EN
TORNO A LA BELLEZA
O
A LA CUALIDAD DE LO BELLO.
La belleza no mira, solo es gozo.
Dr. Xavier A. López y de la Peña
Hace
algún tiempo le sugerí a una persona que viajaría a París, Francia, que
visitara El Museo del Hombre con más interés -quizá-, que acudir a ver
la pintura de la Monna Lisa, realizada por Leonardo da Vinci allá por el año
1505 y exhibida en el Museo del Louvre, mostrando su socarrona sonrisa.
Independientemente del indiscutible
e interesante valor de cada museo, ya que en el primero se muestra la evolución
del ser humano y su diversidad cultural a través de la antropología y la
etnografía, en tanto que en el segundo nos enseña sobre la historia del arte
en sus diferentes manifestaciones (escultura, pintura y arte decorativo) de
la cultura occidental principalmente.
Ello me movió para reflexionar sobre
el asunto de la belleza -o a la cualidad de lo bello-, partiendo de que la
pintura considerada más famosa en el mundo, La Monna Lisa anteriormente
referida, pintada por Leonardo da Vinci en el siglo XVI, es la icónica obra
maestra del Renacimiento italiano conocida por su enigmática sonrisa y que ha
sido objeto de fascinación y estudio durante siglos.
Fenomenológicamente su sonrisa ha
sido interpretada tanto como misteriosa y enigmática en ocultamiento tal
vez de un secreto, ya como de coquetería y seducción, de reflexión y
contemplación o, socarrona, como yo le llamé, expresando astucia o
disimulo acompañados de burla encubierta; dicho de otra manera, como alguien que
actúa con picardía y sarcasmo, ocultando su verdadera intención detrás de una
apariencia inocente.
El tema sobre la belleza y lo bello
ya tiene una larga historia. Ya Plotino, el escritor y filósofo helenístico (205-270),
se ocupaba del problema de la belleza haciéndose las siguientes preguntas: ¿Cuál
es la causa de que los cuerpos parezcan bellos a nuestra vista, y de que
nuestro oído sienta inclinación a los sonidos bellos? ¿Por qué todo lo
inmediatamente ligado al alma es de alguna manera bello? ¿Todas las cosas
bellas lo son por una misma y única belleza, o la belleza del cuerpo es diversa
de la belleza de los otros seres? ¿En qué consisten esta o estas bellezas?1
Bueno, la experiencia estética de lo
bello se basa en la percepción que tengamos de patrones y estructuras poseedoras
de determinadas propiedades y relaciones, mismas que pueden ser visuales,
auditivas, táctiles, olfativas, literarias, interpretativas o performativas y que
nos hacen experimentar una sensación gustosa y placentera. Así también lo bello
puede manifestarse en las relaciones humanas con bondad, el amor, apoyo,
cuidado; en la diversidad cultural con la música, danza,
tradiciones, arquitectura, expresividad, resiliencia, ingenio y creatividad
entre otras más.
Puede entonces decirse que el desideratum
de la belleza reúne así, a un grupo de valores estéticos considerados como
ideales y acuñados en distintas épocas y culturas. Por ello, la belleza es, en
sí misma, un concepto subjetivo, multifacético y culturalmente relativo
asociado a la experiencia humana por lo que la belleza es difícil, si no
imposible de definir, a satisfacción de todos.
Armonía, proporción, equilibrio,
simetría, contraste, expresión, gracia, profundidad, distancia, color, sentido,
conocimiento y más, son sólo algunos presupuestos de valor a valorar sobre lo
que podría considerarse -individualmente- como ser o no bello. La belleza -por
demás-, frecuentemente es idealizada y muchas veces asociada a la perfección
que trasciende lo meramente físico con lo emocional, lo intelectual y lo
espiritual.
