domingo, 1 de junio de 2025

Arte moderno.

 

Arte Moderno.
¿Emoción o alienación
anti naturaleza?

 

Es un arte de lo informe, de lo abyecto,
por contraposición a la forma y a lo sublime.
 
Alain Badiou. Filósofo francés.1
 

Dr. Xavier A. López y de la Peña


Pequeño paraíso.
Helen Frankenthaler, 1964

Acudiendo al llamado de la tierra, hice un viaje con mi hijo a España particularmente para conocer el lugar donde nacieron algunos de nuestros ancestros López.
Viajamos de la ciudad de México a Madrid y de allí directamente hasta la ciudad de Bilbao para iniciar recorrido en varios lugares para llegar, finalmente, al Concejo de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias en España, Llanes; terruño añejo de nuestros antepasados congéneres bañado por las ricas aguas del mar Cantábrico.
             Antes de este objetivo destino, recorrimos ávidamente varios lugares de Bilbao y, el motivo de esta reflexión se ubica en la impresión que tuve al visitar el famoso Museo Guggenheim que presentaba, entre otras, obras de la artista neoyorquina Helen Frankenthaler (1928-2011), representante del expresionismo abstracto (movimiento pictórico contemporáneo dentro de la abstracción, en concreto, de las tendencias informalistas y matéricas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dice su definición) descripción que semánticamente me cuesta trabajo comprender, debo confesarlo.
Es así, que tanto el icónico Museo Guggenheim y la obra de esta artista plástica representan con ello una búsqueda de innovación en la pintura y el arte contemporáneo.
La señora Helen Frankenthaler es un claro ejemplo de artista cuyas obras son parte integral de las narrativas que sobre el arte moderno el Museo Guggenheim celebra, en movimientos conocidos como el Expresionismo Abstracto o de abstracción Post Pictórica (Post-Painterly Abstraction).
Para tratar de aprender sobre esta faceta artística consulté sobre la técnica seguida por esta pintora y encontré este, permítaseme llamarlo así, circunloquio:
 

Dentro de su técnica se menciona que esta artista desarrolló un método que llamó “campo de color” (color field) o “abstracción pictórica”, más cercano al paisajismo tradicional chino que al que se daba en la Escuela de Nueva York entre 1940 y 1950. “Por otro lado, la pintora mezclaba aguarrás diluido en la pintura que derramaba sobre el lienzo para que la tela se impregnara en su totalidad, consiguiendo así una distancia del enfoque gestual. Manifiesta una ruptura con la tradición clasicista y la búsqueda de una libertad auténtica en la expresión en la que incursionó, también, con la pintura de manchas o stain painting) características del expresionismo abstracto”.2

 
¿What?
 
Bueno, vamos al grano. Al entrar a la primera sala del museo observé una imponente -por su tamaño, obra titulada: “El nadador en la niebla económica”, de la autoría de James Rosenquist:3


