguno de ellos elogioso y algunos de ellos amenazantes: ¡Él está muerto! ¡Él está muerto! ¡Los carniceros ingleses lo mataron! ¡Maten a los carniceros! Y muchas otras consignas nada agradables para nosotros.
Cuando el hombre me atacó, el Dr. Doty me advirtió que abandonáramos la operación hasta que llegara una guardia de soldados. Pero yo no sabía entonces a dónde poder ir. La gente realmente creía que el paciente estaba muerto y estarían seguros de ello, si por cualquier medio intentáramos irnos mientras él estaba en esa condición.
Varias veces, cuando nos acercábamos a finalizar la operación, entró un anciano, tomó el pulso del paciente, miró a sus ojos, luego salió de nuevo y anunció a la multitud que el hombre aún no había muerto, pero que pronto lo estaría. El investigador era un hombre diferente cada vez y siempre un hombre mayor, quien parecía pensar que era menos probable que lo quemáramos con agua.
Finalmente, cuando terminé de operar la calle estaba llena de gente, probablemente con doscientas o trescientas personas; estaban molestas e inquietas y estábamos bastante alarmados por nuestra propia seguridad. Discutimos la situación y decidimos que no podríamos irnos hasta que el paciente estuviera completamente recuperado de la anestesia. No quería que pensaran que teníamos miedo de salir y propuse que ocupáramos todo el tiempo que fuera necesario para su recuperación al ponerle con toda calma sus ropas.
El doctor suspendió la administración del cloroformo tan pronto como yo terminaba de asear todas las cavidades. Empaqueté todo con gasa yodoformada, envolví la pierna con gasa esterilizada y le puse encima algodón absorbente, luego, empezando por los dedos cubrí toda la pierna con un vendaje ancho. Este se enrollaba con más cuidado que al hacer una laparotomía, dándole unas cuantas vueltas a la vez, desenrollando y rebobinando, hasta que el paciente se hubiera recuperado lo suficiente como para poder hablar.
Luego acostamos al paciente en su lugar en el piso y se permitió a sus amigos entrar, uno o dos a la vez, para hablar con él. Cuando ellos encontraron que estaba vivo y sin dolor, se produjo una reacción, la multitud se quedó en silencio y nos preparamos para partir.
            Primero llamé a su madre y le di instrucciones para su cuidado y le pedí que en la noche mandase a alguien a mi oficina para informarme sobre su condición. Luego recogimos nuestras cosas y caminamos entre la multitud lo más despreocupadamente posible. Ellos nos abrieron paso sin decir palabra y pasamos entre ellos.
            En la noche, el mensajero llegó diciéndome que el paciente estaba bien y quería cenar, lo cual era una prueba para ellos de que se pondría bien. Instruí al mensajero que regresara por la mañana y, al traerme el mismo mensaje, me aventuré ir a verle.
Llamé cada día, y cada día durante una semana tuve dificultades para entrar a su casa, porque muchos de ellos me paraban disculpándose por su rudeza en el día de la operación.
Le saqué el vendaje y luego lo irrigué y volví a vendar todos los días hasta que sanó.
Al final de la semana las heridas rápidamente cerraban.
Acerca del hombre que saltó sobre mi espalda el día de la operación, observó el vendaje y luego me dijo que una vez él tuvo un pequeño absceso en la pierna, que el doctor le hizo entonces una abertura muy pequeña y que requirió de seis semanas para sanar; en este caso las aberturas eran muy grandes, pero casi se curaron en seis días. Él me dijo ser el hermano del paciente y pensó que yo lo estaba “cortando” más de lo necesario y que por eso me había atacado, pero que se disculpaba por ello.
No pude encontrar el punto por donde entró la infección, pero como rara vez se bañan los pies, a menudo tienen abscesos debajo o alrededor de las uñas y muy frecuentemente los talones están agrietados. En este caso, la infección entró probablemente por una pequeña lesión en un dedo, y la herida original cicatrizó antes de que se experimentara cualquier problema.

viernes, 1 de septiembre de 2023

El método deductivo.