Sin embargo, en la actualidad los
estándares de belleza son influenciados por una variedad de factores incluidos
los medios de comunicación, la moda, la publicidad y la cultura popular. A
menudo, suele promoverse una imagen de belleza (física) idealizada que puede
ser “inalcanzable” para muchas personas y que puede causar efectos negativos en
la autoestima y la percepción de uno mismo. Estos son los llamados absurdos
de la belleza como expresión de la “idealización contra la realidad”, como
la observada cuando se promueve un estándar de la belleza humana: ejemplarmente,
como ocurre con los estándares de belleza femenina que están siempre en
constante revisión. Veamos:
Somos
seres sociales, que deseamos ser aceptados, respetados, amados y deseados y
aunque la belleza no tendría que ser un requisito para merecer todo eso, en la
mujer, desgraciadamente juega un papel crucial. Una forma de sometimiento donde
la industria de la cirugía estética participa con un papel clave.
La cirugía
estética y sus cánones de belleza conforman una industria millonaria que se
alimenta de la inseguridad que experimentan miles de adolescentes y también
adultos en las redes sociales, donde cada día y de forma más preocupante se ven
chicas cada vez más jóvenes que se someten a operaciones de estética para
conseguir un canon de belleza femenina que dicta tener labios carnosos (pero ¡hey!
"naturales"), ojos rasgados, pómulos marcados y el resto del cuerpo
perfecto. Unas redes sociales, donde abundan los filtros para tener un aspecto
casi extraterrestre y donde las poses imposibles están a la orden del día para
aparecer perfecta en el feed, ya seas famosa, influencer o anónima.2
Es así que la belleza, en este caso específicamente
femenina, se suele convertir en un objeto de deseo o en un producto que se
puede comprar, vender y consumir para tratar de subsanar un sentimiento de baja
autoestima, de angustia y depresión consecuente.
La percepción de la belleza en
general impronta complejos mecanismos neurofisiológicos en los que participan
procesal y específicamente, la corteza prefrontal, la corteza orbitofrontal y
el sistema límbico; áreas que participan en la evaluación emocional, la toma de
decisiones y la recompensa satisfactoria (placer).
La idea de la belleza o de lo bello
trasciende pues, en el tiempo y el espacio. Así, en todas las culturas la
belleza ha sido valorada, enaltecida y celebrada como una actividad fundamental
de la experiencia humana que nos une a todos y es, por tanto, simple y
sencillamente: gozo.
Gocemos y maravillémonos pues de la
belleza, tanto de la socarrona sonrisa del retrato de Lisa Gherardini,
esposa de Francesco del Giocondo, mejor conocido como la Gioconda o Monna
Lisa, cuya pintura está expuesta en el Museo del Louvre, tanto como la del esqueleto
parcial de nuestra antecesora homínida (Autralopithecus afarensis) llamada Lucy
por su descubridor en las cercanías de Adís Abeba, Etiopía, el paleontólogo
Donald Johanson en 1974 (mejor nombrada orgullosamente como Dinkinesh, por
el pueblo etíope y que significa, nada más: “eres maravillosa”) con cerca de
3,2 – 3,5 millones de años de antigüedad y expuesta en el Museo del Hombre,
ambos en París.
Finalmente, asentamos que la belleza
es más que un atributo estético; es una expresión de la humanidad que despierta
nuestra curiosidad, la creatividad, la diversidad, gozo, admiración y capacidad
de asombro frente al mundo que nos rodea, con la habilidad y el poder de evocar
emociones positivas y enriquecer nuestras vidas de formas profundas y
significativas.
Es una
fuerza poderosa que nos conecta con nuestros sentimientos más íntimos y nos
invita a apreciar la maravilla y el asombro de la vida misma.
A través de
su contemplación, podemos -si es el caso-, encontrar alivio en nuestras
tribulaciones, inspiración y esperanza en momentos de desesperación, así como
alegría y paz en el devenir cotidiano y simple de la vida.
Por lo tanto, aunque la belleza presente en todas partes en
sí misma no puede ser considerada "bella", su influencia y su impacto
en nuestras vidas ciertamente lo son y está a la espera de ser descubierta y
apreciada por aquellos que tienen la voluntad de ver más allá de lo evidente y
sumergirse en el gozo de la belleza, como insondable misterio de lo estético y
del conocimiento.
2 .
Los estándares de la belleza femenina. En: https://bcnattitude.com/blog/los-estandars-de-belleza/