Y ya, para un observador pobremente versado en el arte como yo, percibí en él un torbellino de colores inquietante, grato en su composición y combinación de colores, formas y trazos para mí, pero, sin embargo, sin sentido mnemónico o de lenguaje ensamblador para con mi visión arquetípica de la naturaleza. Es por ello que suele considerarse como un hecho que el Arte Moderno se interprete -en muchos casos-, como una mirada hacia la antinaturaleza, no como un rechazo a la naturaleza en sí, sino a la renuncia a la representación idealizada de la misma: Trataré de explicarme.
            Recordemos que el género homo al que pertenecemos ha convivido estrechamente con el mundo natural o la naturaleza desde el paleolítico de hace unos 2,59 millones de años (en África), hasta hace apenas unos 12 000 años en el que pasó de su nomadismo trashumante al sedentarismo, marcando el inicio de la agricultura y la civilización.
Luego entonces, en nuestro inconsciente colectivo, la visión o mirada nuestra de la naturaleza que nos rodeaba dejó en él su impronta ya que “el mundo entra por nuestros ojos”. Todo ello porque reconocimos, interpretamos y vivimos en medio de dicha naturaleza siendo una parte inseparable de ella. Sus imágenes entonces nos han sido inconscientemente reconocibles, identificables y hasta previsibles como medio de supervivencia de la especie.
Así, si vemos humo a la distancia, “sabemos” que algo se está quemando; una brecha en un matorral en la llanura nos señala un probable camino; nubarrones a la distancia indican que una tormenta está por llegar; huesos o sangre nos representan peligro o muerte; un hueco en la tierra puede ser una evidencia de guarida animal; ademanes como el puño cerrado significan violencia o disgusto; el color en ciertos animales nos indica amenaza y peligro o -en algunos frutos, su madurez; vemos a otros como a nosotros mismos, árboles y animales distintos unos de otros; montañas y ríos, cuevas, piedras, etc.
            Es de esta manera que los múltiples y variados contenidos inconscientes guardados en nuestra psique representan imágenes arquetípicas esenciales (es  decir, estructuras universales y supra temporales del inconsciente colectivo que se manifiestan en símbolos y tienen un significado profundo y compartido para la humanidad) que, asociadas con determinadas creencias surgidas ulteriormente entre nuestras múltiples y variadas culturas y religiones, se han improntado en imágenes colectivas en nuestras sociedades. La configuración de nuestro entorno queda entonces ligado a las imágenes de nuestro propio subconsciente y a los valores que cada determinada sociedad le impone.
En la expresión de nuestro inconsciente colectivo, específicamente en este asunto del arte recordemos que, durante milenios, la representación artística observada desde el arte rupestre se centraba en representar a la naturaleza en general y a la humana en lo particular de manera progresiva cada vez de forma más detallada y fiel acorde con la realidad; ciertamente como así la veíamos y percibíamos. Éramos entonces felices “naturalistas” desde las primitivas e iniciáticas expresiones artísticas.
Pero ahora, con el Arte Moderno al extremo, un manchón rubicundo sobre un fondo amarillo salpicado de gotas azul turquesa utilizando la técnica de acrílico sobre papel imprimado, se nos presenta como una obra de arte y, además -y supongo que como una “indispensable” guía mental para asimilarlo, entenderlo y gozarlo-, con el título de: ¡La felicidad interactiva del otrora descarriado!  
No hay modo, no puedo (en inglés There's no way, I can't para que todos -por el carácter universal del idioma-, me entiendan) hacer enlace con ello.
Pues sí, con el Arte Moderno y particularmente a partir del Impresionismo de finales del siglo XIX y más intensamente con el Cubismo, el Expresionismo y el Abstraccionismo de principios del siglo XX muchos artistas comenzaron a romper con estas convenciones y a rechazar la idea de que el arte debía ser una representación fiel del mundo físico, e iniciando con ello una forma de expresión artística “antinaturalística”. Sí, así con todas sus letras.
Como ejemplo, Pablo Picasso y Georges Braque con el llamado cubismo desintegraron y reconfiguraron las formas naturales (esto es, distorsionaron nuestros naturales y ancestrales arquetipos visuales de la naturaleza) en composiciones geométricas y abstractas e irreales. Esto marcó, definitivamente, una ruptura con la representación naturalista dándole una reinterpretación radical en términos de formas, líneas y colores a sus manifestaciones pictóricas argumentando transformarlas en algo mucho más personal y emocional.
Luego, en el Arte Abstracto se va un paso más allá de lo “antinatural” al pretender capturar a la quién sabe por qué le llaman como “pureza visual”, a la técnica que se da mediante formas geométricas simples y colores planos sin relación alguna con cualquier elemento real o natural, como ocurre en la corriente llamada suprematismo (movimiento artístico basado en la supremacía del sentimiento artístico puro) originado por el pintor ucraniano Kasimir Malevich en 1915.
Hoy, la industria, la tecnología y la modernización han asestado un golpe más a la representación realista de la naturaleza en la que la máquina, la ciudad, el progreso, el desarrollo y el caos social, político y económico se convirtieron en los nuevos temas transformadores del arte.
Es así que la globalización ha impactado a la naturaleza humana de forma determinante dejándola a la deriva en un mundo en constante cambio y zozobra con posibles consecuencias como la pérdida de identidad, desigualdad social, desempleo, deterioro en la salud mental, aumento de la violencia y criminalidad, emigración, etc.
Los arquetipos improntados en nuestro inconsciente colectivo, chocan y enloquecen ahora ante la nueva realidad del convulso mundo en que vivimos. De hecho, el Arte Moderno podría entonces entenderse también tanto como una reflexión sobre la alienación o como una manifestación de ésta.
Sépase que en el psicoanálisis se postula que las obras de arte son expresión del inconsciente del artista, revelando deseos, fantasías y conflictos no resueltos tanto para el artista como para el espectador como señalaba el llamado “padre” del psicoanálisis Sigmund Freud. En la realidad, nada queda más claro que en el Arte Moderno se deja en evidencia la desconexión y choque distópico de las personas con su entorno natural, con sí misma, las instituciones y la sociedad misma.
Por otro lado, el alejamiento de las formas tradicionales de arte y la incomprensión generalizada de muchas de sus manifestaciones pueden generar una sensación de alienación tanto para el espectador como para el creador, que podría hacerle sentir desvinculado a una comunidad o con un público determinado.
El Arte Moderno de hecho, en su complejidad y ambigüedad, finalmente no da respuestas claras ni definitivas sobre la alienación, pero sin duda refleja las tensiones y contradicciones que el mundo moderno impone a nuestras diversas sociedades y culturas, invitando al espectador a cuestionar su propia mirada arquetípica en relación con el arte, con la sociedad en la que se desenvuelve y sobre nuestra misma identidad individual.
Desde otro ángulo, el Arte Moderno puede verse como una forma de liberar al individuo de las restricciones de la tradición y la conformidad social, permitiendo que el artista o el espectador tengan una experiencia más profunda y genuina de la vida, aunque esta experiencia esté teñida de la alienación inherente a la condición humana. Jacques Lacan, bien señalaba que el artista posee la capacidad de “leer” los síntomas de cada época y -agregaría yo-, la alienante antilogía en su expresión moderna.
 
