lunes, 29 de julio de 2024

La expresiva mexicanidad en "Mantras".

 

Lo mexicano 
en sus Mantras.

El hombre es un animal inserto en tramas
de significación que él mismo ha tejido.
Así, la cultura que ha creado debe basarse
en la búsqueda de significaciones,
en la interpretación de sus expresiones sociales.1
 
Clifford Geertz


Dr. Xavier A. López y de la Peña.


Salta la idea de urdir un ensayo sobre la mexicanidad o lo mexicano interpretando y reinterpretando lo que han dicho otros escritores sobre el tema, sin embargo, creo que no hay nada más que decir, porque con lo dicho se ha dicho todo y… nada concreto a la vez.
            Esta idea me vino tras la lectura del libro Mexicanidad y esquizofrenia del autor Agustín Basave Benítez (Ed. Océano de México. 2010) cuya dedicatoria va para los mexicanos que reman día a día, en esperanzador apostolado, contra la corriente de nuestra esquizofrenia.
            Sí, de la esquizofrenia referida al trastorno mental en el que existe una distorsión del pensamiento, percepciones, emociones, lenguaje, conciencia y conducta, que suele asociarse con una fuerte ansiedad y un importante deterioro en las esferas personales, familiares, sociales, educativas, ocupacionales y de otras importantes facetas   de la vida.
            Desarrolla el autor en el referido libro y desvela el intrincado laberinto -no “de la soledad” ya propuesta por Octavio Paz-, sino de la conciencia nacional inmersa en el subdesarrollo, la violencia, la corrupción, la desigualdad e inequidad que nos agobia y que, como respuesta esperanzadora nos propone e invita a una regeneración.
            De hecho, ha corrido mucha tinta y se ha tratado de definir “algo” de la mexicanidad, desentrañando y desmenuzando un inacabable, polimorfo e inescrutable espectro que incluye lo biológico, económico, social, cultural, psicológico, ambiental de lo “mexicano” y más que desemboca, finalmente, en un enorme galimatías oscilante entre lo racional (o racionalizado) e irracional o deseado, ya matizado como bueno o, con mayor frecuencia, demonizado como malo.
            Abordando sentimientos de culpa y minusvalía, de castración, de agresividad explosiva ante el ¿qué me ves?, o del dejar todo para mañana, o para el “ratito” lo que hay que hacer, entre mil posibles figuras más.  Faltó agregar -sutileza inexcusable-, la de ser “borracho, (mujeriego), parrandero y jugador” como reza en la letra del corrido popular mexicano Juan Charraqueado de Víctor Cordero, como corolario.
            Tal vez antes de auto conocernos y sabernos, o cuando menos de tratar de entendernos, podríamos empezar por averiguar cómo nos conceptúan o “ven” a los mexicanos en el extranjero:
             El Consejo Mexicano de Comercio Exterior en 2004 evaluó qué pensaban los miembros del TLCAN de sus vecinos, Canadá y EUA percibían a México como un país pobre, injusto, expulsor de migrantes, peligroso, dividido, tradicional y con playas soleadas.
            Según Simon Anholt 2 (2012), los mismos mexicanos clasificaron la gobernabilidad de su país entre las peores, en el lugar 45. Particularmente en las áreas de “conducta responsable para proteger el ambiente” y de “gobierno competente y honesto”.
            Forbes3 en 2014 señala que México es un país con un pobre desempeño económico, con altos índices de corrupción, con una violencia criminal sostenida, y con un nivel educativo muy por debajo del promedio de los países emergentes.           
            Se publicó en Excelsior4 (2024) esta visión: Los mexicanos usan sombreros grandes y coloridos (sombreros de charro); son ruidosos y revoltosos; su dieta es a base de tacos y chile; son perezosos y acostumbran la siesta; su país es desértico y caliente, peligroso y violento; su cultura se reduce a la fiesta de los muertos y beber tequila; las mujeres tienen bigote; en dondequiera hay mariachis; los hombres son machistas y golpeadores; la calidad del agua es mala; en México sólo hay playas y ruinas.
            Pero, ¿qué somos? Como dijera Agustín Basave: Para saber lo que somos es preciso conocer nuestras invariantes, nuestro contexto geográfico e histórico particular, nuestras etnias y nuestras tradiciones y para ser un país fuerte, apuntó a su vez Antonio Caso, necesitamos riqueza, justicia e ilustración.
            Samuel Ramos (1934) -psicoanalíticamente-, nos asoció y tundió con poseer un sentimiento de inferioridad que nos viene desde la época de la conquista española, de ser idealistas y desconfiados irracionalmente, casi siempre de mal humor y a menudo iracundos y violentos, faltos de autocrítica.
