Arte Moderno.
¿Emoción o alienación
anti naturaleza?
Es un arte
de lo informe, de lo abyecto,
por
contraposición a la forma y a lo sublime.
Alain
Badiou. Filósofo francés.1
Dr. Xavier
A. López y de la Peña
 |
Pequeño paraíso. Helen Frankenthaler, 1964 |
Acudiendo
al llamado de la tierra, hice un viaje con mi hijo a España particularmente
para conocer el lugar donde nacieron algunos de nuestros ancestros López.
Viajamos de la ciudad de México a Madrid y de
allí directamente hasta la ciudad de Bilbao para iniciar recorrido en varios
lugares para llegar, finalmente, al Concejo de la Comunidad Autónoma del
Principado de Asturias en España, Llanes; terruño añejo de nuestros antepasados
congéneres bañado por las ricas aguas del mar Cantábrico.
Antes de este objetivo destino, recorrimos ávidamente
varios lugares de Bilbao y, el motivo de esta reflexión se ubica en la
impresión que tuve al visitar el famoso Museo Guggenheim que presentaba, entre
otras, obras de la artista neoyorquina Helen Frankenthaler (1928-2011), representante
del expresionismo abstracto (movimiento pictórico contemporáneo dentro de la
abstracción, en concreto, de las tendencias informalistas y matéricas
posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dice su definición) descripción que
semánticamente me cuesta trabajo comprender, debo confesarlo.
Es así, que tanto el icónico Museo Guggenheim
y la obra de esta artista plástica representan con ello una búsqueda de
innovación en la pintura y el arte contemporáneo.
La señora Helen Frankenthaler es un claro
ejemplo de artista cuyas obras son parte integral de las narrativas que sobre
el arte moderno el Museo Guggenheim celebra, en movimientos conocidos como el
Expresionismo Abstracto o de abstracción Post Pictórica (Post-Painterly
Abstraction).
Para tratar de aprender sobre esta faceta
artística consulté sobre la técnica seguida por esta pintora y encontré este,
permítaseme llamarlo así, circunloquio:
Dentro de su técnica se menciona que esta artista
desarrolló un método que llamó “campo de color” (color field) o “abstracción pictórica”, más
cercano al paisajismo tradicional chino que al que se daba en la Escuela de
Nueva York entre 1940 y 1950. “Por otro lado, la pintora mezclaba aguarrás
diluido en la pintura que derramaba sobre el lienzo para que la tela se
impregnara en su totalidad, consiguiendo así una distancia del enfoque gestual.
Manifiesta una ruptura con la tradición clasicista y la búsqueda de una
libertad auténtica en la expresión en la que incursionó, también, con la
pintura de manchas o stain painting) características del expresionismo
abstracto”.2
¿What?
Bueno, vamos al grano. Al entrar a la primera sala
del museo observé una imponente -por su tamaño, obra titulada: “El nadador
en la niebla económica”, de la autoría de James Rosenquist:3
Y ya, para un observador pobremente versado en
el arte como yo, percibí en él un torbellino de colores inquietante, grato en
su composición y combinación de colores, formas y trazos para mí, pero, sin
embargo, sin sentido mnemónico o de lenguaje ensamblador para con mi visión
arquetípica de la naturaleza. Es por ello que suele considerarse como un hecho
que el Arte Moderno se interprete -en muchos casos-, como una mirada hacia la antinaturaleza,
no como un rechazo a la naturaleza en sí, sino a la renuncia a la
representación idealizada de la misma: Trataré de explicarme.
Recordemos que el género
homo al que pertenecemos ha convivido estrechamente con el mundo natural
o la naturaleza desde el paleolítico de hace unos 2,59 millones de años
(en África), hasta hace apenas unos 12 000 años en el que pasó de su nomadismo trashumante
al sedentarismo, marcando el inicio de la agricultura y la civilización.