 El método deductivo
en la enseñanza.


Parece que va llover,
el cielo se está nublando,
parece que va llover
¡Ay! mamá me estoy mojando.
 
Canción de Lorenzo Méndez

Dr. Xavier A. López y de la Peña.

 

En esta frase inicial se evidencia el aprendizaje a través del método, el método llamado deductivo.
¡Si!, a través de la experiencia hemos aprendido que, si vemos que el cielo se está nublando, muy probablemente lloverá. Racionalmente deducimos que ello ocurrirá como una conclusión lógica a partir de una observación, principio o premisa previa de que el cielo se está nublando.
            Cuando menos desde el pensamiento griego ya se esboza esta forma de racionamiento por medio de los llamados silogismos (o argumento deductivo) como el siguiente:
Los mexicanos son americanos,
Xavier es mexicano,
luego Xavier es americano.
            Lo anterior se construye a través de una premisa mayor (Los mexicanos son americanos), una premisa menor (Xavier es mexicano) y una conclusión (Xavier es americano).
Veamos otro enfoque del método deductivo:
            En cierta ocasión, durante una clase de clínica en gastroenterología, el profesor le solicitó a uno de sus alumnos que le diera el diagnóstico clínico de un paciente que había hecho venir de uno de los servicios del hospital, específicamente al aula, para cumplir con dicha clase.
            El paciente, que a la sazón todos los alumnos vieron entrar, era un hombre adulto de mediana edad y de aspecto “saludable”.
            El alumno se quedó perplejo ante esta tan específica solicitud del profesor y, de entrada, le respondió:
Pero, ¿cómo puedo ofrecerle un diagnóstico si no sé nada acerca del paciente que acaba de llegar aquí con nosotros?, ¿puedo entonces acercarme e interrogarle y a examinarlo, en su caso?
            ¡No!, contestó tajante el profesor. E insistió cortésmente, por favor, deme su diagnóstico clínico.
            Entonces el alumno le responde nuevamente:

-Lo siento profesor, pero no puedo darle ningún diagnóstico clínico si no he hecho el abordaje procedimental clínico previo para cumplir con tal propósito.

            A consecuencia de ello el profesor solicitó, dirigiéndose al resto de los alumnos presentes en el aula, si alguno de ellos podría darle el diagnóstico clínico del paciente aludido. Sin embargo: el silencio fue total: nadie respondió.       Acto seguido el profesor dijo:
¡Vamos señores, señores! …el diagnóstico clínico en el caso presente es, permítanme decirlo así, relativamente sencillo y accesible. 
Veamos por partes, para colegir el cómo hacerlo:
Para empezar, esta es una clase de medicina y, según sabemos, en medicina se han descrito más de 55.000 patologías o enfermedades diferentes en el mundo.
En el libro de medicina (Principios de Medicina Interna de Harrison) que ustedes conocen, se hace referencia a una buena parte de estas patologías o enfermedades en un texto de 4119 páginas.

Esto quiere decir que, el diagnóstico del paciente estará incluido seguramente en ella.