            Octavio Paz tampoco nos favoreció mucho refiriendo que el mexicano no quiere ser ni indio, ni español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada y.… ya me detengo para no acabar hecho pinole porque, como dijo José Agustín: Ya estuvo de todos esos pinches estereotipos de México -como-país-de-la-muerte-paraíso-infernal-, ¿está bien?5
            En un estudio realizado con 629 personas mexicanas en San Luis Potosí, México, un grupo de investigadores evaluaron un total de 14 variables que reflejaban valores como: honradez, sinceridad, precaución, amabilidad, ahorro, trabajo, solidaridad, cariño, inteligencia, romanticismo, valentía, ser fiestero, entrón y apasionado. Estos valores fueron, a su vez, distinguidos en dos vertientes: en Yo soy y los mexicanos son.
            Las respuestas con mayor valor, tanto para Yo soy como para los mexicanos son fueron: trabajador(a), honrado(a) y sincero(a); en tanto que los de menos valor fueron: romántico(a), apasionado(a) y cariñoso(a), así como fiestero(a). También hubo diferencias entre los habitantes urbanos y los rurales: los primeros se percibieron como fiesteros y entrones, y los segundos, como ahorradores, trabajadores y sinceros.
            Como conclusión dicen que, en función de los valores no existe una definición única en la identidad del mexicano, pues existen subculturas que se explican por los aspectos estudiados.6
            Para más, en La encuesta de valores, Diagnóstico axiológico/México, de la Fletcher School de la Universidad de Tufts, EUA, del año 2011, expone como resultados:
            Que éstos revelan una dualidad. A pesar de que la encuesta muestra que los mexicanos tienen valores positivos respecto a su espíritu emprendedor, al ahorro y a la competencia, la percepción de incertidumbre en la que se encuentran inmersos, evita que se maximice el capital social con el que cuenta el país. 
            La debilidad de las instituciones podría explicar en buena medida la coexistencia de nociones contradictorias al actuar de los mexicanos, tales como saber que es malo meterse en la fila, pero al mismo tiempo pensar que es de tontos cumplir con la ley cuando en su entorno no se cumple.
            Ante instituciones endebles, el entorno se vuelve más incierto y la búsqueda de soluciones informales se consolida. En este sentido, percibirse en un contexto incierto afecta desde la disposición a ser corruptos hasta las decisiones de ahorro. Lo ideal sería que las instituciones crearan un ambiente que proporcionaran a los individuos los incentivos para tomar la decisión más conveniente.
            Resulta interesante que el mexicano esté consciente de la realidad y sin embargo acepte sin dudar un entorno arbitrario e injusto. Bajo este panorama, el fortalecimiento institucional se vuelve clave para la transformación del país.7 
            Quizás pues, lo que realmente caracterice más (esto es, en mayor número) al mexicano(a) sea el gusto por la comida en tacos y con chile, saber y cantar el Cielito lindo, su filiación a la muerte, declararse guadalupano y su apasionada afición por sus “mantras” (entendidas como frases retóricas especialmente expresivas en la vox populi) como lo refiere el maestro de meditación y terapeuta de nuevas energías, el italiano Prem Dayal (2023) en su incisivo, mordaz, sarcástico y algo irreverente libro titulado: “¡Me vale madres!”, que detalla irónicamente  por qué la humanidad está tan jodida y cómo la cultura mexicana puede salvar al mundo con sus mantras.
            De entrada, describe en un primer lugar al propio y enfático decir: ¡Me vale madres! O mantra del “desapego” que, -explica- nos libera de prejuicios, reglas, miedos, dogmas, deseos y leyes restituyendo nuestro derecho, orgullo y dignidad de ser uno mismo; ¡A la Chingada! O el mantra de la “purificación liberadora” de todo aquello que nos enfada, disgusta, oprime, angustia o atemoriza; ¡A Huevo! O mantra del “poder” que afirma categóricamente nuestra resolución, determinación, compromiso, atrevimiento, audacia u osadía en alguna acción a realizar o realizada; el de ¡No es mi pedo! O mantra de la “desidentificación” que nos desliga a entera satisfacción de cualquier asunto mundano y, finalmente, el multi repetido, tajante y común ¡No hay pedo! O mantra de la “Ley Universal” que es como decir, simple y sencillamente con pasmosa y diáfana claridad: ¡No hay problema!8
            Estos “mantras” me recuerdan cómo se refirió el escritor mexicano, Carlos Monsiváis (2010) sobre la estructuración de la mexicanidad, diciendo que:

 

Separada de sus cánones gubernamentales, la mexicanidad deviene en las masas vía existencial de comprensión del mundo. De nuevo, se funden cultura urbana e ‘identidad nacional’, ya no el corpus de tradiciones, sino la manera en que el instinto colectivo mezcla realidades y mitologías, computadoras y cultura oral [incluyendo sus mantras, sumaría yo], televisión y corridos, para orientarse animadamente en un mundo que, de otro modo, sería todavía más incomprensible.9


1 . Geertz, Clifford. Conocimiento local. Ensayo sobre la interpretación de las culturas, Ed. Paidós, Barcelona, 1983, p. 5.
2 . Simon Anholt. Mito y realidad: la imagen internacional de México. Simon Anholt, “Mexico’s International Standing”. Traducción de Antonio Ortiz Martínez. A A Ortiz Traductores, S. de R. L. de C. V., revisada por César Villanueva, coordinador de este número de la RMPE. S. Anholt autoriza su publicación. En https://revistadigital.sre.gob.mx/index.php/rmpe/article/view/520/497
3 . Forbes. México y su imagen en el mundo en el 2014. En https://www.forbes.com.mx/mexico-y-su-imagen-en-el-mundo-en-el-2014/
4 . Peter D. Así es cómo erróneamente el mundo percibe a los mexicanos| 02-02-2024. https://www.excelsior.com.mx/trending/percepcion-de-mexicanos-en-el-mundo/1633631
5 . Instituto de la mexicanidad. En https://mexicanidad.org/definiciones-de-la-mexicanidad/
6 . Figueroa Rodríguez, Katia A., Figueroa Sandoval, Benjamín, Figueroa Rodríguez, Benjamín, & Hernández Rosas, Francisco. (2012). Análisis de los valores que construyen la identidad del mexicano. Culturales, 8(16), 7-32. Recuperado en 16 de julio de 2024, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-11912012000200001&lng=es&tlng=es.
7 . http://cidac.org/esp/uploads/1/VALORES_2.pdf
8. Prem Dayal. ¡Me vale madres! Debolsillo. Penguin Random House Grupo Editorial, S.A. de C.V., México 2023.
9 . Carlos Monsiváis. El Ateneo de la Juventud. En La cultura mexicana en el siglo XX. México: COLMEX (Historia mínima), 2010.

lunes, 1 de julio de 2024

Eppur si muove.

 

Eppur si muove.


(Y, sin embargo, ¡Se mueve!)
Galileo Galilei.

Todo está en movimiento. Todo fluye. Todo está vibrando.
Wayne Dyer.


Dr. Xavier A. López y de la Peña.