Luego entonces, en nuestro inconsciente
colectivo, la visión o mirada nuestra de la naturaleza que nos rodeaba
dejó en él su impronta ya que “el mundo entra por nuestros ojos”. Todo
ello porque reconocimos, interpretamos y vivimos en medio de dicha naturaleza siendo
una parte inseparable de ella. Sus imágenes entonces nos han sido inconscientemente
reconocibles, identificables y hasta previsibles como medio de supervivencia de
la especie.
Así, si vemos humo a la distancia, “sabemos”
que algo se está quemando; una brecha en un matorral en la llanura nos señala
un probable camino; nubarrones a la distancia indican que una tormenta está por
llegar; huesos o sangre nos representan peligro o muerte; un hueco en la tierra
puede ser una evidencia de guarida animal; ademanes como el puño cerrado
significan violencia o disgusto; el color en ciertos animales nos indica
amenaza y peligro o -en algunos frutos, su madurez; vemos a otros como a
nosotros mismos, árboles y animales distintos unos de otros; montañas y ríos,
cuevas, piedras, etc.
Es de esta manera que
los múltiples y variados contenidos inconscientes guardados en nuestra psique
representan imágenes arquetípicas esenciales (es decir, estructuras universales y supra temporales
del inconsciente colectivo que se manifiestan en símbolos y tienen un
significado profundo y compartido para la humanidad) que, asociadas con
determinadas creencias surgidas ulteriormente entre nuestras múltiples y
variadas culturas y religiones, se han improntado en imágenes colectivas en
nuestras sociedades. La configuración de nuestro entorno queda entonces ligado
a las imágenes de nuestro propio subconsciente y a los valores que cada
determinada sociedad le impone.
En la expresión de nuestro inconsciente
colectivo, específicamente en este asunto del arte recordemos que, durante milenios,
la representación artística observada desde el arte rupestre se centraba
en representar a la naturaleza en general y a la humana en lo particular de
manera progresiva cada vez de forma más detallada y fiel acorde con la realidad;
ciertamente como así la veíamos y percibíamos. Éramos entonces felices “naturalistas”
desde las primitivas e iniciáticas expresiones artísticas.
Pero ahora, con el Arte Moderno al extremo, un
manchón rubicundo sobre un fondo amarillo salpicado de gotas azul turquesa
utilizando la técnica de acrílico sobre papel imprimado, se nos presenta como
una obra de arte y, además -y supongo que como una “indispensable” guía mental
para asimilarlo, entenderlo y gozarlo-, con el título de: ¡La felicidad interactiva
del otrora descarriado!
No hay modo, no puedo (en inglés There's no
way, I can't para que todos -por el carácter universal del idioma-, me
entiendan) hacer enlace con ello.
Pues sí, con el Arte Moderno y particularmente
a partir del Impresionismo de finales del siglo XIX y más intensamente con el
Cubismo, el Expresionismo y el Abstraccionismo de principios del siglo XX
muchos artistas comenzaron a romper con estas convenciones y a rechazar la idea
de que el arte debía ser una representación fiel del mundo físico, e iniciando con
ello una forma de expresión artística “antinaturalística”. Sí, así con
todas sus letras.
Como ejemplo, Pablo Picasso y Georges Braque con
el llamado cubismo desintegraron y reconfiguraron las formas naturales (esto
es, distorsionaron nuestros naturales y ancestrales arquetipos visuales
de la naturaleza) en composiciones geométricas y abstractas e irreales. Esto marcó,
definitivamente, una ruptura con la representación naturalista dándole una
reinterpretación radical en términos de formas, líneas y colores a sus
manifestaciones pictóricas argumentando transformarlas en algo mucho más
personal y emocional.
Luego, en el Arte Abstracto se va un paso más
allá de lo “antinatural” al pretender capturar a la quién sabe por qué
le llaman como “pureza visual”, a la técnica que se da mediante formas
geométricas simples y colores planos sin relación alguna con cualquier elemento
real o natural, como ocurre en la corriente llamada suprematismo (movimiento
artístico basado en la supremacía del sentimiento artístico puro) originado por
el pintor ucraniano Kasimir Malevich en 1915.