Pero ¿en qué parte de este libro encontraríamos el diagnóstico?
            Bueno, esta es una clase de clínica de gastroenterología y el paciente que nos hace favor de acompañar proviene del servicio de esta especialidad, así que el posible diagnóstico de este caso se encuentra referido entre las páginas 1831 y 2005 del libro que corresponde al capítulo de Enfermedades de las vías gastrointestinales, esto es, sólo en el 4.2% del libro en cuestión (174 páginas).
            De otra parte, el paciente -como todos han podido observar-, es un hombre adulto, que entró caminando sin dificultad, se le aprecia bien nutrido, con una edad entre 30 a 35 años y se sentó cómodamente en la silla (por tanto, es posible que no padezca de hemorroides); no tiene cara de dolor o manifiesta alguna incomodidad.
            Podemos sospechar entonces que, si está hospitalizado, es porque requiere de algún estudio particular (endoscopia, tomografía, etc.) o está en espera de algún procedimiento quirúrgico programado. Desde luego no tiene un problema de urgencia como lo sería un sangrado activo de tubo digestivo, una apendicitis, un síndrome oclusivo intestinal o un cuadro abdominal agudo.
            También, podríamos descartar que tuviere algún problema tumoral o neoplásico, (cáncer de esófago, estómago o colorectal) dado que su estado general no lo aparenta.
            De esta manera los posibles diagnósticos que se podrían hacerse aquí en México, para este paciente en particular, dada la morbilidad que se ha descrito en este terreno, quedan reducidos a:
Úlcera péptica.
            Enfermedad de reflujo gastroesofágico.
            Cálculos biliares.
            La enfermedad de Crohn.
            Colitis ulcerosa.
            Síndrome del colon irritable.
            Diverticulitis.
Esto es, las posibilidades diagnósticas para el paciente, en nuestro caso, se reducen a sólo el 27% de la patología del aparato digestivo, que corresponden a 47 páginas del libro citado de Medicina Interna.
Luego, ya con unas cuantas preguntas hechas al paciente se llegó a la conclusión diagnóstica de que padecía de cálculos biliares (o litiasis vesicular) que requería de tratamiento quirúrgico (colecistectomía). 
Esta representación nos muestra que partimos de seguir una estrategia de razonamiento iniciado con un pensamiento general (incluir todas las enfermedades descritas en la medicina), para emitir un posible diagnóstico, basado en lo que detenidamente observamos en el paciente (conocimiento particular) y sabíamos sobre las enfermedades gastrointestinales más frecuentes en adultos en México.
            Para cumplir con este método deductivo es necesario saber observar, escuchar, oler, sentir, estar atento a los detalles, al entorno y ligarlos después, paso a paso, con nuestros conocimientos adquiridos y lograr conclusiones válidas o certeras.
            Pero, también podríamos equivocarnos si a nuestra apreciación de lo que vemos, sentimos, olemos, escuchamos o leímos, le damos una interpretación equivocada.
            Para esto último, recordemos una pequeña parte de la descripción que hace Sir Arthur Conan Doyle, el magnífico escritor que diera vida a Sherlock Holmes, el mago del método del razonamiento deductivo, de la señorita Ainslie Grey, en el cuento de médicos y cirujanos que tituló: La esposa del fisiólogo:

            …era una mujer de estatura algo superior a la mediana, delgada, de ojos de mirar fijo, algo arrugados, y de espalda redondeada, signo distintivo de la mujer aficionada a los libros. Su cara era larga y enjuta, con manchas de color sobre los pómulos, frente de persona razonadora y pensativa y un toque de terquedad en sus labios delgados y en su barbilla prominente.


Lo de la espalda redondeada que atribuye a la lectura, podría ser por una cifosis postural por dedicarse a la costura u otro tipo de actividad manual o posiblemente también por una afección tuberculosa, no infrecuente en aquella época. Y lo de la frente de persona razonadora, se lo sacó de la manga, por ser una chica simplemente frentona -creo yo, respetuosamente dicho, por cierto-. Ello se debió a la influencia que tuvo en el autor el desarrollo de la frenología, la teoría pseudocientífica de su época, que postulaba tanto la probable determinación del carácter, personalidad y tendencias criminales, basándose en la forma y medida del cráneo, y facciones de las personas. Teoría que, actualmente es considerada falsa en casi todo el mundo.
Deducir es una palabra que proviene del verbo latino ducere que significa guiar o arrastrar y del prefijo de que indica una separación, por tanto, significa “llevar, extraer o conducir separando” a una idea particular a partir de una verdad general.

Guíese pues razonando con el método deductivo para prever, plantear o resolver algún obstáculo, incógnita o problema, pero para ello debe aprender a aguzar su sensibilidad mostrando interés por su entorno. Esto quiere decir: mirar sin solo ver; oler, sin solo olfatear; escuchar sin solo oír; sentir sin solo tocar; gustar sin solo deglutir; apreciar y valorar sin solo ser indiferente a todo lo que nos rodea.