Vale decir pues, como resumen unos autores argentinos:
 
            En pleno siglo XXI, el arte contemporáneo atraviesa la pintura, la escultura, sale de los museos, rompe con lo clásico, con lo esperado. Sus obras son anacrónicas. No responden a las fechas ni al calendario. Están allí para hacernos ver, interpelarnos, provocar la tyche -o el encuentro con lo real-, con lo que excede la palabra pero que deja una huella, permite una pregunta.4

Para terminar, permítame invitarle a observar la obra pictórica adjunta y hacerle ésa sugerida pregunta:
Pintura hecha por el orangután BAKA
Del Zoo Cheyenne Mountain,
Colorado, EUA.

¿Le provoca algo?


 

 




1 . https://es.linkedin.com/pulse/cr%C3%ADticas-al-arte-contempor%C3%A1neo-jos%C3%A9-luis-garc%C3%ADa-de-aguinaga-garc%C3%ADa
2 . https://es.wikipedia.org/wiki/Helen_Frankenthaler
3 Imagen tomada de: https://www.facebook.com/guggenheimbilbaomuseo/posts/no-pierdas-la-oportunidad-de-ver-esta-impactante-pintura-de-la-serie-el-nadador-/886507173513099/
4 . Jaime Bacile, Eliana y Cura, Virginia Liliana. Arte y psicoanálisis. Como el arte nos posibilita la tyche. En: https://www.aacademica.org/000-015/773.pdf

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