Hoy, la industria, la tecnología y la
modernización han asestado un golpe más a la representación realista de la
naturaleza en la que la máquina, la ciudad, el progreso, el desarrollo y el
caos social, político y económico se convirtieron en los nuevos temas transformadores
del arte.
Es así que la globalización ha impactado a la
naturaleza humana de forma determinante dejándola a la deriva en un mundo en
constante cambio y zozobra con posibles consecuencias como la pérdida de
identidad, desigualdad social, desempleo, deterioro en la salud mental, aumento
de la violencia y criminalidad, emigración, etc.
Los arquetipos improntados en nuestro
inconsciente colectivo, chocan y enloquecen ahora ante la nueva realidad del convulso
mundo en que vivimos. De hecho, el Arte Moderno podría entonces entenderse
también tanto como una reflexión sobre la alienación o como una
manifestación de ésta.
Sépase que en el psicoanálisis se postula que
las obras de arte son expresión del inconsciente del artista, revelando deseos,
fantasías y conflictos no resueltos tanto para el artista como para el
espectador como señalaba el llamado “padre” del psicoanálisis Sigmund Freud. En
la realidad, nada queda más claro que en el Arte Moderno se deja en evidencia
la desconexión y choque distópico de las personas con su entorno natural, con
sí misma, las instituciones y la sociedad misma.
Por otro lado, el alejamiento de las formas
tradicionales de arte y la incomprensión generalizada de muchas de sus
manifestaciones pueden generar una sensación de alienación tanto para el
espectador como para el creador, que podría hacerle sentir desvinculado a una
comunidad o con un público determinado.
El Arte Moderno de hecho, en su complejidad y
ambigüedad, finalmente no da respuestas claras ni definitivas sobre la
alienación, pero sin duda refleja las tensiones y contradicciones que el mundo
moderno impone a nuestras diversas sociedades y culturas, invitando al
espectador a cuestionar su propia mirada arquetípica en relación con el
arte, con la sociedad en la que se desenvuelve y sobre nuestra misma identidad
individual.
Desde otro ángulo, el Arte Moderno puede verse
como una forma de liberar al individuo de las restricciones de la tradición y
la conformidad social, permitiendo que el artista o el espectador tengan una
experiencia más profunda y genuina de la vida, aunque esta experiencia esté
teñida de la alienación inherente a la condición humana. Jacques Lacan, bien
señalaba que el artista posee la capacidad de “leer” los síntomas de cada época
y -agregaría yo-, la alienante antilogía en su expresión moderna.
Vale decir pues, como resumen unos autores
argentinos:
En pleno siglo XXI, el arte contemporáneo atraviesa la pintura, la escultura,
sale de los museos, rompe con lo clásico, con lo esperado. Sus obras son
anacrónicas. No responden a las fechas ni al calendario. Están allí para
hacernos ver, interpelarnos, provocar la tyche -o el encuentro con lo real-,
con lo que excede la palabra pero que deja una huella, permite una pregunta.4
Para terminar, permítame invitarle a observar la
obra pictórica adjunta y hacerle ésa sugerida pregunta:
 |
Pintura hecha por el orangután BAKA Del Zoo Cheyenne Mountain, Colorado, EUA. |
¿Le provoca algo?
1 . https://es.linkedin.com/pulse/cr%C3%ADticas-al-arte-contempor%C3%A1neo-jos%C3%A9-luis-garc%C3%ADa-de-aguinaga-garc%C3%ADa
2 . https://es.wikipedia.org/wiki/Helen_Frankenthaler
3 Imagen tomada de: https://www.facebook.com/guggenheimbilbaomuseo/posts/no-pierdas-la-oportunidad-de-ver-esta-impactante-pintura-de-la-serie-el-nadador-/886507173513099/
4 . Jaime
Bacile, Eliana y Cura, Virginia Liliana. Arte y psicoanálisis. Como el arte nos
posibilita la tyche. En: https://www.aacademica.org/000-015/773.pdf