 

            Vamos a discurrir en algunas ideas sobre el movimiento.
            Adelantamos que, inicialmente todo lo que nos rodea en el Universo es “movimiento”. Esto se refiere a que, desde un principio y hasta hoy, “algo físico” (materia-energía) originario se “movió” de un lugar a otro ocupando en ello un determinado “tiempo”. No nos referiremos aquí a otras formas de “movimiento”, como como podrían ser el social, religioso, político, estudiantil, revolucionario, artístico, etc.
            Así, entonces, se define el movimiento en física como el cambio de posición que experimenta un cuerpo u objeto en el espacio en un determinado período de tiempo.
            En biología, no obstante, el movimiento es en sí mismo la vida. Todo ser vivo entonces se mueve, o se muere. Este movimiento se refiere a realizar un cambio de posición de una parte o de la totalidad de su cuerpo ya sea en la búsqueda de alimento, para reproducirse o para huir; y estos movimientos pueden ser del tipo nombrado de locomoción (mediante pseudópodos y flagelos o pili en los organismo unicelulares; o reptar, caminar, nadar o volar en organismos más complejos), y cuyos movimientos son guiados por algunas modalidades como pueden ser: el tropismo o movimiento direccional (fototropismo o gravitropismo), taxias (quimiotaxis, fototaxis) o nastias, esto es, el movimiento como respuesta a estímulos (cierre de hojas en plantas carnívoras). Sin embargo, como materia física compleja (orgánica) al fin, a su muerte aún continuará su “movimiento” en el terreno físico siguiendo la ley de la entropía.
            El interés por lo que conocemos y entendemos sobre la naturaleza del movimiento viene de mucho tiempo atrás y combina e incluye a muchas materias: a la religión, filosofía, la física, la psicología, las neurociencias y otras.
            Parménides de Elea (530-515 a.C.) consideraba que el movimiento era una ilusión; que todo en sí está en un cambio y movimiento constante, y que la materia de la vida es el propio cambio o la Causa Primera.
            Heráclito de Éfeso (535-480 a.C.). Argumentaba sobre el movimiento como el concepto del cambio constante y la armonía universal. Así mismo, creía en la unidad de los opuestos y afirmaba que todas las cosas en el mundo están moviéndose constantemente y transformándose.
            Demócrito de Abdera (nacido alrededor del año 460) expuso la teoría atómica, en la que fragmentos indivisibles de materia están en constante movimiento a través del vacío.
            Platón (427-347 a.C.) consideraba el tiempo como la imagen móvil de la eternidad inmóvil; que el movimiento tiene su origen en un auto movimiento "espiritual" infinito y continuo, como un sinónimo de vida y del alma. Este movimiento perpetuo provoca un movimiento "comunicado", que es el movimiento percibido de los cuerpos. Consideraba el movimiento como una imitación imperfecta de las ideas eternas y perfectas.
            Aristóteles (384-322 a.C.), por su parte y como ejemplo, consideraba el movimiento como un cambio de estado. Hacía referencia a el primer motor inmóvil (en griego: ὃ οὐ κινούμενος κινεῖ) como una causa metafísica que describe la primera causa de todo el movimiento en el universo. Se considera inmóvil y no es movido por nada. En su obra dada a conocer por Andrónico de Rodas en su libro "Física", discute el movimiento como un proceso natural que ocurre en cuatro categorías principales: sustancial, cualitativo, cuantitativo y local. Su visión teleológica del movimiento sugiere que los objetos se mueven hacia un propósito o fin específico y clasificó el movimiento en natural (como el crecimiento de las plantas) y violento (causado por una fuerza externa).
            Nagarjuna, filósofo budista en su tratado Mūlamadhyamakakārikā o Versos fundamentales del Camino Medio, en el siglo II y III d.C., trata la filosofía del movimiento.1
            Galileo Galilei (1564-1642) desafió las nociones aristotélicas del movimiento con sus estudios sobre la caída libre y el movimiento de proyectiles, a más de enfrentar también a la Iglesia por su teoría heliocéntrica opuesta al dogma por lo que fue acusado de herejía y juzgado por la Inquisición Romana en 1633 en la que, interrogado y bajo amenaza de tortura se le obligo a retractarse de sus ideas. Sin embargo, al retirarse del juicio, el lexicógrafo y lingüista italiano Giuseppe Baretti afirmó un siglo después que, después de la abjuración, Galileo murmuró la supuesta famosa frase de Eppur si muove (Y, sin embargo, se mueve).
            Renato Descartes (1596-1650): Propuso que el movimiento es inherente a la materia y se conserva en sistemas cerrados.
            Isaac Newton (1642-1727) en su "Principia Mathematica", formuló las tres leyes del movimiento y la ley de la gravitación universal, proporcionando una base para la mecánica clásica: inercia, dinámica, y de acción y reacción.
            Albert Einstein (1879-1955): Con la teoría de la relatividad reformuló la comprensión del movimiento, introduciendo la idea de que el espacio y el tiempo son interdependientes y que el movimiento debe ser comprendido en el contexto del espacio-tiempo curvado.
            En resumidas cuentas, el concepto de movimiento, sigue debatiéndose apasionadamente y enfrentando determinados problemas epistemológicos a saber: el de comprenderle como un proceso determinista (todo acontecimiento está causalmente determinado por la cadena causa-consecuencia) como ocurre en la física clásica, o indeterminista (los acontecimientos no dependen de un proceso causal lineal, sino de un proceso no lineal o por azar) como en la física cuántica; en la observación y medición ya que el estado del sistema en movimiento puede ser alterado por el acto de observarle en la física cuántica, lo que lleva a que el conocimiento pueda ser objetivo o subjetivo y sobre su continuidad o discontinuidad, considerando que el movimiento fluye de manera continua de un lugar a otro o discontinuamente mediante saltos cuánticos.2
           
