viernes, 1 de marzo de 2024

Empatía

 

EMPATÍA


Quien no comprende una mirada,
tampoco entenderá una larga explicación.
(Proverbio Árabe)
 
La empatía es la presencia completa a lo que está vivo en otra persona
en el momento presente.
(John Cunningham Lilly)

Mafalda. Quino.

Dr. Xavier A. López y de la Peña.


Una de las primeras lecturas que recuerdo haber hecho en mi niñez es la del libro titulado “Las Tribulaciones de Meterete”. Un libro para niños ya viejo, ilustrado por J. Monsell y editado en Barcelona, España en 1917, que tenían mis padres en un librero en la sala de nuestra casa y que, a causa de que tenía muchas palabras y frases que yo desconocía, hube de pedirle frecuentemente ayuda “traductiva, explicativa y significativa” a mi padre. Como, por ejemplo: le pregunté qué significaba o que quería decir con la frase: ¡Válgame el Gran Trasgo! -exclamación que hace Meterete- (nombre del protagonista del cuento que es, además, un gnomo alado) al escuchar el estruendoso ruido que surgió cuando, con una acción molestó un avispero y me contestó que con ello se hacía referencia a un Gran Duende o Ser Fantástico.
Por cierto, este personaje (Trasgo u Orco) es traído de nueva cuenta en la novela fantástica de El Hobbit, de J. R. R. Tolkien. 
            Bien, el libro de las Tribulaciones empieza así con este primer cuento:

“La venganza de la vieja avispa”.

Revoloteaba un día el gnomo Meterete, escoba en mano, por los campos de Bayas Rojas, cuando su mirada de lince se fijó en el tronco de un árbol muerto que se alzaba en un sitio cubierto hasta pocos días antes por intrincada maleza.

Curioso como era por naturaleza, se detuvo, contempló muy atentamente el tronco y dio dos vueltas a su alrededor. Llamóle la atención un agujero que en él vio, olfateó primero lo que había adentro, y, como no pudiera averiguar nada, introdujo la escoba en el agujero y le imprimió un movimiento de rotación bastante acentuado.

A su travesura contestó un ruido formidable, algo así como el furioso hervor de una olla, que le obligó a retroceder asustado, haciendo repicar el cascabel que adornaba la punta de su caperuza.

¡Válgame el Gran Trasgo, que ruido tan espantoso!


            Brotan en estas breves líneas iniciales, la actitud inquisitiva propias de un muchacho (gnomo en este caso) sobre su entorno, que le animan a hurgar en el árbol a la búsqueda de una respuesta al ¿qué hay o puede haber allí? Quiso entonces saber más y volvió a meter el palo de su escoba en el hueco del árbol y

El ruido que le siguió fue otra vez terrible, espantoso, atronador, semejante al resollar de una fragua gigantesca, mezclado con el rugir de fieras monstruosas y el bramar de desencadenadas tempestades.

 

            Salió entonces el gnomo Meterete rápidamente volando, aterrado porque había molestado a un avispero. Con ello se despertó en él, la emoción de la rápida huida ante el peligro inminente de que los insectos le picaren.
Giran en torno a lo anteriormente descrito las emociones que evidencian nuestra actitud relacional con el mundo que nos rodea a través, en este caso e inicialmente, de nuestra capacidad inquisitiva (Meterete que quiere saber que causa el ensordecedor ruido que brotó del hueco del árbol) y quien, por la emoción que sintió -pues aterrado se obligó a retroceder asustado ante el espantoso ruido que percibió-, expresó así un estado afectivo que hizo a su organismo responder con cambios fisiológicos y endocrinos ante una situación determinada en el entorno (huida), como una respuesta “adaptativa” innata, con cierta capacidad de modificarse tanto por la educación como del aprendizaje. Esta emoción pues, nos provee entonces de cierta “información” acerca de una situación significativa que, a su vez, nos hace generar una reacción o respuesta particular.
Es así que a lo largo de este cuento y cinco más, se suscitan variadas expresiones emocionales y actitudes frente a situaciones de engaño, envidia, desinterés, maldad, astucia, ignorancia, reconciliación, traición, agradecimiento, bondad y, hasta autocrítica.
Ciertamente yo no fui consciente de ello a esa edad, pero si recuerdo haber sentido algo de ansiedad y angustia porque el gnomo Meterete fuera severamente castigado por la Vieja Avispa.
Así, esta manera de responder que ahora entiendo, conformó en mí una emoción, misma que se sustenta en una respuesta evolutiva llamada empatía que constituye la base del pensamiento y la conducta moral, dando lugar a lo que ha dado en llamarse el cerebro social.1
La empatía es el sentimiento mental y afectivo que nos hace capaces de identificarnos con algo o alguien y de compartir sus sentimientos. Esto es, una emoción que nos lleva a “conectarnos” con los demás y de la que pueden distinguirse dos modalidades: la empatía emocional y la empatía cognitiva o racional. La primera se refiere la capacidad de comprender y compartir los sentimientos de los demás, como un comportamiento antiguo o primitivo, espontaneo, natural e imitativo que nos conecta con las personas con sólo mirar sus gestos o escuchar su voz (por ejemplo, llorar cuando vemos el sufrimiento en el “otro”) y la segunda es derivada de la capacidad de análisis y la capacidad de entender el modelo mental y la situación emocional de otra persona, al margen de las emociones propias (por ejemplo, entiendo que el “otro” sufra, pero por ello no lloro, esto es, no hago mío su sufrimiento, sin embargo puedo aconsejarlo y ayudarlo, como hacen los siquiatras).
La empatía nos permite así construir nuestra propia identidad, a la vez que para con los otros mantener una actitud cooperativa y armoniosa. Es, por tanto, una emoción prosocial que nos capacita para dialogar con otros en la llamada interacción social en diferentes esferas ya familiares, religiosas, académicas, políticas u otras, con objeto de adquirir conocimientos útiles en la construcción del tejido social.2
El comportamiento antiguo o primitivo, espontaneo, natural e imitativo que nos conecta con los “otros”, ha dado en llamarse “contagio emocional”, la forma más ancestral hasta ahora conocida de empatía.
De esto resulta interesante que investigadores portugueses han demostrado recientemente que este “contagio emocional” o la capacidad que se tiene de alinearse con las emociones de los “otros” (por ejemplo: tienes miedo, siento miedo; estás preocupado, me preocupo, etc.), constituye el elemento básico de la empatía y que ha evolucionado hasta nosotros al estudiar el efecto que en el pez cebra tiene la hormona oxitocina, en su comportamiento, diciendo:

 

Probamos hasta qué punto los mecanismos próximos de contagio emocional se conservan evolutivamente al evaluar el papel de la oxitocina, conocida por regular los comportamientos empáticos en los mamíferos, en el contagio del miedo social en el pez cebra. Utilizando oxitocina y mutantes del receptor de oxitocina, demostramos que la oxitocina es necesaria y suficiente para que el pez cebra observador imite el comportamiento angustiado de los manifestantes conespecíficos. Las regiones del cerebro asociadas con el contagio emocional en el pez cebra son homólogas a las involucradas en el mismo proceso en los roedores (p. ej., cuerpo estriado, tabique lateral) y reciben proyecciones directas de neuronas oxitocinérgicas ubicadas en el área preóptica. En conjunto, nuestros resultados respaldan un papel conservado evolutivamente de la oxitocina como regulador clave de los comportamientos empáticos básicos en los vertebrados.3

 

Todo lo anterior vino a cuento por haber rememorado sentir angustia porque la Vieja Avispa encontrara al gnomo Meterete y lo castigara por haber, inconscientemente, hurgado en su morada. Siendo así uno de mis primeros recuerdos de emoción empática que yo tuve con esta lejana lectura que vino a mi memoria cuando ordenaba mis libros y me topé con el viejo de “Las Tribulaciones de Meterete”.


1 . Augusto Montiel-Castro y Jorge Martínez-Contreras. En busca del origen evolutivo de la moralidad: El cerebro social y la empatía. SIGNOS FILOSÓFICOS, vol. XIV, núm. 28, julio-diciembre, 2012: 32-56.
2 . Moreno, J. L., Progress in Psychoterapy, 1914, Nueva York, Grune & Stratton, 1ª ed.
3 . Akinrinade I, Kareklas K, Teles MC, Reis TK, Gliksberg M, Petri G, Levkowitz G, Oliveira RF. Evolutionarily conserved role of oxytocin in social fear contagion in zebrafish. Science. 2023 Mar 24;379(6638):1232-1237. doi: 10.1126/science.abq5158. Epub 2023 Mar 23. PMID: 36952426.

1 comentario:

  1. Un gran recuerdo! Me gustó mucho el artículo, gracias!

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