            Bueno, pero dejémonos de tratamientos sobre las ideas acerca del movimiento expresados por múltiples autores y concentrémonos en que al principio de este escrito nos referimos y repetimos, esto es, el saber que todo lo que nos rodea en el Universo es “movimiento”. Esto se refiere a que, desde un principio y hasta hoy, “algo físico” (materia-energía) originario se “movió” de un lugar a otro ocupando en ello un determinado “tiempo”.
            Entonces podremos concluir que, si el origen del Universo está en una primigenia “materia- energía” (el algo físico) concentrada (luego entonces, hubo de moverse de algún lado para “concentrarse”) en materia infinita (es decir, que no tiene ni puede tener fin ni término) a la que ha dado en llamarse singularidad, (del vocablo latino singularĭtas) definida ésta como un fenómeno o evento único, extraordinario o impredecible que tiene implicaciones importantes o trascendentales y que, en términos matemáticos, esta singularidad es un punto donde una función o una ecuación diferencial no está bien definida, es decir, donde alguna cantidad se vuelve infinita o no puede ser descrita adecuadamente por las ecuaciones existentes; que explotó, esto es, que se movió (nuevamente ahora pero de forma contraria o “desconcentrándose”) de manera súbita, estrepitosa y de forma indescriptible ( evento o fenómeno llamado popularmente como “Big bang”) hace 13,800 millones de años, liberando con ello -según dicen algunos científicos-, una energía estimada de alrededor de 10 ^ 19 GeV, cuyo valor está cerca de la energía, tiempo de Planck o cronón que es la escala de energía más alta que puede ser descrita por nuestro entendimiento actual de la física,3 de aproximadamente 1.22 x 10^19 GeV -gigaelectrones voltios-, haciendo que el Universo se expanda a una velocidad  que varía y se cree que debe rondar entre los 50 y los 100 kilómetros por segundo por Megapársec (o Mpc, por sus siglas, como unidad de distancia equivalente a unos 3,26 millones de años luz).

 

            Con estos datos ahora ya podremos decir entonces y con toda certeza, parafraseando a San Agustín con su respuesta a la pregunta ¿Qué es el movimiento? Al decir:

 

“Que, si nadie me lo pregunta, lo sé.

Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo”.

¡Claro como el cristal!
Sin embargo y hasta hoy, realmente no sabemos qué, cómo y por qué,
 pero se mueve.
Entonces, en el origen: ¿fue la palabra?
¡No!

¡Fue el movimiento!

Atqui nescio cur moveat!
Y, sin embargo, ¡no sé por qué se mueve!


1 . Filosofía del Movimiento. Consultado en internet en: https://academia-lab.com/enciclopedia/filosofia-del-movimiento/
2 . Íbidem
3 . Tiempo de Planck. Consultado en internet en: https://es.wikipedia.org/wiki/Tiempo_de_Planck